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II Concurso de relatos Fórum Montefrío

Iniciado por Parlamento, Marzo 10, 2010, 17:13:53 PM

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Eventos Vinculados

Parlamento

HELEN Y BRYCE ECHENIQUE


La presente narración la viví en la Universidad Sorbona, en Francia. Muy cerca a lugares exóticos como parques, teatros y cafeterías. Recuerdo que muchas veces iba a las cafeterías no a tomar una sino dos tazas de café, como usualmente lo hacía, sino porque allí se reunían  muchos artistas, entre los cuales pude observar a Bryce Echenique, aquel que era mi profesor de biografía analítica en la universidad.
Tuve la inmensa suerte y el destino de mi parte encontrarlo siempre allí, ya que así me era más fácil tratar de investigarlo y de tomar apuntes, para la tarea que debía realizar.
Grande fue mi sorpresa y mayor aun mi tristeza al ver a Helen en aquel lugar.
Helen, era una chica que tenía los ojos color ceniza, labios color carmín y figura de mariposa. La había observado muchas veces. Sin duda alguna, era una muchacha  muy simpática, pero las necesidades de mi vida, hicieron que la vea como una chica más. Estaba más empeñado en terminar mis anotaciones y resúmenes para el trabajo de análisis biográfico de la vida de Bryce Echenique que en poder salir y conversar con alguna chica. No tenía mucho tiempo para eso. Aquel trabajo era el más importante para mí. Era terminar de la mejor manera ese trabajo. Era el pasaje hacia la consagración como escritor. Tal como lo dijo Bryce Echenique; maestro en  la universidad a quien debía presentarle el trabajo mencionado; "aquel de ustedes que consiga llegar a describir con mayor acercamiento mi vida, no sólo está aprobado sino  que además, si es que logra acercarse mejor al análisis de mi vida será invitado a mi hospedaje este sábado y compartirá conmigo un almuerzo".

Nos supe que hacer por unos instantes, no quería que nada ni nadie impidiera que logre hacer el mejor trabajo. Pensé rápido. Decidí  hacer algo al respecto, ya que si aquella chica simpática pero a la vez mi mayor competidora por conseguir el tan ansiado sueño de lograr conocer más a Bryce, lograba acercarse a él estaba perdido. Nadie podía ganarme esta vez. Ya me había pasado lo mismo con Ernesto cardenal.
Hace dos años. Cuando estaba en el 5° ciclo, recuerdo  que Ernesto realizo un concurso interno para ver quien lograba acercarse más no a su poesía sino a  la poesía de Walt Whitman, ósea a una poesía universal como él lo decía, "más que ser un poeta, hay que ser una persona con sentimientos universales", nos repetía siempre.
Aquella vez quede en segundo lugar, no porque mi poema no fuera el mejor. Para Ernesto si lo era pero para los demás el poema del brasileño era mejor que el mío.
Recuerdo bien que Ernesto me dijo: "muchacho tu poema es bueno, me gusta mucho, pero no es que me guste a mí sino a los demás". Allí radica la belleza de la poesía, en saber que no sólo nos gusta a nosotros sino a los demás. Diciéndome esto termino.
Pasaron dos años desde aquel episodio infortuito y ahora la historia parecía no serme indiferente.
Casualidades de la vida, Helen era brasileña. Y escribía muy bien. Pude notarlo en algunas anotaciones que hacía. Era un achica muy empeñosa. Pero pensé que al ser este un trabajo de investigación muy diferente a otros, podría tener mayor ventaja frente a los demás.
Estaba muy equivocado. No podía perder un segundo más. Era ahora o nunca.
Me acerque a la mesa donde se encontraba Helen.
Sentí que mi corazón latía muy fuerte. Estaba lleno de emociones encontradas. Me tranquilicé antes de saludarla. Pensé en mi vida y Bryce, y en las palabras de Ernesto.
-   ¡Hola Helen!  ¿cómo estás? – susurré con un tono de voz muy calmado, que me sorprendió mucho.
-    ¡Hola Lito! ¿Cómo estás? – me dijo, mirándome con sus ojos sonrientes.
-   Bien, bien. Qué casualidad encontrarte por aquí. Si no te molesta voy a pedir  tres copas de vino – dije sin dudarlo.
-   ¿Tres copas de vino? – pero y ¿va a venir alguien? – me dijo muy sorprendida.
-   ¡No! No va a venir nadie – replique.
-   ¿Entonces? – dijo ella.
-   Es un secreto de familia. Siempre se pone una copa más en la mesa cada vez que haya más de una persona. Es algo que siempre funciona para tus propósitos. Le dije, mirándole a los ojos.
-   ¿y cuál es tu propósito? – dijo. Notándosele muy interesada  en mi relato.
-   Mi propósito y el mayor de todos es besarte. Le dije, pensando que se ruborizaría y así pronto se iría de aquel lugar y me dejaría por fin solo.
-   ¿Así que quieres besarme? Uhm........ pues creo que deberías hacer más que eso para conseguirlo. Me dijo. Desconcertándome aún más, ya que pensé que se iba  marchar.
Por unos segundos me quede pensando. Sin darme cuenta sentí algo húmedo en mis labios. Pronto vi que era Helen la que estaba besándome.
-   Tienes una linda mirada, me dijo.
Pude comprender al instante que en los momentos en que estuve pensando, la estaba mirando involuntariamente a los ojos.
Sin duda alguna fue aquello, lo que la motivo a hacer lo que hizo.
Ahora no sabía qué hacer. Creía que diciéndole que quería besarla se iría y muy por el contrario se acerco más a mí. Me tomo de los brazos y me dijo que yo le gustaba desde siempre.
Me dijo también que era un escritor muy bueno, que esta vez sí conseguiría ganar la cita con Bryce Echenique.
Ánimos Lito, sé que tu lo vas a lograr me dijo, con una sonrisa muy bella y unos ojos que reflejaban la iluminación de las velas de nuestra mesa.
Me quede confundido por unos instantes. Era mi competidora. Mejor dicho era ahora mi enamorada. Al parecer eso era desde ya. Recuerdo que nos besamos y luego nos fuimos a escribir al parque.
A los dos diez después de estar con Helen, ella vino muy triste y me dijo lo siguiente:
-   ¡No sabes lo que ha pasado Lito! ¡Estoy tan triste! Mi madre me acaba de llamar esta mañana comunicándome que mi padre ha fallecido. Tengo que ir Lito, pero si voy no creo que pueda regresar. Te quiero mucho y no sé qué hacer.
-   ¡Calma mi vida! ¡Ánimos!. Verás que todo va a estar bien. Te quiero mucho y voy a estar siempre contigo – le respondí.
-   Entonces ¿te vienes conmigo? – me dijo, soltando una sonrisa en medio de tantas lagrimas.
-   No lo sé mi vida. Sabes que tengo que presentar el trabajo. He trabajado tanto para ello. ¿tú me entiendes verdad? – le dije, sintiéndome muy mal por las palabras que le decía a Helen.
-   Entonces todo se acaba aquí. Allá en Brasil seguiré con mi vida literaria. ¿No te lo dije verdad? Mi familia tiene una editorial muy reconocida. Así que ¡adiós! – me dijo estas palabras y llorando se fue.
Recuerdo que todo pasó muy pronto. A veces prefiero olvidar a Helen y  Bryce por unos momentos. Ambos me traen muchos recuerdos. Y recuerdos muy tristes y me que me hacen llorar hasta el día de hoy. Llorar como lo hizo Helen cuando no me fui con ella.
Son las tres de la mañana y yo me encuentro aquí escribiendo esta historia.
Diez  años después, todo  quedará para la anécdota. No pude ganar el almuerzo con Bryce aquella vez. Pero al menos me consuela escribir esta historia. Son las tres de la mañana y leo en una página de internet de un diario español una entrevista que le han hecho a Bryce. Leo también, dos páginas más adelante,  que hay una gran reseña a una mujer llamada Helen Maturana y a su gran éxito con su editorial.
Casualidades o no de la vida todo ello me trajo el recuerdo de Helen y Bryce; y ahora años más tarde, como no. Estoy de vuelta en un concurso literario.

Marshall Gorky
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

Parlamento

EL HUECO DE MI ESCALERA


Tengo el mundo a mis pies. Lo observo por el hueco de la escalera desde la última planta, el sexto piso, la cúspide, el final, donde llegan muy pocos, donde yo he conseguido llegar para tener una visión clara de las cosas. Me gustaría decir que es una escalera de caracol, como en las películas, el hueco sería entonces un círculo con una barandilla en espiral, como un remolino en aguas turbulentas, un remolino que absorbe o expulsa personas según bajan o suben. Pero no es así, no es una escalera de caracol, el hueco de la escalera por el que observo el mundo es cuadrado, de una barandilla tubular y metálica, impersonal, fría, distante, con ángulos rectos que evitan deslizarse abajo y arriba sin parar, siempre se retiran las manos de esas esquinas, no tienen la continuidad del círculo, de la espiral.
Paso días y noches asomado al brocal del pozo que es esta escalera, mi escalera, observando, soñando, esperando, distraído, aburrido, pensando, brazos que ascienden, que descienden, alguien pegado al pasamanos, alguna cabeza sin pelo, el lateral de un cuerpo en un vestido de mujer, ropa con mangas, sin mangas, de colores que ni siquiera sabría definir; permanezco atento, escuchando algunas voces, palabras sueltas, escuchando murmullos, silencios, incluso algún llanto. Paso desapercibido, pocos miran arriba y advierten mi presencia, soy como un búho anónimo apostado en lo alto de un roble del bosque, viendo pasar la vida sin ser visto.
Intento discernir entre unos y otros, comprenderlos, conocerlos, el tiempo me ha enseñado a reconocer y apreciar los pequeños detalles, analizo a las personas por su modo de subir, de bajar, por sus ropas, por su pelo, por sus voces, me gusta conocer a quien hace este camino simplemente observando desde lo alto.
Esta mañana subía una pareja de no enamorados, ella subía detrás de él, sin ningún interés en caminar a su lado, ni de él en caminar con ella, se diría que están juntos porque no encontraron su verdadero amor, porque no supieron esperar;  ambos llevan una alianza que les quema. Se cruzan con una madre en la segunda planta, preocupada, baja rápido, apoyándose, busca un teléfono y consuelo de alguien, si subiera hasta aquí yo mismo la ayudaría y hablaría con ella.
Algunos se saludan fríamente al cruzarse, otros ni se miran, unos pocos se abrazan, algunos se besan, todo el mundo debería abrazarse, al menos así lo percibo desde aquí. Deberíamos ser más cariñosos, deberíamos irradiar alegría a los demás, sin mentiras, con sinceridad, deberíamos dar lo que nos gustaría recibir.
Un niño baja corriendo, canturreando un idioma ajeno, saltando escalones de dos en dos, de tres en tres, apenas acaricia el tubo metálico que debería asegurar su bajada, apenas le importa, baja feliz, quiere salir fuera a jugar o a comprar golosinas. Un día de estos voy a encargar que me compren golosinas para guardarlas y dárselas a algún niño que suba por aquí. O mejor aún, se me ocurre ahora, compraré un saco de caramelos y cualquier día los lanzaré por el hueco de la escalera, como los reyes magos que veía de pequeño recorriendo la ciudad,  repartiendo ilusión y caramelos en igual proporción.
Todos los días veo un brazo oculto bajo un traje, esposado a un reloj caro, un brazo que pierdo en la tercera planta, siempre he dicho que es alguien importante, aunque no para mí. De verlo a diario le conozco casi como al de mantenimiento, todo el día utilizando mis escaleras –bueno a este le conozco personalmente-, todo el día haciendo escalones, arriba y abajo, con su cinturón de herramientas –chulísimo por cierto-, con su bolígrafo y su lapicero en el bolsillo,  siempre preocupado porque todo funcione correctamente.
Todos los días veo también subir a mi amor, la conozco solo con ver su brazo, da igual que lo lleve vestido o no, conozco su brazo desnudo y conozco su brazo con cualquier ropa que lleve puesta. Muchas veces se asoma y me lanza un beso que sube flotando como pompa de jabón que yo exploto con mis labios besando. Es una mujer increíble, un poco loca, ¿Quién no lo está?, le gusta jugar, le gusta amar y es amable, tiene miel en los ojos y seda en el pelo.
En el fondo del pozo tengo un amigo también, lleva uniforme azul y de vez en cuando se asoma mirando hacia arriba, me saluda con la mano y desaparece. Al principio cuando se asomaba no me saludaba, pero un día yo le hice un gesto con la mano –me gusta hacer amigos-, y él me devolvió el saludo, desde entonces siempre lo hacemos, es un buen amigo aunque no hablamos por la distancia que nos separa.
Algunos días veo también subir un brazo enfundado en una túnica negra, de manga ancha, sube casi levitando, se diría que no utiliza los escalones, sus dedos huesudos, una hoja metálica y afilada por encima de su cabeza enfundada en capucha, nunca mira arriba, siempre se desplaza rápido y con decisión, perdiéndose en una planta o en otra. Tampoco nunca llegó aquí, jamás vino a esta altura desde la que observo el mundo –al menos yo no le vi-, no le conozco por tanto y seguro que no tiene amigos ni conocidos aquí arriba.
Esto veo desde mi atalaya, desde la sexta planta de un lugar en el que me siento bien, donde están mis amigos, mis enemigos, mis conocidos y desconocidos, mi mundo, mi amor, mis recuerdos, mi olvido. Esto veo por el hueco de la escalera del hospital psiquiátrico de La Esperanza, mi cuadrado pozo de escaleras de barandilla metálica.

Cuentaestrellas
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

Parlamento

VÍCTIMA Y ASESINO


Lautaro, más alma en pena que ser de mente y vida. Lautaro, muchacho sin brillo alguno en sus ojos reposados sobre motas moradas. Lautaro, cuerpo resignado al olvido. Lautaro, víctima del desamor.
Mira a través de la ventana, indiferencia reflejada, envidia escondida. Y los ve besarse y no dice nada, pero lo piensa.
Ella se sienta sobre su regazo y le lee una revista.
Lautaro anhela. Lautaro siente.
Y lo ve a él mirarla con suavidad. Y el rostro de su Mariana aparece delante de él. Lautaro no dice nada, ignora.
Lo ve a él acariciarle la cabellera, y recuerda el dulce perfume que emanaba su Mariana.
Él le cierra la revista, pero ella no se enoja, no se altera: le sonríe. Y la luz de su Mariana lo ilumina otra vez.
   Los ojos de Lautaro no expresan nada, pero su corazón late fuerte. Muy fuerte. Y sólo Lautaro lo siente.
   Ellos se besan y los labios de Mariana acarician los suyos con delicada ternura. Amor.
Lautaro, cadáver viviente e invisible, repite esa palabra en su mente inútil. Una vez. Y otra más. Amor, amor, amor...
   Lautaro sigue observando, pero ya no soporta. Se va.
   Y la feliz pareja es sorprendida por un loco con apariencia de autista, que los mira y no dice nada. ¿Es un fantasma?
   Ella es apartada de una bofetada de su regazo y él es interceptado por dos manos temblorosas que se cierran en torno a su garganta y lo asfixian, lo asfixian, lo asfixian...
   Y ella se cuelga sobre el asesino ausente y lo araña, lo golpea, lo muerde. Pero el asesino no dice nada. No la siente. Continúa matando. Y él muere.
   Los vecinos oyen intrigados, cautivos, expectantes. Pero no hacen nada. No hablan, calla, se esconden. Oyen.
Gritos. Llantos. Golpes. Silencio.
   Lautaro, ya alma sin vida. Lautaro, portador de una agonía infinita. Lautaro, la víctima y el asesino.
   Él yace sobre el sillón almidonado, con los ojos abiertos y espantados, frío, inmóvil, muerto. Y ella descansa eternamente sobre un mar rojo, magullada.
   Lautaro ve. Lautaro oye. Lautaro siente. Siente la presencia de aquella sensación de ingenuo soñador, la alegría sin causa ni efecto, el sentimiento de inalcanzable vuelo, la esencia de la vida. El amor.
   Lautaro ve. Lautaro oye. Lautaro siente.
Lautaro lo mató a él, la mató a ella, pero no destruyó su amor.
Sigue impune, intocable. Inalcanzable.
Y Lautaro toma un cuchillo, ya con la mente en blanco, y se atraviesa el agonizante corazón.
No siente dolor. Ya no más.
Lautaro muere.
            
Chica fantasma
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

Parlamento

LIBERTAD AL MINOTAURO


Aquello era inaudito. En el ágora de Heraklion, abarrotada, se extendió un silencio asombrado.
La comitiva acababa de entrar en la amplia plaza, precedida por los acordes de pífanos y sistros. Tras los músicos aparecieron el rey Minos y su hija Ariadna que, como era costumbre, habían acudido a recibir a los barcos llegados de Atenas con su cargamento de catorce jóvenes, siete varones y siete muchachas, tributo anual de la ciudad ática al poderoso monarca de Creta. Éstos caminaban detrás en ordenada fila cuando uno de ellos, el de barba rubia y ojos determinados, se desmarcó del grupo, encaramándose a un bloque de piedra que se alzaba junto al recorrido. Acto seguido el resto de los atenienses se arracimaron entorno a él, las cabezas alzadas en actitud desafiante. Fue una maniobra tan desconcertante que nadie movió un músculo, congelados en su estupor.
Entonces, desde la altura de su improvisada tribuna, el joven tomó la palabra: - ¡Ciudadanos y ciudadanas cretenses! Mi nombre es Teseo, hijo de Egeo, rey de Atenas, y he venido como portavoz de un movimiento que cada vez cobra más fuerza en mi ciudad. En esta misma isla se está produciendo una situación de injusticia intolerable: un ser, cuya única falta es haber nacido distinto al resto del género humano, está siendo retenido, contra su voluntad y de por vida, en un angustioso laberinto por un gobernante que proclama su pretendida justicia por todo el Mediterráneo. El rey Minos, que tantas veces nos ha dado pruebas de su ecuanimidad y sentimiento popular, sin embargo se muestra fanático en el tratamiento que otorga al Minotauro, obligando a una criatura sensible e inteligente a pasar el resto de sus días en un aislamiento brutal, impidiendo que se desarrolle como sujeto y que sea dueño de sus propios actos. No podemos permanecer impasibles ante este atropello injustificado, esta manifestación de fuerza coercitiva; todos los que creemos en la libertad debemos unir nuestras voces para exigir el excarcelamiento de nuestro hermano oprimido. ¡Liberad al Minotauro!
- ¡Liberad al Minotauro, liberad al Minotauro! - un coro se elevó a sus pies y catorce puños se agitaron en el aire.
Ariadna fue la primera en reaccionar. Se acercó al grupo vociferante, la cara roja de ira, las finas cejas arrebujadas entre sus ojos celestes.
- ¡Cómo te atreves a hablar así de mi padre! ¿Conceder derechos al Minotauro, dices? Esa bestia, mitad toro, mitad hombre, es un monstruo que se alimenta de carne humana, un peligro para todos los habitantes de Heraklion y de Creta. El rey únicamente está protegiendo a su pueblo de los ataques de esa fiera abominable. Y tú, Teseo, - apuntó el dedo índice directamente a su rostro, - no eres más que un cobarde que te niegas a enfrentar tu propio destino, pues todos sabemos bien que pronto acabarás en el estómago de ese demonio; para eso os traemos cada año.
Teseo la miró estupefacto; abrió la boca y tomó aire pero en ese momento Minos bramó: - ¡Basta! ¡Ni una palabra más! ¡Soldados, a ellos!
Hombres armados se abalanzaron sobre Teseo y sus compañeros. En el tumulto, el ateniense pudo zafarse durante un momento de sus agresores y agarró el brazo de Ariadna. - ¿Es que no sabes por qué estamos aquí? ¡Pregunta a Dédalo! - Un brazo musculoso surgió detrás del cuerpo del joven y le agarró por el cuello, arrastrándole hacia los demás. La muchacha aún pudo distinguir su voz ahogada, que repetía: - ¡Pregunta a Dédalo! ¡Pregunta a Dédalo!
*  *  *  *  *
   El sol caía a plomo sobre el vallecito cubierto de olivos y pinos que saturaban el aire con un pesado olor a aceite y resina, mientras las chicharras chirriaban enloquecidas. Pero dentro del palacio de Knossos, en el pasillo donde Ariadna conversaba con un hombre maduro de pelo ralo entre columnas de fuste granate y capitel de ébano, reinaba un frescor que impedía pensar en el intenso estío del exterior.
   - Pero, Dédalo ¡entonces tú lo sabías!
   El hombre movió la cabeza con tristeza. - Soy la única persona en toda la isla que conoce la verdad. Tiene que ser así, fui yo quien proyectó el laberinto.
   Ariadna paseaba con pasos cortos, mirando al suelo. - No puedo creer lo que me estás diciendo. No es posible que mi padre sea tan cruel.
   Dédalo suspiró. - El universo de los sentimientos es tan complejo como mi diseño de la morada del Minotauro. Tu padre nunca pudo perdonar a Pasifae su infidelidad, aunque fuera con el mismísimo Zeus. Es cierto, el fruto de aquellos amores no es responsable de nada pero Minos es un hombre herido y, como el resto de los mortales en esa situación, no atiende a las razones más elementales.
   - No le justifiques -, siseó con ira la joven. - Es mi hermano, por Hera, mi propio hermano -. El pasillo se asomaba a uno de los innumerables patios del intrincado complejo palaciego. Ariadna asió la balconada y dejó caer la mirada hacia los niveles inferiores. - Cómo ha podido engañarme de esa manera... - Con las palmas abiertas golpeó rabiosa el murete. - ¡Y no sólo a mí, sino a toda la isla! - Se volvió hacia Dédalo con ojos eléctricos. - Se ha aprovechado del miedo de los cretenses, miedo que, por otra parte, él mismo se ha encargado de fomentar y dirigir, para respaldar su innoble acción. Nos ha tenido aterrorizados por un horror que no existe; sólo los dirigentes más abyectos utilizan unas tácticas tan retorcidas para unos fines tan bajos. Ningún ateniense ha sido sacrificado, sólo venían a hacerle compañía a mi pobre hermano. ¡Ay, con razón Teseo se asombró en el ágora cuando le increpé! -
   Dédalo se acercó a ella y le posó con dulzura la mano en el hombro. - ¡Qué podía saber él! Un mes antes de que se cumpla el año desde la llegada de los jóvenes entro en el laberinto por una entrada secreta que sólo yo conozco y por la noche, sigilosamente, les hago salir y les embarco de nuevo a Atenas. Muchos vuelven con pena pues acaban entablando una verdadera amistad con el Minotauro, después de compartir con él tantos días de encuentros musicales, recitales de poesía y obras de teatro dirigidas y escenificadas por los visitantes y el anfitrión. ¡Qué carne humana, ni qué pamplinas! ¡Calor humano, eso es lo que necesita el cautivo!
   Ariadna levantó el brazo y asió con fuerza la mano del hombre. - Luego Teseo tenía razón. Le ayudaré; no sólo por el lazo que acabo de descubrir y que me une al prisionero, sino porque es justo que el pueblo sepa la verdad, que se desvanezca esta odiosa mentira. El rey nos debe una explicación, a ellos y a mí, y cada uno debe exigírsela desde el lugar que le corresponde: yo misma desde palacio, con las razones y argumentos que tan bien he aprendido asistiendo a sus imparciales juicios, y los cretenses desde la calle, que mi padre oiga su clamor de indignación desde las puertas mismas de este palacio de Knossos. Alguien debe tirar del hilo que desembrolle esta madeja y, para mí, será todo un honor.
*  *  *  *  *
   - ¿Me estás escuchando, hija mía?
   - Lo siento, padre -, Ariadna volvió la cabeza hacia el rey, pero al igual que la multitud de personas que se agolpaban entorno al gran patio central de Knossos, no podía evitar interrumpir la conversación cada pocos segundos para dirigir la vista hacia la alta abertura del corredor del propileo norte.
   La expectación era evidente. Toda Heraklion aguardaba en la periferia del inmenso espacio ceremonial mientras Minos y su hija presidían la escena desde un mirador columnado que se abría en el flanco del este. De pronto una figura barbada se recortó en la oscuridad del propileo y avanzó hacia el centro de la explanada.
   - ¡Hermanos y hermanas cretenses! -, Teseo, con los brazos en cruz, se dirigió a la multitud. Bajó el brazo derecho y se giró. - Minos, Ariadna... Hoy es un gran día que será recordado por todos aquellos que luchan por la dignidad universal pues se ha hecho justicia; una justicia anhelada que, si bien brotó lejos de esta isla, ha tenido a sus adalides más ardientes aquí, entre las gentes de Heraklion, que durante días reclamaron a su rey respuestas ante un hecho que claramente les había sido ocultado. De todos es sabido que cuando el pueblo habla, su voz es potente y arrolladora; por eso nunca debemos olvidar que juntos somos una fuerza imparable que demanda ser escuchada, pues en nuestras reivindicaciones anida un verdadero sentimiento de integridad que los poderosos tienen el deber de acatar -. Aplausos y gritos de entusiasmo surgieron espontáneos, coloreando la plaza de una intensa emoción.
Cuando las voces se calmaron, Teseo prosiguió. - Pero no debemos olvidar a quien también luchó por el fin de este encarcelamiento ignominioso; Ariadna, - los ojos de ambos jóvenes se encontraron, - quien, con hábiles palabras, apeló a sentimientos fraternales que no sólo la vinculan a ella misma con el rehén, sino que también conciernen a todos los seres conscientes que tienen derecho a una vida digna -, de nuevo se escucharon vítores ensordecedores.
Teseo cabeceó en dirección al rey. - Minos, una vez más, no nos ha decepcionado, demostrando ser un hombre sabio; ha sabido atender a aquellos cuyas razones no admiten rebate, cuyos principios están fuera de toda duda. El Minotauro, pues, es libre. Él mismo lo confirmará -, y miró hacia el norte.
Todas las bocas enmudecieron. Lentamente, entre las sombras, se fue distinguiendo una silueta imposible: una recia testuz coronada por dos astas marfileñas y cubierta de un sedoso pelo zaino, los belfos húmedos del aliento exhalado y ojos mansos aunque con un destello inteligente, el cuerpo de hombre bien proporcionado, sólo cubierto por una breve falda de lino blanco atada a la cintura. El Minotauro se acercó a Teseo y habló con voz profunda y aterciopelada.
- No estoy acostumbrado a dirigirme a tanta gente y tampoco hay palabras para expresar mi infinita gratitud. Tan sólo espero que mi presencia hoy aquí traiga calor a vuestros corazones porque es la merecida recompensa a la lucha que emprendisteis.
Ariadna se asomó desde el balcón. - Hermano ¿qué vas a hacer ahora?
El Minotauro sacudió una oreja, como si un moscardón le estuviera importunando. - Esta isla ha constituido mi encierro durante muchos años, necesito saborear otros aires y texturas. He oído que hacia poniente hay un territorio poblado por grandes uros, esos inmensos bóvidos, los últimos de su especie. Creo que me dirigiré hacia allí, intuyo que tenemos muchas cosas que compartir. Además, debe ser una tierra muy especial, pues su forma se asemeja a la piel de un toro secándose al sol...

J.B.
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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EL SEÑOR DEL ALMA ROTA Y LA SONRISA ETERNA


La casa de Manuel está totalmente vacía. Como cada madrugada, la suave caricia de una estrella se refleja en la armadura inerte de algún paladín etílico; y hasta el rocío, otras veces apático y narcisista, ha decidido robarse la arrancada para regalarle las primerísimas gotas de su llanto. Paciencia, bondad, locura, estos son los principales atributos de un maniquí octogenario que se empeña en dibujarnos el alma con el color de su sonrisa. Si la vida no se contara por años vividos y sí por lágrimas derramadas, entonces Manuel sería la persona viva más añeja del universo. Pero a pesar del dolor, ahí está todos los días, las tardes, las noches; sus ojos siempre mirando de frente, como si quisiera hacernos una radiografía y beberse nuestros más terribles secretos, hacerlos suyos y aliviar la carga de nuestros hombros. Y aunque hay muchos que le desprecian, ignoran y lastiman, su espíritu no sabe de rencores ni vanidades insulsas; ama tanto a los que respiran su silencio, como a los que llegan a su casa, y sin darse apenas cuenta, profanan su espacio.
El frio que viene del mar le obliga a ponerse el abrigo verde de siempre, con los mismos agujeros en los bolsillos y los botones multiplicándose ante tantos ojales excitados. Pero igual sirve para calentarle la mitad del esqueleto, de la otra se encarga una pequeña botella plástica repleta de ron. Aprovecha para darse un trago bien largo, casi eterno, así debe ser antes de revisar cada una de las baldosas del caminito principal. Con excesiva ternura, espulga los corchos y las cenizas que algún demonio humeante arrojó justo encima de un manto de romerillos. Sin pausas vuelve al patio en busca de un cesto metálico enorme, es tiempo de jugar basquetbol con una veintena de latas de cervezas, otras tantas de refrescos y estuches de confituras. Mientras el ron aún circula con luz verde a través de su garganta, mira el reloj por primera vez, acaricia la nieve sobre su cabeza y con lágrimas encontradas, descubre las risas infantiles y las minúsculas pisadas sobre la arena del patio; las huellas de una pelota en la pintura del muro frontal, y luego se alarma con el olor a hierbas quemadas, residuos de alquimias alucinógenas y condones. 
Manuel le rompe el sueño a una vieja canal, hinca sus rodillas en la gélida lámina de acero que antecede al cajón de arena. Con la mirada disuelta en la desilusión, intenta apagar las luces que aún se yerguen a lo alto de las farolas, y sin muchos mimos, aprieta los labios contra la rosca de la botella y termina el sorbo con un graznido. Luego se planta frente al corredor que reina entre las sillas voladoras y el carrusel, y como todas las noches, comienza a llorar. Una fotografía recorre su cuerpo, besa sus manos, seca sus lágrimas; una vez más la soledad de su hogar juega de médium para reencontrarse con los que tanto amó y perdió súbitamente en aquella caprichosa autopista...
Pasan las horas, los sueños, pasa la vida delante de sus pupilas amoratadas y el pectoral descocido, pasan todos, hasta dejarlo sólo en la inmensidad de un  cielo desteñido que sirve de techo a su hogar. Muy pronto las nubes empezarán a correr de un lado para el otro, como si quisieran  gambetear los rayos del sol y ser las únicas protagonistas del despertar. Manuel sabe que es inminente la ruptura de la armonía, que su casa necesita abrir las puertas para todos y, allí estará él una vez más dándonos la bienvenida, con las cejas desaliñadas y el cabello torcido, el corazón a flor de piel...y una sonrisa siempre abrochada en el alma.

Alfredo
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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ENFOCANDO EL TELESCOPIO CON PRECISIÓN


Enfocando el telescopio con precisión, confirmó lo que suponía, la trayectoria había cambiado. Era una modificación imperceptible, mínima, pero en cuanto comprobase los cálculos su suposición quedaría corroborada.

(Se atribuye la invención del telescopio a Hans Lippershey, un fabricante de lentes alemán, pero recientes investigaciones atribuyen la autoría a un gerundés llamado Juan Roget en 1590, quien dos semanas después de que lo patentara Lippershey, intentó patentarlo.)

Antes de bajar a su despacho, a donde ya había enviado los datos para que se iniciara la computación que refutara el desastre inminente, se asomó por la ventana que daba a la ciudad vieja de Jerusalén.

(Hay otra curiosidad relativa tanto a la nueva Jerusalén, que simboliza a la ciudad santa, como a Babilonia, que simboliza a la ciudad perversa: en Apocalipsis 18 aparece un lamento por la Babilonia destruida; en Apocalipsis 21 aparece la descripción de la nueva Jerusalén. Las descripciones de lamentación y de sentido negativo dadas a Babilonia, aparecen revertidas, en sentido de gozo y alegría para Jerusalén.)

Las columnas de humo ascendían desde la frontera con Palestina, tan grandes que se podían ver desde donde él estaba.

(El conflicto de la Franja de Gaza, denominado Operación Plomo Fundido por las Fuerzas de Defensa Israelíes, fue una ofensiva militar precedida por una campaña de bombardeo aéreo sobre la Franja de Gaza, que tuvo inicio el 27 de diciembre de 2008 y que finalizó el 18 de enero de 2009. Fue dirigida contra objetivos de la infraestructura de la organización Hamás, principalmente puertos, sedes ministeriales, cuarteles de policía, depósitos de armas y los túneles subterráneos que comunican la Franja de Gaza con Egipto. El conflicto fue descrito como la "Masacre de Gaza"  en gran parte del mundo.)

Pensó que tal vez ya no tenia sentido prevenir del desastre, pero de todas formas se sentó delante del ordenador y vio como los cálculos terminaban de realizarse.

Arcac
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

Parlamento

                             
ATARDECER DE SOMBRAS


Calma en la tarde, quietud, sosiego.
Todo es vida a mi alrededor, se respira, siendo maravilloso sentir la tarde fresca.
Desde el más pequeño ser rebosante de energía, desde la más pequeña abeja jugando al escondite entre las hojas;... bocanadas de fuerza en sus vuelos...
Desde la alocada golondrina... aladas hélices con el viento, sinuoso malabarismo con él entre sus plumas. Deliciosos gritos de felicidad exhala su pico, llenando mis oídos de poesía.
Pero ahora, cruel la memoria, viene a mí la llamada nefasta, con el sonido del dolor, avisado previamente por el presentimiento y por el maldito sonido de él mismo. Fue el grito alertador... Banshee celta, plañidera de desgracias.
Y la noticia.
Se acerca la Dama Negra, portando su letal guadaña:
-Hola... ya te conozco ¿me recuerdas verdad? Me destrozaste...
  No respondió, se arrebujó en su oscura capa, me miró y agachó su cabeza. Sus pasos fueron lentos.
Ese sentimiento de paro en vida y el irónico movimiento de bullicio alrededor...
¿Cómo puede ser posible? ¿Cómo se puede agonizar en esta tarde de vida?... angustiosa contradicción.
¡Sí veo jugar a los niños en el parque!
¡Sí huelo el aroma dulce de las flores!
¡Sí ahora mismo el viento agita mi cabello!
¡Sí hay tanta gente que te quiere y te necesita!
Ya llegan, ya surgen de mis ojos, hilos soldados de hiel.
Hay paraíso, ¿verdad? Se feliz en él.
Cuando llegues, dile a mi padre amado que lo llevo presente en mi corazón, que no deja de habitarlo, que tengo construida una cabañita para él, hecha de troncos de fuertes abrazos y de tejas construidas a base de besos, mimos y ternura...
¿Recuerdas papá?, todo esto fue tuyo, es tu hermoso legado. Bendito sea.
Ese es el consuelo de los mortales que verdaderamente aman; la maravillosa herencia de sentimientos que nos dejan los que se van.
Intentando olvidar los desgarros del alma... tiras finas de ácido hirviendo, retorciéndose a su merced...
Te deseo un feliz viaje, no hallarás obstáculos, lo impide tu bondadosa nobleza en vida.
Y yo, aquí  me quedo, anochecer de latidos contradictorios.
Respirando vida, pero con la punzada hiriente de la triste despedida.

Paquicasas
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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QUE CORTO SE ME HACE EL VIAJE

Entre candilejas


Han pasado casi veinte años y una pluma arrastrada por la brisa se arrebuja en tirabuzón sobre mi historia.  He vuelto a verle, esta tarde, sobre las seis y diez, tan guapo, con el cabello largo, a mí me gustaba así, melena al viento, ojos entornados, rostro enardecido y sus labios en susurro para mi pecho.  Siete mil días de amor, desde aquel 1º de noviembre del 90, cuando acudimos a ver "Candilejas" al cineclub del colegio.  Llena de su aroma estuve, arropada en mis temores por su abrazo, eran butacas rojas, creo, llevé mi mano a su corazón para sentir que ese muchacho de pelo brillante, gafas oscuras y bíceps musculosos se había inmiscuido en mi hueco para ocuparlo hasta la eternidad.  Lloré angustiada cuando Calvero se alejaba de Terry y él supuso que aquellas lágrimas nacían por el viejo cómico, pero qué equivocado estaba, quizá nunca supo que irradiaba la felicidad por mis ojos al conocer el dulzor de los amores inmortales.  Tres días después dibujábamos al son de su piano los acordes de aquella canción, "vértigo, que el mundo pare, qué corto se me hace el viaje".
Esta tarde reponían la película en el salón de actos del mismo colegio, ahora remozado, con nuevas butacas más cómodas, suelo de parqué y paredes forradas en tela burdeos, ahí donde no te he dejado venir conmigo a ningún acto, donde he rememorado cada instante de aquel mes de noviembre, de Todos Santos a San Andrés, desde cuando él me sedujo con su guitarra hasta las nueve de la noche del día treinta, cuando lo abandoné a las puertas de "Bugatti", el pub de la calle María Lostal, sin saberle decir por qué, con el alma desgarrada por la arpía de Lola, que me embaucó en la ingenuidad y me marché a París.  ¿Recuerdas lo que te conté sobre mi tiempo en París?  No fue por aprender francés, mon chéri, ni por conocer mundo, ni por trabajar en el Folies Bergère, escapaba para suturar la herida de sus presuntas infidelidades, las que Lola se inventó y me contó para enjugar la envidia por su ruptura con Josep, el catalán tan feo.  Y caí como una tonta... la creí y lo abandoné.  Me río ahora, ¿sabes?, ahora que ya lo tengo conmigo, ahí afuera esperándome, pero cuánto sufrí, cuánto me tergiversé los sentimientos para desviar la amargura por convencerme de que él sería feliz con las otras y no conmigo.
Charlot nunca me gustó, ni siquiera mudo.  Y sin embargo, he visto "Candilejas" más de mil veces en las siete mil noches de amor, incluso hasta nueve puestas diarias, cinco cintas de video destrocé, dos deuvedés ahora, "Candilejas", my darling.  Supe pronto que estaba en la sala, lo supe, lo supe, no puedo contarte por qué, apenas a los cinco minutos de comenzada la película, y cerré los ojos, repetí todos los diálogos para evadirme, para evitar mis pensamientos, como si pronunciara un mantra para la meditación y así saliera levitando de aquella sala con mi corazón desorbitado.  Calvero en inglés, Terry en español, entre Candilejas te adoré...  Me besó por primera vez en el parque, al segundo día de salir, después de bailar una y cien veces a mi alrededor en una danza de seducción adolescente.  Me hacía tanta gracia... tanta gracia.  Entramos a pasear por el Botánico, quise sentarme en el banco donde mi madre le daba de comer a los patos.  Él se puso con las piernas hacia el otro lado, por debajo del respaldo, su hombro a centímetros de mi hombro.  Giré la cabeza, me miró... me besó.
Salí la primera del cine, sorbí los recuerdos en mi entraña cuando me apoyé en el dintel de aquella puerta que nos vio pasar abrazados.  Estábamos unas veinte personas en la sala, chicos del colegio, seguro que les habían obligado a verla para charlar en clase sobre ella, si no, no me lo explico, también quizá profesores, o a lo mejor amantes maduros que se refugiaban en la oscuridad de un cine antiguo, qué romántico.  No tardó en salir.  Cuando lo vi, le quedaban unos siete pasos para llegar a mi lado.  Oh, querido mío, tomando un café en "La Taberna del Holandés", qué recuerdos, me dijo que también sintió mi presencia, que vino sin saber por qué, qué casualidad, su hermana le anunció aquella reposición, y que él seguía soltero, que había dado muchos tumbos, de aquí para allá, que se ganaba la vida cantando, doce discos grabados, que aún guardaba aquella guitarra de nuestros tiempos, de palosanto, que había vivido estos años al compás de las canciones que interpretábamos juntos, todos recuerdos de golpe, allí en la cafetería de al lado, mirándolo embobada, mirándome embobado, dos adolescentes de nuevo, de regreso a los diecisiete, estudiantes de COU éramos, él con una camiseta de Spandau Ballet, azul oscura, yo con mis calentadores de bailarina.  Cantaba "vértigo, que el mundo pare, qué corto se me hace el viaje".  Y me besó.
Han sido años de espera, de vísperas, de paciencia y amor escondido en ese mundo de las nostalgias que se convierten una y otra vez en realidades que desaparecen, en ese retrato que nunca supiste que era suyo, el que llevo en mi cartera, es él, Ismael, un joven loco, con sus canciones, sus poesías, mis amores y sus amores, y mis ofrendas, esas velas que todos años dedico a San Antonio, ¿lo entiendes?, no había opción posible.  Han sido años de alfombra roja que se extiende y se recoge, donde ahora paso y ahora no, donde tú estabas, donde siempre supiste que no pisarías y donde a cada rato apartabas mis melancolías para convertirlas en guirnaldas, oh, mi cielo...
Sé que leerás esto a la luz de la luna, hoy sobre las diez, cuando vuelvas a casa.  Te dejo todo preparado, la cena en el microondas y la tarjeta de mi abogada al lado de la escultura de Quinn.  No quiero nada, no me llevo nada.

Calvero
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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ESPORAS


Espora 1. f. Biol. Célula de vegetales criptógamos que, sin tener forma ni estructura de gameto y sin necesidad de unirse con otro elemento análogo para formar un cigoto, se separa de la planta y se divide reiteradamente hasta constituir un nuevo individuo.

La chica se asustó cuando su amante, dormido, se volvió y le dijo "esporas". El solía dormir sin apenas moverse y a ella le gustaba abrazarse a su espalda. Ese día ella se apartó bruscamente de él, ya que se despertó con la imperiosa necesidad de hacer pis. Entonces fue cuando él se dio la vuelta, abrió los ojos y mirándola fijamente dijo "esporas", cerró los ojos y se volvió del otro lado. A ella se le helo la sangre y la orina. No se atrevió a abrazarlo de nuevo y no pudo conciliar el sueño en toda la noche. La siguiente noche que durmieron juntos, ella se agarró como siempre a la espalda del chico, plácidamente dormido. En mitad de la noche ella se fue separando de él, muy despacito, casi imperceptiblemente. Y entonces él se volvió más rápido que el día anterior, abrió los ojos, la miro fijamente, dijo "esporas", cerró los ojos y se dio la vuelta. Ella paso el resto de la noche mirando como se consumía una vela con olor a fresa. Y encuentro tras encuentro pasaba lo mismo, con pequeñas variantes. Dormir con su amante dejo de ser un placer para convertirse en desasosiego, el cuerpo de él amenazando siempre con volverse, incluso aunque ella no se moviera. Ya no quería vivir aferrada a su espalda. Le dejo, por otras cientos de causas. Cada vez que oye la palabra esporas un escalofrío recorre su espalda.

Espora 2. f. Biol. Forma de resistencia que adoptan las bacterias ante condiciones ambientales desfavorables.

La chica se asustó cuando su amante, dormido, se volvió y le dijo "esporas". El estaba en estado de duermevela cuando dijo aquello, pero sintió el sobresalto de ella. Al volverse de espaldas se despertó completamente y se preguntó porqué había dicho "esporas". Recordó que estaba soñando con un bosque de grandes helechos salvajes y acariciantes. Notó que ella se había quedado rígida y que no se acercaba a su espalda rodeándole con sus brazos, como siempre hacía. Sintió un raro alivio y una cierta ligereza. La siguiente noche que pasaron juntos se dio cuenta de que le molestaba un poco que ella se pegase tanto a su espalda y fue incapaz de dormirse. Cuando sintió que ella se iba separando de él con un movimiento casi imperceptible y ya sólo quedaba un hilo de piel entre ellos, se volvió, mucho más bruscamente que la vez anterior, abrió los ojos, la miro fijamente, dijo "esporas", cerró los ojos y se dio media vuelta. Ella se alejo totalmente de su espalda y él se durmió plácidamente. Siguió haciéndolo encuentro tras encuentro, con ligeras variantes. Lo cierto es que ya no soportaba que ella viviese aferrada a su espalda. Cuando por fin le dejo, se regaló a sí mismo un precioso helecho para la entrada de su casa. Sus horas en vela le había costado.


Espora 3. f. Biol. Cada una de las células que, en un momento dado de la vida de los protozoos esporozoos, se forman por división de estos, producen una membrana resistente que las rodea y, dividiéndose dentro de este quiste, dan origen a los gérmenes que luego se transforman en individuos adultos.

Alejandra Bacteria
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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LA CRUZ DE UN ARTISTA

"Los envidiosos no encuentran la paz" 
¡Dios los salve!

     Y así era ese hombre. Fiel a sí mismo, como el arte que convoca y domina, apresando entre sus manos lo infinito.
    No usaba guayaberas ni zapatos de piel. Simplemente colgaba en su pecho una cruz: Amar al prójimo.
     Su mano izquierda sujetaba una guitarra y la derecha una flor de lirio para la primera muchacha que se atreviera a mirarlo. El río estrenó su primera pieza musical. Lo saludaba como a su mejor amigo, sin importarle si llevaba guayabera o zapatos de piel, solo sabía de la cruz que colgaba en su pecho: Amar al prójimo.
Tenía buenos amigos. Trabajaba y cantaba día y noche, despidiéndose del sol y dándole los buenos días a la Luna.
         Se cansó de dar serenatas gratis al presidente y lo apartaron.
Empezaron a mirarlo con espejuelos oscuros, ignorando todo el arte que había hecho en aras de la libertad; entonces comprendió que se estaba ahogando en el mismo mar donde otros sin talento salían a flote.
              Continúa en la calle... solitario.
Todos los sábados cruzaba aquél puente, por donde pasan los poetas pensativos y ebrios cuando no pueden silenciar sus penas y las ahogan en vasos de té con menta.
     Un domingo lo vieron en la iglesia. Se preguntaron: ¿Por qué lo dejaron entrar? Se rieron de su fe, pero él llevaba la cruz en el pecho: Amar al prójimo y la casa de Dios siempre está abierta. No importa los zapatos de piel ni las guayaberas blancas.



   Muchos opinan que es una persona rara. Otras que es un homosexual reprimido. Nadie es capaz de penetrar en lo profundo. No pueden saber de qué estrella vino para que lo insignificante se eleve hasta el dominio de lo etéreo.
     La música de su guitarra es contagiosa como el Sida. El Sida mata, su música revive a los muertos.
   Con la esperanza en las cuerdas de su guitarra se presenta a concursos. No triunfa. Tiene su público, pequeño, pero lo tiene.
¿Cuál será su sueño?
Cansado de andar se sienta en el andén y como un juglar comienza a cantar.
                                                   Muchos bravos y asombros.
¿Quién es él?
¿De dónde viene?
¡Qué pelo tan largo!
¡Qué raro es!
¡Qué bien canta!
A lo lejos se escuchan unas voces.
¡Ese hombre es un loco religioso!
Nadie escucha. Su canto apaga toda frase maligna.
¡Ese hombre es un loco religioso!
Gritan de nuevo ellos. Los envidiosos e incapaces, los que fabrican piedras para que los talentosos sin zapatos de piel ni guayaberas blancas caigan al suelo, olvidando que con la cruz en el pecho solo se puede subir al cielo.
      Quisieron apagar su voz con pedradas y cadenas. Los allí presentes no entendían lo que sucedía y de esta forma fue herida una anciana. Fue como único él tiró al suelo su guitarra y va al auxilio de la víctima.
¡Ese hombre es un loco religioso!   
¡Ese hombre es un loco religioso!   

         La anciana grita:
¡Este hombre es un caballero, un artista, un laurel, ayúdenlo!
Desapareció el cantor.
Algunos lo vieron por la calle de la capital probando suerte. Otros que se fue a Francia galopando en el caballo del Quijote, con la guitarra bajo el brazo y su cruz: GOTEANDO SANGRE.

Grafitti
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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MUERTE EN PARIS


Era aún muy temprano en aquella cálida mañana de otoño cuando el día amaneció suavemente ante

mis ojos con un horizonte teñido de seda color violeta, deshilachado en jirones de nubes blancas,

además de un impresionante aroma a tierra mojada, a perfumes embriagadores de mi cercana sierra,

creando un ambiente de mágica voluptuosidad, presagio tal vez de lo que el destino nos tenía reservado.

El aire estaba lleno de sensaciones conocidas bajo la luz trémula del amanecer que envolvía las casas

como un espejismo en la distancia quedando mis sentidos embriagados de olores y sonidos

inconfundibles, llenos de transparencias que se iban alejando ante mis ojos.

El corazón se me salía del pecho, y sus latidos retumbaban en mis oídos como música celestial. Al fin

iba a cumplir mis deseos: en breves momentos viajaría a París: la ciudad del amor, la ciudad de los

enamorados, la sin par y fantástica ciudad francesa, la dueña de mis fantasías estaría a mi disposición

durante un corto espacio de tiempo. A pesar de habernos levantado tan temprano y no haber pegado ojo

en toda la noche, nada ni nadie hubiese podido sujetar nuestras expectativas, nuestro ímpetu, nuestras

ansias desbordantes en aquel frenesí que nos había envuelto hacia ya bastantes días, desde que supimos

que al fin haríamos aquel maravilloso viaje que habíamos anhelado durante tanto tiempo.

Nos esperaba un largo camino que recorrer hacia el tan ansiado destino y al volver la vista atrás guarde

en mi memoria los recuerdos mas queridos del lugar a donde nos dirigíamos, y sentí una oleada de

emoción  contenida, comprendiendo de pronto que nunca en la vida dejaría de soñar con el, porque

aquellas mágicas ilusiones tanto tiempo acariciadas quedarían grabadas en mi frágil y pequeño corazón

de  mujer ensoñadora y romántica.

Íbamos un grupo bastante homogéneo, con jóvenes marchosos de ambos sexos, con ganas de

aventura y dispuestos ante todo a pasarlo lo mejor posible, a intentar apurar todos los minutos y horas

disponibles con la única misión ineludible de disfrutar al máximo de aquellos días envueltos en los

placeres que la vida quisiera poner a nuestro alcance. Y allí estaba él, junto a mí, ávido como yo de

nuevas emociones, de darme todo lo que poseía, de poder ofrecerme unos momentos de placer, de

estrecha unión, codo con codo, cuerpo a cuerpo en esta magnifica odisea que se nos presentó casi por

sorpresa.

Nos dispusimos a ocupar nuestros asientos en aquel pequeño autobús multicolor donde los lazos se

estrecharían hasta límites insospechados. Y él, siempre junto a mí, sin dejarme casi respirar, notaba a

cada instante el susurro de su voz en mi oído, casi a diario, día y noche sin apenas tregua. Y eso a mí me

excitaba cantidad. Era como estar enganchado a una droga que no podías ó no querías dejar a pesar de

que te lo propusieras, de que hicieras denodados esfuerzos por  desligarte de ella, alejarte lo más posible.

Pero eso era del todo impensable, mi mente se resistía a un alejamiento aunque fuese temporal.

Imposible. Estaba colgada de tal manera que nuestra separación hubiese supuesto un trauma psicológico

en mi ajetreada vida. Hechos el uno para el otro, destinados a entendernos de por vida. C,est la vie.

El viaje se nos hizo un poco largo pero al estar siempre tan cerquita de su boca, escuchar cada día su voz

y poder sentir el roce de cada botón de su piel lo hizo más llevadero. En mis pequeños espacios en

soledad quise pensar que llegó en el momento justo, forjamos juntos nuestro destino, necesitaba sus

palabras para que me abrigasen, llevármelas conmigo cuando ya no estuviese. Su compañía hacia más

corta la espera y las horas pasaban apenas sin sentir, nuestra atracción era mutua, indescriptible en

algunas ocasiones. Una simple mirada nos bastaba para saber que esperábamos el uno del otro, un

simple gesto, una dulce melodía tantas veces escuchada alteraba nuestras neuronas, nos ponía en la

barrera que une el amor y el odio, tal era nuestra química que vivíamos pendientes únicamente de

nuestros encuentros. Lo demás no importaba, el mundo nos sobraba. Después de hacer escala en un

pequeño pueblecito fronterizo de montaña y pasar una noche realmente agradable llegamos ya casi en el

ocaso de un día pletórico de color, con una mágica luz crepuscular a la ciudad por excelencia del amor,

la ciudad de la luz, el encanto: al romántico París de todos mis ensueños adolescentes, el París de mis

ilusiones, con sus callejuelas donde poetas y artistas hicieron realidad sus sueños, bohemios de vidas

errantes, con sus famosos monumentos, sus canales, su cultura, sus célebres museos, sus gentes,  A la

eterna ciudad de los enamorados. París. Oh la la!

Y allí estaba yo, junto a él, por supuesto, inmóvil como estatua de bronce ante la majestuosidad de la

Torre Eiffel, impávida ante aquella hermosura de color, ante aquella mole imponente que sobrecogía,

derritiéndome por momentos al haber hecho realidad aquel viaje, el summun de mis sueños. Y sobre

todo del ambiente que en sus cercanías se transmitía, donde se reunían gentes de todas las

nacionalidades en un amplio bagaje de culturas y de idiomas compartiendo aquella cálida y luminosa

noche donde el gentío deambulaba incesante a su alrededor. Y a pesar del cansancio acumulado en la

larga travesía estuvimos  hasta la madrugada viviendo la noche parisina, disfrutando del encanto de esta

ciudad. Fueron unos días inolvidables recorriendo lugares de ensueño, caminando por sus calles en

estrecha unión, descubriendo al unísono una puesta de sol en atardeceres deslumbrantes, un amanecer

indescriptible, practicando el francés casi a diario y sobre todo por encima de las veleidades cotidianas

forjando una amistad que nunca pensé podría llevarme a extremos inexplicables. Nos lo dimos todo,

fuimos el uno para el otro en aquel paraíso añorado. En mi larga existencia de amoríos y aventuras no

pude encontrar jamás un compañero que me satisfaciera de la manera en que él lo hizo aquellos días:

fiel, amable, cariñoso en su interior, alegre y juguetón a veces, con un deje de nostalgia otras, pero era

comprensible debido a la lejanía. Y todo nos lo permitíamos: no hubo en ningún momento ni reproches

ni súplicas ni tan siquiera un atisbo de cansancio por el agotador ritmo que nos impusimos. Quizá por

eso no supe calibrar los pequeños detalles que poco a poco fueron llegando a nuestras plácidas vidas,

aunque al cabo de unos días le noté algo raro, cansado tal vez, distante conmigo. Ya no era el mismo,

eso era indudable. Había un no se qué  inexplicable en su proceder y eso  no podía pasar inadvertido:

pequeños olvidos, palabras lejanas, sus mensajes ya no eran tan relevantes, no tenían la profundidad de

los comienzos, intentos de alejamiento, dejarme tirada en las mejores ocasiones cuando más estábamos

disfrutando, hacía oídos sordos a mis requerimientos, a mis llamadas suplicantes y en el colmo de su

desfachatez llegó en más de una ocasión a dejarme con la  palabra en la boca. Me encontraba sola,

abandonada y encima a tantos kilómetros de mis seres queridos. Yo notaba por momentos  que ya no me

correspondía como antaño y eso me dolía en lo más hondo de mi corazón. Y me preguntaba impotente:

¿dónde quedaron sus cariñosos mensajes, el susurro de aquella voz recorriendo mi oído, el suave

contacto de su piel contra mi piel, nuestra alegre melodía, los momentos buenos y malos compartidos?

Estaba anonadada. En mis temores internos pensé inocente que el conocimiento tan profundo al que

habíamos llegado era la causa de su alejamiento ó podría ser el aburrimiento que había llenado nuestras

vidas. Y era comprensible en parte ya que llevábamos por lo menos siete días con sus correspondientes

noches a todo confort sin pensar en las posibles consecuencias, sin separarnos el uno del otro  más que

en contadísimas ocasiones. Y tenía además una mala leche encima porque después de haber pasado

varios días  aprendiendo sus puntos flacos,  aceptando sus deseos, recorriéndome una y otra vez  todos

sus recovecos, entrando y saliendo a mi antojo, recopilando información para sacarle el máximo juego,

archivando sus menús, configurando sus accesorios, corriéndome en más de una ocasión para encontrar

el punto justo......  No sabía que pensar, aunque yo en mi ceguera veía solo motivos banales. Pero la

realidad era bien distinta: no era cansancio, no era la rutina de las parejas, no era tampoco la confianza,

que a veces da asco, no eran ni por asomo mis continuos sobeteos. La verdad era pura y dura:

¡Me lo había cargado! Yo solita, sin la ayuda de nadie, no hubo tampoco menage a trois (una relación de

3) en mi inconsciencia, por querer que estuviese siempre a punto le tenía muchos ratos enchufado, a

deshora, a destiempo, cuando no lo necesitaba, porque estaba pletórico de energía, a tope. Pues yo, tonta

de mí, lo ponía clavadito en la toma de corriente, para que cumpliese, para que no me dejase en la

estacada en el mejor momento: cuando llamase el otro. Al fin, con su exasperante parpadeo me avisaba

de sus molestias, con sus estertores agónicos  presagiaba una muerte anunciada.

Y claro, su corazoncito mecánico no pudo resistir mis continuos embistes, mi obsesión enfermiza, y tal

como entró en mi vida salió: en una mañana de otoño con olor a tierra mojada. Y sin remedio, al cruzar

la frontera, ya en su tierra, le perdí para siempre. Aunque hasta que  no paso un buen rato no supe

calibrar la realidad y la magnitud de mi hazaña, ya que como nuestra relación había decantado por otros

derroteros y como nuestro divorcio era una realidad en ciernes debido a sus continuos engaños que no

podía tolerar a pesar de nuestro contrato, quizá por eso no sufrí en demasía. Que se le va a hacer. C'est

l'amour. Pero después de todo, C 55, corazón, que sepas que a pesar de tu silencio yo aún te hablo, te

extraño muy a menudo, a través de la distancia aún te tengo, tan solo con el recuerdo de tus palabras

vives todavía  cerca de mí. Y ahora, sentada en la penumbra de mi habitación, rememoro con añoranza

los momentos vividos, pero con rabia me revelo pensando que quién me quita ahora a mi de la cabeza el

rumor de tus sonidos, el roce de tus teclas, la voz que escuchaba cada día y hasta el calor que desprendía

tu cuerpo. Pero sé que no estoy sola. Estarás tú por siempre porque aún  te llevo en mi boca, en mi

corazón, y en mis recuerdos más íntimos. Además de en los números rojos de  mi cuenta corriente por la

factura astronómica que me llegó a los pocos días de regresar del tan romántico viaje por el París de mis

sueños. Solo decirte que donde sea que estés mereció la pena, mi amor. Volvería a repetirlo. Aunque

siento decirte que ahora lo haría con un C 45 que me han recomendado que son más potentes.

Amelie
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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UNA HISTORIA MÁS


¿Qué nos lleva a enamorarnos de determinada persona? Normalmente ¿coincide la persona de
quien te enamoras con la que más te conviene? La verdad es que no suele ser así. Te puedes pasar
toda tu vida al lado de una persona pensando que es "el hombre o la mujer de tu vida" y ser
completamente falso. Lo malo es que pareces darte cuenta cuando han pasado veinte años.
¿A qué viene esa búsqueda incesante de la felicidad en otro que no sea uno mismo? Está bien
colaborar para que la persona que está a tu lado se sienta bien, pero no hasta el punto de que eso te
anule, te aniquile. No, si supone una renuncia total a sí mismo.
Con frecuencia solemos basar nuestro propio estado de ánimo en el ánimo de los demás. Si nuestra
pareja está bien, nosotros estamos bien. Pero, ¿de verdad?
Fíjate en María. Se casó a los veinte años enamoradísima de un compañero de la facultad. Ella
ni siquiera terminó la carrera. Mientras él la acababa, ella trabajó para mantenerse, y cuando él
encontró un trabajo, se quedó embarazada.
Nunca hubo mujer más orgullosa de su marido que María. Admiraba su gran capacidad para los
estudios. Jamás repitió curso ni le quedaron asignaturas pendientes. A pesar de tener trabajo, no se
durmió en los laureles y continuó haciendo cursillos y masters que ampliaran sus conocimientos y
su currículum.
Admiraba su gran dedicación al trabajo. Se entregaba en cuerpo y en alma a él. De hecho, logró
ascender rápidamente en la empresa gracias a méritos propios y a su tesón. Todo el mundo le quería
y elogiaba.
Admiraba su correcta y elegante forma de vestir. Trajes de chaqueta informales que le daban un
tono responsable y a la vez desenfadado, conjuntos sport, zapatos de buena piel.
Admiraba su responsabilidad como padre. Sus hijos siempre tuvieron lo mejor dentro de sus
posibilidades; fueron a colegios bilingües y en verano pasaban un mes en el extranjero estudiando
idiomas.
Con ella, nunca pudo ser más correcto. En cuanto se colocó, no la dejó que volviera a trabajar.
"Tú dedícate a la casa y a los niños, cariño, ya tienes bastante con eso. Tengo que compensarte de lo
que has trabajado hasta ahora". Es más, hasta le puso una señora para que la ayudase. Además,
nunca se olvidaba de un aniversario, y esa noche, la llevaba a cenar y le regalaba flores.
Pero cuando los hijos se fueron a completar sus estudios a Estados Unidos, María se quedó sola
en una enorme casa sin nada que hacer. Sus amigas, eran las mujeres de los compañeros de trabajo
de su marido, si es que se les podía llamar amigas. Alicia si que había sido una buena amiga, ¡qué
tiempos aquellos! ¿Qué habrá sido de ella?
Hacía siglos que no iba a un cine a ver una película de acción y a llenarse el estómago de palomitas.
Claro, que había ido a un par de conciertos de quién sabe quién en la Fundación para Nuevos
Talentos Artísticos.
¡Sus libros! por alguna parte debían estar sus libros. ¿Y si terminaba ahora la carrera? Nada más le
faltaban dos años. Claro que desde entonces tal vez ya no le convalidarian ninguna asignatura. Pero
podría empezar otra.
Tal vez debía hacerle caso a Maruchi, la mujer del jefe, y tomar unas lecciones de tenis. Pero le
resultaban tan aburridas...
Se asomó a la ventana para ver si veía llegar a su marido. Últimamente le había dado por irse
caminando a trabajar. Total, no quedaba muy lejos. Como a la media hora le vio doblar la esquina.
¡Ay que ver que bajón has dado hijo! - se dijo para sí- aunque te tiñas el pelo y hagas squash por ti
también pasan los años. ¡Pero si hace nada eras un chaval! ¡Uy, mira, si hasta tienes menos pelo!
¡Sí, sí, desde aquí arriba se te ven algunos claros!
Anda que hoy, a ver que rollo trae, que si Martínez, que si Álvarez Rubio, seguro que este fin de
semana tenemos cena de negocios. Venga, que yo que tú me buscaba una amante, a ver si te
alegrabas un poco.
Esa debió ser la frase clave. De repente, se dio cuenta de que estaba viendo su vida como en
una película. Que el señor al que estaba observando desde la ventana tanto le daba que fuese su
marido como el vecino de enfrente.
Como dicen que pasa en el último suspiro, fragmentos de su vida pasaron en segundos por su
mente. Y se echó a reír. Se retorcía de risa mientras pasaba del sofá a la alfombra.
Así la encontró su marido cuando entró por la puerta. ¿Qué te pasa querida?-le preguntó. Y
María, sin poder dejar de sonreír le miró y le dijo: Cariño, acabo de descubrir que me importas un
bledo.

Clara Valls
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

Parlamento

RAMITA DE AZAHAR


Murmullo de hojas, piar de golondrinas, colores y olores salpicando la ciudad...Ya decía yo...Eran  los fríos del invierno los que me habían hecho olvidar los adornos de la primavera.A ver...a ver...Si.., si: primavera, verano, otoño e invierno, y otra vez la primavera. ¡Eso es! Estamos en primavera. Por eso reviven todos mis sentidos.
Siento la brisa enmarañar mis cabellos. El brillo del día iluminar mis ojos, pasa la gente distendida,  sin prisa"...¡ Buenos días!...¿ Buena mañana , eh ?...¿ El paseíto no?..." Qué lejos queda ahora el bullicio de la gente y la ciudad en este pequeño pueblecito, mi pueblo, mi casa, mi hogar ¡Qué placer! ¡Cuánto cobijo!
¡Ah!...¿ Qué es ese llanto que espanta mi corazón!...Allá a lo lejos...Alguien sufre. No puede ser. Me acercaré... ¡Oh, no! El maullido continuado de un gato... ¡Qué silencio ahora! Por fin el azahar ahogó su lamento.
Me acercaré al acantilado...No hay nadie, solamente la soledad, amplia como el horizonte. Qué tranquilidad...Es extraño, las aguas no llevan hoy su azul inmenso. Ahora, al pie del faro van  cargadas de violeta intenso... ¿Y esos chillidos? Parecen niños...¡Ay, no! Son gaviotas sobrevolando el puerto... Hace tanto tiempo...El agua, la nieve, el frío...
Apenas recordaba pero ya veo, ya siento, ya oigo...
Sonido alegre de pájaros; balanceo de hojas; agua transparente y guijarros blancos ahondando la vertiente. La mar estrellada contra la roca, espuma blanca y encaje de bolillos; mi vida. La vida que regresa como salamanquesa a espantar niñas y corretear paredes blancas como en mi infancia. Allá en el cine de verano respirando aroma del jazmín. Las pipas saladas, el regaliz, los altramuces y la silla de enea¡ Qué no daría yo por darme ahora ese festín!
Cuántas primaveras ya, cuántas se anclaron en mí pecho como siempre, rebosante de amor universal, infalible, imprevisible, múltiple e infinito que atrapa a jóvenes, viejos y animales sin excepción.
Soy muy mayor y aunque mis análisis dan bien algo me falla, esa desconocida que se llama memoria. Dice mi geriatra que no cabe más...Será eso... ¡Huy!..¿Qué hora es?... ¡Olvidé mi cita en el asilo!....Cogeré esa ramita de azahar que el naranjo desprendió; he de llevarla a mi amor que hace rato que me espera.

Camelias azules
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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EL  ANGEL  RUBIO


Llevaba el sobre en el bolsillo derecho de su camisa totalmente empapada de sudor.Llegar desde el pueblo hasta el destacamento era un trayecto duro de más de dos horas bajo un sol de justicia. El terreno era pedregoso, seco y sin apenas árboles que pudieran cobijar de la impecable canícula y dar algo de sombra al viajero. Hacía seis meses que no llovía y el polvo se apoderaba de todo: de los caminos, de los cauces secos de los riachuelos, de las plantaciones abandonadas y de los pueblos que salpicaban aquel valle árido y desértico.
Llegó chorreando sudor a mares. El soldado de guardia lo miró despectivamente. Como los militares solían mirar a los campesinos. No se dignó siquiera a darle los buenos días. Sencillamente le preguntó:
-¿Eres Jacinto Olivares?.-
El hombre asintió azorado. Aquel soldado medía metro ochenta y estaba bien alimentado. La piel bronceada por el sol, pero no requemada como la suya. Su mirada altiva, orgullosa en contraste con la suya, huidiza y temerosa.  Su delgada figura de metro sesenta, encorvada y prematuramente envejecida por el duro trabajo en la tierra contrastaba con aquel militar vestido de blanco inmaculado donde resaltaban las cartucheras de color negro carbón, la bayoneta colgando del cinto a la derecha y la enorme pistolera en la izquierda.
-Entra en la sala, el comandante te recibirá cuando pueda.-
Jacinto Olivares entró sin rechistar. Anduvo despacio, como si el suelo fuera de cristal y tuviera miedo a romperlo. Al fondo estaba la sala de espera. Una mugrienta habitación de paredes blanquecinas y desconchadas. La suciedad reinaba por doquier. Una bandera nacional descolorida colgaba descuidadamente de la pared del fondo. Un retrato en blanco y negro del Presidente de la República, con bastantes años menos, era, junto con la bandera, él único adorno que presentaba aquel desolador y maloliente aposento. El olor a orina impregnaba aquel lugar, seguramente porque los urinarios de la tropa debían estar cerca y hacía meses que no se limpiaban. Jacinto se sentó en una silla hecha de cañas y estopa, muy usual en aquellos parajes. Había unas cuantas diseminadas por la sala. Su mirada se fijó en una puerta con un letrero encima que ponía "comandancia". Sabía que de un momento a otro la puerta se abriría y le pedirían aquel trozo de papel sudado y arrugado que guardaba como un tesoro en el bolsillo de su camisa.
Al poco rato de estar sentado se percató que no estaba solo en aquella sala. Justo a su derecha se encontraba un muchacho de no más de veinte años, de cabellera rubia y ojos de un azul profundo. Su piel era blanquecina, aunque daba la sensación que estaba sucia, como tiznada por el humo de algún incendio. Sus manos tenían rasgos delicados, totalmente alejadas de las manos de un campesino. Vestía una larga túnica blanca e iba descalzo. Jacinto quedó intrigadísimo porque estaba seguro de que aquel muchacho debía de ser un extranjero, probablemente algún estudiante europeo atrapado por la revuelta sorpresa de los campesinos de izquierdas que arrastraron a todo aquel vasto territorio semidesértico al caos y la violencia. Ahora que habían sido derrotados, el ejército ocupaba militarmente aquellos parajes y llevaba a cabo sangrientas represalias.
- Si, - se dijo Jacinto para si- este infeliz debe ser algún muchacho de casa bien sorprendido en cualquier pueblo del valle en medio de una escaramuza y ahora está en el cuartel para presentar denuncia por el robo de sus pertenencias y el saqueo de su pensión de la que tuvo que marcharse al ser presa de las llamas.
En aquel preciso instante la profunda mirada azul de aquel muchacho se encontró con la de Jacinto y éste la apartó avergonzado. Tuvo miedo de que aquel infortunado joven adivinase sus pensamientos e intentó distraerse mirando la fotografía del Presidente. Presentía aquella mirada clavándose en su nuca y empezó a inquietarse. Ya tenía ganas de entregar el sobre y marcharse de aquel condenado lugar. Detrás de aquella puerta se oía el repicar de una máquina de escribir y el murmullo de voces humanas.
-¿Qué haces aquí,  Jacinto?- le preguntó de sopetón el joven. Jacinto se sobresaltó como si le hubieran tirado un cubo de agua fría por todo el cuerpo. Aquella voz era dulce, metálica y enérgica a la vez, impropia de un jovencito y con un acento igual al que se pronunciaba en aquellos lugares. Pero en todo el valle nadie tenía constancia de que hubiese personas rubias y  de piel tan blanca.
Jacinto se volvió temeroso hacia aquel joven y vio que lo miraba fijamente con una dulce sonrisa en sus labios. Se tranquilizó un poco, pero su alma agitada seguía teniendo cierto resquemor y ganas no le faltaban de salir de aquella habitación lo antes posible.
-¿Cómo sabes mi nombre, sino te conozco?- preguntó entonces Jacinto tras reunir algo de valor.
-Eres Jacinto Olivares, tercer hijo de María Grande y de Pedro Olivares, nacido en la aldea de Santa María de Engracia y peón en la quinta de San Pedro Toluca,  casado con Emiliana Paredes y padre de seis hijos.
Jacinto no dijo nada. Aquel chico le sabía su vida de memoria, mejor que muchos de los peones que compartían su trabajo en la quinta. No tuvo arrestos para reaccionar. Su mente trabajaba lo mejor que podía para poder identificar a aquel joven que sin duda alguna debía ser hijo de algún conocido suyo. Pero no lograba dar con la respuesta. Temía que fuese una trampa de los militares.
-No te esfuerces, Jacinto, no me conoces. Pero, yo lo sé todo. Y ahora, dime, ¿qué haces aquí?.-
Jacinto tembló de miedo. Por unos segundos creyó que estaba delirando. Posiblemente las dos horas de caminata bajo el sol en ayunas le estaban jugando una mala pasada. Así que decidió levantarse y acudir al soldado de guardia para cerciorarse de que estaba solo en aquella habitación, que era víctima de una tremenda alucinación, pero antes de llegar a donde estaba montando guardia, aquel le gritó:
- Vuelve a tu sitio, el comandante aún no te ha recibido.-
Jacinto iba a protestar cuando el soldado le abroncó enfadado:
- Que vuelvas a tu sitio, te he dicho, campesino del demonio.-
Jacinto regresó de nuevo a aquella habitación lleno de angustia. Por un instante tuvo la esperanza de que aquel joven fuera producto de su delirio, pero cuando vio que le esperaba aquella sonrisa dulce y enigmática se sentó derrumbado en su silla desvencijada, convencido de que aquel ser esperaba su respuesta para poder dejarle en paz.
-He venido a entregar un sobre- dijo Jacinto resignado.
-¿Y por eso tienes tanto miedo?. ¿Qué contiene el sobre?.-
Jacinto se retorció las manos. Estaba  nervioso e inquieto. En el fondo sabía que nunca tendría que haber aceptado aquel encargo. Pero su familia pasaba apuros y le ofrecieron un buen dinero por ello. La idea partió del cacique de su quinta. Muchas de aquellas tierras fueron arrasadas por campesinos armados y llenos de ira. Pero cuando el ejército hizo acto de presencia ya se habían marchado. El coronel del regimiento ya estaba harto de perseguir fantasmas y de ver a sus hombres morir en emboscadas traicioneras. El cacique le dio la solución. Buscar un delator, alguien que pusiese nombres y apellidos a los revoltosos y descabezada la revuelta, moriría la revolución. Y el cacique le habló de Jacinto Olivares, un peón trabajador, padre de seis hijos y muy religioso que se había negado a unirse a los sediciosos. Ahora pasaba por momentos de extrema penuria económica. El coronel lo citó de urgencia y le propuso que elaborase una lista y que la entregara en la comandancia de Palo Alto antes de tres días. Nadie sabría jamás que él había sido el delator y a cambio recibiría una compensación económica por su patriotismo que salvaría a sus hijos de la hambruna. Además, con su gesto ayudaría a terminar con aquella cruenta guerra que se cobraba miles de vidas por el fanatismo de unos pocos.
La estratagema dio resultado y Jacinto accedió a elaborar la lista cuando más desesperado estaba de ver a sus hijos famélicos recorriendo las basuras de la quinta en busca de alguna cosa con la que matar su hambre atroz. ¿Por qué tenía que defender a aquellos revoltosos que nunca se habían preocupado por su bienestar?. Le preguntaba su mujer cuando dudaba en redactar la lista a la luz de la única lumbre de su miserable casucha. Al final se decidió y analfabeto como era le fue dictando los nombres al capataz de la finca quien los anotó en una hoja de papel, la dobló, la metió dentro de un sobre y se la entregó a Jacinto.
- Y ahora ves al cuartel de Palo Alto y se la entregas al comandante Ramírez en persona. El te estará esperando.- le dijo el capataz, hombre rechoncho y repelente que se pasó toda la revuelta escondido en el granero de su suegro por miedo a ser pasado por las armas por los revoltosos.
Pero quien le esperaba era un muchacho rubio y enigmático.


- Una lista, dentro del sobre hay una lista. Pero tu ya lo sabes- contestó Jacinto.

El joven volvió a sonreír. Pero esta vez su sonrisa escondía cierta tristeza.
-Ya sabes que lo sé todo- le dijo el muchacho.
-En esta lista hay escritos los nombres de los principales líderes de la revuelta del Valle. Y eso es tanto como decir que hay escrita su sentencia de muerte.  No estoy orgulloso de  lo que he hecho si esto es lo que te preguntas. Pero un hombre debe velar primero por su familia. Y sé que Dios me lo perdonará.-
. Dios lo perdona todo, Jacinto. Pero Dios no quiere que entregues esta lista. Piensa en lo que crees y piensa en que debes tratar al prójimo como quieres que te traten a ti mismo.- contestó el muchacho mientras una lágrima resbalaba por su mejilla.
Jacinto no dijo nada. Se sumió en un mar de angustiosos pensamientos. Aquel joven tenía razón. Entregar esa lista era como entregar a Jesús. Y no dejaba de ser inmoral salvar la vida de su familia a costa de la vida de otras personas. Había sido una persona débil y rastrera, lo mismo que el cacique y el coronel pensaban de él, y gracias a aquel muchacho se dio cuenta a tiempo. Si querían matar a aquellos hombres que lo hiciesen, pero no porque fueran acusados por él. Así que se santiguó y rezó un padrenuestro en silencio.
-¿Con quién **** estás hablando, Olivares?- le espetó de golpe el soldado de guardia plantado delante de él con la frente sudorosa y la cabeza a punto de estallar por dos horas de servicio a plena canícula- ¿Acaso el sol te ha reblandecido el cerebro, maldito destripaterrones?.-
Jacinto iba a contestar cuando se percató que aquel joven ya no estaba en la habitación. Lo buscó por todas partes y finalmente cuando se convenció de que no se encontraba en ningún sitio dijo alucinado:
-Con nadie, señor-
Y acto seguido salió del cuartel a la carrera, como alma que lleva el diablo, ante la atónita mirada del soldado que solo atinó a gritar.
-¿A dónde vas, maldito, vuelve?.-
Al poco rato la puerta de la comandancia se abrió y apareció en el umbral el ordenanza del comandante.
- Jacinto Olivares- gritó el oficial.
-Se ha ido, mi teniente- contestó el soldado compungido y asombrado aún de que aquella miseria humana fuera capaz de correr de aquella manera.
El teniente no dijo nada. En su rostro se vislumbró una mueca de contrariedad y disgusto. Entró en el despacho y cerró la puerta. Al cabo de unos segundos se oyó gritar al comandante. Luego sonó el timbrazo del teléfono del comandante y al soldado le llegaron los ecos de una conversación inaudible pero muy subida de tono.
Al poco rato el teniente volvió a abrir la puerta y se plantó ante el soldado. Lo miró con aires de superioridad y dijo con voz grave:
- López, tome el caballo y vaya corriendo al cuartel de Las Margaritas en la frontera. Acaba de llamar el cura de la iglesia de San Pablo Mártir para decirnos que ha desaparecido la estatua de mármol del Ángel Rubio.
- ¿La que según la leyenda se aparece a los que van a pecar para salvarlos de la tentación?. Todo el maldito Valle está lleno de sus apariciones desde que empezó la revuelta, mi teniente-
- Y yo que narices sé, López. No me venga con sandeces de curas. Esa estatua tiene un valor arqueológico incalculable. Dicen que es de la época de Hernán Cortés. Así que corra a avisar al cuartel por si la quieren sacar por la frontera. La línea telefónica con Las Margaritas está cortada Y esta vez procure llegar a tiempo-
López saludó a su superior molesto por la recriminación y se encaminó a las cuadras. Le fastidió el encargo porque esa tarde tenía previsto ir a visitar a la hija del panadero a la que pretendía seducir con mil y un engaños aunque le robase la honra de por vida porque cómo solía decir a sus compañeros, a las mujeres solo las aguantaba una noche. Después de gozar un buen rato con ella iría con el teniente a detener al padre por connivencia con la rebelión. Iba al trote pensando en la cita que tenía que retrasar por culpa de una maldita estatua de mármol llena de supersticiones cuando sentado en una loma divisó a un muchacho joven de no más de veinte años, de cabellera rubia y ojos de un azul profundo. Su piel era blanquecina. Sus manos tenían rasgos delicados, totalmente alejadas de las manos de un campesino. Vestía una larga túnica blanca e iba descalzo. López pensó que aquel joven estaba herido y desviando la montura se dirigió hacia él al galope. En ese preciso instante el joven le miró con una dura expresión en el rostro y el soldado se sobrecogió cuando oyó gritarle:
-¿Qué pensabas hacer esta noche con la hija del panadero?.-

Cayo Varas
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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SALA DE ESPERA


El aire fresco de la mañana se escurrió por la pequeña rendija que permitía la ventana. Resulta esencial que las ventanas u otras aperturas al exterior permanezcan bloqueadas para evitar intentos de suicidio en los hospitales, más aún si se trata de la planta de oncología y con más énfasis si la división es la de enfermos terminales. Tan hermético es a veces este tipo de edificios que apenas deja salir el miedo.

La máquina del café regurgitó su sintético producto que a pesar de su reducido precio resultaba caro por su sabor. Las demás opciones, caffè latte, chocolate, cappuccino o té, quedaron al margen. Prefirió café solo, oscurísimo, pero sin brumos ni la jugosa espuma que dejan las cafeteras de los bares. Levantó una pestaña metálica del lateral de la expendedora y extrajo un palito de plástico para mover el azúcar. Miró el palito, quién demonios ha considerado que esto es una cucharilla, musitó.

Acababa de llegar y ya tenía ganas de irse. ¿A qué huele un hospital? No sé a qué huele, sé que huele a sentirse mal, a sentirse enfermo. Ocupó una de las dos sillas en tándem del lado derecho de la sala. Frente a ella, otras dos sillas igualmente gemelas pero en este caso ocupadas por dos niños, sus dos hijos.

-   Mamá, ¿puedes decirme la hora que es?
-   Las diez y media van a dar.

El niño de la derecha, aparentemente mayor y más alto se dirigió a su hermano.

-   Ves, lo que te he dicho, lo que dice mi reloj. Mira las diez, y esta aguja en el seis, que es "y media" - mostró su muñeca con un reloj con el escudo del Real Madrid en su fondo.
-   No me gusta, es muy pequeño...y casi no se ve el escudo.
-   No es así.

Carola sonrió y dio un sorbo al café. Además de malo, el café de estas máquinas sale ardiendo, pensó.

-   A mi me parece un reloj muy bonito - medió la madre.
-   ¿A que sí? – preguntó con retórica el dueño mientras el otro niño hacía un gesto de resignación mirando a otro lado - ¿has visto? voy a la habitación a por la caja en la que venía, verás que chula – no hacía mucho que había aprendido en el colegio el término "chulo", y ahora era una de cada tres palabras de su conversación.

El niño se fue y Carola quedó frente a su hijo, el menor, que permanecía desdeñado.

-   Oye José, ven, acércate.

El jovencito obedeció con la cabeza baja y esperando una reprimenda o las típicas lecciones que le daba su padre ante toda acción de su despreocupada vida.

-   ¿Tú sabes guardar un secreto?
El niño afirmó con la cabeza.
-   ¿Me lo prometes?
-   Sí - frugal.
Carola bajó la voz.
-   El reloj es minúsculo...y ¿sabes qué? - el niño la miró con los ojos de par en par - el escudo casi no se ve.

El infante soltó una carcajada en la que se leía un claro "lo sabía". Pero bajó inmediatamente el tono de la risa porque su compañero de disputa se acercaba por el pasillo. Carola hizo un gesto para que se moderara y le susurró como recordatorio un "lo has prometido".

-   José, mira la caja. La voy a usar para meter las pegatinas del mundial.
-   Sí, sí, que chula, como el reloj – miró a su madre con una sonrisa de oreja a oreja.

Carola se levantó y al pasar junto a ellos les pasó la mano por la cabeza con cariño. Es una pena ver a dos personajillos como ellos en un hospital, dos niños que ni siquiera sabrán el significado de la palabra "oncología". Malditos tumores, pensó. Se entristeció con la vida...o con la muerte. Los niños son el motor de la alegría, divina inconsciencia, y verlos allí resultaba antagónico. Volvió a intentar tomarse el café, seguía ardiendo.

Llegó al fondo del pasillo, se dio la vuelta y volvió hacia la misma sala de espera. ¡Qué demonios de hospital! Viene una un día y lo pasa fatal. Los niños deberían estar en un parque jugando y no aquí, en un nido de tristeza como éste.

-   Señora Martín – alguien la llamaba. Martín le gustaba como nombre, pero curiosamente ella lo tenía como apellido.
-   Sí, dígame – se dio la vuelta. Ver a un médico acercarse a ti en una situación como ésa era sencillamente horripilante. La temperatura corporal cayó varios grados y sintió un frío gélido.
-   Tengo los resultados, me gustaría comentárselos.

Al fondo del pasillo, sus dos hijos seguían cuestionando cualquier tema trivial sin fijarse en ella. A la sala de espera había llegado un enfermo hospitalizado, un hombre algo senil y bastante desarreglado que buscaba un refugio donde fumar sin ser advertido. Evidenciaba claras muestras de dejadez y una pronunciada barba canosa de unos días. Los niños no advirtieron ninguno de estos desarreglos, sólo veían en él a alguien mayor capaz de arbitrar en sus debates.

-   Oiga señor.
-   Hola pequeños, ¿qué hacéis aquí? – sonrió y se sentó junto a ellos. Que suerte tener alguien con quién hablar, pensó.
-   Usted, ¿de qué equipo es? – Adrián era el portavoz una vez más.
-   ¿De fútbol dices?
-   Sí, de fútbol, es usted del Madrid ¿no?

El anciano no pudo evitar reírse. Miró al techo, tosió airadamente y de nuevo se dirigió a los niños.

-   Pues no. Soy del Barca.
-   ¿Por qué? – esta vez era José el que no entendía una respuesta así.
-   Sencillo. Porque el Barca tiene al mejor jugador del mundo, Lionel Messi. Messi es Dios.
-   ¿Messi? ¡Va! Cristiano es cien veces mejor, todo el mundo lo sabe. Anda José vámonos que este señor no sabe de futbol, dice que Messi - Adrián cogió a su hermano de la mano y se lo llevó hacia su madre. El hombre se quedó riendo con sarna contento de haber provocado aquel disgusto al pequeño. Qué gracia tienen, dijo sin bajar la voz.

A la mitad más o menos del pasillo, su madre hablaba con el médico. Carola miraba a sus hijos andando, tan delgaditos, tan graciosos, tan decididos y no paraba de temblar.

-   Dígame por favor lo que dicen los resultados.
-   Debo serle franco, la situación es muy grave. La metástasis ha acelerado mucho el proceso y las probabilidades son muy, muy bajas - el segundo "muy" venía a decir que las probabilidades no eran bajas, eran nulas.
-   Pero, ¿en los dos casos?
-   Tanto en uno como en otro, no podemos hacer mucho para evitar una muerte, digamos que, inminente - el médico sabía como hablar de estos temas, directo, con tono amable pero sin rodeos, clavando el puñal y sacándolo inmediatamente para no ensañarse ni dar lugar a divagaciones.

Carola se giró contra la pared gimoteando, Dios que dura es la vida a veces, se dijo.

-   Señora, no me queda otro remedio que decirle que estimamos que las próximas 24 horas pueden ser definitivas y no creemos que podamos aguantar mucho más. Siento dar estas noticias, pero si necesita ayuda, tenemos un servicio de consuelo con psicólogo a su disposición. Le tengo que dejar.
-   Muchas gracias – su cabeza daba vueltas. ¿Qué hago? No sé ni qué hacer, ni a dónde ir. ¿Dónde puedo tirar este asqueroso café? Debería haber bajado a la cafetería. Maldita sea. No paraba de discutir con ella misma. Sacó un pañuelo y dejó el café sobre el mostrador de enfermería. Sus hijos la alcanzaron.

El médico no se había alejado aún y Adrián le hizo una señal.

-   Oiga, doctor, ¿usted de qué equipo es? ¿del Madrid, verdad?
-   Claro que sí – intentó no sonreír, ni siquiera ser amable, debía mostrar seriedad, aquella señora estaba pasando un trago muy duro de digerir. Descuidó una mueca y rápidamente volvió a su semblante anterior, serio y distante - me marcho.
-   Perdóneles, su abuelo es un fanático del Madrid y no para de ver partidos con ellos y ahora no piensan en otra cosa – rompió a llorar – lástima que eso no pueda volver a pasar más.
-   Señora, insisto, tiene a la psicóloga a su disposición, le ruego que considere visitarla.
-   Gracias, de verdad, no es necesario. Ya me repongo - respiró hondo un par de veces, se limpió con el pañuelo y miró a sus hijos tan llenos de vida – Venga niños volved a la sala de espera, mamá ya va para allá.

Sus dos hijos tenían poca o ninguna idea de la causa de la tristeza de Carola, por ello, volvieron para la sala y tras un breve silencio retomaron su conversación.


La longitud de los días es totalmente proporcional al sufrimiento experimentado. Por esta razón, aquel día contaba con segundos impunemente eternos en los que un pensamiento podría prolongarse durante horas, recorriendo el futuro y el pasado. La imaginación debería impedir la recreación de ilusiones tristes, de situaciones lamentables dominadas dictatorialmente por la impotencia.

Con un tránsito lento y tedioso, con el ocaso del llanto, la tarde llegó y Álvaro, su marido, trataba ahora de consolarla en la misma sala de espera en la que estaban sus hijos. Eso sí, habían tenido la deferencia de situarse en una esquina que hacía la sala para que los niños pudieran quedar un poco al margen de sus palabras.

-   Entonces no hay salida, ni en un caso ni en el otro, ¿no es así?—el marido hablaba con toda la ternura del mundo.
-   Nada, si operan, nada, y si no operan pues lo mismo.
-   ¿Se lo has dicho a ellos?
-   No, no puedo.
-   Creo que lo haré yo. Son niños, pero algo hay que decirles.

Se levantó sin soltar la mano de su esposa hasta el último momento y se acercó hacia sus hijos.

-   José, Adrián, venid aquí.

Los niños hicieron caso con ligereza y se colocaron en paralelo frente a su padre.

-   Os voy a decir una cosa muy importante y quiero que me prestéis atención ¿de acuerdo? – los niños atendían petrificados - Sabéis que teníamos un pez y que un día el pez se fue al cielo, ¿os acordáis?
-   Sí, Nemo - así le habían llamado.
-   Bien, pues resulta que ahora es el abuelo el que va a ir al Cielo con Nemo y con Dios, eso quiere decir que ya no vamos a ver al abuelo más porque se tiene que ir, pero no os preocupéis porque va a estar muy bien y va a cuidar de Nemo.

Hubo un silencio suficiente para que los niños ordenaran un poco aquella información en su cabeza.

-   Vale – los dos niños contestaron al mismo tiempo y se relajaron, creían que habían hecho algo malo.
-   Ahora quiero que vayáis y le deis un beso muy grande a mamá porque está muy triste.
-   ¿Está llorando? - preguntó José.
-   Un poco, pero seguro que si le dais un abrazote deja de llorar. Así que venga a darle ese abrazo a mamá.

Los dos niños esquivaron a su padre y comenzaron a recorrer, casi sin saber por qué, más que porque se lo había dicho su padre, el trecho que les separaba de su madre.

-   Oye Adrián, ¿crees que el abuelo cuidará bien de Nemo?
-   Claro, el abuelo le daba de comer en casa cuando no estaba mamá, ¿no te acuerdas?
-   Sí, sí, claro - siguió pensando para sí mismo - Pero...
-   ¿Qué? – Adrián se sentía orgulloso de poder resolver las dudas de su hermano.
-   ¿Crees que el abuelo estará bien en el Cielo?
-   Pues no sé, me imagino que estará bien porque estará con Nemo.
-   ¿Te acuerdas que el abuelo decía que no aguantaba a los del Barca?
-   Sí, a mí me pasa lo mismo.

El pequeño José alargó su minúsculo dedo índice apuntando al viejo con el que habían hablado minutos antes sobre sus preferencias futbolísticas y continuó su exposición.

-   Es que aquel señor dice que Messi es Dios, y ya verás como se va a poner el abuelo cuando llegue al cielo y vea que a Nemo lo está cuidando Messi.

Harpo
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente