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V Concurso de Relatos Fórum Montefrío

Iniciado por Parlamento, Abril 23, 2013, 15:22:11 PM

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Relatos FM

FUERA
   
     
         
Amanece.

Aunque no lo parezca, en la insidiosa negritud, ya se vislumbran matices púrpura. Podría ser un espejismo pero, ¿y el aire?
No es el mismo ya. Posee una movilidad casi imperceptible, una fluctuación levemente cálida impelido por el gran astro rey que, aunque invisible, continúa inexorablemente su proyección sobre la pequeña y giratoria esfera azul.
No hay vuelta a atrás. La oscuridad impenetrable se va diluyendo. La gran bóveda celeste es ensuciada por un tenue velo que socava lenta pero irremisiblemente la fuerza de las estrellas.
Ya no se puede hacer nada. La noche se muere.
El niño se ha despertado. Se ha levantado de la cama, ha corrido hacia el balcón y una mano gordezuela abre una brecha de agua en el cristal empañado. Su nariz de goma está adherida al frío vidrio y ahí se queda, extasiado ante lo que ve.
Abajo, el sol, ese sol nuevo que aún no puede limpiar los cristales, arranca destellos en la escarcha, y la escarcha es una cáscara blanca que viste a la hierba, y la hierba compone un trenzado mosaico de angostos senderos forjados por las pisadas del hombre, y los senderos llevan a un destino incierto a los ojos del niño, y cáscara, hierba, senderos y niño son peinados por un viento que, joven, intenta pero no puede romper la corteza blanca, no así la mano gordezuela que, rubicunda, agarrotada, se empeña en quebrar la humedad helada.
Y el niño corre hacia la puerta, baja la escalera, gira el edificio y se agacha para poseer su descubrimiento con los bracitos desnudos, el viento bailando en su cabello, soñando caminos.

            *        *        *

                                         
La figura de los dos adolescentes se recorta contra la fábrica en ruinas. El paisaje ha cambiado y esto les reconforta porque la soledad de náufragos ha sustituido a las mujeres tirando del carrito de la compra, a los automóviles, a un escenario donde resaltaban por su edad el mediodía de un lunes, en el que podrían ser descubiertos por alguien como prófugos del instituto.
El sonido del golpe de agua seguido de espuma deshaciéndose los saluda. El suelo arenoso ha ralentizado su caminar, pero no baja el ritmo de las palabras de él que va cubriendo una a una todas las dudas de ella utilizando su mejor ingenio.
En el hemisferio norte, en enero, en bañador, a sus pies, el mar sigue besando a la arena. Es un mar metálico el que tienen ante ellos, coronado de pequeños rizos, pero el cielo del que debería ser reflejo no está, se ha ido; o quizás sí, se diría que lo ocupa todo desde el suelo a un infinito en el que se pierde la vista sin que ni un breve matiz de color varíe en ese espacio blancuzco donde se plasman los dos bañistas como dos acuñaciones. Sus gritos, chapoteos y sumergidas se superponen a las brazadas del mar.
Las últimas dudas, esta vez sobre posibles animales acuáticos invernales se disipan y, finalmente, dan el paso. Con el agua a la altura de sus contraídos genitales, los brazos cruzados, los labios cárdenos, observa a su delfín que, una y otra vez, alza un morro sonriente para después mostrar su cola bífida en continuas y serpenteantes zambullidas; más tarde, también él descubrirá en el agua el calor que le niega ese cielo lechoso que empieza dónde termina el mar.
Dos delfines ondulantes juegan en un lago inhóspito, infinito, suyo.
El latido del mar continúa.

            *            *             *


                                     
La noche llueve.
De la oscuridad han surgido líneas de agua que barren el suelo con ráfagas de inusitada violencia. Pero en el cono de luz proyectado por la farola no llueve, no; ahí jarrea.
Desde mi ventana, acompañado del tintinear en el vidrio, observo el milagro. Se filtra el aire, los edificios permiten que su mácula sea arrastrada hasta el poso e incluso el automóvil apenas se atreve a despedir su humo grasiento que rápidamente es agachado y esparcido por el pavimento. Si miro hacia arriba veo palos de agua brotar de la nada para estrellarse en mi rostro agradecido, deshacerse y formar pequeños torrentes en mi faz escarpada.
Apago la luz, cierro la puerta, bajo la escalera, salgo a la calle. Yo también me alegro de verte. Busco el haz de luz dónde el líquido señorea a sus anchas, hay un banco, me acerco al ritmo del chirriar de mis zapatos empapados, tomo asiento.
La noche llora sobre mí.
Fuera sigue diluviando. Yo estoy fuera.

Alonso Fernández de Avellaneda

Relatos FM

La Realidad soñada por los Filósofos y aquellos que la siguen



Desde que tengo uso de razón, recuerdo que peculiarmente mi madre siempre me recalcaba en cada momento, que me cuidase; sin tomarle importancia, en algunas ocasiones cometía errores, que por lo general era ella quien lo tenía que solucionar, mas ahora estoy sentado sobre una piedra fría, que por lo visto aunque lleve sentado mas de largas horas no logra calentarse. Tal vez asi me comporté yo alguna vez; estoy hablando de tener el corazón frío; sin ninguna responsabilidad que limite mis acciones, y luego piense que todo esto es un sueño, empero la realidad innata nos de de puñales en la espalda y lleguemos a la conclusión de que aquellos son una especie de reflejo que muestra nuestros más profundos deseos y pasiones, así es, estos que posteriormente nos lleven a realizar acciones guiadas mas por la voluntad que por nuestro propio raciocinio , y terminemos por convertirnos en esa realidad que tanto nos hace daño.
En este momento de mi existencia, donde todo me parece confuso, no encuentro un motivo  para canalizar mis sentimientos. Es como un continuo absurdo de pasiones encontradas, donde el vacío absoluto ocupa un lugar importante dentro del silencio generacional de una etapa tan difícil de mi vida.
Porque es difícil vivir en esta edad de los límites impuestos por la sociedad de la adultez, donde el peor de nuestros enemigos es la conciencia.
Si la adolescencia es la etapa de los miedos y las dudas, acompañada por el casi total desconocimiento de la vida, la madurez es un estado de total conciencia de nuestros miedos y de todas nuestras dudas.
Sabemos todo acerca de nosotros, es decir, creemos saberlo; conocemos un poco de nuestro pasado, algo del presente y casi adivinamos un inexistente futuro.
La palabra MUERTE comienza a ser algo no tan lejano.
Los hijos comienzan a transitar su propia vida y nuestros padres nos van dejando solos, desprotegidos, enfrentados a una realidad que nos muestra nuestra condición de seres transitorios y frágiles, pequeños ante la inmensidad de un mundo que crece porque nosotros nacemos, pero también morimos para poder nacer y continuar.
El saber y comprender, genera dudas; más vivimos y más dolor acumulamos.
Pero así también toleramos y soportamos TODO.
Sabiduría, que le dicen...
Capacidad de asimilación y ejercitación frente al dolor.
La vida es una maravillosa cadena de sucesos imprevistos donde muchas veces reímos y otras lloramos y otras simplemente, pasan sin siquiera notarlos.
El saber esto, el comprenderlo, es motivo suficiente para estar confundido.
¿A dónde vamos?
Es una etapa difícil ser ADULTO.
Aún tengo adentro mío aquel niño que pensaba en  escribir metáforas de superhéroes y cuyos interrogantes frente a la vida ahora estoy contestando.
No recuerdo su cara, pero a veces, como en sueños me llama y la nostalgia acumula recuerdos y no parece lejana.
Cuesta mucho aceptar que ese niño era yo;  a veces quisiera tenerlo a mi lado para poder advertirle sobre cosas que luego van a pasarle...
Pero el pasado es tan sólo algo confuso y ajeno; sólo el presente cuenta  saberlo es una forma de tomar conciencia.
El futuro no existe, comprenderlo es parte de una edad donde los límites se conocen pero NO se aceptan.
-Recuerdo que estaba yo echado en mi cama leyendo un poco sobre la  filosofía de Anaxágoras  (aquel que consideraba al "nous" como parte del origen del universo); en eso siento el cansancio de mis ojos, en como pestaña por pestaña se iban juntando para ir dando origen a un largo descanso, en eso me veo yo dentro de la conciencia del filósofo, y es increíble, puedo leer y ver todo lo que piensa y hace, escucho entonces un grito que dice  «Hace mucho tiempo que la Naturaleza ha pronunciado la misma sentencia contra mis jueces. »Se me ocurre la idea de ir más allá y descubrir sus más íntimas intenciones, pero no puedo;  me siento totalmente bloqueado, tal vez era porque mi madre gritaba tan fuerte que ni siquiera el propio pensamiento podía volver a conectarse con las ideas.
Me levanto entonces sin dirección alguna, buscando aquella voz; caminando de un lado a otro, en eso la veo sollozando, corro hacia el lugar en donde está; era una de esas invitaciones que tenía aspecto dispendioso, aquellas a que tanto anhela  asistir cuando la presencia de mi padre aun llenaba los espacios de ahora esta funesta casa. Trate de tranquilizarla , mas mis esfuerzos fueron en vano, no me quedaba otro opción que ir con aquella a aquel convite, prometiendo no hacer críticas de los chistes absurdos y sin sentido que hacían los pobres viejos.
Llego el día en que mis palabras e ideas no tenían que ir mas allá de lo que quería decir, fue allí que durante todo el transcurso de lo debía ser "una gran reencuentro" ( como decía la tarjeta), se convirtió en un cuarto lleno de humo, que ni siquiera dejaba espacio a que el co2 pueda salir de mis narinas. Después que todo acabo, vi como se acercaba, tenía un aspecto tenebroso, me quede mirándolo varios minutos, paso a paso se acercaba a las pocas personas que estaban a mi alrededor, la ignorancia invadía el fúnebre salón, en tantas idas y venidas, quedo por desaparecer las sonrisas de sus rostros, el ceño se iba marcando incesante en sus frentes, palabras lograba oír, esas que arroja la gente cuando siente la necesidad de defenderse y provocaba la  aparición de partidarios y dragones.
Uno tras otro, cada uno expresaba la opinión, la razón circulaba lentamente por los rededores de la desconocida locura, y la iba cubriendo, de modo que todos terminaron por agradecer al hombre. Sin embargo la expectativa y los rumores llegaban a mi, y pude entender entonces que, no es la fuerza la que nos da coraje para seguir en la ardua lucha, si no era el pensamiento quien nos mantenía activos.
Fui entonces con mi madre a casa, tome su mano, la sentí fría, a paso rápido cruzábamos las calles oscuras, sin importarnos los problemas que tendríamos cuando lleguemos a casa.
El frio me atacaba, y gobernaba todo mi cuerpo...; abrió despacio su hermético bolso, saco las llaves y abrió la puerta, dentro de ella, las palabras se volvían inexpresivas, sin amor y sin cariño.
Recuerdo que una de esas  mañanas en la que el sol sale desesperado, como si ni el mismo soportara su mismo calor, salió sin dejar dirección alguna hacia donde iba, las horas pasaban y poco a poco, sentía la necesidad de que una sonrisa aparezca en mi rostro.
Entonces quede yo solo nuevamente, con la misma intención de volver a estar "dentro" de anaxagoras, mas el deseo intenso de saber lo que sucedió aquel día, volvían a mí, pero era totalmente imposible, lo que quería, era cosa de las paredes y del humo que se había esparcido y no dejo libertad para poder robarme aunque sea una palabra de lo antes mencionado.
Fue asi que dedique la mayor parte de mi tiempo a poder descubrir lo que verdaderamente quería, enrolándome en asuntos, que ni siquiera pensaba tratar, desocupándome por completo de "lo demás" ( en lo cotidiano). Mi estantería que alguna vez fue lugar de revistas completamente sin interés, era hoy uno de mis más preciados lugares de la casa, poco a poco mi conciencia me llevaba a sentir impulsos de querer poner en practica mi idealismo alcanzado en las noches de soledad. Ahora no era yo quien expresaba mis ideas, si no eran las ideas profanadas de aquellos filósofos.
La soledad, me cubría como una manta; poco a poco me iba alejando de los asuntos familiares, sentía como me absorbía, me dominaba, estaba hasta en los laterales de mi cuarto; pero lo que me quedaba de sentimiento hacia mi madre, era el punto de equilibrio para mi estado de ánimo; no creo en las palabras de aquellos que dicen que el estado de ánimo lo hacemos nosotros mismos, sino que este se adapta a los momentos afectivos que pasamos.
Asi pues, tome la iniciativa de cuestionarme a mí mismo, y resolver las incógnitas que con tanta desesperación gritaban en mis largos sueños, entonces llegue a la conclusión que para poder ser grande (en todo sentido) , debería emprender un arduo camino, sin enervar las fuerzas; un camino que se llenaría durante el camino con horribles bestias, que lo que quieren es arrebatarme el tesoro mas valioso que tengo, mi pensamiento. Cogí rápido mi zurrón, y metí todos los libros, camine hacia la puerta y retomando el aire, Salí, la adrenalina que sentía interiormente, por haber salido de ese cuarto, controlaban mi sistema nervioso, asi  pues, llegue a un parque,  que mas que un parque parecía una morgue,( lo digo por tantas personas tiradas una encima de otras), se suponía que un parque era un lugar para recrear a los mofletudos niños; sentí entonces un aliento alcoholizado que me hablaba, y me decía si tenía ganas de introducirme como una jeringa a mi brazo, intempestivamente, corrí sin dirección alguna, abandonando la oscuridad y buscando al menos un poco de refulgencia.
Asi es como llegue aquí, sentado en una piedra, tratando de encontrar una respuesta a todo, pues de todos modos, mis libros se habrían quedado en la banca de aquel inhóspito parque; y no tenía ni la más sana intención de regresar, entonces que recordé lo que anaxagoras dijo alguna vez :«Todas las cosas estaban juntas: luego sobrevino la mente y las ordenó»; era increíble mis ideas se empezaron a armar como un puzle en mi cabeza, fue allí que la piedra se empezó a calentar, y sentía y veía el alba, me levante sacudiéndome el trasero, y regrese a casa, con la intención de ver a mi madre. Ella aun dormía, decidí interrumpir (tal vez este soñando con Aristóteles o Empédocles), la abrasé fuertemente, y llorando le dije: te quiero mucho , asi pues, fui correspondido con un beso en la frente, me cogió el cabello, y sin decir más, me eche al lado de ella, y el calor que emanaba era más grande de que alguna vez me podrían dar los antiguos griegos.
Por eso es primordial querer y amar a sus seres queridos, tal vez hoy o mañana, no tendremos el pensamiento que teníamos cuando éramos niños, pero el sentimiento que guardamos interiormente, jamás desaparecerá.

Nicholas Sparks

Relatos FM

El jardín perfecto



Se abrió el acceso lateral de la suntuosa mansión y emergió como catapultada la ambulancia con la sirena destrozando de forma impiadosa los acostumbrados silencios de las tardes apacibles en aquel barrio residencial.
Tras su huida por las callecitas despobladas, partieron en su búsqueda agentes de seguridad y familiares compungidos en sendos vehículos guiados por el sonido ulular.
En un breve espacio de tiempo, por la rendija que dejo la puerta entrecerrada se pudo observar, aunque nadie lo hizo, la presencia del jardín perfecto. Este se extendía desde el fondo hasta el pesado portón de maderas el que poseía una reja superior de hierros forjados, que comunicaba con la acera.
Pero aun cerrado se pudo haber apreciado el aroma que emanaba de los heliotropos, con sus ramilletes tupidos perfumaban el aire con aromas dulces desde el lavanda hasta el violeta.  Pero este cuadro de belleza nadie lo aprecio, pues los habitantes de la casa acostumbrados al paisaje no lo veían en sus afligidos deambulares y a los curiosos no se les permitía permanecer en las inmediaciones del lugar, todo estaba estrictamente protegido por un selecto grupo de seguridad.
Luego de un minúsculo espacio de tiempo reanudo el silencio y solo se pudo apreciar en la lejanía el sonido lastimero que con la distancia se volvía más grave.
Fueron las 17,45 hrs cuando el hecho tomo relevancia aunque la situación tuvo lugar más temprano. Todo ocurrió cuando los niños fueron a jugar como lo hacían habitualmente en su bello jardín, en esa fresca tarde de otoño. Allí pasaban las horas felices entre los canteros de flores jugando a cocinar, haciendo sopa de brujas, o en las hamacas y otros juegos de jardín bajo las sombras de los robles que pitaban la tarde de rojo coral y los fresnos de dorado intenso; en otro rincón del patio los castaños y los cerezos que florecían en abril.
El jardín había sido decorado por expertos en parques que lograron belleza y equilibrio en las formas y en los colores. Las plantas color pastel y verde pálido fueron colocadas en el fondo de la escena para dar la sensación de profundidad y las de colores cálidos al frente para resaltar la luz.
En el medio una pequeña cascada de escalones de piedras negras, sobre los montículos de granito los Amarantos con sus flores plumosas y hojas rojas, carmesí o violetas; a la derecha de esta un Muguet rodeado de grava, Salvias violetas y pequeños cuadros de Geranios rosados. Desde allí hasta el pasillo en cada escalón tenía una especie distinta donde se podían apreciar Narciso, Azaleas, Impatiens multicolores, Lobelias, y más, muchas más.
Los muros hace tiempo que eran invisibles por el avance de la hiedra que lograba mimetizar el habitáculo donde se guardaban las herramientas y los abonos.
Estos niños aman este espacio y a diario jugaban entre las flores y hojas vistosas hasta el punto de de haberles puesto nombres familiares a muchas de ellas. Estos pasaban largos momentos diarios al cuidado de su niñera la que también amaba el jardín. Para ella era el lugar más bello y más adornados sobre la tierra. Este como un cuadro de fantasías coloreaba sus sueños de joven desde la ventana en el primer piso donde tenía su cuarto, junto a las habitaciones de los pequeños. Primero poco y luego toda la responsabilidad por la crianza y educación de los menores recayó en la joven Martha, la que cada dos semanas visitaba a sus padres, los domingos por la tarde, llevada por el chofer de la familia junto a sus bolsos y regalos y recogida al anochecer por la misma persona.  Las visitas eran nulas y la seguridad férrea, salvo el jardinero que cada diez días hacia su labor en absoluto silencio. Un mal día por las razones que nunca sabrán una de las plantas amaneció musita y aunque a simple vista la mayoría no lo notara, para ella fue como si faltara el equilibrio, como si la armonía que habitaba ese predio se hubiese marchado, la invadió la tristeza por lo que ella llamo la ruptura mágica del ensueño y cuando al cuarto día llego el jardinero solicito a este que remplazara la planta seca de la maceta bordó. Con la prisa que se requería, el hombre compro en las cercanías una Estrella Federal, y le informo que pronto tendría hermosas flores rojas. Los días posteriores transcurrieron con normalidad, salvo por la dificultad que trajo el temporal de lluvias, impidiendo que los niños jugaran en el jardín.
Martha mientras los niños jugaban en el interior, siempre se hacia tiempo para pasarles un trapo húmedo a las plantas de las galerías, allí estaban las begonias, Difenbaquias y Dracenas. Pero todo el predio no era esplendoroso, cerca del muro lejano en dirección al bosquecillo mas allá de la zona de la residencia principal, por el sendero que se conducen hacia las dependencias del personal de seguridad y domestico, casi como abandonados los Ricinos, las cicas y las siemprevivas completaban el cuadro vegetal.
Los padres de los niños habían nacido en algún suburbio, lejos de los bellos jardines, a menudo acosados por las constantes penurias que provee la marginalidad.
El patrón es un sindicalista despiadado y con gran esfuerzo logro poseer la oportunidad de tomar el poder en las próximas elecciones y de manejar todo a nivel nacional. Así crecía en su ámbito y de igual forma lo hacia la lista de enemigos, algunos solo rivales políticos pero también había de aquellos que lo querían ver totalmente destruido. Había llegado a unos pasos de la cúspide de la organización desde la estrechez de su instrucción pero con la habilidad, la sagacidad y el coraje requerido para tal logro, que lo obligo más de una vez a esconder alguno cadáver bajo la alfombra.
Hombre temido por sus amigos y enemigos había comenzado como peón, allí comprendió que para salir de pobre debía luchar en otros ámbitos.  Siendo delegado sindical realizó paros y movilizaciones, mientras de forma oculta arreglaba con la empresa por buen dinero y terminaba la protesta enarbolándose en los mínimos logros accediendo de las frondosas exigencias protestadas; en otras oportunidades arreglaba de antemano con la competencia empresarial para boicotear la libre competencia e inclinar la balanza en su favor. Su actual aspecto de gordo bonachón dista mucho de su verdadera actitud, a los empleados del sindicato los apabulla de trabajos, formalidades y obligaciones que se refleja en su accionar como candidato recto.
Así en una de sus campañas de paros y cortes de rutas conoció a su actual esposa, ella militaba en un grupo que se manifestaba en contra del gobierno y que recibía como pago un plan social, con la sola obligación de ir donde se lo indicaran, cuatro o cinco veces al mes. Aunque vivía con su madre que además poseía una pensión graciable, muchas veces se tuvo que ir a dormir con solo unos mates dulces en el estomago.
Así fue como conoció a Jorge, en la cautivo con la cadencia de su voz y el respeto que promulgaba por los trabajadores.
Salieron un par de veces, pernotaron otras más y se fueron a vivir juntos en una casita que el poseía en un barrio de clase media. En los próximos diez años el completo su fortuna, hizo construir la mansión, la adorno con lo que nunca tubo y luego de casarse la habitaron y tuvieron tres hijos.
Por estos tiempos ella juega tenis en un club y va a cocteles pro ayuda a los desempleados, en cada fiesta para juntar dadivas se gasta mas de lo que se recolecta, pero todos están felices.
Ella ameniza sus días con el joven instructor y sus encuentros fugaces en algún motel periférico, mientras que el esposo se prepara para la elección del cargo a nivel nacional que se realizara la siguiente semana.
El martes pasado, Punchy el caniche juguetón, al que le gustaba esconderse entre las plantas para sorprender a los niños, estaba triste y con evidentes dolores abdominales; con prontitud llamaron al veterinario pero a pesar de los cuidados y medicinas no pudo salvarle la vida y diagnostico claros signos de envenenamiento.
La alarma recorrió las galerías y entro en todas las habitaciones, se oyeron órdenes y los pasos apresurados de más guardias en los alrededores. Esta situación se interpreto como la forma más clara de amenaza dada al candidato por su rival, para que reflexione, que no importa la seguridad que tenga siempre podrán llegar hasta sus hijos. Luego de ese acontecimiento cada vehículo era acompañado por otro que lo custodiaba.
La señora de la casa protestaba por haber perdido la privacidad y acusaba a su esposo de ser un paranoico.
Solo faltando dos días para los comicios y súbitamente el pequeño Néstor sintió fuertes dolores abdominales y palideció mientras jugaba con sus hermanitos como siempre. Al ver que el niño desmejoraba llamaron a emergencia médica que llego raudamente. Después de reconocer la gravedad lo traslado a la clínica, mientras el personal avisaba a sus padres por teléfono los acontecimientos. Llegaron casi todos juntos a la clínica, el pequeño ya estaba en cuidados intensivos y el doctor tenía un diagnostico, principios de envenenamiento.
Como era posible con tanta seguridad? los niños no visitaban a nadie y tampoco recibían visitas, los alimentos eran los mismos para todos, los guardias no se acercaban al patio ni ellos a las cercas. Rápidamente los análisis determinaron la toxina y el tratamiento dio buen resultado y algunas horas después el niño recibió las visitas de sus padres y su amada niñera. Como pasaría un buen tiempo en la clínica, Martha tomo varias fotos del jardín, las hizo ampliar y las colgó en el cuanto para que no extrañara su hogar.
Una semana después, su padre que se había retirado de la candidatura y no participo de los comicios, con la angustia visiblemente grabada en el rostro y permanecía largas horas en la casa donde las personas luchaban por retornar a la normalidad.
Néstor pasó algunos días más recuperándose en la clínica; allí rodeado por infinidades de fotografías que convertían ese lugar aséptico en un espacio acogedor poblado de colores e imágenes familiares, aunque para el niño observar todo ese colorido monótono despertaba un evidente aburrimiento y nostalgia.
La mañana que le dieron el alta, estaban en el pasillo contiguo a la puerta donde reposaba el niño, el pediatra junto al especialista en toxicología del laboratorio central, ambos hablando sobre el extraño origen que pudo haber tenido el elemento que puso en peligro la vida. Estando tan cerca del recinto ambos entraron a la sala donde el menor reposaba y en el momento que estaba acompañado de sus padres, los que esperaban la certificación del médico para llevárselo de regreso a su hogar; luego de los saludos y las presentaciones,  el visitante observo con detenimientos las fotos que adornaban el recinto y expreso:
-   Esto es lo que llamo un verdadero muestrario de plantas letales para niños y mascotas por su toxicidad, ¿En qué lugar sacaron esas fotos?
-   ¡Es nuestro jardín! – Respondió el niño, con altivez, demostrando encono por el comentario que trataba de desprestigiar su espacio acogedor.
No quise ofender tu bello parque, pero allí están las probables respuestas a los últimos interrogantes sobre tu salud y el te tu pequeño can.
Todos se miraron con asombro y antes que una tormenta de interrogantes acudiera a sus oídos, dijo
   solo daré un ejemplo de los muchos que se pueden extraer.
Señalando una de las formidables imágenes expreso:
   Observa esa foto, allí posa tu hermanita luciendo un bello collar de semillas de Ricino, una sola de estas semillas ingerida podría matarla.

Monteverde

Relatos FM

EL OTRO



El pobre hombre caminaba casi sin sentido. Preguntaba a uno y a otro a su paso. Buscaba a uno llamado "Maestro". Estaba al borde del agotamiento total. Sus ojos negros y su mirada profunda estaban opacadas por la tristeza. Parecía haber sido superado por el mismo demonio. Arrastraba los pies hacia el lugar donde le dijeron que estaba el Maestro. En cada paso que daba hablaba con él mismo y se decía: "Un paso más, un paso más, un paso más, ya estoy cada vez más cerca del Maestro". 
Pero no era el único que buscaba al Maestro. Una multitud también lo buscaba. Todos tenían el mismo objetivo que él. Muchos con problemas físicos, enfermos, abrumados por la ansiedad. Aquel  pobre hombre era otro más. Estaba a punto de irse. La depresión inundó su alma al ver la cantidad de gente que había llegado antes que él. Pero recordó el motivo principal por el cual estaba allí. Y se quedó.
Intentó acercarse al hombre misterioso. La multitud no se lo permitió Apenas podía verlo desde el lugar donde estaba. La muchedumbre parecía decirle: "Eh... estamos nosotros primero, estamos desde anoche, tienes que esperar".  Las piernas del pobre hombre estaban a punto de colapsar. Un mareo sorpresivo casi le hace perder el equilibrio. Un zumbido cruzó su cabeza de lado a lado. Los sonidos parecían alejarse de él. Pero allí se quedó. Aquel hombre al que llamaban Maestro, era su única esperanza.
Ni médicos, ni amigos, ni el cuidado intenso habían hecho algo curativo en aquello llamado "enfermedad". De pronto las miradas se cruzaron. El pobre hombre vio en los ojos del Maestro un destello de compasión hacia él. El Maestro lo miraba fijamente. El hombre entendió lo que significaba ese momento. Era ahí o nunca. Como un ciervo que brama por las aguas, el pobre hombre respiró hondo, sacó fuerzas y gritó:
MAESTRO, Maestro, escúchame por favor. Hace 16 años nació mi hijo. Mi único.  Mi por siempre "bebé". Y mientras mi hijo nacía mi amada esposa agonizaba. Allí entre los gritos del bebé y mis gritos de desesperación me despedí de la mujer de mi vida. Ella miró por primera y última vez al bebé. Le sonrió. Me sonrió y me hizo prometer que lo cuidaría. Llorando le prometí que lo amaría hasta el fin de mis días. Y así fue. Todos estos años mi vida giró alrededor de mi único hijo. Juntos elevamos nuestras plegarias a Dios. Pero un día, hace ya varios años, yo no sé exactamente qué sucedió. Pero algo extraño ocurrió aquel día. Algo o alguien empezó a hablar desde dentro de mi hijo. De repente empezó a gritar con una voz que no era la de él. Se burlaba de mí. Se burlaba de todos. Con el tiempo también comenzó a temblar. Luego el temblor se transformó en un sacudón tan fuerte que casi no podíamos sujetarlo. Al principio mis amigos venían a ayudarme y apenas podíamos contenerlo. A veces su boca se llenaba de saliva y espuma y se reía con una voz aguda que asustaba a todos los que lo escuchan. Ahora mis amigos y vecinos ya no me ayudan más. Los médicos no pudieron curarlo. Gasté todo mi dinero en tratamientos. Ninguna de las diferentes propuestas de mis amigos hicieron nada. De la familia de su madre vinieron algunos representantes todos los días a rogar a Dios por él, pero nada. Fue inútil. Todo siguió igual. Y ahora estoy aquí, Maestro, viejo y agotado. Casi sin fuerzas. Todo el día y gran parte de la noche paso cuidando a mi niño para que no se haga daño  él mismo. Porque a veces empieza a correr sin rumbo y se golpea. A veces pone su mano sobre el fuego y se quema. Te ruego Maestro que veas a mi hijo, el único que tengo. Mi vida, mi luz, mi niño. Y si tú no puedes ayudarme, entonces hoy volveré de nuevo a cuidarlo y atenderlo hasta que pueda mantenerme en pie. Y cuando yo muera, que Dios se apiade de mi pobre hijito. Maestro, dime si tú puedes hacer algo por él. Yo creo que sí puedes. Yo creo que tú eres mi esperanza. ¿Puedes?
El silencio dominó el ambiente por unos segundos. La multitud observaba qué haría el Maestro. El pobre hombre casi no podía ver de la cantidad de lágrimas que caían de sus ojos. El Maestro le dijo: "Trae acá a tu hijo". El angustiado padre casi sin contestar, se dio vuelta y empezó a correr hasta su casa. Había demorado mucho tiempo en llegar hasta el Maestro, pero ahora en minutos había corrido hasta su casa. Había recobrado la voluntad y la fuerza para correr. Agarró al muchacho de la mano y comenzó nuevamente a correr hacia donde el Maestro lo esperaba.
Cuando estaban a pocos metros del Maestro, ese "otro" que visitaba y habitaba en el joven, lo tiró al piso. Ese "otro" no quería que el joven llegara hasta el Maestro. Allí en el piso, el "otro", el que vivía dentro de él, lo golpeaba, lo sacudía, lo lastimaba. Lo hacía gritar como si fuera un animal. Era una mezcla de aullidos y palabras sin sentido. No se entendía lo que decía. El padre desesperado trataba de sujetarlo y levantarlo para llegar al Maestro. El hombre estaba bien decidido a llevar al muchacho ante el Maestro. El pobre padre con las últimas fuerzas que tenía, tomó al muchacho por detrás para obligarlo a levantarse. El muchacho le pegaba al padre, lo escupía, le gritaba palabras obscenas. Aun así el hombre lo seguía empujando hacia donde estaba el Maestro.
Pero no fue necesario. El Maestro se acercó a él. Y allí estaban todos: el muchacho revolcándose en el piso, el padre si saber qué hacer y la multitud observando lo que pasaba.  El hombre trató de explicarle al Maestro algo más de la historia de vida del muchacho. Pero el Maestro le hizo señas con la mano. No necesitaba escuchar nada. Ya lo sabía todo.
El Maestro le habló al "otro", al que estaba en el muchacho. Casi nadie entendió lo que le dijo. El cuerpo del muchacho quedó inmóvil en el piso. No hubo ningún show especial, no hubo gritos, no hubo gestos santos. Solo unas pocas palabras en voz baja y fue suficiente. El Maestro se agachó, tomó al joven de la mano, lo ayudó a levantarse del piso y se lo dio al padre.
Algo había ocurrido. Algo que era del mismo mundo que del "otro". El "otro" se fue. El joven abrió los ojos. Miró a su padre. Habló con cordura. Miró al Maestro. El "otro" dejo de existir. Dejo de hablar. Dejó de molestar al muchacho.
El hombre lloraba más que antes. Cayó de rodillas ante el Maestro pero este no se lo permitió. También lo tomó de la mano y lo levantó. Con voz suave pero firme el Maestro le dijo: Vete a tu casa, tu hijo está curado. El hombre comenzó a caminar. Se alejó del Maestro. Caminó hacia su casa con su hijo de la mano. Se daba vuelta continuamente para mirar al Maestro. Desde lejos y por última vez levantó la mano y se despidió de él.

ANICETO

Relatos FM

TE PRESTO MIS BESOS



Acostumbro a jugar con las vidas. Las convierto en sueños o pesadillas según mi antojo.  Derramo la tinta por aquéllos que no alcanzaron sus quimeras, o despedazo el papel  por  los que no se atrevieron. Otras, enmascaro las frustraciones que andan enredadas a mi estómago, ahíto de escuchar mis propias lamentaciones.
Reconozco que la estación de tren es mi lugar predilecto para llevar a cabo mis hazañas. El recinto se cubre de sentimientos de ida y vuelta.  Fluyen por cada rincón. Viajeros vulnerables, hombres de negocios, acompañantes que demuestran al mundo sus dependencias, parejas de enamorados, familias unidas. Y alguno que otro que busca desesperadamente la soledad. No hay día que no se escape alguna lágrima. Las recojo y les doy cobijo  en un recoveco de mi memoria para poder contar en un futuro incierto el cuento más triste.
Mi semblante se ha contagiado de la luminosidad del amanecer azafranado. Cuando la he visto aparecer por primera vez, todo mi ser ha palpitado. A lo lejos, se podía apreciar su torpeza a la hora de arrastrar su maleta,  un peso titánico para un cuerpo frágil que apenas se dejaba entrever tras su abrigo, estilizado por unos tacones de vértigo que han mantenido en todo momento presente su sensualidad. Me tiene embelesado su  leve balanceo esperando en el andén, la dulzura con la que abraza su cuerpo para protegerse del frío. El viento retoza con su falda, suscitándome más de un suspiro.
Pienso que podía haber corrido hacia ella, arrodillarme y decirle que la quería  aunque no fuese cierto. Robarle la maleta en un descuido y cumplir la fantasía de que alguna mujer corriese detrás de mí. Agarrarme a sus piernas y suplicarle que me llevase con ella; ser una tragedia pegado a sus medias. Declararle amor eterno. ¡Convertirme en un patético enamorado! Mas la euforia del momento se desvanece mientras la observo disimuladamente desde un lugar recóndito, donde ocupo la mayor parte del tiempo creando mis historias. Esta vez podría ser la mía. Así que no me ha quedado más remedio, debido a mi cobardía,  que despedirme a la francesa. No obstante, he tenido la osadía de lanzarle un beso.
El beso ha entrado por la puerta, sigiloso y observador, tropezando con la muchedumbre que parecía aún no tener ubicado su destino. Escurridizo, se cuela entre aquellos gigantes más preocupados por localizar su asiento que por encontrar el amor. Rezagado  por el vaivén del tren, cada vez se hace más ardua su tarea. Travesea inquieto de un vagón a otro en busca de la chica hasta que la encuentra. Inconfundible por sus andares singulares, debidos a los leves escalofríos, que nos delatan que aún no se ha desprendido del gélido invierno. Él la persigue y le sopla con todas sus fuerzas aire caliente en la nuca esquivando la cola de caballo que se mueve de un lado a otro, en un intento de no ser zarandeado.
Ella toma asiento y ojea una revista. El beso se sienta a su lado y contempla los árboles huir tras el cristal. El resplandor que irradia la albura de la nieve le recuerda lo gratificante que puede llegar a ser su trabajo cuando sacude a más de un corazón.  La mira de reojo y trata de llamar su atención rozándole la mano. Sube por su cuello hasta llegar a la comisura de sus labios, se detiene y decide que aún es demasiado pronto para concluir el juego. Revolotea ante su presencia, pero sus esfuerzos son en vano. Ella no puede verlo. Sólo siente un cosquilleo que le hace feliz.
Frente a la joven ocupa su plaza una mujer mayor muy educada. Poco a poco,  empieza a absorber las fuerzas del beso con su charla tediosa, repleta de fechas, parentescos y generaciones que nadie conoce. Se desinfla progresivamente  como un globo pinchado, hasta caer consumido al suelo. Mira a la chica desde una perspectiva lujuriosa y vibra de emoción. Ella dibuja una sonrisa somnolienta en su rostro para complacer a la anciana. El beso recuerda su cometido y escala por sus esbeltas piernas  hasta volver a ocupar su sitio. Por fortuna, el traqueteo del tren ha adormecido a la abuelita.
Hablar de tiempos pasados le ha hecho evocar uno de sus poemas favoritos. Saca de su enorme bolso un libro desgastado por las lágrimas que más de una vez han empapado sus páginas. Entre susurros recita "La muerte del niño herido". El beso se coloca delante del libro para poder compartirlo con ella. En apenas segundos, escapa de las traviesas manos de la muerte que aspiran a atrapar a su presa ahogada en una inmensa gota de agua, derramada por la sentimental de su dueña al interiorizar los versos. Con cierta ansiedad se aferra al cristal, con la esperanza de que un rayo de sol seque tanta emoción contenida.
Visualiza su entorno y queda prendado ante los colores llamativos que emanan de la vestimenta ostentosa del petimetre que carcajea al fondo del vagón. Parece haber sido sacado de una serie de época. Chismorrea sin parar como una alcahueta, especulando sobre la vida de los pasajeros sin ningún tipo de reparo.  Intrigado se aproxima para analizarlo. El lechuguino, en un ademán con su mano para señalar a su próxima víctima,  ha estampado al beso contra la cabina de control, introduciéndose en la prohibida sala. Aturdido por el golpe se enreda entre la multitud de cables. Con destreza se despoja de sus ataduras y se desenvuelve como pez en el agua manteniendo el equilibrio y haciendo acrobacias sobre los cables, saltando de palanca en palanca como el más entrenado funámbulo. Se desternilla al recrear la escena y disfruta de la libertad que  puede llegar a dar el  ser invisible para los demás.
Sus sentidos se agudizan al escuchar un cántico que parece ser entonado por una sirena.  Sin apenas tener el control sobre su cuerpo se desliza por el aire como un espíritu encantado en busca de la atrayente voz. Cuál es su sorpresa al descubrir que la culpable de que este recorrido de sentimientos discurra por los raíles del tren, es la maquinista con los labios color carmín más apetecibles nunca antes vistos. Quiere besarla. Desea besarla. ¡Debe besarla!
Pero cuidado amigo, se trata de mi narración y te advierto que soy hombre de una sola mujer. No estropees este relato y retorna en busca de mi damisela, antes de que mi pluma agote el tintero. Una pista: la friolera de mis ensueños puedes hallarla en el restaurante. Un pesado amenaza con arrebatárnosla.
Obediente regresa con el alma partida, empapado, golpeado y derrotado como un soldado tras la batalla perdida. Todo se torna oscuro. Escucha exclamaciones de  niños. ¡Un túnel! gritan al unísono. A él no le hace tanta gracia, que anda a tientas mientras masculla que se trata de un nuevo jodido impedimento que hace más engorrosa su misión.
La descubre en el comedor departiendo entusiasta con un hombre apuesto, un conquistador nato que sabe captar su interés.
¿Conoces el origen más remoto de los trenes? Se cree que se encuentra en los surcos que hacían antiguamente los carros en la arena afirma el joven.
No tenía ni idea, lo atribuía a la Revolución industrial contesta ella recordando antiguas lecciones.
¿O que el túnel ferroviario más largo del mundo se sitúa en Japón con 53 Kilómetros? Imagínate qué alegría para algunas parejas para aprovechar y darse arrumacos se mofa.
Ella ríe sin parar. El beso entra en cólera y adopta un tono morado.
¿Te he dicho que tienes unos ojos preciosos? coquetea.
Me vas a hacer sonrojar responde halagada.
Quién sabe, quizás éste podría ser nuestro particular "Antes del Amanecer".
Es una película triste pero muy conmovedora, no me importaría ser su protagonista. Pero cuéntame más curiosidades ruega apasionada por la temática.
¿Has oído hablar de la estación subterránea abandonada llamada City Hall de Nueva York? De ella se cuentan las más terroríficas historias, dicen que...
El beso azotado por los celos interrumpe la conversación, brincando sin parar como un niño enrabietado sobre la sopa del adversario provocando pequeñas erupciones. Se introduce en su oreja y comienza a emitir ensordecedores chillidos y silbidos, arrastrado por la exasperación. Vuela de un lado a otro propulsado por la ira, moviendo de manera fantasmagórica la cortina e introduciendo la noche salpicada de destellos al vagón.
¿Lo, lo has visto? ¿Lo has oído? titubea. No creo en fenómenos paranormales pero ha sido empezar a hablar de la estación y....
En su último coletazo se introduce en la copa  y gira sobre sí mismo a toda velocidad formando un remolino que rocía a su dueño de vino. El galán salió despavorido y no se supo más de él. Lo recordaremos por su fugacidad.
El beso se descuajaringa de risa por su hazaña. Se siente orgulloso. Altivo, la mira  esperando una recompensa pero sus humos descienden en picado cuando descubre ser el causante de que la tristeza haya penetrado en el fondo de su alma.
Ella regresa a su asiento y contempla la luna con melancolía. Le gustaría provocar en los demás la misma atracción, resplandecer aunque sólo fuese por un minuto; ser merecedora de su propio respeto; dejar de ser una eterna insatisfecha; descifrar sus lágrimas. Pero desconoce que todo lo que anhela ha brotado en mi interior.
Ensimismada en su torbellino de recuerdos queda profundamente dormida con su compañero de aventuras en su regazo, que sucumbido a sus encantos se ha abandonado al vaivén de sus emociones. El beso se despierta y entiende que debe dar el primer paso para continuar este idilio que ha su surgido entre ambos. Es consciente de  que quedan pocos metros para terminar el trayecto  y que el tiempo parpadea en el interior del ferrocarril. Respira hondo y tiembla al ponerse frente a sus labios. Sospecha que se ha enamorado. Cierra los ojos, pone en posición sus labios para fundirse en los suyos y... El tren frena en seco anunciando el final del viaje. El beso cae bruscamente en su escote ocultándose  en el canal donde surcan las fantasías para acompañarla siempre en su camino.
Postdata: Yo sólo espero que algún día me lo devuelvas.

El beso

Relatos FM

MI PRIMER BOLSO

A mi abuela Irene que nunca tuvo ni necesitó



Nadie se cree que nunca haya tenido un bolso pero es que no tenía que guardar. Ahora tengo uno. La gente pasa y nos ve en la plaza, tomando un vinito de jerez. Nosotros no necesitamos mucho, el calorcito rico del vinito y poco más. Además, los bolsos, me acuerdo de la escuela, son del sector terciario. Nunca entendí aquello de los sectores. El vino es del sector primario, porque es  importante para encontrarse mejor.

El otro día dando una vuelta, encontré en la basura un cuadro. Son dos ancianos que se miran. Es invierno y se quieren. Me recordó  un nosotros ya lejano, y me lo llevé. Como no tenía dónde colgarlo, pensé que al final necesitaría un bolso.

Se suelen reír de mí, dicen que lo que tengo no es un bolso. No es como el resto, pero yo no soy los demás y no sé a qué sector pertenezco. Mi bolso es diferente, quizá algo más feucho y menos bueno, de un material flexible, con dos asas, sin cremallera y las letras impresas de la marca que no suenan nada mal. "Lidl".

TRILCE

Relatos FM

El brujo

                                               

   Hacía un calor de mil demonios y yo bajaba calle abajo, por la tarde, en dirección al cajero para sacar dinero para comprar comida para mi gato en la tienda  de mascotas del bulevar, para para para, sí. Las calles ardían vacías, se veían esas ondas que hace el calor, a lo lejos, estamos en julio, también se veían algunos hombres de mediana edad y a otros ya mayores en los balcones, donde el sol no atizaba, se abanicaban con cartones, sin camisa, muchos de ellos en calzoncillos, muchos calzoncillos con agujeros, algunos tenían un chucho al lado con la lengua fuera, o gatos lánguidos y pachones. Los cubetos de basura hedían verdes por dentro y por fuera, se oía el rumor ronco de una emisora mal cogida en alguna radio, no había huevos a levantarse para sintonizarla bien, algún ladrido se perdía lejano, hacía tanto calor que lo que no se oía eran discusiones a través de las ventanas, para eso sí que no había ganas, ya lo harían cuando hiciera más fresco. Me crucé con un grupillo de niñatos de 20 años que trapicheaban en la semisombra, cerca de la carretera, a esos no les importa el calor que haga, y tampoco la poli, eso sí, luego lloran cuando les cogen por hacer el payaso. Se chocaban las manos como los negros americanos, con el peta en la boca, y la gorra para un lado, los notas, se pasaban cosas a escondidas con un canteo que te daba la risa, lastima de coche patrulla, nunca pasan cuando uno lo desea, y si lo necesita, mucho menos todavía.
   Saqué el dinero y me dirigí hacia la tienda, y justo a unos 20 metros antes de llegar, lo vi cruzando la calle que tenía que cruzar yo longitudinalmente; él la cruzaba en sentido transversal:
   Pelo pajizo color marrón cagalera, corto y lleno de remolinos y trasquilones, sin peinar y todo echado hacia adelante hasta la mitad de la frente, igual que el tejado de una choza; la frente salida hacia fuera, abultada, haciendo un barranco con las cejas y las cuencas de los ojos, unos ojos de roedor pequeños e inertes, horribles. Nariz irregular, escarpada, como la de los personajes brutos de Mortadelo y Filemón. Toda la boca le sobresalía como a esos peces que barren el fondo marino, guardando dentro unas ristras de dientes sucios, sin lavar, tirando a grises, asquerosos y salidos también, como si hubiese necesitado llevar corrector. Toda la cara la tenía llena de barrillos y puntos negros, las orejas pequeñas y hacia fuera también. Flaco y alto, 1'80, con esa tripita que sale a partir de los 35 que poco a poco se va tragando el botón del pantalón, y un poco de joroba, esa le acompañó siempre, cuellilargo... Un cuadro de tío.
   Iba fumándose un cigarro, siempre que le veía iba fumándose un cigarro. Cuando éramos pequeños, en el barrio, solía irme con él, era un tío solitario y raro, pero a veces se venía con nosotros. Solíamos coger pájaros con liga en un arroyuelo del parque del barrio. Le deje 2 libros de aves cojonudos una vez y no los he vuelto a ver. Nos sacaba 4 o 5 años, y eso le gustaba, le hacía sentirse como "el mayor", al pintamonas. Todos pensábamos que estaba trastornado, le llamábamos "trastorner" o "brujo", ja ja, salía corriendo detrás de nosotros para zumbarnos la patilla, ja, ja, ja. Luego, de pronto actuaba tan normal y corriente pareciendo un buen tío como de repente te mandaba a tomar por culo a voces, o se largaba él por ahí, o intentaba ponerte en ridículo dándote un collejón delante de todos, el menda. Conozco a otro que tal baila, que hace esas cosas, lo de las collejas, un grandullón que también está un poco para allá, para el más allá diría yo. El otro día en el estanco me arreó una colleja que casi me arranca la cabeza, con el estanco lleno de gente y justo cuando estaba pidiendo, me di la vuelta asustado y me dice el tío:
   -¡Que pasa macho!
   Le eche encima la de Cristo bendito, le abochorné con la ira de todos los dioses y me largue de allí casi descojonado de la risa aunque aún de mala hostia, casi hago llorar al pobre payaso, le dejé en ridículo. Hace poco  me pidió perdón, el imbécil.
   Bueno, pues así era él, el trastorner, se llamaba Alberto, bueno de buenas y perverso de malas, tonto del culo, pero yo diría que es una mala persona, en términos generales. A mí no llegó a dejarme nunca en ridículo, era muy difícil, como habréis comprobado, en cambio yo a él sí.
   En fin, al verle, di un paso atrás despacio y me pegué un poco más a la pared, deceleré, no sirvió de nada, me vio, ¡ay Dios!
   Yo iba con gafas de sol y seguí caminando hacia la tienda pero con el ojo puesto en él, protegido detrás de mis gafas. Dio igual, me había visto. Y esta fue la conversación:
   -¿Tu eres tonto? –Me espetó.
   -Eh...sí, tío..., sí –le dije. (Valla, ahí sí que me dejó él a mí en ridículo).
   -Qué pasa, que tal, qué haces, hombre.
   -Nada trastor...eeh...Alberto, nada, ¿y tú? –le dije.
   -¿Sigues en el mismo sitio o qué? –siguió.
   -Qué va, tío, me echaron, -contesté-.
   -Ja ja, no me extraña, -rió.
   - ¿Ah sí? pues a mí sí que me extraña, macho, llevaba 9 años ya ¿sabes?
   -No, ya, -dijo- si lo digo por tus pintas, ¡ja ja ja!
   -ah bueno hombre, ja ja ja, ya..., ya, por mis pintas...9 años viéndolas y se dan cuenta ahora los payasos ¿eh?, ¿verdad?, -dije- ¿Crees que me han largado por eso? ¿Crees que iba a currar así, mientras el resto iba con ropa de fábrica?, ¿Eh?, ¡O qué! –empecé a cabrearme.
   -Te veo espeso, tío –me dice.
   -Sí..., sí, macho..., me acabo de levantar de la siesta (no había dormido).
   -bueno, venga andaaa, hasta luegoooo.
Y se fue en su **** dirección y yo seguí parado allí un rato antes de entrar en la **** tienda, pensando en la posibilidad de que uno de los 2 debía de ser el más *****, si no los 2. Luego entré en la **** tienda y compré la **** comida de gatos Se me había roto el resto del día, ese hijoputa me había jodido la tarde. Hay gente que nunca te dará nada, ni falta que hace, en cambio ellos intentarán siempre sacar una tajada de ti, intentarán siempre chuparte la sangre, como putos vampiros. Son sanguijuelas sociales que alimentan su orgullo con nuestras desgracias, con nuestras vidas, no les dejéis hacerlo, nunca, son la peor lacra de esta maldita tierra.

Oscar Malvicio

Relatos FM

cuerda nº
-   denominación alternativa – La dama del perrito de Antón C. -



Me sentía deprimido, atado; mi personaje me impedía razonar si no era emocionalmente. Solía acostarme con la puesta del primer sol.
Desde que dejé de prepararme las capitulaciones, los días se me hacían eternos, mi discurrir fútil, y me levantaba a las once o incluso más tarde;  durante dos meses  la visité ya bien azul  ... Solía por la tarde darme una vuelta por el túnel entre fatuos; compraba algunas  y observaba el devenir pacífico de los  barones  y del duque que justo arrancaba a bailar  cuando le daba la espalda

jamás  verlo siempre oírlo

   Una tarde en que chorreaban blancas flores vi a una encarnada que caminaba como yo; trench negro talar, medias oscuras con reja; de correa estirable el cachorrito canela. Me fijé: no diosa; cara larga, nariz prominente, ojos  mates, muy perfilados. Estiraba o acortaba correa según la raposa  avistase gazapo o mangosta. Laxitud en su continente  me atraía... 

morbosa


Nos cruzamos. Y me pareció recibir complicidad en su mirada, queriéndome significar:  también muero porque no muero. Cuando me di la vuelta ella  tranquila estirando y acortando  correa , nieve arriba; la zorrita se debatía...
   Un infierno no demasiado vasto, todos nos conocemos; sin duda es una forastera, pensamos yo, y el resto, seguramente también. A un enfermero se le derramaron los gusanos y una horda de gorriones cayó en picado para arramblar con todo; y escrupulosamente decantaron granívormente los que ya habían muerto. De alguna forma tengo que presentarme, de otra manera la perdería para siempre. 
   Repetí a diario  mis paseos vespertinos y en nuestros cruces   la complicidad y la  y la y la y la y la y la y la y la y  la y la y la y la y la piorrea, aumentando. Ya sonreía cuando la miraba fijamente. Un descoyuntador . Sólo  una palabra, pero, ¿cuál?



-   No te lo fejo. Lo fiento. – me negó con la cabeza  Jenni.
-   Po favo, ef cueftión de fida o fuerte. Nefefito un ferbero. - Le acaricié la mejilla.
-   Ef un fogo muy fuerte, fuede máf que tú.- y le besé en los labios, cortando sus palabras.
-    ¡Íncuborracho!....  – exclamó después.
-   ¡Muchas grafias, felifiosa! – y le fi otro feso en la boca.
-   ¡Ya feberíamof fstar conectados! – me recriminó cuando yo acariciaba el vientre fuliginoso al enorme dogo.
-   ¡Lord ! Hoy vaf a conofer a una forrita  muy coqueta.
Le puse el collar y partí con Lord para la fase nueva. Las hojas blanquinosas    revoloteaban con ruido más seco, arremolinándose con bolsas vacías, cintas, dedicatorias de fondo morado, letras bordadas blancas. Mefistofélicamente entrenublado, de cuando en cuando una débil claridad se filtraba por entre cúmulos y proyectaba en  cuarenta y cinco la sombra roja y la sombra naranja.

Un ciprés.

Lord  tiraba de mí para marcar sus mejores lápidas. De pronto tensó  aún más  la correa, empezó a gimotear: su  vagabunda ... ¡viva!. Yo hice ademán de coger piedra y la perdida salió corriendo. Coja: la pata. sangrante pingajo, temblequeaba a cada zancada. Seguimos paseando.
-   ¡ Qué perro tan bonito! – oí algo empalagosa  detrás de mí.
Me volví, era ella por fin;  iba sola, sin  zorrita.
-   ¿Le fufta? Bueno, enfealifaf no ef fío. ¿Y fu forrita?
-   Ayer la seleccionaron.
-   ¡Oh, faya, lo fiento!
-   No se preocupe, ¡era una díscola! – y se rio con una risa pastosa que no me gustó. No me gustó nada nadar pero su risa sí me gustó.- Aunque tan joven....
-   ¿Le apetefe un forbo?
-   ¿Por qué no nos tuteamos?
-   Fo amo fer amado.
-   Fo también. (Yo también amo ser amado).
Y nos fundimos en  largo beso en medio de  cripta. Y me sorbía de entre sus mandíbulas tenazas - hasta el último hálito de su espíritu redondo, afrutado

... poso  amargo en paladar.   
 

-   La farne es fuya – y me dio un be         pasta.... rayos....     Me atravesó:
-   No nos conocemos apenas, ¡pero tú me gustas, va!
-   Fo soy todo y mucho máf. Mucho feor... – me reí me resonó me quebró la risa macabra.
-   Yo estoy cansada, ¡pero va!, siempre me estoy quejando. – luego sonrió y  pérfida humilde: -  sólo éso y poco más –  y sembró de cadáveres de mariposas el aire.
Hablando de nuestras no-vidas, cada uno escuchaba al otro como si el otro supiera lo que la otra le iba a decir, sin mostrar el menor asombro de que el otro era ella y ella era él.   Cuando abrí, ella ya no estaba. Yo me morí.
Alguna  nota, algo, no encontré.
La no-vida : agostarse temprano;  encuentro con la de la de la de la de la de ultramar. Todavía  hacía frío, aves  esplendían,  plantas ya se habían apagado, aficionadas se expandían,  ocultos  maduraban sus frutos, luneros regalaban redondos, con ápices verdes, femeninos.  El cielo de un gris alto oxidado, como  del primer día, borrones de carbón,  en absoluto se rasgaba  - no se debería  el fielo ... por las montañas femelas - Durante la Santa y El Pedrisco las bandadas negras horizontales hacia el Atlántico.

    sol esplendente no calentaba 
el segundo sol apagado casi:


¿por qué me has abandonado así?     



EL REGIDOR: ¡Aquí no se puede estar!

Shostakovich II

Relatos FM

En la profundidad del bosque



En el inmenso bosque de Brucmuc, cientos de criaturas mágicas habitan en armonía y gozo, los pequeños gnomos y las hadas revolotean junto a los estanques y ríos, aves de múltiples colores hacen sus nidos en las copas de los arboles que tiene forma de mujeres, sus cuerpos se balancean felices al ritmo del viento. Las diminutas casitas parecen hongos que adornan las bases de la montaña azul, inmenso peñasco que deslumbra y guía a todos, no importa en que parte del bosque estés, siempre puedes contar con ver la montaña de color primario.

Y sobre esa monumental roca azul brillante se encuentra el guardián del bosque, un enorme hombre con cabellera larga y rostro de seriedad llamado Nortt, hecho por magos antes de que desaparecieran al infinito, con la única misión de cuidar ese pequeño paraíso de sus ataques externos y de las sanguijuelas que viven escondidos en donde la luz del día no llega. En la cima, muy alto, con ojos y oídos pendientes de cada movimiento, solo baja unos momentos al día de su puesto a descansar, es fuente de equilibrio y honor, nadie duda de sus decisiones y alegatos.

Nortt toma su espada y sale a patrullar, le pareció escuchar a alguien en peligro así que se dirige a la zona sur de Brucmuc, donde habitan las pequeñas hadas de Midth, son el doble de grande que un hada pero igual de puras he inocentes. Nortt se esconde detrás de unos matorrales y evalúa la situación, es una criatura regordeta, como si estuviera hecha de hule, brazos babosos y cara cubierta con una mascara en forma de esqueleto.

El guardián del bosque mira con extraña curiosidad aquella escena, el ser asqueroso tiene a un hada en sus manos, ve como la aprieta y la suelta, le sacude y por la rendijas de su mascara saca su lengua, le abre las piernas al hada y lame sus partes, una risa cruel sale encajonada de esa mascara, a Nortt le parece un acto grotesco, jamás había visto eso, solo masacres e incendios, pero nunca que un adversario gozara torturando a una criatura tan pura como un hada.

Súbitamente brinca Nortt de su escondite y con un movimiento certero de su espada corta el brazo del gordo inflado, este cae al suelo como un enorme árbol, grita y sus quejidos parecen de infante, el hada sale volando y se refugia en una pequeña casa sobre un sauce, nuestro héroe levanta al gordo por el cuello, lo sacude y con ojos coléricos aprieta cortándole el oxigeno.

-¿Por qué tu crueldad con las criaturas del bosque?- replica Nortt- son seres mágicos que no te han hecho nada-.
-poder, joven guerrero- dice el gelatinoso gordo- ese que sientes mientras me arrebatas la vida, ese placer de tomar lo que desees y estimular tu propio placer, eso guardián, es poder, pero tu fuiste creado para hacer el bien y nunca podrás gozar de tan hermosa sensación-.

El cuello cruje y la tráquea se parte con un golpe seco, cae el cuerpo al piso, el guardián solo lo mira, no dice nada, no se mueve, esas palabras mortifican, ¿su sentido del bien esta allí porque lo tiene o porque lo crearon así? Esa noche se desase del cuerpo, menos de la mascara, que mientras se sienta sobre la montaña azul la mira como buscando coherencia a lo que siente.

Al caer la madrugada, Nortt sale a caminar, deja su vigilancia un momento para ir a ver como sigue la pequeña criatura que salvo hace pocas horas, mientras caminaba veía sus botas negras llenarse de fogaje, meditaba sobre el gordo de la mascara y su ridícula acusación. Pensaba "!ja!, eso me haría un muñeco, un títere de este bosque, yo decidí ser quien soy. ¿O no?"

El hada sale a su encuentro, lo saluda y se sienta en su mano, hablaba sin cesar y le daba las gracias en cada instante, pero el rostro del guardián era trágico, como si estuviera a punto de llorar.

-¿Qué te ocurre Nortt?- dice el hada.
-¿puedes hacer algo por mi hada?- dice Nortt.
-seguro mi héroe, lo que quieras-.

El protector del bosque voltea al hada, ata rápidamente sus manos a su espalda con una raíz, ella queda sorprendida por lo que esta ocurriendo, no le da chance de escapar, Nortt toma un poco de tierra negra y se la mete por la boca partiéndole algunos dientes y con la misma fuerza la restriega en sus ojos dejándola ciega, la desviste y usando su meñique la viola, el hada emite un sonido agudo de sufrimiento, Nortt de vez en cuando saca su dedo ensangrentado y lo prueba, siente una presión en sus pantalones y saca su miembro que hasta ese momento solo servía para orinar. Una erección enorme y venosa lo satisfacía, siguió torturando al hada hasta que un chorro de semen sale disparado, sus rodillas le fallan y cae sentado en el piso, se ríe, siente un alivio enorme, como si todos esos años cuidando y protegiendo desaparecieran de su mente. Respira profundo agarra el hada la coloca en el suelo y la aplasta hasta volverla un manojo de órganos sangrantes. Pero su placer esta lejos de acabar, corre hacia donde están las hermosas mujeres-árbol, cuyo encantamiento no les permite moverse de noche, Nortt llega con su miembro fue de sus ropas y un rostro de gozo, las hechizadas se asustan e intenta huir, pero es en vano, sus raíces son profundas y solo se balancean haciendo un ruido gracioso de brisa entre lo matorrales.
Una a una las va penetrando y manoseando, las muerde y arranca trozos de rama, cuando logro tener relaciones con todas decide incendiarlas, ve como arden mientras se sienta a engullir los frutos que cayeron de ellas.

Descanso un rato y camino a la parte baja del valle, donde los duendes cosechaban sus verduras de verano, los saluda, se recuesta en una piedra mientras ellos inocentemente seguían sus labores, silbando de forma distraída le saco filo a una vara, agarro a varios y los empalo, hizo una fogata y aun estando vivos los cocina, los devora junto a las ricas legumbres, los demás que veían horrorizados no creían lo que pasaba, escapando a sus casa, Nortt se levanto y se fue sin decir palabra. Tomo agua del estanque sagrado y cuando una sirena vino a regañarlo por su osadía, la toma por la cola y con un giro sobre su cabeza con movimiento de látigo la sacude contra unas rocas filosas, una y otra vez hasta que se abrió, salían intestinos por todos lados, bañando los alrededores de un color gris y rojo.

El guardián se sienta de nuevo sobre su pedestal azul, mira hacia abajo, el bosque de Brucmuc, sus años de vigilante no se comparan en placer con esa noche de liberación y éxtasis. Piensa que debe hacer, se coloca la mascara de calavera en el hombro y se levanta, ve todo a su alrededor, se sonríe y mueve la cabeza, su hogar seguirá siendo custodiado por el, pero también saldrá hacer de las suyas, este bosque es suyo y nadie mas tiene derecho a disfrutarlo. Solo Nortt, que con espada en mano acepta su destino y sus bajos instintos.

Guz

Relatos FM

RETRATANDO FANTASMAS



Casi no apartaba la vista de ella mientras copiaba sus curvas. A pesar de ello, no había necesitado rectificar su dibujo ni una sola vez. En realidad solo la miraba porque siempre la había considerado su paisaje favorito y ya que tenía una excusa para no despegar sus ojos de ella no iba a desaprovecharla, pero sabría colocar perfectamente todos los lunares sobre su piel si le dieran un mapa mudo de su cuerpo; sabría decir cuántos centímetros sobrepasaba su pelo la altura de sus hombros y el número de ondas que hacía cada uno de sus mechones.
Se sabía la tonalidad que adquiría cada recoveco de su tez al darle la luz del sol, de los focos o de la alegría de su amor.
Conocía el grosor de sus labios cuando la besaba, cuando ella la besaba a él y cuando no quería besar. También cuando bebía chocolate caliente y se volvían de color negro durante unos instantes. Solo unos instantes porque a él también le gustaba el chocolate. Y sus labios.
Podía decir cuántas objeciones soportaría ese día por el color con el que hubiera decorado sus uñas, pero cuando no se las pintaba, era imposible. Aunque él también lo sabía.
Era capaz incluso de atrapar fugaces pensamientos según volaban por su mente por la expresión que adquirían sus ojos, las arrugas que aparecían en su ángulo exterior o la forma que tomaban sus cejas.
Aunque eso siempre había sido lo más complicado, nunca dejaba de aprender, nunca dejaba de descubrir cosas nuevas. Y aún siempre se le escapaba esa mirada de difícil interpretación que de vez en cuando sorprendía cruzando veloz sus ojos.
Ahora la tenía alojada en ellos mientras seguía mirando de perfil a cualquier infinito desconocido para él. Cuando miraba así él se perdía, perdía y se rendía. Quizás algún día la descubriría.
-Terminado - anunció, dejando caer el carboncillo sobre la caja de pinturas.
Ella relajó la mirada, la fijó en él y sonrió. Pero no se movió. Sabía que no le hacía falta. Él iría a su encuentro en unos segundos. Es más, ya estaba allí.
-¿Puedo verlo? - Canturreó levantándose del taburete y avanzando hacia el lienzo sin esperar su consentimiento.
Cuando llegó hasta él se encontró con un dibujo que databa diez años atrás, con trazos medio borrados que él se encargaba de repasar cada día. Le propinó una bofetada.
-¿Cuántas veces te he dicho que quiero que hagas uno nuevo?
Él no contestó, como cada día, y, tras agarrarla de la cintura, besó su recuerdo, también como cada día desde la última vez que besó su boca de carne y hueso.

Hummingbird

Relatos FM

BAILANDO CON ELLA



Siempre me sucede igual con cualquier canción, Doctor. No espero que comprenda lo que le voy a contar, pues yo tampoco lo logro hacer. No importa el género sorpresivo con el que el disc-jockey embargue el aire de la fiesta o levante el polvo de la pista con los bajos potentes de sus bafles, no depende ni siquiera del compás bamboleante de su rítmica o la métrica milimétrica de sus tres cuartos, ella siempre está ahí. Cada acorde percutido desde la consola escurre su recuerdo diáfano hasta mis oídos y ya dentro de mi cabeza se esconde como sólo ella podría hacerlo, tras los soles y bemoles de la partitura de turno. Al principio me asusté, pero luego me resigné a evitarlo de la misma forma que usted se resignará a curarlo. Por eso le imploro que hagamos un cambio en la estrategia anquilosada con la que suele tratar a sus pacientes, depongamos nuestras banderas de la cordura y lo invito a que compartamos mi locura. Pasemos las horas de consulta sumergidos entre mis relatos de náufrago mientras usted finge interesarse expectantemente por cada nueva aventura que le contaré donde bailo con mujeres que no son ella, pero que en mi mente sí lo son. Yo le pagaré por decirle que estoy loco y usted me cobrará por darme la razón. Pero hágame el contrajuramento hipocrático de que nunca intentará contrarrestar mis alucinaciones lacónicas con medicación alguna, por favor. Entienda que esta es la única forma que tengo para estar con ella y llenar con los rezagos de su memoria el vacío abismal que el silencio  de su ausencia abrió en mi pecho a golpes de dolor.
Esto es lo que me pasa, aunque sea una enfermedad difícil de explicar y peor aún de entender, desde la última vez que la vi perdiéndose de mi vida para nunca jamás tras la puerta infranqueable de su casa en la loma. Todavía guardo en mi retina grabada a fuego la imagen vívida de esa última mirada que cruzamos. Paradójicamente la misma mirada que alguna vez me enamoró, ese día me decía adiós. Ella es una bailarina con nombre de santa, música pura, toda una sinfonía en movimiento. Tenía la delicada fragilidad de un dibujo sin líneas y a la vez la impredecible sorpresa de la última muñeca que descubrimos oculta en una matrioska. Llegó a mi vida con la complicidad de la casualidad, como llegan los buenos augurios. Desde entonces mi mundo binario quedó fascinado por la forma como su torrente de colores hacía saltar en astillas todas aquellas reglas absurdas con las que solía vivir, caí rendido ante el misterio de su existencia, saboteaba e inutilizaba toda mi lógica cuando la tenía cerca... Me supo atrapar. Le encantaba dormir acompañada por el ruido sincrónico de la lluvia sobre el tejado, toda una costumbre de ninfa ateniense, y yo encontraba la paz que mis días caóticos necesitaban sólo con verla dormir. Pasé varias noches de constante vigilia al lado de su cama cuidando que nada fuera a perturbar sus sueños, fueron largas jornadas de batallar contra las perturbaciones del amanecer, pero su sonrisa milagrosa a la mañana siguiente era la recompensa suficiente para mis ojeras taciturnas.
La primera canción que bailamos fue una que nunca existió, sonó sin volumen en una noche despejada mientras caminábamos por una calle de ningún lugar, el cómo llegamos a coincidir en aquel remoto e inhóspito espacio todavía no lo tengo claro, llámelo destino si quiere. Una luna gigante guiaba los pasos que dábamos por la carretera abandonada mientras ocultaba los que íbamos dejando atrás. Esa luna nos persigue desde siempre y fue la única testigo presencial del primer beso que nos dimos en el lago tiempo después. Fue cuando en un repentino acto de coraje suicida que sólo los amantes desesperados entienden la tomé de la mano y le propuse que bailáramos, una sencilla idea que más era un disparate intempestivo de locura, pues todos saben que los escritores padecemos dos pies izquierdos. "Pero no tenemos música" fue lo único que me dijo cuando sorprendentemente, contra todo pronóstico y sin mucha dificultad accedió a seguirme la corriente en mis delirios callejeros de esa noche trémula de marzo, "No te preocupes, no la necesitamos". Entonces se deslizó entre mis brazos con la misma gracia del agua que se esfuma entre los dedos, mientras yo intentaba contener tal derroche de esplendor ante el cual mis rodillas aún hoy no pueden reaccionar. Pero no importaba la torpeza de mis zapatos en ese instante, sólo con verla girando yo era feliz, una felicidad distinta a la que la demás gente cree sentir, ésta era de verdad. Ambos allí, en la mitad de la noche danzando como perfectos idiotas al son de una melodía que sólo los dos conocíamos, y fue con esos segundos de ruidoso silencio cuando entendí que la necesitaba, a ella, a su risa que me desarma, a sus besos que saben a vino tinto y a sus lunares que alguna vez tuve la precaución de cartografiar por si acaso eventualmente me perdía entre ellos.
Esa es mi maldición, Doctor. No importa la hora que sea, el lugar donde me encuentre o a quién tenga enfrente, cuando bailo los ojos se me cierran en un bizarro instinto que no logro atajar y la veo a ella de nuevo, sonriéndome desde lo más profundo de mi nostalgia, al tiempo que me hipnotiza con los hoyuelos de sus mejillas que sabe que me fascinan. Una y otra vez, caen mis párpados, olvido el estruendo sórdido de la fiesta, ignoro las contorsiones provocativas de mi compañera de pista y vuelvo a aquella noche, a aquella calle, con aquella luna sólo para bailar con ella nuestra canción, la que no tiene letra, la que no tiene notas, la que simplemente nos tiene a los dos. Entonces terminan los acordes que me transportan a su encuentro y vuelvo a la realidad, abro los ojos lentamente mientras me despido de ella hasta la próxima canción donde nos veremos de nuevo en el lugar que sólo  ella conoce. Mis amigos se burlan de mí porque dicen que a veces parezco estar bailando sólo, yo me burlo de ellos porque no comprenden que nunca estoy sólo, ella siempre es mi pareja. Ella es la única con la que quiero bailar.

MACONDISTA

Relatos FM

Cuestión de honor



Míralos, por ahí vienen con una sonrisita en el rostro y llamándome con esa voz chillona, esa que quiere decir "Ahora sí tenemos tiempo para ti". Sus culos apestan a falsedad y cobardía. No pienso gastar ni un solo gramo de energía en darles una bienvenida espectacular, no se lo merecen.
Se acercan a mí extrañados por mi indiferencia, pero yo rehúso de sus mimos y caricias. Ahora sí, ¿verdad? Ahora queréis que os haga caso. Pues os haré el mismo caso que me hicisteis a mí en estas dos semanas.
Me pongo en marcha con elegancia y sin verlos. Escucho sus voces confusas detrás de mí. Sus crías intentan jugar conmigo, la más pequeña incluso hace el esfuerzo de cogerme en su regazo. Es inútil, anclo mis patas al suelo y tenso todo mi cuerpo para dejar bien claro que no quiero nada de ella. Me abren uno de los orificios del gran animal metálico que los transporta y me dirijo a mi sitio, al que tiene la piel especial y calentita. Dejo que me aten con esa cosa negra y ancha para que no me caiga en el viaje.
Durante todo el trayecto veo hacia fuera, hacia el gran azul del cielo esperando que aparezca algún insecto que pueda entretenerme. A mi lado las crías me hacen todo tipo de cabriolas, me tocan, me zarandean, me acarician pero yo me mantengo firme. No puedo ceder para que no se vuelva a repetir la misma situación.
Nada más llegar a nuestro hogar me desatan y salto, siento el dulce tacto de la hierba en mi piel, y mis ganas por descansar en mi guarida van en aumento. Nada más acercarme a la puerta el rabo del asqueroso felino se estampa contra mi hocico y se me meten todos sus pelos en los ojos. Se regodea de mi desgracia.
-Te lo dije... te iban a dejar en una perrera. – Sonríe el desgraciado.
-Hotel para perros. – Le corrijo.
-Llámalo como quieras. Pero ellos se lo pasaron en grande sin ti.
¡Maldito bicho! Me muero por partirle el rabo en dos, pero debo controlarme, que los humanos vean que yo sí soy un señor.
-¡Lolo!
Otra vez vuelven a llamarme, pero seguiré ignorándolos, No voy a ceder, no pienso ceder. Pero... ese delicioso aroma...
-Lolo ¡A comer!
Bueno, yo creo que por hoy han aprendido la lección. ¿No?

Susi Ons

Relatos FM

Bienvenido



Al escuchar el disparo casi dentro de su cabeza, se puso de pie para empezar su intimista maratón, la cual tuvo como característica fundamental su brevísima duración, pues terminó oficialmente a sólo unos pocos metros, en el instante en el cual llegó al excesivamente ornamentado parque, espacio de distracción y escapismo, donde había transcurrido toda su niñez y parte de su adolescencia.
Era mediados de febrero por lo que el sol, más implacable y asfixiante que nunca en ese particular verano, brillaba fortísimo, haciendo que el más mínimo y rutinario accionar mutara en la más dura tarea jamás encomendada; a pesar de ello decidió mirar aquella espectral estrella fin de quedar en penumbra, al menos fácticamente, ante la oleada existencial que lo abordaba sin contemplación alguna. Enceguecido, empezó a desesperarse, a lo cual contribuía su patológica timidez, imaginando que no volvería a tener la capacidad de percibir los estímulos luminosos, mientras avanzaba erráticamente para finalmente palpar con la pierna una astillosa banca desde la cual, sentado en el filo, su mente despegó furiosamente cual MIG 25, avión de guerra que más que atacar, se disponía a realizar el recuento de los daños.
Su mente viajaba torpemente, como si estuviera próxima a estrellarse con una montaña, un edificio o más bien con la pura realidad. Acto seguido, la necesaria reflexión dio inicio con una dramática mirada perdida de prologo que le hacía sentirse en la piel de algún disforzado actor preadolescente
Tomó conciencia de que a partir de aquel día, nunca más podría caminar airoso como aquel que sabe que exterminó a un enemigo mucho más fuerte, más pesado, más poderoso; que los viajes, en caso los haya, tendrían que ser más cortos, menos intimistas, más austeros, menos lúdicos; que los sueños de revolución antiespecista que estaban dejando de serlo para convertirse en acción directa, tendrían que esperar años, siglos, milenios o, hablando con mayor propiedad, una próxima vida, un próximo intento; que la idílica intención de afincarse en el mal llamado viejo continente a fin de estudiar detalladamente a Heideger y a Hegel se vería frustrado; que aquella hermosa muchacha de ojos rasgados al norte de la capital a la cual deseaba convertir en algo parecido a su esposa, tendría que esperarlo, en el mejor de los casos, más de tres quinquenios, cuando el juez de la existencia cambie su carcelería efectiva, por un aborrecible arresto domiciliario.
La tarde no anunció su llegada, pero igual estaba ahí. Quien nunca más querría que lo llamaran en diminutivo, sintió que al igual que el sol, sus sueños se perdían, sin embargo a diferencia del satélite, aquellos no renacerían al siguiente día. Quizá nunca.
Con la vista parcialmente recobrada, ya que continuaba viendo una serie de manchas negras moviéndose en desordenada forma, se echó a andar como si se tratara de un cuerpo decadente, pero no de ese tipo de decadencia producto de haber vivido aventuras de la más diversa índole, sino aquella que te invade primaria y sigilosamente, como si se tratara de la enfermedad terminal más terrible y dolorosa. Sus ojos dejaron de pesarle y frotándoselos compulsivamente la dificultosa observación se tornó en plena contemplación al ver de espaldas a una preciosa mujer, ceñida en un vestido verde claro, el mismo que hacia relucir su ensortijado cabello negro en la penumbra, la misma que asaltaba cual guerrilla su entorno inmediato.
Dispuesto a dar su mejor performance, en pro de una conquista de verano, ensayó la sonrisa fingida que tan buenos resultados inmediatos le había traído. La joven mujer de torneado trasero, inició un movimiento que asemejaba seguir el ritmo de un cadencioso y tranquilo reggae, movimiento que para Luis significó una clara señal de invitación machista al cortejo, por lo que se aproximó ansiosamente a fin de iniciar un superficial diálogo que le permita hacer el flirteo más directo y eficaz. 
Las emisiones sonoras viajaban decididamente pero se vieron totalmente deformadas cuando aquella dio media vuelta dejando ver algo casi tan perfectamente formado como su parte posterior, justo debajo de sus lindos senos, una prominencia más o menos redonda, lo que muchos llamarían una protuberancia, sobresalía desvergonzada y groseramente, lo cual le produjo una serie de arcadas que lo obligaron a emprender una pronta retirada.
Buscó nuevamente una banca a fin de calmar el desmedido asco, sin embargo la vista recobrada no le daría tregua pues observó muy próximo a él, a un hombre bastante delgado que caminaba muy lentamente, un ser notoriamente cansado, cariacontecido, con un semblante abiertamente patético, quien parecía pedir tiempo al tiempo o más bien retornar en el mismo, cuyo cansino paso contrastaba sobremanera con dos niños que parecían gemelos los mismos que revoloteaban lúdicamente a su alrededor.
La tarde se alejaba y la luna esplendorosa era el tenor de fondo para la introspección final o quizá para el autoflagelo necesario: ¿Por qué lo hice? y ¿Por qué justo con ella? Mirando el oscuro cielo maldijo aquella noche, maldijo aquel mediocre episodio disfrazado convenientemente de un sentimiento mayor.
¿Seguirá ahí?, se preguntó mientras enrumbaba a su casa, frenándose en seco cuando uno de los gemelos apareció fantasmalmente para mostrarle sus escasos dientes manchados de chocolate y tierra, gesto que era una pésima copia de una sonrisa, la misma que para muchos seria tierna, pero que para él era inmunda y macabra, indigno prefacio visual para un sustantivo que no pensaba jamás escuchar, palabra filial de la que se habían escrito tantas odas, tantos poemas, tantas canciones idealizándola estúpidamente tanto como la de "madre". Pronunciada tan cándidamente por aquel desconocido infante, las arcadas de hace unos instantes retornaron velozmente desembocando en un prolongado vomito que lo hizo doblarse y caer de rodillas. Se cuestionó entonces quien pudo ser aquel maldito mentiroso que dijo que tener uno era una bendición, pero más que ello, mirando siempre al suelo, empezó a internalizar que esa palabra seria pronunciada más seguido en el futuro inmediato, una palabra que describía una condición, un estado que él no quería asumir.
Una canción sonaba en su mente, la canción símbolo de su vida hasta hace unas horas, melodía desenfrenada de Joey Ramone, que fue reemplazada por una aburridísima y sin gracia, perteneciente un argentino que visitaba el Perú cada año, siempre cerca al tercer domingo de junio.
"I dont wanna grow up" no volvería a escucharse, sino esa otra sosa interpretación que Luis personificaba perfectamente, pues sus sueños e ideales estaban ahora parcialmente destruidos por un pronto y no planeado natalicio y es que a pesar de sus 21 años recién cumplidos, no sólo para dirigirse a su casa, sino hacia el sino que lo esperaba impaciente para engullirlo, ya caminaba lerdo, como perdonando el viento.

Supay

Relatos FM

ELLA



En la mesa la vela derretida, el olor a cerilla, anotaciones en un papel. El olor a humedad, a tierra mojada, olor a tierra mojada por las lágrimas de Dios. El sudor en su frente, el calor, la luz por la ventana. En su mano derecha una novela, de esas que cuesta dejar. Esas novelas que tratan de amoríos, despechos, amantes y asesinatos. Su mano izquierda sobre su pecho, las sábanas floreadas, nuevamente el sudor en su piel, el calor de una mañana de verano y la luz entrando por la ventana, rayo de luz glorioso que sedujo sus ojos. Ojos tristes. Ojos infelices, quizás. Ojos que ansiosos despiertan en un nuevo día, una nueva rutina. Se levanta, pies desnudos sobre el parqué frío. Y en la mesa las anotaciones en un papel. Allá afuera el canto de un zorzal, la hierba mojada, despertar del día, naranjo en flor. Ella lee, inquieta. Se levanta, sonríe pero no, no lo siente, lo actúa, lo busca, lo intenta pero no, su rostro es viejo, es difícil sonreír. A veces lo es. Ella ha decidido cambiar, no sé por qué esa mañana. Quizás el sabor amargo del pasado, el olor del ayer, un recuerdo vago en sus pupilas, en sus labios, en su pecho. Pobre de su pecho. Si supieran, si supieran su dolor detrás de su piel blanca, si lo supieran tan solo los zorzales dejarían su canto. Su café a medias, el papel hecho añicos y ella. Ella afuera, sus pies desnudos sobre la tierra húmeda y su corazón latiendo al ritmo que marcaba el viento cálido del norte. En una mano amarrando sus zapatos desgastados y en la otra la novela, su compañera (esas novelas que tratan de amoríos, despechos, amantes y asesinatos), pasos acelerados, la arboleda, el canto de los pájaros, el rayo del sol en su frente en alto dejando correr el sudor por sus arrugas, arrugas precoces del dolor temprano. Los pasos agigantados que corren una carrera contra el tiempo.
Y el reloj marcó las diez y ella ahí. En "El Potrero". Había gente pero no la había. Para ella. Ella era solo ella y su decisión, el mundo era sólo una pequeña partícula absurda en su deplorable existencia. Tomo el tren, de infinitos vagones. En seguida se sumergió en su lectura y la calma volvió. A veces recordaba esas voces bonitas, esos paisajes dulces que había visto alguna vez. A veces una pequeña mueca que simulaba ser sonrisa se dibujaba en su rostro y desaparecía de inmediato, como si algo, alguien intentara arrancarlo de su más profundo ser, alguien se ensañara en arrancarle con una adorable delicadez todo aquello que creía cultivado e inamovible. Largo viaje y con estomago vacío. Se bajó, apresurada, caminó las cuadras de aquella ciudad. Monstruosa ciudad. El calor del asfalto, las calles interminables, el calor agobiante de una tarde de verano. La gente rozando sus brazos. Las caras, los nervios que había decidido no tener, incontenible su miedo. Pero era ella, (ella y su decisión). Los carteles de grandes tiendas y algunos que otros recuerdos la guiaban en su caminar, la ayudaban a llegar. Paró en un pequeño bar, de esos bares patéticos, añejos, oscuros y un poco húmedos. Se sentó, notó la presencia masculina que no dejó pasar sus encantos. Es que ella era auténtica. Por un instante se conmovió, pero de inmediato endureció completamente su corazón otra vez a lo que canta un gallo, y recordó. (Ella y su decisión). Tomó el whisky con hielo que había pedido y salió, otra vez, al infierno. Y llegó. Y ella estaba ahí. Frente a la puerta alta, marrón, con detalles en bronce. Casona vieja. La miró, la contempló como si fuera la última vez. Llamó a la puerta, se abrió y entró. Estaba fresco ahí, como lo esperaba. Pero ella transpiraba. Y lo sintió. Sintió ese aroma encantador, familiar, que llenó su alma por un instante y así como sucedió ese instante en un suspiro recordó todo aquello que alguna vez la llenó, que alguna vez la hizo llorar, pero llanto bueno, llanto dulce. Y derramó una lágrima, dos, tres... quién sabe. Quién sabe qué pasó realmente. Pero él ya no era. Ella no era. Ella había cambiado. El en el piso, río morado a su alrededor. Ella recostada a su lado, manchada también pero viva... y más viva que nunca. Ella lloraba pero satisfecha, lo que una vez había amado más que a su vida misma había terminado, ella había terminado con el motivo de su locura, de sus noches en vela, con su interminable calvario. Sus labios tocaron su frente y se marchó, corriendo. La puerta de madera entreabierta, un rayo de luz en el zaguán, y su novela sobre el piso junto a él (esas novelas que tratan de amoríos, despechos, amantes y asesinatos). Ella se alejó. Ella había cumplido.

C. LATOUR

Relatos FM

Donde empieza el viaje



Antonia se despertaba cada día religiosamente a las 8 de la mañana, salía a comprar el pan y desayunaba escuchando la radio mientras preparaba la lista de la compra del mercado.
Hace años esa primera salida matutina iba destinada a la búsqueda de croissants para sus dos hijos y su marido y la segunda para llevar al colegio a los pequeños alrededor de los cuales giraba su vida desde el nacimiento del primero.
Vivía sobreviviendo a lo inmediato, sin plantearse mucho acerca del futuro. En ocasiones sentía que no vivía una vida propia, era entonces cuando miraba documentales y se trasladaba al sentir del viajero de turno.
Tras la pantalla, contemplaba montañas y lagos, ciudades en aparente desorden y gente atípica.  Esta práctica se convirtió poco a poco en su pasión, en la solución a su necesidad de huir para vivir. 
Empezó a sentir especial fascinación por los escenarios de cazadores y cazados, en los que el menor descuido cambia el orden de las cosas. El macizo de Guayanes, al sur de Venezuela, fue una de sus primeras fuentes de embrujo. Observaba con la vista y viajaba con la mente y el corazón por las majestuosas montañas temidas y veneradas.
Dejaba que los colosos geológicos y la indómita naturaleza le introdujeran las tribus habitantes del Orinoco. Se sintió cautivada por su espiritualidad y respeto por la naturaleza antes de padecer la pena de abandonarlas con los créditos que anunciaban el final del documental.
Su nuevo interés por lo ajeno la llevó a visitar la biblioteca una vez a la semana, pasando y repasando páginas de guías de viaje se consumían las horas. Un día ese tiempo no fue suficiente y decidió coger prestada una de ellas, sufriendo por las otras tantas que descartaba con esa elección.
Al llegar a casa tomó apuntes sobre los lugares, sus gentes y su naturaleza  y la devolvió decidida a hacerse con dos la próxima vez. Y de dos en dos, al poco acabó con la primera libreta de apuntes.
Querido lector, ella sabía de su condición de madre viuda entrada en los cincuenta y ahora, poco a poco, también de lo que has podido concluir con estas pocas líneas: era una mujer con ganas de vivir de nuevo, de crecer, de dar y recibir.
Una mañana se despertó a las 8, desayunó repasando sus libretas de anotaciones sobre países y ciudades y llamó a sus dos retoños, que ya no lo eran tanto. Les dijo que les quería, que les iría llamando de forma periódica y que no se preocuparan por ella, que había decidido seguir creciendo.

Gala