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II Concurso de relatos Fórum Montefrío

Iniciado por Parlamento, Marzo 10, 2010, 17:13:53 PM

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Parlamento

MI ÚLTIMO VIAJE A MARRUECOS


Deseoso de percibir a través de éste escrito, los ecos y vivencias que sentí especialmente aquel día en el polvoriento mercado bereber; las alegrías y esperanzas tantas veces anheladas; desde el recuerdo inolvidable de mi viaje por Marruecos con los sugestivos e intrigantes paisajes, junto a la apasionada nostalgia y una velada curiosidad. Aprovecho la ocasión que se me brinda, para expresar humildemente, todas aquellas sensaciones que me han acompañado a lo largo de mi periplo marroquí, en forma de relato, y que conforma mi admiración por el mundo árabe.

Entre el bullicio de la gente e iluminados por la luz del sol, se veía aquella masa desordenada como unas diminutas estelas, igual que se ve desde un avión la estela de una lancha motora en el mar.

Avanzaban en línea recta hormigueando el camino destartalado, sus rastros bañados por el reflejo solar, y unos cuerpos oscuros, sin identificar, ajenos a nosotros y a la sorpresa que nos desbordaba en aquel ambiente tan singular. Y así, nosotros hablábamos calladamente como unos diminutos seres, bajo la misma ilusión, en medio de aquella fiesta clamorosa.

El ritmo acompasado de los latidos de nuestro corazón, nos dio una idea bastante aproximada de lo que estábamos viendo, porque unas personas extrañas en la inmensidad de un océano árabe, puede desencadenar una sensación extraordinaria, y abrir para siempre ese paisaje con la realidad que nos envolvía. En ese paraíso, la mente nos flaqueaba, nos perdía en deseos de vivir algo único e irrepetible, a la vez que nos protegía de miedos y preocupaciones por medio del ambiente tan peculiar que nos encogía los sentidos.
De pronto, dejamos caer  un ritmo arabesco sobre nuestros cuerpos volátiles, y nos vimos inmersos en un espectáculo sobrecogedor, cuyas ideas envolventes, nos entrelazaban por el abismo de las mayores ilusiones.

Era un día inmensamente luminoso, e hicimos el camino sobrecogidos de tanto trasiego, con mis zapatillas recién estrenadas y el parasol erguido como una seta levantada, sabiendo que hay un tiempo para cada cosa, y ahora tocaba un día perfecto donde el cielo era azul, el árbol medianamente verde, y el sol, un ovillo de abejas. Quizá la Naturaleza sólo existe en las cosas pequeñas y en sus talleres celestes, porque dicta sol para la fiesta de bienvenida a los turistas nuevos. Rayos helianos para los crepúsculos añiles. Un telón de luz que cierra el teatro del otoño. Sol, sol de noviembre que cae sobre nuestras cabezas desnudas, penetrando en el cerebro e iluminándonos con acierto.

Al subir las intricadas calles del pueblo, descubrimos una placetilla con casas deseosas de lluvia. Sí, estaba todo mojado y resbaladizo por el riego pertinaz de alguna mujer hacerosa. Sí, la luz era gris o casi blanca y nos costó más trabajo por eso abandonar el lugar apresuradamente, atravesar la esquina y salir a otra calle, camino de nuestro destino. Sí, sentimos algo así como que el día se acababa despacio y ya no lo volveríamos a destemplar hasta no se sabe cuando, pero ahora tocaba envolverse bajo el tupido velo de la alegría contenida. Sí, sentimos esa alegría también al otro lado. Sí, sentimos también esa metáfora que convierte al otoño en personaje romántico y al mirar mis ojos a un ventanal entreabierto, pude ver que andaba husmeándonos la figura de una mujer llena de felicidad.

Disfrutamos haciendo fotografías, captando detalles tan cercanos como el borboteo de la fuente en el patio de una mezquita; la mariposa bajo el efecto de la sombra de las hojas de los árboles y las ramas que sobresalían, o como la lagartija solitaria que se encuentra en una pequeña pendiente dando la espalda al sol y parece que camina por la vida de igual forma que vivimos nuestros sueños.

Este pueblo era una sorpresa escondida en la puerta del Paraiso, un encanto de embolados rocosos, un aire elegante en sus gentes sencillas, de historias perdidas en el confín de los tiempos, una elegía de ideas maravillosas, un oassis de palmeras añejas que llevan hasta el horizonte melancólico sus formas caprichosas, una fantasía suave en el desierto abierto a la vida eterna, una fiesta jubilosa, un desvarío del viento. Este pueblo era hermoso,  valioso, original, aquietado, de una espesura errática, fugitiva y agreste, un alma llena de gratas esperanzas, un capricho de silencios, un embrujo álgido  y festivo.

En su recóndita mezquita, las horas ceden al calor, el piar de los pájaros se desprende sobre las hojas luminosas una y otra vez, así como el agua del surtidor que se va desmigajando sutilmente sobre el suelo cálido. Una colección de sombras frescas revolotea todo su conjunto. El atardecer abriendo su telón armonioso sobre los lugareños se les queda en su mente con vados y atiborrados de imágenes mezcladas y difusas, con la Vía Láctea suspendida sobre los pasillos serpenteantes y en la crujiente oscuridad que se avecina. El canto de los grillos, abandonado a una sedante e inusual calma chicha, por la que vagan algunos turistas siempre un poco perdidos.

Ha sido durante este viaje cuando he captado el verdadero ambiente árabe, con sus calles y plazas llenas de alegría, con sus músicas, pasear por sus campos, oír el murmullo del agua en las mezquitas, reflejar el alma del pueblo y, sobre todo, grabar en mis neuronas las voces de sus gentes.

Todo viaje así mejora y purifica la visión del lugar que se visita, merced a una voluntad dispuesta a encontrar interesante lo que contempla la retina. En fin, que siempre sentimos deseos inmensos de viajar inseparables a estos mundos tan arabescos.

Después tuvimos que atravesar las calles resquebrajadas para llegar al coche, y apenas si hubo tiempo más que para atravesar un puñado de laberintos y acariciar el sabor antiguo que les envolvía. Era una mañana clara de un día de noviembre, mientras que las ancianas y los nietos tomaban el sol destartalado. A un lado la mezquita; al otro, adentrado en el horizonte y como sujeto por un hilo, nuestro respeto inmenso a esta civilización que tantas cosas tenemos en común: historia, costumbres, paisajes,  ilusiones ...

Ahora, desde este preciso instante en el que estoy sentado frente al ordenador, a veces me embarga cierta nostalgia cuando no siento cerca estas sensaciones. No tengo miedo de las células siempre confundidas de mi cuerpo. Ni siquiera tengo miedo de la noche cargada de puñales, ni de las grietas de los muros, ni de esas olas más grandes que las otras que se nos tragarán en plena siesta, ni de la súbita erupción de los volcanes bajo cuyas laderas enfriadas alguien edificó su casa. No tengo miedo, porque sé que a pesar de todo, mis posibles olvidos van a tener perdón y que si aparece un desgraciado momento de abandono, puede llegar el fin de mi ser, pero me encontrarán junto a ellos. Un desliz de este tipo me remite a sentimientos vagos de complacencia que me provocan nostalgias y cuando camino de vuelta a casa por esas empinadas calles del Albayzín, tras esa caña tomada en paz con los amigos, hago el propósito de dejarme envolver por el torbellino de quehaceres que llenan mis días felices, en los que apenas puedo entretenerme y saber dónde disfrutar empujado a todas horas por el próximo objetivo que me he propuesto, para que en un rosario inacabable de cuentas, termine siéndo totalmente ajeno a mi voluntad.

Por eso, camino por la calles empinadas del Albayzín con la vaga esperanza de que, oculta en el ramaje del árbol solitario, amarillo de tan seco por la falta de agua, tiene que haber a la fuerza una solución para ese distanciamiento entre hermanos de sangre hispánica y árabe, y se me ocurre, que la preocupación que tenemos hoy, en nuestra sociedad, es el deterioro sentimental entre dos pueblos tan unidos por la historia. Más aún, sigo caminando y acabo convencido en una pronta esperanza de unión sincera y duradera.

Con el renacer de nuestra energía compartida, recuerdo que si las ramas de los árboles pueden llenarse de verdor, también los espíritus hispánico y árabe pueden hacerlo y que es fácil rectificar y encontrar un camino que nos satisfaga a todos, porque la convivencia, junto con el amor fraternal que nos une, la profesión de ayudarnos mutuamente, el bienestar común que nos envuelve, el debate y la compañía que podemos hacernos, es el bien supremo que nuestros deseos pueden concedernos.

Unidos y con el cuerpo flotando en una nube de fraternidad, la vida se ve de distinta manera. Adivino a través de mis pensamientos pasados, las sensaciones tan placenteras que ambos pueblos podemos gozar. El horizonte que se nos avecina de esta manera, irá lentamente transformándose en una fiesta de colores violetas, rojos y grisáceos y las noches jubilosas galopando por el oeste, contemplándo su dominio desde una privilegiada posición en el cosmos de nuestra unión sincera. Y es que estaremos entre nubes de algodones, volando, planeando, soñando,...

El pueblo árabe, es dulce y con un soberbio corazón, es como una mujer hermosa y delicada que confía ciegamente en su fuerza aún después de algún pasado combativo. Su historia desde alguna batalla casi perdida, no demuestra que haya renunciado a la búsqueda del perdón. Es un pueblo sensato y práctico. Que posee opiniones llenas de luz y pensamiento. Endémicamente lúcido, todas sus acciones se gestan en una placenta llena de  gravidez, atiborrado de talento, de honestidad y coherencia, virtudes que no son por desdicha frecuentes en estos tiempos. Es como una mujer romántica, soñadora, rebelde.

Humanos, y el amor por el saber no les ha cambiado y basan su trabajo en el respeto a los demás.

Siento una agradable sensación al estar cerca de ellos, pues huyen de los rencores, hablan con pasmosa naturalidad, sin resentimiento, con sentimiento, sin masticar las asperezas que hay en la vida. Escuchándoles hablar, pienso que son muy exigentes consigo mismos. Soy capaz de alcanzar lo inalcanzable a su lado. No tienen complejo de nada, ya que no les gusta rodearse de mediocres, sino de gigantes del pensamiento en los mejores momentos. Convencen porque están convencidos de lo que dicen y hacen. Imprimen firmeza a sus convicciones. Les considero unas personas honestas y cabales que han demostrado un gran talento, coherencia y rigor en sus ideas. Se acuerdan de sus seres perdidos a todas horas, buscando en el álbum de los recuerdos aquellos momentos imborrables.

Ocupan, por méritos propios, no por cupo, el podio más alto del universo conocido. Se merecen lo mejor porque son los mejores entre todos. Son el sabor dulce de una sonrisa que va vertiendo su alegría exuberante. Un camino abierto hacia otro río que tiene en el regazo de una sombra su pulsión de almas enlazadas. De allí surgen, con su manto de bronce y nervio enjuto, con esa voz de ternura y de alborozo que exprime los meandros de la vida.

Son humanos y humanizantes, mitad maestros de sensibilidad exquisita y mitad reyes de la vida, con una voz templada en pociones de cantos ancestrales, con sentimientos exquisitos escondidos en sus mentes, en esa costra dulce de unos sueños que agradece la sangre de unas noches de pasión.

Cada mañana, mientras despierto pausadamente, me acerco a su pensar, a su soñar, y me quedo ensimismado. Por eso, quiero ilustrar sintéticamente en un libro de cuentos de las mil y una noches, el más maravilloso, el mejor de los sentimientos fraternales que se  haya imaginado.

Vencejo
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

Parlamento

SILENCIO

- Hoy, en esta ciudad, ha ocurrido un milagro.
El Rey, cómodamente instalado en su trono y ajeno a la conmoción que provocaron estas palabras, oía al Sabio sin prestarle demasiada atención, intentando asimilar lo que aquella historia significaba para él... Más entre muchas otras ideas que poblaban su mente, una emergía por encima de todas: tan solo llevaba un día buscándole, y ya se le antojaba una tarea inalcanzable.
Pero lo deseaba. Desde aquella mañana anhelaba, con todas sus fuerzas, Conocer. "Quizá por lo oscuro y recogido de este castillo, me ha sido concedido escucharle" -meditaba de nuevo el Rey. Escucharle... No más audible que un murmullo, algo más leve que un siseo: exageradamente parecido al silencio. Más aquel silencio le resolvió, en lo que dura un bisbiseo, tantas cuestiones sobre su Reino y lo que lo rodeaba que toda la palabrería y verborrea de su séquito.
Por desgracia, justo cuando Silencio estaba a punto de revelarle una pequeña Verdad, o aspecto muy importante acerca del Rey mismo, fue requerido por la Curia Regis para resolver los inevitables –y la mayoría de las veces también irrelevantes- asuntos de estado. Y puesto que nada encrespaba más a Silencio que la fuerza con que estos hombres alzaban la voz, disputándose el honor de aconsejar al Rey en primer lugar, este había sido, a su vez, el primero en desaparecer.
Sin embargo, este Consejo de Sabios -que asesoraba de forma permanente al monarca- planteaba últimamente más problemas que soluciones daba: concesión de ducados, administración del Tesoro, la huelga de los espaderos, las frecuentes ausencias de la Cámara, la sequía (¡Pretenderán también que en esto interceda!" –suspiraba el Monarca), los continuos robos en los establos o el interminable sitiado al condado anexo... Y si alguna vez el "excesivamente numeroso hatajo de instruidos" tuvo respuestas para las cuestiones que le inquietaban, el Rey –que aunque era rey, no era tonto- advertía ahora que ninguno de los muchos consejos que entonces recibiera, le habría sido tan útil como el proporcionado por Silencio. Así pues, y en el transcurso de la interminablemente aburrida sesión parlamentaria, el Rey decidió retener junto a sí a Silencio.... Incluso, si esto fuera necesario, haciendo uso de la fuerza. "¿Qué se me ocultaría, de este mundo y del de los Dioses, si lo tuviera conmigo siempre? –meditaba el Monarca, mientras uno de los Oficiales de mayor edad llamaba al orden a otros dos Infantes más jóvenes- ¿Qué misterio no me sería mostrado, o que verdad inalcanzable no concedida?"
Como primera medida, y sin dar demasiadas explicaciones ("A silencio, con silencio se atrapa" –razonaba), el Rey ordenó censar a todos aquellos juglares embaucadores, demiurgos, charlatanes y demás gentes que hicieran de la verdad algo mudable a su antojo; había observado que cuando algo no sabían, transformaban lo ya conocido mediante la palabra, hasta hacerlo parecer una u otra realidad a los ojos de los demás... De manera que hubiera no solo una, sino dos, tres y hasta más verdades acerca de una misma cosa. "Si algo no saben –concluyó el Monarca- es permanecer junto a Silencio. ¡Con lo difícil que es hallarle!". Y puesto que a este silencio ellos no se acercaban, promulgó inmediatamente un edicto por el cual habrían de quedar confinados en sus casas, o -en su defecto- allí donde hicieran de la palabra falsa un hogar. De esta manera, tendría menos gente y lugares entre los que buscar a Silencio.
Decenas de copias surgieron, en apenas unas horas, bajo las plumas de los mejores notarios de la corte. Pero cuando ya anochecía, el Rey –que aunque era Rey, repito, no era tonto- cayó en la cuenta de que, en un reino tan grande como el suyo, se contaban aún por cientos los sitios en los que Silencio podría morar; incluso habiendo cerrado unas cuantas casas, mercados, plazas y baños públicos, eran demasiados los bosques, montes y campos en los que aquel intentaría ocultarse.
Al fin, consciente de que no tenía mejor opción -y no sin un cierto hastío-, convocó a altas horas de la madrugada una asamblea extraordinaria, reuniendo en ella a todos los Sabios del Consejo.
......................
El Rey, agradecido por la rapidez con que se habían presentado, sostuvo la mirada ante cada miembro del Consejo. Una vez hubieron tomado asiento, y en un tono humilde –que a algunos resultó burlón-, les preguntó:
- ¿Por dónde comenzaríais, Sabios entre los sabios, a buscar a Silencio?
Y fue silencio, un silencio sepulcral, lo que obtuvo por respuesta; El castillo entero enmudeció. Hasta que una mano titubeante, perteneciente al Sabio más anciano del reino, señaló con prudencia: - Mi rey, sorprendido me reconozco –y creo hablar en nombre de todos– por tan precisa cuestión... Pues aunque nada sabemos del paradero de Silencio, creíamos ser los únicos en conocer su existencia.
Ciertamente desconcertado, el Sabio caminó hacia el centro de la gran sala, casi inundada esta por una completa oscuridad; Aunque justo allí, y en aquel preciso instante, la tenue luminaria de la luna caía desde el óculo del techo, formando un círculo de luz perfecto. Con la voz entrecortada, se dirigió de nuevo al Rey.
- Una vez, hace mucho tiempo, tuvimos a Silencio a nuestro lado; con el compartimos nuestras dudas, a él nos encomendábamos para tratar con los dioses y con él alcanzamos grandes conocimientos... Hasta el punto de merecer justamente el nombre de Sabios. Y fue, en verdad, tanta la sabiduría que nos reportó su presencia entre nosotros, que al tiempo nos descubrimos incapaces de conocerlo todo; más aún, incapaces de conocernos siquiera a nosotros mismos.
Pero tal hecho a Silencio parecía no importarle; ante esto -y como un padre condescendiente con el hijo al que relata una verdad, tan simple, que esperara fuera ya conocida- objetaba que mayor conocimiento que aquel no nos podría ser revelado jamás.
Sin embargo, y pese al prudente consejo de Silencio -quien, no sin razón, callaba más de lo que sabía-, la idea de que los dioses se interponían entre el conocimiento perfecto y nuestro anhelo de saber fue creciendo en los corazones de sus más humildes siervos".
Al tiempo que pronunciaba estas zalameras palabras, todos los Sabios asintieron, lastimosos, en un murmullo que apenas llegó a oídos del Rey... Y cuya naturaleza solo Silencio -de haber estado allí- habría podido comprender.
- Llegó un día –prosiguió otro Prócer del consejo- en que, desoyendo a Silencio, nos rebelamos contra toda divinidad por ocultarnos verdades que a ellos les habían sido dadas conocer. Desde ese instante, y a sus espaldas, comenzamos a observar, escrutar, medir, pesar y analizar todo fenómeno o naturaleza creada, con el fin de encontrar un camino alternativo que nos llevara al conocimiento perfecto.
Fue entonces, y sin que ninguno de nosotros lo advirtiera, cuando Silencio se marchó.
De nuevo, un gimoteo inconsolable se alzó por encima de los presentes. En esta ocasión el Monarca no pudo evitar oírlo, posando su mirada –de manera un tanto menos cariñosa que al comienzo- en cada uno de los Sabios de su reino; estos, a su vez, le respondieron inclinando la propia sobre el suelo.
- ¿Qué ocurrió entonces? –preguntó al fin el Rey, ansiando un 'Saber' que se le antojaba muy distinto al que hasta ahora conocía.
- ¡Mi Rey, que torpe fue nuestro actuar! Pues si para dar la espalda a la más simple de las criaturas hay que conocer, tan siquiera en su contorno, la cara de la misma... ¿Cómo pretendíamos dar la espalda a los Dioses, cuando nunca -ni siquiera junto a Silencio- habíamos contemplado su faz? Querer escapar de su dominio y encontrárnoslos a cada paso que dábamos se convirtió en una misma cosa.
Sin embargo, y como un loco que negara contemplar el envés de una hoja al darle la vuelta al haz, nos resistíamos a aceptar que todo fenómeno y naturaleza creada remitía -como así advertimos con el tiempo- a una intervención divina; y que, en última instancia, era también a los dioses el fin al que tendían. Si en ese momento los montes, mares, ríos y criaturas todas hubieran podido hablar, nos habrían echado en cara nuestra ceguera...
- Y de hecho, lo hicieron –le interrumpió otro Sabio, mucho más joven que el primero.
- Aún así, y con el tiempo –continuó, no sin dirigir al que hablara una mirada reprobatoria–, aprendimos a desoír estas voces y, insensibles a todo aquella algarabía terrenal, continuamos nuestra búsqueda de un camino alternativo hacia la perfecta Sabiduría; Si cabe, con más ahínco que entonces. A partir de ese momento nos volvimos incapaces de escuchar otra cosa distinta a nosotros mismos, e incapaces también de sentir a Silencio... De quien nada volvimos a saber; olvidando, con el paso de los años, que era a este a quien nos encomendábamos para tratar con los dioses.
Un tercer Sabio se puso en pie. Convertida ya la noche en una espectadora más, la oscuridad bañaba por completo la sala de Próceres. Pero esto no impidió al Monarca reconocer, al instante, al hombre que ahora hablaba... Y si alguna vez su esbelta y atlética figura, sus dotes para la oratoria y el considerable dominio de la espada le hicieron parecer arrogante -a opinión del propio Rey-, no fue así en aquel momento.
- Esto, su majestad, data de una época que tan solo los más ancianos recuerdan... Pero incluso ellos habían desterrado a Silencio de su memoria. Sin embargo, las consecuencias de esta elección siguen hoy entre nosotros: Al no poder encontrar a los dioses de nuevo, fueron las cosas de este mundo las únicas que pudimos, desde entonces, conocer con certeza.
- Y sin ella –replicó el más docto de todos ellos, que contemplaba la escena en recogido silencio.
- Cierto es –continuó el segundo Sabio que hablara–, aunque tarde lo advertimos; y con ello tuvimos que aceptar que el valor de toda nuestra ciencia, era considerablemente menor que el más pequeño de los conocimientos adquiridos junto a Silencio. Pero ahora, mi Rey, somos ancianos y ninguna ayuda podríamos prestarle para encontrar, de nuevo, a tan discreto compañero".
En ese instante el Monarca asintió, comprendiendo. Todas las miradas se dirigieron de nuevo hacia él, inquisitivas... Motivo por el que juzgó prudente mencionar, a su vez y para admiración de los presentes, el huidizo encuentro con Silencio aquella misma mañana.
Al terminar de hablar, el mutismo con que los oyentes habían acompañado a los Consejeros que hablaron –habrás de disculpar, querido lector, que también te incluya en este relato- dio paso a encendidas exclamaciones de asombro e incredulidad. Instantes después, y sumido en sus pensamientos como estaba, el Rey no advirtió que el Sabio más sabio de su consejo volvía a ponerse en pie, tratando de alzar la voz por encima de los presentes, y provocando que el murmullo de voces tornara al más absoluto de los silencios; tan intenso, que alguno de los Consejeros creyó verlo moverse de nuevo... Aunque aquel silencio, ningún saber envolvía.
- (...) ¡Un milagro, si! –declaró de nuevo, esta vez gritando. Pues solo esto ha podido traernos de vuelta a Silencio. Yo nada tengo que reprocharme, pues todo intento de hallarle, por mi parte, habría resultado vano... Dado que fue él quien -al principio de todo- nos encontró a nosotros antes siquiera de empezar a buscarle. El Rey no pudo evitar sonreír... Presintiendo que, de igual modo, incluso él más sabio entre los Sabios "no se habría afanado excesivamente en localizar a tan sigiloso prófugo".
Los dioses, y pese a mi desobediencia –prosiguió-, han permitido vivir demasiado a este cuerpo mío... Cuerpo que ya nada vale por sí mismo; empero, en el ocaso de mis días, el tiempo, que todo lo roba, me permite conservar aún el recuerdo... Y recuerdo, mi Rey, que a Silencio sentí el primero, y el último fui en dejarle de ver; ocupado de continuo en mi trabajo no reparé en que, agazapado tras una montaña de papeles en blanco -y tratando de no hacer ningún ruido que me perturbara-, Silencio se iba poco a poco alejando.
Levantándose –y con él, el resto del Consejo-, el anciano Sabio condujo al paciente Monarca hasta una pequeña habitación, usada como almacén tiempo atrás y reconvertida ahora en Cancillería, donde los escribas del Castillo pasaban las horas redactando leyes, transcribiendo ordenanzas y autentificando todo tipo de documentos. Allí, en la esquina en que -por última vez- Silencio se refugiara, y medio oculta por decenas de archivos aún sin revisar, permanecía inscrita en la piedra, apenas legible –y carente de significado para el insigne grupo de Sabios-, la siguiente inscripción: s i v o l v e r a l o r i g e n n o e s r e t r o c e d e r
p u e s q u i z a h a c i a e l s a b e r c a m i n e s
c o m e n z a r p o r m i c o m i e n z o e s d e b e r
d e l q u e c o n o c e r s e e n V e r d a d a n s i e
Aquellas letras, redondas como la de un niño y escritas sin ningún tipo de ortografía, descansaban tan separadas unas de otras que costaba trabajo entenderlas. No le extraño al Monarca –cuanto menos, no tanto como aquella insólita escritura- que ninguna firma rubricara el enunciado: "Seguro estoy de que Silencio, hizo de una pausa el mejor final"
Un observador más erudito –que no por ello más prudente- y atento a la forma en lugar de al contenido, habría notado además que las letras no estaban talladas, ni pudieron ser grabadas con cincel alguno; la tipografía, generalmente profunda, ascendía en los extremos del grafema a ras de piedra... Pero se deslizaba siempre con un surco suave, sin mella alguna, intacta e incólume como escrita sobre la arena; Con la única diferencia de que dentro del castillo, protegida por los numerosos muros de pesada piedra, dormitaba ajena al devenir del tiempo: ni el viento ni el mar podrían llevarse nunca esos cuatro versos.
Sobre la urbe, y tiñendo de granate las almenas, amanecia.

Dominose U
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

Parlamento

ROBERTO


En un pequeño bosque los animales se preparaban para pasar el duro invierno.
Cada uno almacenaba sus alimentos y acondicionaban sus casas.
Una mañana cuando se levantaron los animales del bosque se dieron cuenta que había caído la primera nevada del invierno.
Cerca del bosque había un pequeño pueblecito donde todo el mundo se conocía y también todos los habitantes ya estaban preparados para afrontar el duro invierno.
En una pequeña casa vivía el carpintero del pueblo y su hijo Roberto.
Roberto era un niño muy espabilado y alegre todo el pueblo lo quería porque siempre ayudaba a quien lo necesitara.
La mañana que apareció la primera nevada Roberto se puso muy contento, sacó su trineo y se dispuso a buscar a sus amigos para jugar con la nieve.
Pero de pronto esa alegría se torno en preocupación cuando siguió nevando y nevando durante días hasta que la nieve lo cubrió todo.
Los animales del bosque no podían salir ni los habitantes del pueblo tampoco.
Por el pequeño pueblo pasaba el tren para traer viajeros y lo que les hiciera falta a sus habitantes.
Pero ya llevaban una semana sin que pudiera pasar el tren, cuándo una mañana al despertarse Roberto se dio cuenta de que su padre no se había levantado todavía y le pareció extraño pues su padre solía madrugar mucho.
Fue a su habitación y su padre le dijo que no se podía levantar, que se encontraba enfermo.
Roberto se dio cuenta que su padre tenía mucha fiebre, pero en casa no tenían medicinas y el tren no podía venir por la nevada para traerlas.
Entonces Roberto le dijo a su padre que iría a buscar al medico al pueblo más cercano .Su padre le rogó que no lo hiciera porque era muy peligroso con tanta nieve.
Pero Roberto le dijo que tenía que verle un medico para que se pusiera mejor, así que se dispuso a salir .Se puso su abrigo más calentito, la bufanda, los guantes, el gorro, unas buenas botas y salió en dirección al pueblo más cercano montado en su trineo.
El viento soplaba fuerte y cada vez nevaba más, Roberto seguía las vías del tren a duras penas pues con tanta nieve apenas se veían los raíles, cuándo las fuerzas le empezaban a flaquear y creía que no llegaría nunca, ha lo lejos diviso unas débiles luces y se dio cuenta que era el pequeño pueblo.
Cuando llegó allí no había nadie por la calle, con la gran nevada todos los habitantes del pueblo estaban calentitos en sus casas resguardándose del frío.
Roberto llamó a una de las casas y le abrió una anciana sonriente y le preguntó a Roberto que deseaba, el niño le dijo que vivía en el pueblo de al lado, su padre estaba enfermo y necesitaba que lo viera un medico.
La anciana le invitó a entrar y se calentara en el fuego y le preparó una gran taza de chocolate caliente.
Roberto se quedó dormido por el cansancio y el chocolate caliente.
Cuando despertó se puso furioso consigo mismo por quedarse dormido estando su padre enfermo y necesitando su ayuda.
La anciana había avisado al medico y estaba preparado para partir.
La mañana amaneció soleada y el conductor del tren les dijo que intentaría llevar a Roberto y al medico a su casa.
Como salió el sol las vías del tren se empezaron a limpiar de nieve, al derretirse esta por el calor.
Subieron al tren y se dispusieron a marchar.
Pronto llegaron a casa de Roberto y el medico le pudo dar la medicina a su padre que pronto se recupero.
El padre le dio las gracias a su hijo por ser tan valiente.
Y cataplin cataplado este cuento a terminado.

Destino
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

Parlamento

VIAJE A NINGUNA PARTE


- Estoy de camino, llegando sí, aunque para qué mentiros: acabo de salir de casa.

Para los escépticos que no se fíen de mi llegada a pie, que dejen de preguntar cada cuánto y se centren en cada qué. No importa cuándo, ni cuánto, ni dónde, sino qué. Qué hago aquí y qué haré allí será problema de mi yo del futuro, y es que yo no lo pienso resolver, bastante tengo con pensarme cada paso que doy. Que la costa es la misma, sí; el mar, mis pies, las chanclas también, pero el día se hace noche y en la oscuridad no tengo ojos para ver. Los kilómetros, los que marca mi reloj: la una y diez, de la tarde por supuesto. La distancia me pesa en los muslos y llega un punto en el que no entiendo el canto de los pájaros, no sé si es que cantan otra lengua. Las nubes caminan a mi paso, pero su pasaje parece menos pedregoso, más liso, con menos hándicaps, como más azul.

Quizás sea que me estoy volviendo loca, que no sé donde estoy pero los pasos los llevo contados y sé que a mi casa no voy, ¡pero es que el paisaje es el mismo! Los árboles me saludan con el viento, pero a todos los dejo atrás. Y entre protestas sigo con mis pies gemelos, mis chanclas roídas, mi camiseta sudada, mis ojos cansados, la mente nublada... Que no caigo enferma porque no hay enfermedad que supere la testarudez. ¿Y un sueño? Si me pellizco quizás se trate de un sueño, que al igual que mi propia vida, tendrá final. Pues largos son los años de inconsciencia y amargo es el despertar.

- Que no Tere, que no, que mejor me quedo en casa que no estoy yo para esos trotes.

Isabel Aduren
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

Parlamento

JUNTOS


__Escribamos algo a medias, dijo él.
__ ¿Por qué?, contestó ella.
__Otra aventura, respondió él.
__ ¿Quién empieza?, añadió
__ El que tenga la frase más original, dijo ella.
__ Erase una vez, dijo él.
__ Noooo, enfatizó ella, déjame pensar, espera,...No sé cuánto tiempo tiene que pasar....Ya puedes seguir.
__ ¿Esa es tu propuesta?, contestó él.
__ Sí, no sé cuánto tiempo tiene que pasar...., vamos, sigue,..., volvió a enfatizar ella
__ Está bien,..., sigo,...
No sé cuánto tiempo tiene que pasar para entender la vida. No sé si se mide en años, en meses, en semanas, en lustros, en vidas, quizás no me dé tiempo en ésta y tenga que volver de nuevo, alquilar un cuerpo y dejarme llevar otra vez por un útero materno, dejarme querer, sentir todo el amor del mundo y volver a crecer, de la mano en los paseos y con miedo por la noche, con pesadillas, con brazos que te toman y te estrujan, con amores imposibles, con celos y besos, con mas temores. En fin, vivir.
__ ¿Puedes seguir?, dijo él, mirándole a ella.
__ Lo intentaré, contestó bajando la mirada hacia su ordenador.
¿Por  qué?, me pregunto, todavía te queda mucha vida, te queda lo que tú quieras, lo que quieras vivir, lo que quieras aprovechar  tus días, tus noches, tus meses. Sal ahí y busca. Me dijiste hace poco que te encontrabas sólo en medio de todos. Pero no lo entiendo. Me lo tendrás que explicar mejor. Pero antes déjame que te cuente algo. Erase una vez un pequeño niño perdido por el bosque que vagó y vagó por un tenebroso bosque hasta que no pudo más, se sentó, se había hecho la noche, imagínate, las sombras envolvían todo, sólo que este niño tenía algo especial, era valiente, por naturaleza, ahora le llamarían genética. Se había perdido, sus padres, todos estarían buscándole, con todos los medios del mundo al alcance, pero no había forma de encontrarle, algunos bosques son infinitos, y las veredas y caminos parece que se multiplicaran, y los helechos dan paso a otros bosques más reducidos, y ni con toda la tecnología se puede batir esa extensión, siempre habrá recovecos donde alguien se pueda esconder y vivir allí a salvo de los demás. El niño estaba a gusto porque contaba con esa valentía y ese coraje que hacía que se riera de la oscuridad y que hablara con los sonidos de los pájaros que le traía la penumbra. Pero de repente, escuchó un sonido nuevo, algo inimaginable en un bosque de terror. Era una melodía la que le llegaba, suave y lejana, era imposible que los equipos de búsqueda llevaran  música. Y esa melodía tenía una voz, que él asoció inmediatamente a una mujer, y seguro que esa mujer tendría un pelo precioso y una cara maravillosa para acompañar a ese tono que le llegaba. E inconscientemente sintió miedo, no, no le asustaban los ruidos desconocidos ni la falta de luz, le asustaba la voz más dulce que jamás un ser humano pudiera haber escuchado, y ese miedo le hizo encogerse y empezó a llorar. A medida que la voz se hacía más palpable y ya era capaz de entender lo que decía, sus lágrimas se hacían mares. ¿Sabes lo que hizo? Hacer uso de su valentía, ponerse en pie de un salto y correr, no despavorido, correr, con todo sus sentidos puestos en saltar ramas, troncos caídos, en esquivar la negra noche, correr buscando esa voz y al fin la encontró, bueno, no ésa exactamente, pero encontró a sus padres que le abrazaron como nunca hasta entonces lo habían hecho. Y después de contarte esto, dime qué piensas.
__ Ahora no sabré como seguir, dijo él, tras una pausa que se alargó, cómodamente instalada entre ambos relatores.
__Siempre puedes cerrar el cuento y ya está, se acaban donde uno quiere, apuntó ella.
__ Ya, pero falta algo, o mucho, o todo, dijo él.
__ Falta lo que tú quieras que falte, replicó ella, o lo que queramos, añadió.
__ Escucha esto: Me estaba empezando a enamorar..., dijo él.
__ ¿Es parte de nuestro relato a medias?, preguntó ella.
Él se encogió de hombros.
__ ¿De quién?, preguntó ella. 
Y él calló, elevando su mirada hacia ella.

gotx
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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"UN DÍA MÁS...DIEZ MINUTOS MÁS."

Parecía un día cualquiera. Sonó el despertador y apreté remolona, como cada mañana, el botón de "repetir alarma" para aprovechar diez minutos  más de sueño. Minutos en los que nunca  había conseguido volver a dormirme... Pero nunca desistí, y ese acto reflejo se convirtió en parte de mi rutina.

Creo que era un día de  Primavera porque al salir de aquella casa me fijé en los claveles de la mesilla del comedor. Brillaban como nunca por el reflejo del Sol que atravesaba la ventana, al son del "tic tac "del viejo reloj de pared que rompía levemente la paz de aquel hogar. Salí con prisa, como siempre, me hubieran hecho falta exactamente diez minutos más para no llegar tarde al trabajo.

Se llamaba Jesús, lo supe  porque pude leerlo en el lomo de su libreta cuando cayó a mis pies y me agaché a recogerla. Fue la primera vez que nos miramos a los ojos. ...Y no es que yo sea especialmente extrovertida, pero... tras una contenida risa y unos cuantos gestos con claros indicios de timidez (ese tipo concreto de timidez a la que yo me refiero) me dio la mano, se presentó, y acabamos en el restaurante con toque francés en el que yo siempre veía parejas a través de la cristalera cuando iba corriendo  a la oficina.

Preguntas típicas, respuestas estudiadas, gestos controlados, miradas interesantes,...y dos copas de vino que al brindar hacían brotar una carcajada de ambos por la situación que estábamos viviendo. Lo mejor de aquella cena, era que con cada bocado nos mirábamos a los ojos,..Y lo más bonito, era que esta mirada, por su propia intensidad, era incapaz de mantenerse más de un segundo.  Era la situación incómoda que más cómodamente estaba viviendo.

Sonó el despertador. Sólo habían pasado diez minutos. Era martes, llovía, no había claveles, relojes ni restaurante con toque francés...y me levanté reacia a aceptar que todo aquello no había existido.

Esto fue hace tres años, y desde aquella fatídica noche vivo con la psicosis de encontrar  esa mirada que reconocería entre un millón.
...Por eso, siempre miro  a los hombres a los ojos cuando los mato.

Lena Bayón
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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HISTORIA EN VERSO (LA APARECIDA)

I
Ella llego con su cuerpo húmedo y oloroso a moho,
los cabellos mal hilados en la cabeza, despeinados,
cubriendo un rostro gris,
un cuerpo macilento,
el atardecer helaba, mas su piel helaba más;
la visión era triste,
de la garganta de él se apodero un nudo;
quiso correr y sintió el cepo,
ella abrió sus labios, pero las palabras no emergieron tan pronto...

II
-Vine desde allá, porque me dejaste sola,
solazaba mis penas en ti,
me arrobaba en tus miradas,
me mataste de desdeñas,
del infierno regrese,
encontrando un camino a seguir, a partir de las lagrimas que derrame,
en mi tumba, que es la puerta, maldiciones yo plasme, he de llevarte conmigo,
para que ni una más te ame mas,
para que ya no me hagas llorar muertes,
para que ya no me sienta viva entre los muertos,
¡Mira mi cuerpo! que soy barro que se carcome,
¿Recuerdas mis ojos? aquellos que tanto amaban atisbarte...
¡Ahora mira mis cuencas vacías!...
III
El cayó, ella tomo sus piernas y arrastrándolo por el monte se fue recitando poemas de amor,
el camino a su sepulcro de lágrimas lleno,
así esta tumba ahora esta orlada por perlas de Azur Cristal...

Shelomit (el pacifista)
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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OCHO EN EL CAMINO


Ese era el número de participantes en el gran viaje de sus vidas. Aunque todos conocían muchas grandes ciudades y localidades pequeñas, habían viajado al extranjero y ya peinaban canas (los que aún conservaban el pelo),  esta experiencia nueva y única suponía no solo un placer, sino un verdadero reto.

"A mi edad tengo varios achaques" —comentaban—, pero serían capaces de hacerlo, lograrían la concha de peregrino caminando las etapas prescritas para ello. Estaban seguros de que su deseo se cumpliría porque el afán que sentían por lograrlo daba alas a sus cansados corazones.

Lo planearon muy bien. Cada uno se encargaría de una cosa pues sus capacidades eran diferentes y se complementaban perfectamente. Al antiguo militar se le encomendó la tarea de organizar las etapas. Era un experto en analizar planos y minimizar los riesgos que suponían —en este caso— las ampollas en los pies o las torceduras de tobillo y lesiones similares. Se lo tomó en serio y planteó un itinerario adecuado a las características de los peregrinos, sin excesos y que les permitiera disfrutar de su viaje.

Al arquitecto jubilado se le solicitó la búsqueda de albergues y casas rurales en las que dar reposo a sus exhaustos cuerpos al final de cada día. Como experto en edificación, eligió lugares emblemáticos y originales a lo largo de las etapas que el anterior había diseñado. Eran espléndidas construcciones regentadas por amables hosteleros que disfrutaban con las visitas de estos cansados viajeros.

El pintor se encargaría de ilustrar los paisajes y monumentos por los que discurría su camino. Además, sería el cronista oficial del grupo, pues era un excelente escritor que nunca se había dedicado a ello profesionalmente porque decía que "de eso no se puede vivir", pero mantenía el interés por el tema y disfrutaba con el cuaderno y los lápices.

El empresario jubilado tenía una labor muy concreta y en la que era especialista. Su tarea consistía en organizar las "comidas" que tendrían que hacer durante los días que durase su viaje. Era lo suyo y lo haría de maravilla. Conocía el tema perfectamente; todos los pequeños locales de comidas y los mejores restaurantes de la zona.

A pesar de los temores que el colesterol les producía, le recomendaron que siguiese su instinto y complementase las visitas a los restaurantes con un buen avituallamiento: chorizos, jamón, lacón y demás derivados porcinos puesto que, como iban a caminar mucho, "los quemarían en el trayecto".

Las respectivas mujeres estaban encantadas con esa distribución. A ellas se les dejaron "los trabajos menores": preparar un botiquín, encargarse de la documentación, alquilar un coche en el que transportar las pesadas mochilas, incluir un costurero sencillo en el equipaje, llevar los teléfonos móviles para las urgencias, etc. Por supuesto, se organizaron entre ellas y no olvidaron nada; es más, incluyeron artículos que a los hombres ni se les habrían ocurrido.

Disfrutaron muchísimo con la organización y, con todo preparado, iniciaron el viaje-peregrinaje.


Fue maravilloso. Gozaron en el camino como nunca en sus vidas. Descubrieron lo sencillo que puede ser sentirse feliz simplemente caminando por paisajes impresionantes, en buena compañía y con un objetivo común.

Por supuesto, hubo momentos malos porque sufrieron algunas heridas, ciertos días resultaron más duros y difíciles, se les estropeó el coche alquilado, hubo pequeñas trifulcas entre las parejas y cosas por el estilo, pero siempre acababan bien, reconciliándose y retomando su buen humor inicial.

Los mejores momentos se relacionaron con la comida. A media mañana, sentados al lado de un arroyo y comiéndose un "tentempié" contaban anécdotas de sus vidas pasadas, remontándose a la etapa en que habían sido novios, habían hecho la mili o habían tenido a sus hijos.

También se relajaban cuando llegaban al final de la etapa y elegían un lugar para "cenar". El empresario-jubilado les daba varias opciones en esa zona y votaban la que más les apetecía. Esas reuniones se convertían en largos períodos de charlas en las que se incluían los dueños del restaurante, los camareros y los vecinos de mesa que participaban encantados de las historias que se contaban. Se reían de todo y olvidaron los problemas que les preocupaban a diario. Comían y bebían con alegría (nunca se excedían demasiado) aunque acababan "empachados" porque "ya no estaban acostumbrados a comer tanto".

Les encantaba el compañerismo que establecían con otros caminantes y conocer a personas de todas partes del mundo que tenían el mismo objetivo que ellos. Aprendieron muchas cosas y compartieron sus experiencias con estos peregrinos a los que de otra manera nunca hubieran conocido. Les impactó especialmente una pareja de australianos que hacían el Camino de Santiago porque tenían que cumplir una promesa. Habían sufrido un terrible accidente de tráfico del que se recuperaron –aunque ella viajaba en silla de ruedas- y se sentían felices porque todos pensaban que no lo superarían tras permanecer en coma varios días. En esos momentos tan duros, decidieron peregrinar como ofrenda especial y, una vez repuestos, iniciaron el viaje. Aunque su ritmo era lento, no tenían ninguna prisa y sabían que alcanzarían su objetivo.

Esa situación vital les hizo pensar en sus propias vidas, en lo que consideraban limitaciones y se dieron cuenta de que no era para tanto. Ellos tenían años, estaban jubilados (o a punto de ello) y sufrían los achaques típicos de la edad pero, en comparación con aquéllos jóvenes, tenían capacidad para vivir de manera autónoma y, cuidándose, desarrollar una vida completa. Continuaban deseando conseguir abrazar al Apóstol pero se habían dado cuenta de que esta nueva sensación de paz podía considerarse el mejor de los regalos.

Llegaron a la Catedral tal como habían previsto. Cansados y felices. Se unieron a los miles de peregrinos que acudían a la misa y no pudieron evitar las lágrimas cuando recogieron el diploma acreditativo. Fue una ceremonia emocionante que colmó todas sus expectativas. ¡Lo habían conseguido!

Llegó el momento de la despedida. Curiosamente y, aunque tenían ganas de ver a sus hijos y nietos, estaban tristes. La experiencia vivida era muy fuerte y se les había grabado en el corazón. Nunca olvidarían el trayecto realizado porque les había cambiado su concepto de las necesidades diarias (se habían apañado con una pequeña cantidad de ropa), de su propia fuerza (habían caminado igual que muchos jóvenes a los que triplicaban la edad), su capacidad para resolver problemas (se habían arreglado sin el coche de apoyo cuando se estropeó) y descubierto que no tenían tan mermadas sus capacidades como pensaban antes de iniciar su VIAJE.

Manilara
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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I D.C.


Me preguntaba ¿Por qué conservo aún la vieja bañera? cuando la llenaba a base de calderos y lo que es peor, ¿Por qué no la había conectado a la toma de agua?, una vez sumergido en ella, me llegó la iluminación, en mitad del baño, sabía que si hacía lo que pensaba perdería su encanto. Cerré los ojos para relajarme, cuando todo empezó a temblar.

La tremenda sacudida hizo que volcara y que me diera de cabeza contra el suelo, perdiendo la conciencia; al despertar sentí frío y un fuerte dolor en las piernas, pero lo más preocupante era que estaba atrapado; afortunadamente la bañera había caído encima mía proporcionándome cobijo. La casa se había derrumbado entera, yo no veía nada, desorientado intenté moverla, pero era imposible, pesaba demasiado. Golpeé con fuerza y pedí ayuda; en vano me pasé media hora gritando. 

El frío se colaba por las hendiduras recordándome que estaba desnudo, tenía hambre y era incapaz de salir, entonces pensé en mover los trozos del techo que ahora eran mi suelo, con mucho esfuerzo y después de cortarme varias veces con fragmentos de las tejas logré zafarme. Todo estaba oscuro, no había iluminación ninguna, hasta que mis retinas no se adaptaron no fui capaz de avanzar.

Me quedé mirando absorto el montón de piedras que antes era mi pequeña casita de campo, pero el relente me devolvió a la realidad, estaba helado y tenía los labios morados, no en vano estábamos a finales de diciembre, vivía solo a las afueras de un pequeño pueblo, por lo que tendría que desplazarme, pero entonces me acordé de mi vehículo.

Para mi sorpresa el coche estaba intacto, me creí salvado, intenté abrir las puertas, pero estaban cerradas, obviamente no tenía las llaves y tampoco sabía como forzarlo, así que busqué una buena piedra. Primero rompí la ventanilla del copiloto, accioné la maniqueta para abrir la puerta, pero el coche sin la llave no funcionaba, entonces probé a colarme dentro pero me pinché en el brazo con unos cristales. La sangre seguía manando por mucho que me esforzara por taponar con mis dedos, el escozor se pasó rápidamente.

Furioso cogí una piedra más grande y la lancé contra el cristal del maletero, con mucho cuidado fui quitando los pequeños vidrios para no volver a cortarme y poder introducirme sin problemas.
Dentro encontré una bolsa con la ropa de deporte, estaba sucia pero era lo único que tenía, tumbé los sillones y accedí a la parte delantera, recordé que en la guantera tenía el móvil, de nuevo me volví a ilusionar, pero al encenderlo ví que no tenía cobertura ni siquiera para hacer una llamada a emergencias. Miré la hora, las cinco de la mañana del 25 de diciembre, ya era navidad, entonces me ví en mi gran todoterreno, con GPS, navegador y con mi teléfono 3G con conexión a Internet sentado en el asiento del copiloto sin saber que hacer. Me taponé la herida como buenamente pude. 

Decidí buscar ayuda, me encaminé hacía el pueblo, pero al dar los primeros pasos me extrañó no ver la torre de la iglesia, desde ese punto ya era visible, un mal presagio me asaltó y al llegar a lo alto de la loma lo confirmó, desde allí pude ver que todo estaba destruido e incluso se había abierto una gran grieta que lo recorría de este a oeste.

Aún así, pensé que la mejor opción sería inspeccionar por si encontraba algo o a alguien. Llegué a la abertura y me quede sorprendido, era muy profunda, no sabría determinar cuanto, dejé caer una piedra con la intención de averiguar su profundidad, pero no escuche sonido alguno, aunque tampoco hubiese sabido calcularla de haberlo escuchado; a su vez, era muy ancha, más de cinco metros, por lo que no me quedó más remedio que rodearla.

Finalmente llegué hasta los primeras escombros, de haberlo sabido no lo hubiera hecho, la hendidura se había tragado medio pueblo y la otra mitad estaba derruido, no había quedado ni una sola casa en pie, ni tan si quiera la pequeña ermita que había a la entrada; un escalofrío me recorrió la espalda al pensar en el sufrimiento que mis vecinos habrían padecido, no pude evitar llorar.

Me sentía muy mal, no sabía lo que había ocurrido, ni que alcance tendría aquella catástrofe pero el hambre era más poderoso, por lo que me puse a buscar alimentos, pensé en las huertas cercanas y en los árboles frutales; en principio parecían intactos. El segundo paso era encontrar agua. Me acerqué a la plaza mayor y ví una fuente, pero estaba seca.

Me senté exasperado sobre los restos del ayuntamiento. Saciado el hambre, mi mente se disparó, lo más probable es que Granada se haya visto afectada, no se si completa o parcialmente, es sabido que estamos en zona sísmica y los temblores son frecuentes y más últimamente con todo lo que está pasando, por lo que una vez que determinen los daños enviaran ayuda a las zonas afectadas, no creo que tarden mucho, amenos que los daños se hayan producido a nivel autonómico, pero no puede ser, los temblores deberían haberse repetido por todo el sur de la península al mismo tiempo y con la misma intensidad y eso sería imposible. Los primero rayos de luz hicieron que dejara de pensar.

    Lo mejor es que me deje de especulaciones y me dirija hacía la capital, seguro que allí obtendré más respuestas: tengo que trazar un plan, lo primero es conseguir avituallamiento, cerca hay un supermercado, intentaré rescatar algo. Apenas si se podía distinguir donde empezaba la tienda, a calculo comencé a quitar escombros no tardé mucho en tener las manos ensangrentadas; el dolor era insoportable, los dedos hinchados y la mano parecía un guante de béisbol, debía buscar algo para ayudarme a cavar; pero donde buscar, mirara donde mirara solamente veía restos de ladrillos y tejas.

De nuevo me sentí inútil, estaba sentado sobre unas vigas de madera, me creía incapaz de sobrevivir por mí mismo, me había acomodado tanto que apenas si trabaja con las manos, el esfuerzo más grande era coger las botellas de cinco litros de anticongelante para el coche, de nada servía tener unas manos pequeñas y bonitas cuando realmente tenías que sobrevivir. Entonces pensé en utilizar unas chapas de metacrilato y una viga para hacer palanca. Al cabo de las cinco horas comencé a vislumbrar parte de las estanterías del coqueto recinto. Estaban vacías pero el ansia por conseguir comida me daba unas fuerzas extras que me permitieron completar el agujero y poder colarme entre los frigorífico de los congelados.
Entonces me llevé el susto más grande de mi vida, fui a mover un módulo cuando me encontré con el cuerpo del dueño, tenía la cara desfigurada y amoratada, el cuerpo hecho un ocho y las piernas aprisionadas con las vigas de lo que antes era el techo de la tienda. El corazón me dio un vuelco y unas enormes ansias me hicieron vomitar. Intenté salir a toda velocidad con tan mala suerte que me golpee en la cabeza.

Me hice una pequeña brecha, pero no vacilé en mi retirada, necesitaba aire y la escalada de más de tres metros la cubrí en pocos segundos, al salir lo primero que hice fue tomar una buena bocanada de aire. La necesitaba, pero la imagen del cuerpo me volvió a la mente y de nuevamente me puse a vomitar, era muy líquido pues llevaba un día sin comer, pero yo me sentí vaciarme por completo.

Me quedé mirando al agujero, sabía que si quería conseguir algo tendría que pasar por delante del cadáver, pero mi mente me lo desaconsejaba, de nada valía haber visto tantos muertos por televisión, yo me creía preparado, me consideraba una persona con bastante aguante, basándome claro, en lo visto en la pequeña pantalla. Pero cuando la realidad te golpea... ves realmente tu fortaleza.

No tenía más remedio, bajé con mucho cuidado, no dejaba de mirar constantemente hacía el lugar para ver si podía anticipar algo con la mirada, pero no lo conseguí, hasta que de nuevo me topé con él, quise mirarlo fijamente para vencer mis impulsos, pero mi estómago no estaba de acuerdo, una nueva bocanada intentaba salir pero lo impedí cerrando la boca. Las lágrimas brotaban aceleradamente de mis ojos, me costó un gran esfuerzo pasar por encima de los restos sin pisarlos, pero cuando apoyé mi pierna derecha resbalé y con la izquierda golpeé al cadáver en la cabeza.

Me sentí morir en aquel momento, desde entonces cada vez que lo recuerdo no dejo de pedirle perdón, lo había profanado, me sentía realmente mal, lo peor fue cuando tuve que hacer ese itinerario como mi ruta habitual. En el segundo viaje, intenté coger el cuerpo y meterlo en uno de los congeladores, pero era imposible, por mucho que tiraba no conseguía moverlo, finalmente opté por taparlo con unas toallas. Conseguí unas cuantas latas de conservas y unos zumos, los subí a la superficie y bajé a por más, cuando regresé me percaté que faltaban latas.

En un primer momento me alegré, lo más probable es que las haya cogido otro superviviente, me puse a gritar con todas mis fuerzas, pero no encontré respuesta, quizás sea muy tímido o tal vez un niño, me escondí y aguardé un rato, no tardó mucho el tunante gato en volver a coger otra lata de atún. Desilusionado opté por guardar la comida en una caja. Poco a poco me fui aprovisionando de una buena despensa. Ya tendría suficiente alimento para un par de semanas, pero tendría que volver a buscar más bebida.

Sin percatarme de ello la noche cayó sobre mí, no tenía reloj, pero si estaba tremendamente cansado, la mejor opción era la de pernoctar en la tienda, acondicioné como pude un rincón, coloqué unas cajas de cartón y unos rollos de papel de cocina, estaba medio tumbado y medio sentado pero serviría; el último pensamiento que pasó por mi mente antes de dormir fue una pregunta, ¿Me estaba convirtiendo en un ladrón, o por ser el único superviviente todo me pertenecía?, no me dió tiempo ni a planteármelo, me miré las manos sonreí al ver los primeros callos y me quedé dormido.

Mimikito
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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#204
PREMONICIÓN


"Voy al cielo", musitó cansada desde la sillita con su lindísima voz. Su madre cambió el gesto. La fiebre le había subido a cuarenta grados y se dirigían a urgencias del hospital de una ciudad medio dormida. Su marido se percató e intentó tranquilizar a su esposa:
"¿Ves el cielo, cariño? ¡Qué bonito está! ¿Has visto qué bonitas se quedan las nubes cuando han descargado la lluvia?"
Sin quitar las manos del volante miró de reojo al asiento del copiloto y vio que a su mujer le corría una lágrima por la mejilla:
"No te preocupes. Es solo una fiebre alta. No es la primera vez, ya sabes."
Elisa no abrió la boca, se quitó distraídamente la lágrima y siguió con la mirada perdida. Detrás, la pequeña Laura, con sus dos años recién cumplidos luchaba contra sus párpados para mantenerlos abiertos.
Aparcaron el coche. Elisa y Laura siguieron a una enfermera mientras Carlos se dirigió a la sala de espera. "¡Maldita sea!" dijo para sí. "Tengo el móvil sin batería. ¡Precisamente ahora!" Intentó relajarse, fue a la máquina de café y sacó un chocolate caliente. Le ayudaría a entrar en calor y a matar el tiempo. "Lo que daría por un cigarrillo ..." pensó. Aunque hacía ya algunos años que lo había dejado, en algunas situaciones lo echaba en falta.
Casi una hora después salieron y Laura se abalanzó contra su padre.
"¿Cómo estás, princesa? Tienes mejor aspecto."
"Tiene placas. Tendrá que tomar antibiótico. Le ha bajado la fiebre a 38,5ºC". Elisa pronunció estas palabras maquinalmente como lo habría hecho un médico al final de su jornada. A Carlos le empezó a inquietar el estado de su mujer. Tenía ojeras y notaba que había vuelto a llorar. Hablaría con ella al llegar a casa.
Subieron al coche y emprendieron el viaje de vuelta. Laura cerró los ojos. Elisa los cerró también y Carlos, las manos aferradas al volante, no pudo esquivar la furgoneta que a cien kilómetros por hora se acababa de saltar el stop.

Jonaes
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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EL SUEÑO DE LA RAYA


Odio contar lo que he soñado porque todo siempre se pone muy confuso y me cuesta mucho explicarme, empiezo a gesticular demasiado y todo eso. Además, cuando alguien te cuenta lo que ha soñado, suele ser algo totalmente aburrido y que en el fondo sólo es preludio de espera para contar lo que has soñado tú. Así que no sé por qué, pero se lo estoy contando.

Estamos en una cafetería bastante alejados de la barra. Fuera hace el suficiente frío como para que aún no nos hallamos quitado los abrigos, a pesar de que ya tenemos un café delante. No me gusta cuando ella le echa tal cantidad de azúcar.

A lo mejor es porque me he quedado sin nada bueno que decir. O más bien que ella se ha quedado sin nada (nada) que decir y sus ojos, que son tan azules que cuesta creer que puedan sobrevivir al invierno, me están taladrando. A lo mejor es por eso que le cuento lo del sueño. Yo trato de no hablar mucho, por norma general.

-Pasaban cantidad de cosas. Creo que había asesinatos y de todo. Pasaba por lo menos un día entero. Es decir, empezaba de día y se hacía de noche... pero esta parte que cuento es de día y es la única que recuerdo claramente.
-Pero bueno ¿a quién habían matado? ¿Hacías de detective?

A esto me refería.

-No, no, de esa parte no recuerdo casi nada. Los asesinatos se encubrían, alguien fregaba el suelo y borraba pistas importantes. Pero la parte que recuerdo es que salía de una piscina, con mucho miedo y como "justo a tiempo". De pie, parado en el bordillo, empezaba a mirar la piscina, donde cada vez se veía con más claridad una mancha negra... era una raya.
-¿Un raya?
-Sí, me asustaba cantidad...
-Yo he soñado muchas veces con tiburones. De hecho, es que conozco muchas personas que han soñado con tiburones
-Bueno, son animales de la misma familia  -añado, un poco dudoso.

Ella mientras apoya la taza (ruido de porcelana) y asiente con la cabeza.

-¿Y qué más pasaba?
-¡En fin! Es una tontería, pero ya sabes cómo son los sueños muchas veces. La raya empezaba a recitar una especie de poema... sobre el hecho de ser un raya, como con orgullo.
-¿Y cómo es que la oías? ¿Sacaba la cabeza para hablar?
-No. –no lo había pensado- Simplemente podía oírla, sólo eso.

Ella se ríe, lo encuentra tremendamente divertido. En estos momentos me gustaría besarla, aunque sé que eso no solucionaría nada. Ojalá recordara el poema de la raya.

Stalker
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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UNA CUMBIA DESECHADA
                         

Nunca, en la existencia de los extraños sentidos, de los corazones compungidos, de los espejos respondones, sentí lo mismo. La primavera se hizo dueña del momento, no sentía el frio, ni el calor, ni la irascible brisa cargada de hojarasca y arenilla fecundadora.
-Y tu ¿a qué te dedicas?-preguntó
Sopesé contestar con la idiotez que apabulla o con la verdad que humilla. Elegí la humillante. Fingió desinterés con su cuerpo, pero yo, sin ser un especialista en lecturas corporales, percibí como sus ojos la traicionaban y tal y como apareció un buen día en mi vida, se quedó. Impetuosa, exigente y lacrimosa como la sombra de un sauce.
Subía los peldaños sin mover las caderas, nada que pudiera provocar el más mínimo síntoma de pasión. Dentro del local seguía sonando la música, allí los ojos no miraban, devoraban, las manos se movían tocando en el aire formas voluptuosas y fantasmagóricas, pero su expresión seguía imperturbable, así que nos sentamos en las sillas de mimbre y bailamos con la mirada y con las sonrisas estúpidas, nada más lejos de nosotros mismos, porque no evocábamos nada, sólo historia, la compartida, la no vivida, la deseada en los más profundos secretos de nuestras almas. Fue en ese momento cuando me dije:
-"O bien alguien le puso demasiados estrógenos a mis musas, o alguien le quitó la testosterona a sus duendes"
Los instrumentos siguieron sonando, me sonrió y se me vino a la cabeza la imagen de la dentadura postiza de Tata Ana, yo era un niño, pero recuerdo que era su bien más preciado. "Picajoso", el abuelo, se encontró con una segunda luna de miel cuando la vio con dientes. Sólo se la ponía los día de fiesta para ir a misa y cuando el abuelo traía los ánimos alterados. El día que la perdió era gris por el cielo y azul por el mar, y se lanzó a las aguas, le dio un arrebato de ansiedad, decía que veía colores saltarines como ranas venenosas de selvas profundas, según Paulino el practicante, eso le venía del sarampión galopante que sufrió el abuelo siendo mayor, me lo pegó a mí y a la abuela. Me salieron sarpullidos que mi madre odiaba y a los que combatía con jabón de azufre y, si hacía falta, con sal fuman.
Todas estas evocaciones no me las traía la cumbia de los tambores sordos y los ritmos acompasados y sensuales, venían de la tarde que se oscureció con las dudas. Ni ella ni yo concebíamos demasiadas esperanzas de ponerle luz a la noche, al menos una luz provocada por nosotros mismos. Volvieron a sonar los instrumentos y movió los ojos, supe que estaba bailando, quise acompañarla, pero sólo me salió, tras darle un sorbo al ron, mover la cabeza como un idiota.
Ninguno de los dos se desesperó por nuestras dolencias, el calor arañaba la espalda y un mullido susurro adormecía las piernas, sonrió de nuevo y la Tata Ana volvió a mi mente con su sensual y blanca dentadura nueva. Intenté comportarme como lo hubiera hecho "Picajoso" y desde la silla de mimbre, bailando aún con la cabeza, imité la forma fantasmagórica de tocar de los bailones, levanté la mano en un alarde de paso imposible, intenté acariciarle el rostro, pero la sonrisa se evaporó como el vapor de los volcanes indecisos, lenta pero firme, Tata Ana con ella y "Picajoso" con ambas. Recordé sus caderas en las escaleras y se me difuminó la intención. La cumbia estaba acabando y no vi otra oportunidad de acordarme de Tata Ana.
De vuelta a casa subió las escaleras con las caderas aún entablilladas y mi alma, que no yo, decidió quererla, nadie puede hacerme responsable de que nada sucediera después.
Con el tiempo volvimos al lugar, pero nada fue lo mismo, las luces, la noche, el aroma, todo diferente.
Nada es tan rompedor como una magia interrumpida, como unas caderas que no se mueven, como una sonrisa que ya no baila, como los ojos que no dicen nada y al final, la cumbia se desaprovechó, sonó constante y confiada durante varias vidas, pero como decía "Picajoso":
-"La cabra tira siempre al monte"
Y la vida continuó, cuando se desbrozó el páramo, una bofetada de soledad hizo aminorar mi marcha, lenta ya de por sí, a ritmo de cumbia desechada. Al fin, quizá ya tarde, un buen día movió las caderas y un chasquido de silencio hizo temblar el sitio. Tata Ana enseñó otra vez la dentadura y "Picajoso", como por arte de magia sobrenatural, resurgió de las cavernas del desasosiego y la miró, ella sabía lo que vendría después y mostró sus dientes nuevos en todo su esplendor. Respetuoso, aparté la vista de los sueños y los dirigí de nuevo a sus ojos. Decían cosas que yo imaginaba o imaginaba cosas que yo quería que dijeran, ¡maldita incertidumbre!
Apuñalé mi carencia de sabiduría y en un infantil ojeo, los vi retozar como si aun fueran jóvenes, como si estuvieran vivos y sentí la envidia del que no sabe y no entiende. "Picajoso" me miró y me hizo un guiño cómplice, lo hubiera escuchado hablar toda la noche, pero la luz deslumbradora de los dientes de Tata lo tenía subyugado.
El páramo, desierto ya, volvió a tocarme con violencia la cara, la cabeza, el alma. El sonido de los tambores tomó una cadencia lenta y pegajosa, las cuerdas se aflojaron tanto que el único recuerdo que tendré de esta cumbia es que se desaprovechó, como los nidos de las golondrinas, como las caderas que no se mueven, como la juventud con sus propios dientes, como mis deseos pensados y ¿quién sabe? Como los suyos no expresados.

Pedro Cuéllar Llanos
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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CÁNCER, UNO Y TRINO


No soy un creyente, ni siquiera un seguidor de los horóscopos, pero paso  muy  buenos ratos, contrastando, según qué medio periodístico, las diversas profecías a diario.

        Sé, que los que tenemos la desgracia de ser Cáncer, despertamos en la mayoría de los mortales, una mezcla de extrañeza y rechazo; la realidad es que no somos ningún bicho raro sino más bien, cómo los demás de casa de su padre y de su madre.

        Hoy, una vez más, me deleito, mientras desayuno, leyendo los horóscopos de tres medios distintos y cuando menos, resultan jocosas las diferencias y sorprendentes las predicciones que me hacen.

              En el AMOR, yo, soltero empedernido paso de un matrimonio fallido a tener una nueva relación, que debo aprovechar en el primer medio; en el segundo, me sugiere que no haga caso a los cantos de sirena y permanezca fiel a mi pareja; el último,creo más astuto,me recuerda que más vale malo conocido que bueno por conocer y por lo tanto mantenga la situación actual, sea la que sea.

   No menos estridente es la SALUD, para unos tengo una situación alarmante: colesterol alto,problemas de riñón y un sinfín de dolores que exigen de forma urgente cuidados;  otros me dicen que estoy excesivamente delgado y por último el tercero sin más preámbulos que me cuide, opción muy recomendable, sobretodo, cuando se tiene 62 años, mi caso.
   
         Chocante,al menos son los consejos en TRABAJO  dónde, sin solución de continuidad, paso de equipararme con un ejecutivo agresivo que tiene al alcance de la mano el éxito profesional; a tener que clarificar mi"estatus" en la empresa , pues tengo un enemigo que busca mi despido; la más juiciosa, para mi es la última que me aconseja que guarde los ahorros.

             Sonriente abandono la cafetería y voy meditando sobre lo leído y saco la conclusión que, gracias a estos ratos la vida es más llevadera.

            MAÑANA VOLVERÉ A LEER EL HORÓSCOPO.

Garibaldi
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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#208
ANTORCHAS EN ACCIÓN


Me habían encargado escribir un cuento para cierta clase en mis tiempos de estudiante. Desde hace tiempo quería explorar la temática de la inmolación. Y como en esa época tenía problemas con la policía alemana, fue relativamente sencillo tomar la decisión de emprender un viaje a Praga, para visitar el monumento que se hizo en la Plaza Wenceslao al joven Palach, quien en 1969 se prendió fuego en protesta contra la invasión soviética a su país, en ese entonces llamado Checoslovaquia, pero a partir de 1993 dividido en República Checa y Eslovaquia. Me confieso amante de la cultura checa, no así de la eslovaca. Esos son los caprichos que uno tiene, sobre todo desde el mundial de 2006, donde la República Checa lució una camiseta magistral, que me hiciera conocer la maquinaria de un tren en Brno un mes después de su primera venta al público.
   Mi cuento, el que usted tiene entre manos, tuvo un primer esquema relativamente sencillo. Jan Palach debía aparecer, desde la comodidad de su cama, unas horas antes de su famosa autoinmolación, mirando el techo de su cuarto, como cualquiera de nosotros, que nos entretenemos, en las mañanas de algún fin de semana perdido en la memoria, con la visión de figuras extraordinarias, como cuando nos recostamos en el pasto de cualquier día de verano a mirar las formas de las nubes, o como aquella vez que miré durante dos horas interminables el accionar de un tren en Brno, que me llevaba lejos de la policía checa.
   Y pensé que sería útil saber más sobre Jan Palach y su último día. Eso ya lo había pensado la primera vez que había estado en Praga, cuando por pura ironía buscaba información sobre Kafka para escribir un cuento que me habían encargado en la revista en la que trabajaba cuando vivía en mi tierra natal. En lugar de encontrar a Kafka, descubrí a un tal Mucha, pintor, cuya obra estaba expuesta en un edificio viejo cerca del reloj astronómico. Ese mismo día robé en una tienda de antigüedades un gorro del ejército soviético, que con el tiempo probó no solamente ser efectivo contra el frío de los crudos inviernos que debí pasar en mi estancia en el norte de Alemania, sino también en mis momentos de mayor necesidad estética. De alguna manera, ese gorro, que me recordaba a Mucha, que me recordaba a Kafka, que me recordaba a Palach, ponía en orden las ideas en mi cabeza al momento de escribir. Incluso ahora mismo lo uso, para poder escribir el cuento que se llama "Una muerte política llevada a sus últimas consecuencias mediante la purificación del fuego", donde narro el final de Palach, desde que despierta mirando las figuras en el techo de su cuarto hasta que muere, tres días después, en un hospital cercano a la plaza Wenceslao, donde conocí a una preciosa enfermera que al hablar me mostró las barreras del lenguaje.
   Para hacer más creíble el cuento, investigué todo lo que tuviera que ver con la muerte de Palach. Su vida, aunque parezca cruda la aseveración, no me importaba en lo más mínimo. El problema fue cuando me tuve que enfrentar a las enfermeras del sanatorio de la calle Legerově. Nunca he aprendido a hablar checo, y el inglés en ese hospital era realmente básico, por lo que decidí grabar lo que me dijeran al momento de pronunciar el nombre de Palach, con la esperanza de conocer algún día a alguien que pudiera ayudarme con la traducción. Una de las enfermeras, con esa belleza que caracteriza a las mujeres checas, me explicó con ligera paciencia todo lo que sabía de Palach. En la grabación yo sólo me oigo decir "sí" en checo cada vez que había un silencio que consideraba un tanto prolongado. Está por demás admitir que "sí" es la única palabra que conozco del idioma. La grabación, así como el gorro soviético que robé de la tienda de antigüedades, me recuerdan a mujeres como la enfermera que me explicó, sin tener idea de que yo no entendía, la muerte de Palach.
   Así que Palach, en mi cuento, está mirando, justo ahora, las figuras que se forman en el techo de su cuarto. Esto, por supuesto, es pura ficción. Desconozco si el techo del cuarto de Palach, el que realmente cobijó al suicida en sus últimos días aquel invierno de 1969, tendría la capacidad de hacerle imaginar figuras. Tal vez el techo estaba cubierto de mosaico, y de todos es sabido que el mosaico no te invita a ver figuras, sino más bien a pensar en el infinito. Cuando era niño, las teselas que formaban los mosaicos del baño en la casa de mis padres me ayudaron a entender el concepto de Dios. Era la época en que estaba a punto de hacer mi confirmación, y mis pensamientos estaban turbios como agua de olas con la lectura de pasajes bíblicos comentados en el catecismo. Ahora he olvidado la mayor parte de esa vida infantil. Prefiero escribir poesía y robar lo que me gusta. Como la camiseta de la República Checa en el mundial de Alemania.
   Pero también mirar el techo de mi cuarto por las mañanas me hacía pensar en diversos asuntos. Recuerdo que esta mañana, mientras miraba el techo, pensé en escribir un poema referente a Palach, que pudiera retratar lo más fielmente que se pudiera el dolor físico y el estado emocional en que se encontraba cuando estaba ardiendo. Desgraciadamente, no escribí el poema. Algunos versos que aún recuerdo son:
La antorcha es fuego
y ceniza
y a veces quemaduras de tercer grado
Ablación no es ablución
es ardor en la vejiga
que deja de exudar
El profeta me ha dicho
bautiza con fuego
La antorcha es agonía de tres días
a veces menos
   No sólo hice investigación de campo. La información del hospital, que aún no logro descifrar, tiene su contraparte en los documentos que logré recabar sobre la muerte de Palach. Mi objetivo es comprender, si esto es posible, el porqué de la autoinmolación, las razones psicológicas que lo llevaron a este acto, las ideas que detonaron la protesta mediante el fuego. Así descubrí que Palach había sido el primero, pero no el único que hizo esto. Un mes después, en el mismo sitio, otro estudiante, llamado Jan Zajíc, también se prendió fuego. Y después vinieron otros a prenderse fuego, si no allí, en cualquier otra plaza, como el señor Evžen Plocek en la placita que estaba a unos pasos de su casa en Jihlava. En esta plaza usé por primera vez mi camiseta de la República Checa, dejando atrás los recuerdos del escape en el tren de Brno.
   Mi investigación me llevó a la conclusión de que debía cambiar por completo mi cuento. Me pareció más emocionante la figura de Zdenek Adamec que la del propio Palach. Cuando leí que Adamec había escrito en internet su nota suicida-manifiesto, horas antes de prenderse fuego en la plaza Wenceslao el 6 de marzo de 2003, supe de inmediato que debía partir nuevamente a Praga, para llevar a cabo las pesquisas que me permitieran conocer más sobre esta nueva información. En el viaje de vuelta, escuché siete veces, dejándome llevar por la melodía de la voz, la grabación de la hermosa enfermera, a quien debí haber invitado a salir en aquella ocasión.
   Al pasar por tercera vez frente al monumento que los checos habían instalado para recordar los "heroicos" actos de Palach y Zajíc contra la injusticia de los soviéticos, pensé que tal vez algún loco, en un día apacible en la plaza Wenceslao, como los demás, decidiera que era hora de prenderse fuego. La sola idea de ser testigo presencial me entusiasmó, a tal grado de que tuve que entrar a una tienda de discos a robar el último álbum de un grupo desconocido. Justo ahora, que escribo las líneas de este cuento, llamado "Muchas muertes pasadas por fuego", el que usted tiene entre manos, estoy escuchando la música de ese grupo desconocido. Pocas veces un disco robado al azar me ha gustado tanto como este Hyje!, del grupo Traband. Lo mismo pienso de la obra de Mucha, que conocí al azar en un museo de Praga, y cuyo cartel de Hamlet para el Théâtre de la Renaissance cuelga en la pared de mi cuarto, cerca del techo, que miro cuando compongo poesía.
   Mi vida en el norte de Alemania fue poco placentera. Al cuarto mes de mi estancia, fui acusado de allanamiento de morada, y se me quitó la visa de estudiante. Afortunadamente, los abogados de la embajada supieron llevar la situación a buen término. Procuré olvidar este episodio tan embarazoso lo antes posible, y para esto partí a Praga con poco equipaje. Cuando uso mi gorro soviético para escribir, por más que quiera concentrarme en el cuento que estoy escribiendo sobre todas las autoinmolaciones de la plaza Wenceslao, no dejo de pensar en la cara del juez alemán que realmente me creía culpable de haber entrado en una casa de la calle Töpferstraße el 28 de noviembre de 2005.
   Las noticias sueltas que encontré en periódicos ingleses y alemanes sobre el suicidio de Zdenec Adamec concuerdan en la jovialidad del muchacho, incluso en el momento de su muerte. Se cuenta que llegó temprano ese día. Por la plaza pasaban apurados los oficinistas y los niños madrugadores que se dirigían a sus escuelas. Adamec se paró sobre el monumento a Palach, se roció petróleo, encendió un cerillo y lo colocó en su cabeza, como apóstol en Pentecostés. Una vez prendido, corrió en todas direcciones, aullando y riendo, mientras los oficinistas y los niños lo miraban horrorizados. Incluso hasta intentó dar unos saltos mortales de espaldas en la rampa del Museo Nacional. Dicen que era muy elástico y que los saltos mortales se le daban. La imagen, sin tener relación, me recuerda los cuadros de Mucha.

   El Museo Nacional tuvo que cerrar sus puertas ante la ola de suicidios que se desencadenaron después de que Zdenek Adamec se prendiera fuego. La primera vez que visité Praga, tras los pasos de Kafka, quise entrar al museo. En ese entonces desconocía por completo las autoinmolaciones que se habían efectuado en ese lugar. También era ignorante de mis impulsos posteriores a escribir un cuento cuyo tema serían las autoinmolaciones, desde Palach hasta Novotný. Éste último, estudiante de 19 años, como casi todos, homónimo de un famoso narcotraficante, Václav Novotný, provocó que las autoridades tomaran cartas en el asunto y cerraran por un periodo indefinido la entrada al Museo Nacional. Viéndolo a la distancia, si hubiera estado abierto el Museo Nacional, mi cuento tendría otro nombre. Tal vez "Peripecias en el Museo Nacional de Praga", o "Tras los pasos de Kafka". Y tal vez no hubiera tenido que conocer la maquinaria en movimiento de un tren que partió de Brno.
   Entre Adamec, muerto en marzo de 2003, y Novotný, que pereció en agosto de 2005, prácticamente cada semana se prendía fuego algún joven checo en el mismo lugar, en las mismas circunstancias. Las causas de las autoinmolaciones multitudinarias eran imprecisas. Se cree que todos pertenecían a un grupo secreto anarquista, llamado "los oscuros" ("darkerství"). O al menos esa pista aparece en la nota suicida-manifiesto que Adamec escribió en internet con el pseudónimo "Sataník" unas horas antes de su acto en la plaza Wenceslao. Esta información me pareció trascendente, por lo que decidí escribir el cuento que ahora usted tiene entre manos. De ahí el título "Los oscuros satánicos se purifican con fuego".
   Desayuné unas salchichas vienesas y tomé un café cargado en un pequeño restaurante de la calle Opletalova, cerca del Museo Nacional. Pensé que tal vez ése sería mi último alimento. Había tomado la decisión de que, si quería escribir un cuento verídico sobre las autoinmolaciones en la plaza Wenceslao, debía prenderme fuego yo mismo. Nunca me ha interesado el cigarro, pero no me fue difícil hacerme de unos cerillos, que un fumador de la mesa de al lado había descuidado en su lectura matutina del periódico. Lo difícil, ese día, iba a ser conseguir el petróleo. Pensé que sería imposible, dado que no conozco el idioma, pedir a alguien un poco de petróleo. Tal vez, me dije, el alcohol que venden en las farmacias sea tan flamable como el petróleo. Si tan sólo, me dije, hubiera conservado el galón de petróleo que encontré en una casa en la calle Töpferstraße cuando era estudiante en Alemania.
   En esa telaraña de nombres y apellidos estaba pensando, así como en las teselas del mosaico en el baño de mis padres, cuando paseaba esa mañana, con mi camiseta de la República Checa, una caja de cerillos y cinco botellas de alcohol etílico de 96°, por la plaza Wenceslao. La idea era prenderme fuego para poder tener bases científicas con las cuales sustentaría mi cuento. Usted seguramente ya intuyó que me propongo escribir un cuento naturalista. El olor del alcohol de 96° siempre me ha gustado, y logro percibirlo a metros de distancia. Tal vez por eso me extrañó el olor diferente, más dulce, más suave, de este alcohol checo cuando lo vertí sobre mi cabeza. Seguramente, pensé, la destilación es diferente en esta parte del mundo. O tal vez había robado cualquier otro líquido. Tal vez, pensé, es el aguarrás que utilizaba Mucha para pintar sus cuadros.
   A Palach, desde los setenta, y ya con Zdenec Adamec y sus "darkerství", se fue creando la leyenda de las antorchas vivientes en acción. Fueron tan populares que comenzaron a circular videos caseros de todas partes del mundo, en donde podían apreciarse auto-inmolaciones de todo tipo. Recuerdo, por ejemplo, al filipino que se prendió fuego mientras bajaba en caída libre desde una avioneta. O el ruso que lo hizo en zancos en una arboleda, me parece que de manzanos. La cantidad de videos caseros que vi me hicieron pensar en el título del cuento que ahora usted tiene entre manos: "Autoinmolaciones en el mundo".
   Mi problema con el gorro soviético es que fue confeccionado para usarse en el agreste clima de las estepas rusas. Ahora mismo, mientras escribo este cuento, tengo una comezón incontrolable en la cabeza. Pero temo quitarme el gorro, porque conozco las concecuencias. La última vez que lo hice, estaba escribiendo un ensayo sobre Kafka, una novela sobre cleptomanía y una obra de teatro sobre un capitán llamado Pedro. Los tres proyectos terminaron, de forma desastrosa, convirtiéndose en un poema. Poco después, sin esperanzas, eché al fuego el poema. De esta manera, pensé, glorificaría las muertes de Palach, de Zajíc, de Adamec, de Novotný y de Wenceslao, santo patrono de la República Checa, que murió quemado frente a una iglesia, a manos de su hermano.

Konec
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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LA ÚLTIMA CENA


En vísperas de navidad de un año ya olvidado, se encontraban en una mesa de gran extensión, una familia católica y capitalista  sin ninguna conciencia social la cual estaba conformada por: una educadora, profundamente católica con valores y moral muy avanzada (de  todas formas gozaba del sexo anal  y una que otra orgía las cuales mantenía totalmente oculta), un padre estricto apegado a la fe cristiana , él cual se desempeñaba como director de un colegio católico, sus hijos eran un banquero, joven de gran fama  que engordaba al ritmo  del interés de su banco, y otro el cual podía vender abrigos de piel en el caribe. Otra familia era la compuesta por un padre estricto que imponía a su hija un comportamiento acorde a una monja (lo que él no sabía era que su hija hacia todo lo que quería hasta lo que su padre no se imaginaba que existía ), estaba su novio uniformado famoso por perseguir siempre lo mismo y nunca atrapar nada y por ultimo su esposa la cual trabajaba mucho y que  tenía oculta  la aspiración de un día descansar y ser atendida como reina, finalmente una familia que tenía a la cabeza un político liberal  de buen vivir , de miedo a los homosexuales (como el que tienen los niños por la historia del viejo del saco), pero de amor por el bien social (a través de las cifras macro económicas obviamente), su mujer estructurada  al estilo de la edad media, pero con la ambición de George  Bush, Hugo Chávez, Hitler, Pinochet, Sebastián Piñera y otros tiranos, esta familia tenia tres hijos, él mayor pecador de ocio y de lujuria y poseedor de un encanto para alejar a la gente, el segundogénito al cual su ambición y avaricia superaban en magnitudes inimaginables su talento y él más pequeño que gozaba del pecado del gordo (o sea la gula)  y por ultimo en esta interesante mesa se encontraba la matriarca de la familia, que era sorda y ya parecía estar embalsamada gracias a su avanzada edad. Nos encontramos  ante esté cuadro de heterogéneos personajes y antes de la comida  se comienza a dar una situación  anticuada y que finalmente lo único que logra es acrecentar el hambre y deprimir el ánimo, se deben imaginar ante que situación nos encontramos, obviamente ante la oración de gracias (Dios debe darse cuenta lo felices que somos al comer y si Dios es amor  sería más amado si nos dejara comer en paz). Cada familia debía mandar un representante para que realizare una oración de gracias, el primero en dar su oración ante la concurrida cena fue la madre de la familia católica que se dirigió a nuestro Dios en los siguientes términos: "Amado Dios, tú que me provees de todo y haz logrado hacer de mi familia una de la más grandes y hermosas por favor haz que quienes hoy nos acompañan obtengan lo mismo que nosotros, pero ten en cuenta que nosotros pedimos esto y por ser tan buenos nos des el doble de lo que a ellos darás", amen dijeron todos en coro, luego le toco al padre estricto que nunca dejaba hablar a nadie de su familia excepto a él  y este se dirigió en los siguientes términos, "O señor proteged a todos los cuales hoy cenan y cortad las manos a todos los que buscan la fornicación  fuera de matrimonio" amen dijeron todos y se persignaron a la vez, por ultimo le toco a la  familia del político, en la cual era costumbre que el segundogénito  diera su discurso gracias a su verborrea y cantinfleo habitual, pero esta vez el padre de familia decidió que su primogénito diera las gracias a nuestro señor, el padre dijo " esta vez será mi hijo mayor quien se dirigirá a nuestro señor, a parte nunca hace nada, todo esto en tono severo , esta bien dijo este y poniendo sus manos en posición  de suplica se refirió a nuestro señor todo poderoso en los siguientes términos: "¡ O señor todo poderoso, creador del cielo y de la tierra, gracias por azotar con tu furia nuestro país ya sea a través de terremotos o maremotos y por destruir otros países, ya sea con huracanes o mandando sequías extensas, logrando destruir familias, produciendo hambrunas y creando más familias pobres con la gentil ayuda de los bancos y un estado ladrón, cuando vas a poner tu reino en la tierra, así como en el cielo,  ese eslogan se parece al de 1989  realizado por el "no" –la alegría ya viene – creo que era , gracias por hacer a los ricos más ricos y egoístas y a los pobres mas pobres y resentidos e inseguros , gracias por permitir con tu poder  de estar en todos lados violaciones de niños (quizás seas amante de los niños  o sea pedofilico ). Dios ya que si estas en todos lados y vez esto, debe gustarte si no haces nada por impedirlo,  también asesinatos de mujeres y guerras sin sentido, gracias por hacer que algunos se sientan culpables, de por vida, de errores pasados y que hoy los atormentan al criar a sus hijos, gracias por darnos personas sumisas a quienes esclavizar en bancos y otros trabajos, gracias por lograr que el lujo haga a la gente creerse personas que no son y nunca llegaran a serlo aunque tengan mucho dinero y gracias por darnos esta comida y este abrigo lujoso que nunca podrá disfrutar mas del 30% de la población mundial, también te agradezco por crear este día en la cual la gente pobre debe gastar lo que no tiene para no sentirse tan miserable e inferiores y no te doy más gracias ya que quizás todo sea culpa nuestra y esta oración no es nada más que una especie de  morfina para sobrellevar la vida y creer que después de nuestra muerte tendremos una segunda oportunidad, pero si te voy a pedir algo, cuando se te ocurra hacer un universo nuevo en siete días no descanses el ultimo día,  ni cuando lo hagas utilices alguna droga cósmica que altere tus sentidos porque este mundo te quedo como el culo.
Al terminar sus palabras  el silencio lleno el salón y el único amén que se sintió fue de quien dio la oración, este  levanto la cabeza y vio que todos lo miraban con furia  y se paraban acompañados de una gran mueca de desaprobación por su palabras y mucho de ellos dirigieron sus más acaloradas  palabras de desaprobación, por ejemplo: la familia de fé lo llamó blasfemo ojala Dios te mande al infierno y luego se retiraron, el padre estricto se paro y se fue sin decir nada  luego la familia del político se levanto de sus asientos  y el padre le dijo, te desheredo , su madre dijo con lagrimas en los ojos " tú no eres mi hijo, yo no te crié así",el segundogénito dijo ¡cagaste! , ahora toda la plata, la casa y los autos son míos y el gordo le dijo: comamos ya que estamos acá, yo sabía que tu capacidad de alejar a la gente alguna vez me serviría,  y  de esta forma siguió esa hermosa noche con ambos hermanos cenando en silencio junto a su abuela, la cual por su estado senil no se había dado cuenta de lo que paso, el gordo disfrutando de esa fértil mesa  y el hablador que se decía en su cabeza "este día no debí haberme levantado".

Shespi
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente