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Ruidos en la NocheHubo un ruido. O tal vez no. El caso es que me desperté en mitad de la noche con cierto sobresalto. Podía escuchar la profunda respiración de mi mujer, que dormía plácidamente a mi lado. Si ese ruido había existido de verdad, solo yo lo había escuchado. En alguna otra ocasión me había ocurrido lo mismo, pero lo había tomado como parte de un sueño, pese a que la sensación de lo soñado había sido tan real que no me dejó descansar durante el resto de la noche.Me di la vuelta en la cama, esperando volver a encontrar la postura y abandonarme al sueño, pero un nuevo ruido me lo impidió. Esta vez sí estaba seguro de que era real. Mi estómago se encogió tanto que debía parecer una pelota de golf.Permanecí quieto, pétreamente quieto, deseando que el ruido no se volviese a producir, intentando convencerme a mí mismo que había sido un ruido circunstancial, un ruido de esos que ocurren en las casas y que no sabes bien de donde vienen. Pero lo que oí a continuación me sacó ya de toda duda y me obligó a actuar: cajones abriéndose y el rebuscar dentro de ellos.Estaba hecho un flan, muy nervioso y asustado. Me levanté. No sé porqué no desperté a mi mujer y la avisé de lo que estaba ocurriendo. Era como si en esos momentos solo existiesen dos cosas en el mundo: el ruido y yo. Ni siquiera me calcé. Iba por el pasillo descalzo, intentando no hacer ningún ruido, respirando lo justo para no morir asfixiado. A medida que avanzaba, podía escuchar con más nitidez que había alguien en el salón. Hasta ese momento, nunca había temido que pudiesen hacernos daño. Me quedé paralizado junto a la puerta. Tal vez si cogiesen un par de cosas del salón y se fuesen, no tendría que intervenir. Pero algo me decía que si no encontraban nada de valor en el salón entrarían en las habitaciones. Todo mi cuerpo pesaba enormemente, me costaba moverme y respirar era un esfuerzo titánico. Cómo deseaba que esto no estuviese ocurriendo.Como el mayor acto de valor que recuerdo haber hecho en mi vida, asomé la cabeza por la puerta del salón. Allí estaba. Una figura alta, de oscuras ropas y cubierto con una capucha, rebuscando en el último cajón. Giró la cabeza de inmediato y lo que vi es fue algo que todavía me acelera el corazón cuando lo recuerdo. Es la razón por la cual nunca se lo he contado a nadie y la razón por la cual mentí a mi mujer cuando me preguntó porqué había gritado. La oscura figura me miró, con sus ojos redondos y grandes. Tenía el rostro descarnado. Me clavó una mirada que creo que solo volveré a ver cuando la muerte venga a por mí. Grité de terror mientras entraba en la cocina, habría un cajón y sacaba el cuchillo más grande que encontré. Y allí permanecí, esperando a que la oscura figura entrara por la puerta y se abalanzara sobre mí. No se cuanto tiempo estuve allí, así, hasta que la que entró fue mi mujer, que también lanzó un grito de terror al verme con el rostro completamente desencajado y el cuchillo en alto.En casa no faltaba nada. Le dije a mi mujer que habría sido una pesadilla o un episodio de sonambulismo. Pero estoy seguro de lo que vi. Aquello ocurrió de verdad. No fue un sueño.Celembor