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IV Concurso de Relatos Forummontefrio

Iniciado por Parlamento, Abril 27, 2012, 17:55:22 PM

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Relatos FM


La mujer olvidada


Había una vez una mujer que jugaba a ser mujer, se buscaba en las caras de las otras porque nunca recordaba su propio rostro, hasta que se veía en un espejo. Tenía que estar sucio, porque sí estaba limpio podía admirar cada arruga, cada hoyuelo o las acumulaciones de mentiras que había escuchado toda su vida. Era fija e inmovible, conservaba una lista de efectos para cada acto. Lucero decía "un gran remedio no saber nada para las penas del corazón, ya es tarde, quizás mañana encuentre la memoria. No lo sé". Y es que Lucero había agotado todos los remedios para recuperar su infancia, esos años pródigos en donde las flores pasan de largo, los perros son amigos y los adultos ya son ancianos. Sí, la infancia pasa como una lucecita de véngala cuando mayor es su brillo más rápido se apaga.
Esa inocencia al preguntar sobre los sentimientos de los demás y los propios se habían marchado. Se dio cuenta ya pasada en años, no es que no supiera que se valía por sí misma, que decidía a secas sobre su vida, que sus hijos ya se habían marchado, pero a veces el alma todo lo borra cuando el tiempo entra sigiloso por el cuerpo y no te invita a presagiar. Era así, en un día con la tierra en la cara con los ojos puestos en las ventanas. Lo había comprobado, una semejante lloraba descontrolada en el metro, la ignoró, sabía que era lastimar su propio orgullo sí preguntaba por qué. Ahora las mujeres también tenían orgullo. El llanto es la cosa más sabrosa cuando no se contiene y las gotas son gordas en contenido y salinidad. Huele a mar, a rosas, a jabón barato, no son rosas es jabón barato. Lucero prefirió actuar como en una película y se embarcó en los carteles de licor y sobras desnudas, fingió estar interesada.
Cruzó la plaza sola, mientras unos turistas meneaban sus cuerpos en el puente, eran jóvenes, como ella lo había sido también, una vez pero ¿Cuándo? Es lo que no respondía y sí hay preguntas que no tienen respuesta esa no debería ser una. Un hombre alto y delgado se atravesó por su camino, él pensó en su dosis de cocaína, en la larga caminata que había emprendido por un poquito de polvo, por un poquito de vida. Por eso no la miró, porque sí la hubiera mirado quizás solo quizás, habría visto sus rodillas raspadas o sus lentes chuecos o su pasión pasmada.  Hay cosas que nunca se saben.
Yo Arturo, me habría enamorado de Lucero, pero la pobre ni siquiera sabe su nombre, sí perteneciéramos al mismo planeta, pero ya ven dicen que las mujeres son de Venus y los hombres de ¿Marte? El caso es que Lucero es un títere de la humanidad, se mueve como los carros o como los semáforos, como todo lo cotidiano para que me comprendan. 
Y Lucero se detuvo a comer unos gusanos repletos de azúcar que se le enrollaban en la lengua hacia que sus palabras se trabaran más cuando intentaba explicarle a un niño que no era su madre. Todavía paso por joven se dijo, como una esperanza vana de recuperar el tiempo perdido. Esa banalidad que atrapa y que sale tarde o temprano en la ropa, cuando comienza a descolorarse. Ya estaba en mayo cuando las rosas brotan, en diciembre su cuerpo había perdido la voluntad, un ataque le desplomó contra el piso, le lubricó los ojos, le prendió fuego a las neuronas e hizo explosión en las partículas de su razón. Nunca sucedía nada, pero este hecho le había robado sus imágenes y la había introducido al placer que solo sienten los santos. Pasó la vista sobre su almanaque de cartera, 10 de mayo día de las madres y ninguna llamada todavía.
Lucero miraba con curiosidad sus pies, después del ataque que la había tendido en el piso. Porque la mayor ingenuidad está en los pies en los que nadie se fija, es como el recuerdo de la infancia que se sujeta en las comisuras de las uñas en las líneas más marcadas. Los pies, retrato de toda una vida. Tosió gravemente salpicando su saco de esa saliva extraviada que le había entregado a muchas bocas desarmadas. La comida se estaba poniendo fría, el tenedor le temblaba ante el paso de las horas. Al terminar, se puso a ojear un periódico de su infancia que había encontrado en el armario. Se asombró por la cantidad de letras e imágenes que la bombardeaban por su contenido de violencia y es que en aquella época cualquiera podía morir o ser asesinado a manos de la raza quetra. Raza que buscaba la perfección física, pero, ahora en otros tiempos más amables y menos descabellados en donde podía convivir abiertamente con personas menores de edad sin ser encarcelada o ultrajada.
Antes no se podía convivir con menores de edad ni mencionar palabra alguna, ya que desde muy pequeños eran mandados a la zona de alimento. Lucero no había vivido todo lo anterior porque una bomba biológica había desarmado a los principales líderes, sin embargo, le habían entregado unos hijos a los que debería criar y amar por debajo de la raza.
Entonces, yo aparecí en su puerta y le dije: Lucero apaga ya ese botón de la memoria te estás volviendo dramática, mírame a mí que soy libre como los animales, que corro como leopardo y no le tengo ninguna consideración a los humanos. No sé porque te empeñas en buscar recuerdos que no existen, sí nuestra sangre es perfecta, somos más que ellos aunque se empeñen en afirmar que somos copias mientras que podemos hacer más de lo que ellos soñaron. Justamente por tu actitud no puedo enamorarme de ti. 
Ella pensó que quizás él tenía razón, pero de cualquier forma la imaginación se había apropiado de su memoria para crear falsos recuerdos. La vigilaban era un hecho. Arturo contuvo el aliento esquivó la mirada de la bestia y se marchó volando.
Lucero cerró la puerta, se asomó por la ventana, miró una jaula vacía en su mente y posó sus ojos al otro lado. Y el perro todavía estaba allí con los ojos furiosos...

Uriel

Relatos FM


Viaje a un pasado extraño


Aquel científico necesitaba saber qué sucedería si en la máquina del tiempo retrocedía al momento en que sus padres estaban por conocerse e impedía la relación. Esa noche reflexionó, y decidió viajar al pasado. Al día siguiente muy temprano, se preparó para su aventura. No sabía adónde ni en qué año ni en qué lugar acabaría, ni si quiera savia si  le iba a merecer la pena el riesgo, pero había algo en él que lo empujaba hacia ese extraño aparato, no sabía porque, pero no podía resistirse a la tentación de hacer algo que nadie ha conseguido hasta el momento.
Después de plantearse todos los conflictos posibles, y de prepararse para poder esquivarlos, se dio cuenta, de que aquella maleta vieja y destrozada pesaba demasiado, y no sabía si iba a causar daños llevando algo al pasado ni si quiera descubierto, todas las horas le sirvieron de nada, cogió una linterna y se adentro en la máquina.
De repente sintió una sensación de mareo, como si todo diese vueltas a su alrededor, su entorno, antes gris metalizado, era ahora una mezcla de colores abrumadora. Sentía como si estuviese cayendo a gran velocidad, efectivamente, notó un impacto en su espalda, había caído en un terreno pantanoso y extraño, nada parecido a lo que es su hogar.
Después de andar durante horas, y para a algún que otro excursionista, llegó adonde su padre se crió. Una gran mansión de paredes blancas y lujosas, a sus pies un extenso jardín, con la hierba recién cortada, y los aspersores funcionando todavía. Tocó ese timbre que le diría la verdad sobre su pasado, quien era, de donde venia. Abrió un hombre alto y bien vestido, le preguntó si podía ver a su padre (utilizando su nombre lógicamente) a lo que el hombre le respondió "Aquí solo vive un anciano, se ha equivocado"
Pensó en todas las historias que le contó su madre, decía, que era un gran noble, una persona respetada por muchos, pero, al parecer, toda su vida ha estado encerrado en una gran mentira, viviendo un cuento sin final feliz, buscando un padre que no existía.
Volvió a casa, y decidió dejar de buscar a su padre, se quedó con una duda que le comía por dentro, si su padre no vivía allí quien lo hacía. Hasta que un día, miró al pasado, recordó su viaje al pasado. Era imposible la verdad que acababa de ver, ese anciano solitario, en esa casa grande y hermosa, era él, la máquina del tiempo no lo llevó al pasado, como el deseaba, si no que lo mandó al futuro, para avisarle de lo que le pasaría, pero se dio cuenta demasiado tarde, lo único que le quedaba era su fiel mayordomo.

Raquel

Relatos FM

Entre Trenes


Todo era perfecto hasta el día que murió, y con él, una parte de mí se marchó para siempre, o al menos
eso creía yo... Él y yo siempre habíamos amado la literatura por encima de todo. Tras su muerte me sentí tan sola, la
vida ya no merecía la pena, no sin él...
Durante mucho tiempo me refugié en sus libros, en cada una de esas muchas palabras que él había
escrito mucho antes de partir hacia la otra vida. Cada una de sus muchas novelas me recordaba tanto a
él, cada vez que abría uno de sus muchos libros un chorro inalcanzable de su ser me inundaba.
Mientras leía estaba muy bien, rodeada de un mundo perfectamente perfecto dentro de los límites de
un mundo creado a partir de las descripciones y los personajes del propio libro, pero yo sabía que
detrás de todo aquello no había nada, todo era falso, él no estaba ni estaría nunca más, debía olvidar y
seguir adelante, seguir con mi vida...
Dejé la literatura, dejé los libros y cerré el portal de mi propia imaginación hacia mi bonito mundo.
(. . .)
Cada mañana, desde hacía años, cogía el tren de las ocho y cuarto en la estación principal de la ciudad
para ir al instituto, y siempre, en el mismo lugar, en el mismo banco, siempre sola, estaba ella. Una
niña de unos ocho años de edad, de pelo oscuro, vestida con un bonito vestidito el cual era de un color
diferente cada mañana, nunca repetía el mismo vestido en todo un año, y siempre estaba triste, siempre
estaba allí sentada sin hacer absolutamente nada, solo lloraba; y en el tren, no se como me lo hacía,
pero siempre encontraba sentado justo enfrente de mí a un señor mayor, de pelo canoso, vestido con
una larga gabardina que parecía recién sacada de alguno de los libros de detectives de Sherlock
Holmes, y siempre andaba sumido en su mundo, escribiendo en una libreta vieja y gastada historias y
memorias que nunca leería nadie, por eso yo le admiraba tanto. ¿Cómo era capaz de escribir con tantas
ganas aún sabiendo que nada de lo que había escrito o escribiera sería leído por nadie? ¿Cómo podía
escribir para nada? ¡Ni siquiera tenía familia! ¡Estaba totalmente solo en este mundo! Como yo...
Siempre estaba tan concentrado que nunca me atrevía a preguntarle el "¿por qué?" escribía con
semejante entusiasmo, pero un día no pude reprimirme más y se lo pregunté.
"Escribo para mi, no necesito que mis escritos sean leídos y afamados para disfrutarlos y que me
gusten, yo soy feliz así y aquí, la felicidad no acude a nosotros, nosotros decidimos tenerla o no, pero
no basta con desearla".
Después de semejante reflexión siguió escribiendo e ignorando donde se encontraba, como todos estos
años, y yo regresé un tanto confusa y pensando en tal sutil consejo a mi asiento.
Un día decidí que era hora de dirigir mi vida hacía otro rumbo, dirigirla con otros pasos, más firmes y
más útiles. Me propuse hacer reír a la extraña y misteriosa niña de los trescientos sesenta y cinco
vestidos. Cada mañana llegaba a la estación muy ilusionada y exuberante con nuevas ideas para hacer
sonreír a la triste niña, pero cada día me subía al tren más deprimida y con menos esperanzas, no
lograba hacerla sonreír. ¿Cuál era el problema de aquella pequeña? ¿Por qué siempre andaba en el
mismo sitio sumida en silenciosas penas? ¿Por qué siempre restaba sola sentada en aquel banco? ¿Por
qué nunca repetía un mismo vestido en un mismo año? ¿Por qué? Millones de preguntas acudían a mi
como abejas a la miel, pero no era capaz de preguntarle nada a la niñita, no mientras la viera sufrir de
esa manera, pero llegó el día en que no pude contener mi curiosidad.
"El año viste cada día de un nuevo color, de una nueva sonrisa y de una nueva pena, así
como la vida viste cada momento de una nueva forma y el pasado... ¿Qué es realmente el tiempo? ¿Un
espacio invisible que controlamos o que nos controla a nosotros? Algo que nos es difícil de manejar
pero a la vez bastante llevadero. Más de mil preguntas pueden llegar a asaltar tu cabeza de un instante
a otro pero no ser capaz de contestar ninguna, el mismo problema es el de los vestidos".
-Vale, ¿qué es esto? ¿una adivinanza? ¿Es una adivinanza para responderme a mi misma todas esas
preguntas que tú dices que digo que dice ese adivino del destino? ¿Un tema sobre algo de los vestidos?
La niña me miró con cara de no entender nada, era curioso, me había soltado una reflexión
extraordinaria que ni yo, una alumna de bachillerato podía entender y después, lo que yo le decía no lo
entendía. Extraño y misterioso, al fin y al cabo, como ella misma... Cogí el tren y la dejé sumida en sus
tristes pensamientos, como cada mañana.
Pasaba el tiempo, creí que podría alejarme para siempre de los libros y de todos esos recuerdos
ambiguos y medio olvidados de una realidad no tan real y sobre todo, de él... pero no pude, no fue así,
cambié de opinión, simplemente eso, había pasado tiempo, había conseguido olvidar y rehacer mi
vida, y lo más importante... sabía que él estaba bien y que dónde estuviera, feliz, me esperaría...
La mañana siguiente volví a abrir un libro.
Llegué a toda prisa a la estación y muy entusiasmada; había vuelto a mi bonito mundo, a los libros, al
reencuentro con todos sus personajes y sobre todo... al reencuentro con él. Tenía que contárselo al
abuelo de la capa de detective, al escritor sin fronteras. Subí al tren, ni siquiera me paré para intentar
hacer sonreír a la niña, tenía demasiado que contarle a ese misterioso viejo, demasiadas preguntas y
hasta creo que demasiada curiosidad... Me senté en el primer asiento vacío que vi, levanté la mirada
pero el viejo no estaba, que extraño, miré a mi alrededor pero tampoco lo hallé.
¿Por qué?
Me puse nerviosa, ¿como que no estaba? Todos esos años, mientras iba cada día hacia el instituto me
lo encontraba sin yo quererlo, y el único día que de veras deseaba verlo... desaparecía, así sin más...
Algo muy extraño ocurrió en el tren aquella mañana, me quedé dormida, o más bien en una especie de
trance, soñé una cosa muy extraña, yo lo veía a él, estábamos los dos sentados en el banco donde
siempre estaba la pequeña niña triste de los trescientos sesenta y cinco vestidos, era como una especie
de "adiós" entre él y yo, fue mágico... Cuando desperté me había pasado tres pueblos de mi parada y
era demasiado tarde para volver al instituto, me volví a casa.
Al bajarme del tren, me acordé de la pequeña niña, no le había dedicado tiempo aquella mañana y por
obra del destino ahora me encontraba delante suyo, para dedicarle el tiempo perdido.
Fue el día en que la vi por última vez, el día en que volví al abrazo de los libros, el día en que me
despedí de él, el día que misteriosamente desapareció el abuelo... y el día en que la hice reír por
primera vez.
La niña se levantó del banco, me dirigió una última mirada y echó a correr...
-Ese día fue el primero y el último día que la vio realmente.-

Rivendel

Relatos FM


Soplo de Vida


Era una noche sin estrellas, pero sintió el aire fresco en su cara al asomarse por la ventana.
La música, de viernes a  las tres de la mañana de los jóvenes de marcha no le molestaba, todo lo contrario, parecía que todo aquel murmullo, a veces ruido, le transportasen hacia buenos recuerdos de veranos años atrás, haciéndole sentir conectada, cómplice con ellos, y, de pronto, se sintió recargada de vida.
En ese instante, giró su cara y la parte del cuerpo que le acompañó, hacia donde procedía aquel barullo, viendo, por encima de todo, una luna casi llena y brillante, aunque la luna, en aquel instante, aparecía anecdótica, sin apenas el encanto del que suelen enganolarle.
Era vida, todo aquello le recargaba de vida, de energía, esa energía que te hace olvidarlo todo para llenarte de ilusión y darte fuerza, toda la necesaria que se precisa para volver a olvidar, volver a tener fe, y, porque no decirlo, confianza en uno mismo para reanudar el camino, el que le había tocado vivir, como a cada uno, pero, desde aquel instante, volvería a estar cargado de incertidumbre, ahora de nuevo positiva.
Así que, después de haberse levantado para cerrar la ventana antes de acostarse, dejó que aquel trozo de luz y sonido que se colaban por el diminuto hueco inundasen la habitación y le acompañasen toda la noche. Sin más, fue feliz. Se esfumó la ira que había ido creciendo y decidió volver a abrir su corazón para que entrase de nuevo la felicidad.

Little

Relatos FM


Todo es relativo


      Siempre, de toda la vida, he escuchado decir que las comparaciones son odiosas y creo que así es, que establecerlas sólo vale para malos entendidos  y, muchas veces, para disgustos y sinsabores. Lo que ocurre es que, a menudo, la gente "chismosa" parece que lo que quiere es, precisamente , eso, armar líos para no vivir nunca tranquilo, y ,lo que es peor, no dejar vivir tranquilos a los de su alrededor. Esas personas alborotan mucho y no dejan títere con cabeza, así que, en la medida que se pueda, hay que hacerles caso omiso, obviarles, porque, de lo contrario, le vuelven a uno la cabeza del revés y ¡ vamos ¡ digo yo que no estamos aquí para estar todo el día penando y sufriendo.
       Yo propongo, o mejor dicho, me propongo a mí misma, ver las cosas, en general, por el lado positivo, y no es que tenga tal grado de ingenuidad que no me entere de nada, sino que intento sacar lo mejor de cada uno, de cada cosa, de cada situación.
        Por ejemplo, cuando oigo hablar de alguien sobre el que dicen que no es buena persona, siempre suelo reflexionar un rato sobre lo que escucho y, generalmente, llego a la conclusión de que alguna cosa  buena tendrá, pero que precisamente se han fijado en algún aspecto negativo, que todos tenemos, pero sería mejor destacar alguna cualidad, que sin duda también las tendrá. Puede que, en algún momento, no haya sido un buen amigo, pero  habrá que sopesar las veces que sí lo ha sido, o ¿es que a la primera de cambio vamos a tirar todo por la borda?, creo que hay que tener un poco de equilibrio y no inclinar siempre la balanza hacia donde más nos apetezca en cada momento. Es mejor, en mi opinión, ser algo más moderado y así no llevaremos las cosas a los extremos.
       Estamos viviendo un momento muy destructivo, todo es horroroso, nada se puede aguantar, todo está fatal,... que si mis hijos..., que si mis padres..., que si mis amigos..., que si mis compañeros de trabajo..., que si mi jefe..., que si los políticos..., que si mis suegros ..., total, que no hay nada ni nadie que salve el pellejo. Pero si nos preguntáramos alguna vez  por nosotros mismos, a lo mejor nos dábamos cuenta de que puede que, en alguna de las ocasiones, la causa esté en mí, que no hay que buscar tres pies al gato, como se suele decir, que sería interesante que modificáramos alguna de nuestras conductas  y es posible que así empezáramos a cambiar algo las cosas. Puede que así transmitiéramos otras vibraciones a la gente que tenemos cercana a nosotros; en vez de un mal gesto, podríamos esbozar una sonrisa, o en lugar de lanzar un exabrupto , podríamos decir una palabra amable. No cuesta tanto y el resultado es fantástico. Yo  he probado a hacerlo y de verdad que me he sentido muy bien.
        Otro  de los temas que me llama la atención y que también hay que mirarlo desde la relatividad , es el de esa manía que nos ha entrado de quejarnos por casi todo, por ejemplo, del dinero, parece ser que estamos peor que nunca; enseguida sale a colación la crisis, esa dichosa crisis que nos tiene tan traumatizados, y sí que es verdad , hay crisis económica, pero es que se queja hasta el que no lo está viviendo tanto. Me parece que hay que ser realistas, ya que mientras hay personas que lo están pasando francamente mal, porque no tienen trabajo; sí, están en paro, por el cierre de empresas y negocios y por otras muchas causas que les hace estar al límite, y, en el mejor de los casos, les tienen que ayudar la familia, si es que gozan de mejor situación, hay otros que siguen quejándose y que, sin embargo, no están en ese caso, sobre todo porque tienen empleo,  además estable, más o menos bien remunerado, pero, al fin y al cabo, cuando acaba el mes tienen su sueldo para poder vivir con dignidad. Cuando oigo lamentos de algunos de estos, me acuerdo de los que verdaderamente lo están pasando fatal y , es que aunque no lo quisiera, tengo que compararlo y decir que no es justo, si es que sirve esta palabra, que es el momento de mirarnos un poco en los demás y saber ser agradecidos, incluso, si podemos, intentar compartir algo con el que no tiene prácticamente nada.
        Conozco casos de personas que están al borde del precipicio, apenas tienen para poder comer,  además tienen cargas familiares, niños, y se da la circunstancia de que  el matrimonio está sin trabajo, viven casi de la caridad y de alguna "chapuza" que pueden ir haciendo, pero que es tan poca cosa que las privaciones a las que tienen que estar sometidos son innumerables. Tienen esperanza de que las cosas mejoren, pero no ven que llegue ese momento, la vida se les empieza a hacer cuesta arriba. Buscan trabajo por todos los sitios y nada remedia sus males. Así, en estas condiciones, hay mucha gente hoy en día, lamentablemente y uno se queda sobrecogido, pero hacemos muy poco o nada por colaborar a que mejore la situación. Cuando pienso en estas personas me doy cuenta de que la vida está montada para los "ricos", todo te lo meten por los ojos, la publicidad ataca continuamente y es como si encima te crearan aún más necesidades de las que tienes. L a verdad es que tampoco la abundancia de cosas da la felicidad, todos conocemos a personas que teniendo mucho, en lo que respecta a lo material, sin embargo son más pobres que las ratas, porque carecen de otras cosas más importantes, algunos son muy egoístas, no conocen la palabra generosidad y viven amasando sus riquezas, pero al fin y al cabo, no lo disfrutan porque no entienden de compartir, ni de otros valores que engrandecen.
        Lo ideal para mí es el término medio , ni nadar en la abundancia ni tener tal escasez que carezcamos de todo. Para poder vivir hay que disponer de un mínimo que nos permita cubrir, aunque sea, las necesidades básicas, porque , generalmente, el que tiene demasiada riqueza tampoco lo valora, tanto tengo, más quiero. La realidad de las cosas es que existe tanta desigualdad que, muchas veces, trae consigo el sufrimiento y , lo peor de todo, es que el que no está en la parte triste no se da ni cuenta. He ahí la mayor miseria.

Abalorio

Relatos FM

Las hijas del carnicero


En el barrio en el que vivo están sucediendo cosas bastante raras. Se están perdiendo los niños. Sí. Los de uno, dos, tres, cuatro, cinco años. Todos los vecinos andan alarmados, muchos les han comprado revolver a sus sirvientas. Mi mamá dice que eso deben ser los asiáticos que están de turistas por estos dí­as en la ciudad, y yo  le he dicho y recontradicho  que  eso no es así, que yo tengo una amiga china y qué es de lo más bien, que ella nunca se comerí­a un niño en el desayuno, además intentó ser vegetariana — – para salvar  a los desamparados animalitos, pero creo que se enfermó; mañana salvará vidas, es que se prepara para ser médico. En fin, yo sí sé por dónde va la cosa, resulta que el sábado como a las 2 a.m. a lo que se terminó la pelí­cula y apague el televisor , me puse a mirar por la ventana, esperando ver a la vecinita poliandra que se baja de distintos carros, me tiene loco, ella es la culpable de mi insomnio sabatino, es que está bien buena, pero no me convence en lo mental,  sólo en el ámbito sexual, me la he imaginado un poco de veces desnuda, imperfecta, borrosa, lo que no es lo mismo que verla, y cómo hago yo para decirle que la invito a cine, que pago los taxis y el motel, pero que no me hable porque me desencanta es enseguida; eso no se puede(todos sabemos como son las mujeres). En fin. Lo que no es para  uno que se lo coma otro.

Esa noche no la vi llegar, como que no durmió en su casa. En el momento en que iba a cerrar las cortinas de las ventanas vi a lo lejos una sombra que  poco a poco se fue revelando y descubrí  entre la oscuridad  la figura de la vieja bruja de la esquina con sus vestidos andrajosos , su pelo canoso y sus gatos , no le di importancia pues todos  aquí en el barrio saben que está loca y que  le da por caminar en la madrugada .En esas estaba cuando vi pasar al papá de las mellizas Monster frente a mi casa, abrí­ bien los ojos y note que tenía extensas manchas de sangre seca sobre la camisa y el pantalón, rápidamente solté la cortina y me agaché para que no me viera, eso me lleno de espanto. Al otro día me impuse revelar el misterio de mi barrio, ya tenía una pista, sólo me faltaban las pruebas, yo sabí­a a qué hora exactamente pasaban las mellizas Monster por mi casa, todos los días; nunca las saludaba, es que me asusto con solo verlas. Las mellizas Monster son dos esperpentos de 30 años que las mantiene el papá porque no han podido encontrar marido, y tampoco pudieron ir a la universidad porque sus puntajes Icfes fueron decadentes.

Las vi un soleado sabado desde la ventana, cruzaban delante de mi puerta.

·         Hola. —-las saludé.

·         Holas (coro).—respondieron las dos.



·         Cómo está hoy el cielo de bonito, no?

-Igual.

Para dónde van?.

·         Pa internet.



·         Y eso?.

-Pues a chatear con nuestros ciber novios.

·         Ah, no es que ando de lo más aburrido y las querí­a invitar a algo, a ver una pelí­cula en su casa.

·         Te burlas de nosotras?.Vivimos hace 30 años en esta cuadra y nunca nos has dirigido palabra alguna.



·         No. Cómo se les ocurre. Siempre las he catalogado como las mellas más lindas del barrio.

-Tan bobo usted, claro que somos las más lindas no ves que no hay más gemelas por aquí­.

·         Entonces aceptan?.

·         Sí.

·         No.

·         Espera aquí no te vayas.

La más larga cogió a su hermana del brazo y se alejaron de mí.

·         Por qué dices que no?.

·         Oye, que no se te note la ansia.

·         A mí no me importa, ya estamos muy viejas para bobadas de quinceañera, más bien regresemos rápido que se puede ir, tú sabes cómo es ese man de misterioso

Se acercaron

·         Volvimos.----- dieron un salto

·         Entonces?.

·         Sí (CORO).

·         Yo tengo una pelí­cula aquí­.——les dije.

·         Cuál?

Se las mostré

·         No qué le pasa, qué pelí­cula tan pendeja, a usted como que le gustan muchas pendejadas.

Tenía ganas de mentarles la madre pero me aguanté y me dije: hay que salvar a los niños.

·         Pues sí­.

·         Vaya a cambiar esa película acompañado de mi hermana. Le susurró a su hermana en el oí­do: ve con él, porque sino ese man nos pone a ver es terror.

Donde el vendedor pirata nada le gustó entonces me dijo. -Vamos pa la casa que allá tenemos un poco de pelí­culas buenisísimas. Así­ lo hice. Llegamos a la casa, la otra mella Monster me dio gaseosa con Detoditos, entre las dos me agarraron de los brazos y me arrojaron en la cama, cada una se me acostó a los lados. Pusieron una de las pelí­culas que tení­an debajo del colchón, y empiezo a ver tremendo porno. 20 minutos después me metieron mano, y  yo me levanto es enseguida.

·         Qué les pasa.

·         Nada, es que no te gusta la pelí­cula?.

·         No es eso, es que ustedes están como necias, yo me voy mejor.

·         Es que no le gusta el placer?

·         Sí, pero no con adefesios.

·         Usted sí­; inventa cosas.

·         Olvídenlo, en que trabaja su papá?.

·         No nos cambies el tema.(coro)

·         Saben, yo como que me voy.

·         No tú no sales de este cuarto.

No sé de donde mierdas sacaron las hachas y empezaron a blandirlas.

·         Te acuestas con las dos o si no te cortamos el miembro. Tragué saliva.

·         No. Prefiero morir que quedar traumado el resto de mi vida.

·         Entonces para qué te pones a ilusionarnos.

·         No, yo solo quiero saber en qué trabaja su papá.

·         Él es carnicero.

·         Déjenme ir —-dije sollozando. Estaba muy asustado es que sus rostros eran distintos.

·         Que no, bájese los pantalones a ver rápido.

·         Bueno pero primero con la más bonita.

·         O sea conmigo (coro)

Ay! Se las hice bien, estas se pusieron a pelear; se arrojó una contra la otra soltando hachazos, yo empecé a escuchar los jadeos y los bramidos de furia, después vi los cortes que se hacían .La sangre fresca y caliente brincaba por todas partes , eso mancharon paredes, cortinas, almohadas, hasta me cayeron unas gotas de sangre en la cara y en la ropa; vi como se quitaban los dedos, las manos, las piernas, las orejas, y por último las cabezas. Al ver el abominable estado en el que yacían las mellizas Monster, me fui fue vomitando. Sin perder tiempo llame a la policía y llegó una pareja: uno muy raquítico que tomaba las fotografías a las mellizas desmembradas y el otro uno gordo de bigote y gafas empezó con las preguntas. –Qué paso aquí­?. -Se mataron. -Conoce el motivo. -Sí­, por sexo. Deseaban abusar de mí­. -Cálmese joven, váyase para su casa y péguese un buen baño. Antes de irme les dije: -No olviden revisar toda la casa; yo creo que por aquí­ andan los niños perdidos. A la mañana siguiente en el periódico leí­ que habían aparecido todos los niños, que los hallaron en la madrugada en el cementerio. Todos exponían que habí­an acompañado a la vieja bruja de la esquina y sus gatos.

Marcelo

Relatos FM


Anoche Soñe que Escribi EL Libro


Soñe que Dayhana descubriò el Lenguaje de Dios, inventò el Programa computarizado y equipo fìsico para su utilidad.  Ella decìa que si una mujer embarazada tenìa antojos eso es porque el feto necesita alguna combinación de elementos que se hallan en eso que hace que la madre quiera comer o beber, oler, sentir;  Y por ser natural, pensó, "será que así es que nos habla Dios?" Tenía identificado al posible mecenas asi que salio a su encuentro. Billonario, había colaborado con las fuerzas rebeldes de Sierra Maestra por lo tanto tenia sus contactos.  Despues de ingeniárselas para ganar la confianza del octogenario, le confeso sus planes para desarrollar un dispositivo capaz de ser implantado en el ser vivo y hacer un informe completo del mismo basado en el ADN.  Esto incluye desde padecimientos presentes hasta posibilidades futuras, régimen de elementos ha ser suministrados para evitar o curar, en fin, la fuente de la juventud con calidad de vida.  Pero entonces, ¿como realizar el proyecto exitosamente si representa la ruina del monstuo farmacéutico asi como de la otra bestia comercializadora de la salud, los hospitales privados y similares?
-Te vas para Cuba, alla te protegerán y las patentes se negociaran fuera del alcance del bloqueo con paises poderosos y amigos de la causa.  Yo moriré en paz con mi concienca y creeme que a estas alturas del partido, es lo unico que puede desear un hombre que ha disfrutado todo lo que ha querido; Aqui es imposible llevar a cabo un proyecto.  No se hable mas.  Hoy mismo arreglo todo y te vas para La Habana.
Con todo lo necesario, Dayhana inicio su trabajo y en menos de cinco años ya estaba terminado, el programa computacional, los monitores corporales, los inyectores, todo.  En el Congreso de Biotecnologia Molecular se presentaran los estudios, productos, etc. y sus usos.  Empezara asi, los bebes de las nuevas generaciones llevaran el implante del monitor desde el nacimiento justo antes del paladar, que es una de las partes del cuerpo mas protegidas, por el cráneo, este proporcionara desde el primer control todo lo necesario para la salud física y mental.  Determinará también las facultades que podrá desarrollar y esta información sera reservada para los registros escolares.  Segun sus capacidades naturales y las necesidades sociales, será su aporte.  El ADN intercambiara con el programa sugerencias para su perfeccionamiento y el programa determinara los elementos y las dosis.  Los niños ya nacidos, adolescentes y adultos llevaran un disposivo de acuerdo a la aceptacion orgánica de cada cuerpo.
Y el clima?, monitoreado por satélite con este sistema que indicará automáticamente las acciones posibles para evitar grandes cambios que puedan continuar alterando el ecosistema. ¿Cómo? con el ADN del planeta; Allí donde se esten talando árboles por ejemplo, ya no habra necesidad de demagogia, papeleo, denuncias, operativos para dar con los delincuentes, sencillamente, el satélite aplicará la medida correctiva que consiste en el daño permanente de la maquinaria utilizada, la localización y reporte inmediato de cada  persona, con identidad suministrada por el chip obligatorio implantado en su cuerpo por el Prorama de Salud.  Igual, de no poseer el chip o estar inhabilitado de alguna manera, siempre estará el trasmisor de señales ubicado en los equipos de trabajo, que serán de uso obligatorio. 
Hambruna? inmediatamente aplicado el chip se activarán los mecanismos para suplir las sustancias necesarias para la alimentacion sin necesidad del proceso digestivo, mientras se reestructuran los procesos de produccion mundiales y se logre la aplicacion de las medidas de distribucion de bienestar social.  Es una revolución, lo que estaba abajo se ubicara arriba y lo que estaba arriba, bajara y se deleitara de las mieles de la justicia social.  De todo esto no sera sencillo sacar conclusiones pero si podriamos proyectar las transformaciones derivadas.  Una vez superada la barrera de la baja calidad de vida, la producción planificada y distribución adecuada de las riquezas, la consciente explotación de los recursos naturales renovables y no renovables, la uilización de nuevas fuentes de energía limpia y barata, no contaminante, traeran consigo necesariamente entre multiples transformaciones, un nuevo sistema de organización social, basado en el bienestar de la sociedad no individual.  El que no lo conciba asi, puede remitirse a un ejemplo reciente de como ha transformado la internet nuestras formas de relacionarnos socialmente, económica y políticamente.  Ha sido una revolución completa.  La educación será impartida por grupos de afinidad vocacional y no como ahora que  van todos los
niños a escuchar las mismas clases de matemáticas, ciencia, historia, etc., cuando en realidad esas criaturas no tienen el mas mínimo interés en ninguna de ellas y el que se interese por alguna ya se identificará con el diagnóstico del ¨Lenguaje de Dios¨, la verdadera vocación del niño.  Esto permitirá que se preparen planificadamente los profesionales que necesita el mundo entero.  Los que tengan además intereses y capacidad para estudios en otros países también serán aprovechados, no será un sistema cerrado de inducción de vocaciones, porque cada uno de nosotros tiene mas de una tendencia o preferencia para servir.
¿Como será retribuído el trabajo?  la fuerza de trabajo entregada para la producción de bienes de utilidad social será retribuída con la satisfacción de las necesidades de cada individuo de tendencia a vida en sociedad pero de forma individual claro, lo cual puede cambiar en el transcurso de su vida, y para quienes formen familia, se satisfarán las necesidades de la familia. 
La religión será aceptada como parte de la cultura y científicamente se descubrirá que el supremo sistema organizado hacedor de todo, ha tocado a cada uno de nosotros de la manera  correspondiente a tiempo y espacio histórico, asi pues, seremos una hermandad que respetará la forma de acercamiento que El eligió para cada pueblo e inclusive para los ateos, a quienes se acerco con  su inteligencia y capacidad de disernimiento sin la opresión que el hombre impuso sobre el hombre sin tener relación directa con los designios, pero que aún así, son sus designios.  Terminará radicalmente es la comercialización de la religión y no solo porque cada individuo será consciente de su propia naturaleza divina sino también porque ya no será necesario comunicarse por medio de ritos sino que su LEY ESTARA GRABADA EN NUESTROS CORAZONES.
No existirá dinero ni forma de intercambio, todo será basado en la conciencia individual social; Es decir, si vamos al supermercado por ejemplo, y queremos helado de vainilla para tres, tomaremos lo
necesario, igual con todo lo demás, no es que desaparecerán las cosas que mas nos gustan ni nada de eso.  Pero, en ese caso, si no hay dinero o forma de intercambio, ¿còmo obtendrá el Estado los recursos para subsidiar la producción social?, muy sencillo, cada quien aportará según su capacidad y se producirá solo lo que sea útil y necesario para la sociedad.  Se acabará la industria farmacéutica paliativa y dará paso a la preventiva y curativa, se terminará todo lo relacionado con producción de productos para consumo vicioso, juegos de suerte, drogas nefastas, etc.  Además  no solo no se producirán sino que nadie sentirá deseo de consumirla, debido a la manipulación genética como ya te dije.
El sistema penitenciario será un rezago del pasado y a medida que las nuevas generaciones vayan naciendo, ya no será necesario.  Pero igual, mientras eso ocurre, a quienes se asignen medidas correctivas, se les brindará todo lo necesario para la reinserción social, desde modificación  genética hasta educación, vivienda, salud, deporte y recreación, como toda la sociedad.
Los sistemas obsoletos de pensamientos estructuados por inducción que tradicionalmente han utilizado  los medios de comunicación social serán sustituídos por un solo sistema a escala planetaria en el cual se darán a conocer los avances en desarrollo social de todos los países, se acabarán las noticias sensacionalistas, vanas, inútiles, en lo sucesivo serán motivo de alegría los logros alcanzados por cada país, región, continente.
El sistema financiero desaparecerá ya que los parásitos sociales serán transformados en seres productivos, por propia decisión puesto que el nuevo sistema social no obligará a nadie, pero al verse solos y sin nadie que caiga en sus trampas, debido a que la gente común, que es de quienes se nutren sus succionantes modus vivendis, serán transformados por el nuevo hombre, es decir todo aquel que quiera ser libre de sus adicciones, de sus deseos de cosas materiales inútiles, etc., se someterá al método de transformación genética, y dado que cada dìa serán mas y mas los que voluntariamente se integrarán, los parásitos ya no tendrán a quien explotar.  Además, como los parásitos humanos de los humanos se nutren de la fuerza de trabajo y de la admiración, envidia, snobismo y toda esa ridiculez, al ser la mayoria de la población libre de la monería, pues ellos solitos entrarán en el carril dado que ya no tendrán la cohorte de aduladores y wao parlantes.
Ha llegado el día, hoy es 21 de diciembre de 2012, se da inicio al Congreso de Biotecnología Molecular, ya todos los participantes tienen copia del proyecto que presntará Dayhana, asi que es demasiado tarde para matarla, serìa un vulgar acto de venganza, pero igual ella se ha guardado un As bajo la manga ya que no es como esas científicas super inteligentes de las películas de holigud, que son supremamente inteligentes pero las matan en una cabina telefónica mientras llaman a su hijo que está totalmente desprotegido en una casa del nort west de miami, porrrr favorrr. 
Pero toda esta maravilla ¿cómo será posible de la noche a la mañana?  fácil, China poducirá todo los programas computacionales y equipos, Rusia y Cuba capacitarán al personal médico, India proporcionará los medicamentos y sustancias para los cultivos y tratamiento animal, Estados Unidos proveerá el transporte y distribución durante todo el tiempo que dure el pago de la deuda externa contraìda con China.    Y así mientras las aguas toman su nivel, nos vamos acoplando, porque por causalidad, casualidad o lo que sea, todos y cada uno de los que se oponen a poner en práctica el proyecto ¨El Lenguaje de Dios¨, tienen en sí mismo, en algùn familiar, mascota, cultivo, o relacionado que sea, un problema de salud ha resolver, por lo tanto, tendrán que rendirse ante los beneficios inmediatos que les proporciona la ejecución del proyecto y dejar la ambición particular de lado. 
El As bajo la manga de Dayhana, es que no es Dayhana sino Dayhanas las que se presentan ante el Congreso.  Pero ¿còmo?, simple, sencillo, el Programa del Proyecto tiene un sistema de hologramas idénticos al original, este se basa en la posibilidad de que se detecte un posible rechazo del propio cuerpo a algún tratamiento o medicamento, por lo que el holograma copia todo el cuerpo de manera perfecta y le proporciona todo lo necesario para ensayar el tratamiento de forma tal que los fallos no
incurran en daño alguno en el cuerpo real.  Pero cuàl de las Dayhanas es la real?, nadie lo sabe, solo ella....después de los aplausos se retiran todas las Dayhanas, poco a poco, se van, despidiéndose, dando gracias, algunas se van en auto privado, otras en taxi, otras caminan juntas al poco tiempo se desintegran en una luz de farol y, que creen, la verdadera, al salir a la rotonda gigantesca del centro de convenciones, se quita el chal, lo que le estorba y abre unas enormes alas, blancas, luminosas, como las de San Miguel Arcángel, remonta el vuelo y se retira a su exilio adorado, donde se modificó así misma genéticamente para ser como los ángeles, ahora, como diría Cantinflas, vive  ¨ encuerada y sin comer¨.
Desperté a las 10 y pico de la mañana, me fui corriendo a comprar la loteria.  Jugué lo que dice la charada: soñar con ángel es 09, soñar con Cuba es 59, soñar con Dios es 00 y soñar con locuras es 99...

Luna de Guevara

Relatos FM


Rebajas de Enero


Hubo una época en la que estuve a punto de suicidarme. No lo parece ahora, que acudo puntual a mi trabajo, voy al fútbol con mis hijos los domingos y una mujer adorable colma mis anhelos en los planos sexual y afectivo. Pero existió antes de esta de hoy, una etapa de mi vida muy distinta en la que el mundo no era más que un légamo putrefacto. Recuerdo aquella temporada como un tiempo confuso que no me perteneciera, como si se tratara de la vida de alguien irreal que sólo aparece en una mala película de sobremesa. En aquel tiempo algún Dios desprovisto de misericordia descargaba cada día sobre mis asuntos su furia de tormenta hasta convertir mi existencia en una pecina pegajosa en la que yo sólo era capaz de chapotear como un cerdo. Un puerco amargado y triste que no soportaba nada que pudiera tener siquiera un parecido con la felicidad. Odiaba las canciones que hablaban de arco iris, wonderful worlds y demás coros de iglesia anabaptista. Si hubiera podido, habría estrangulado a todos aquellos que chiflaban risueños la cantinela del Don´t worry, be happy. La felicidad de los demás me resultaba insufrible, lo que me convertía en un tipo abyecto que aborrecía a todo el mundo y, sobre todo, que se odiaba a sí mismo. Cualquier fecha era calamitosa, pero las navidades era la época más dura del año. Cuando iba de compras a los centros comerciales lo hacía con tapones en los oídos para evitar que las campanillas del Jingle Bells junto a las dulces voces de los niños cantores me provocaran espasmos de repulsa. En Nochebuena me salían sarpullidos de tanto escuchar repetida hasta la saciedad en la televisión la palabra "feliz". El año 2002 conté las veces: 787 en Telecinco y eso sin tener en cuenta las del programa de María Teresa Campos, que no lo pude ver porque era superior a mis fuerzas. En aquel tiempo yo vivía solo y en Nochebuena todos los años iba a cenar a casa de mis padres, donde me encontraba con las dos hermanas viudas de mi madre. Eran tan simpáticas que me daban auténtico asco. Me recibían siempre con un besuqueo interminable ante el que yo no hacía más que preguntarme "pero estas mujeres, ¿por qué no se afeitan el bigote?" Un año, además de pensarlo, se lo dije; una de mis tías me soltó un guantazo que me dejó sin habla hasta el día de año nuevo. Precisamente otra de las fechas más molestas. Alguien que está seguro de que un nuevo año sólo puede traerle más desgracias es normal que considere una necedad ridícula celebrar su llegada. Esa noche nos juntábamos toda la familia por parte de mi padre en casa de un tío paterno. Un calzonazos de sonrisa permanente que abusaba de los diminutivos. Con 30 años, yo para él era su pequeño sobrinito y él para mí un colosal *****. Mis primos eran los típicos niños bien de colegio de pago, raya al medio y calcetines de rombos. El prototipo de personas a los que hubiera propinado de buen grado una patada generosa en sus depilados culitos Calvin Klein. Nunca fui a un cotillón de Nochevieja, mi velada ideal para esa noche consistía en meterme en la cama a escuchar en mi MP-3 un disco de Metallica. Tampoco regalé nunca nada en Reyes ni quería recibir regalos, porque eso podía hacer que se sintiera bien la persona que me los hacía. Si me regalaban algo, yo ni lo abría. Para colmo, siempre que veía a un niño le explicaba amablemente con todo lujo de detalles que los Reyes son los padres que compran en El Corte Inglés. Otro de los días de mayor sufrimiento era mi cumpleaños. Si alguien se animaba a arrancarse con el "cumpleaños feliz de tus amigos de parchís" alguna oscura fuerza interior me exhortaba a sacar allí mismo una metralleta y provocar una masacre. En fin, en esta línea podría seguir con una larga letanía de martirios personales. No soportaba los "happy end" del cine americano, odiaba a esas novelistas inglesas del siglo XIX en cuyos libros todo el mundo comía perdices y así un innumerable lista de rosados etcétera.
Odiaba tanto el mundo y a los hombres y mujeres que lo habitaban que la muerte de todos ellos me parecía el único camino coherente. Borrar de la faz de la tierra a esta casta de alimañas decadentes y egoístas sin ningún escrúpulo. A mí mismo me doy miedo recordándome en mi pasado sabandija. El caso es que, asustado de mi propia crueldad y cautivo de la más profunda desesperación con la que a duras penas subsistía, concluí finalmente que el mejor servicio que podía ofrecer tanto a la sociedad como a mí mismo era suicidarme. "Al menos así no amargaré la vida a nadie", pensaba mientras continuaba sumido en mi agonía.
Para el suicidio elegí el método que me pareció el más cómodo posible. Puesto que el resultado de un suicidio en todo caso es siempre el mismo independientemente del método, al menos no quería pasar un mal trago. Además, la sangre siempre me ha dado mucha grima, así que descarté cualquier fórmula violenta como pegarme un tiro, ahorcarme o saltar por el balcón de mi apartamento. Sin embargo, la forma de morir que siempre me había parecido menos traumática era expirar mientras se disfruta de un dulce sueño. Mi suicidio, estaba claro, iba a consistir fundamentalmente en una sobredosis de ansiolíticos.
En internet encontré algunos consejos para conseguir una cantidad considerable de pastillas y no quedarme corto con la dosis. Cuando las tuve en mi poder me devoré una opípara cena llena de alimentos cancerígenos a base de fritangas y un par de postres preñados de colesterol. Para decirlo todo, también añadí un vino de bandera que me costó medio sueldo. Tras la cena, apuré mi último cigarrillo y sin pensar demasiado en ello me tomé los ansiolíticos empujándolos al gaznate con una deliciosa cerveza belga.
No tenía nada pensado para matar el tiempo hasta que el sueño letal me venciera, así que me senté en el sofá con mi cerveza y puse la televisión. Mientras variopintos pensamientos embestían mi cabeza caóticamente, empecé a cambiar de canal de forma mecánica. No sé por qué, pero finalmente me encontré como pasmado frente al canal de Teletienda. Anunciaban una crema facial rejuvenecedora elaborada a base de babas de caracol. Al parecer, o eso es lo que aseguraba la voz en off del anuncio, esa asquerosidad era estupenda para el cutis. Las imágenes mostraban a una mujer muy sonriente untándose la cara con estas secreciones gasterópodas. Según contemplaba el spot publicitario, advertí que algo en él me resultaba familiar, sin embargo no recordaba haber visto nunca antes ese anuncio. Casi al final de la proclama caí en la cuenta. La mujer que anunciaba sonriente los beneficios del milagroso producto cosmético, mientras se embadurnaba la cara con las babas viscosas de cientos de caracoles, era Elena Marcaida, una antigua compañera de clase en el instituto. La revelación me dejó estupefacto. Con ella había mantenido el primer escarceo amoroso de mi vida en mis años de estudiante. Ni siquiera llegó a ser un escarceo, simplemente yo había estado enamorado de ella pero nunca me había atrevido a decírselo. La típica historia de un adolescente patético, como era yo entonces. Mi enamoramiento duró bastante tiempo, hasta que ambos dejamos el instituto. Posteriormente no había vuelto a saber nada de ella. Aunque después de aquello yo amé y olvidé a distintas mujeres, el viejo tópico: "el primer amor no se olvida nunca", en mi caso era indiscutible. De alguna manera, los amores que he tenido siempre los he comparado con el primero.
Sea porque tenía a la muerte esperándome a la vuelta de la esquina o por el impacto que me había provocado la visión de Elena tan feliz entre las viscosas secreciones del caracol, fugaz pero intensamente fui haciendo repaso de las pocas veces que había sentido algo por alguna chica a lo largo de mi vida. Finalmente concluí que Elena era la única mujer a la que realmente había amado. La imagen de dulce regocijo que exhibía en el canal de Teletienda me había hecho comprender lo infeliz que, sin embargo, era yo. No pude evitar fantasear sobre cómo hubiera sido mi vida con Elena Marcaida y asediado por el risueño fragor del canal televisivo, me imaginaba una vida feliz sobre un lecho de babas de caracoles. Sentí un irreprimible impulso interior: tenía que asegurarme de que la felicidad de Elena era real, que no era una pose ficticia ensayada mil veces delante de la cámara. Necesitaba tocar esa felicidad, como Santo Tomás, meter mis dedos en las llagas. Ser feliz sería posible para mí si lo era para Elena Marcaida.
Pero entonces sentí un súbito vértigo de somnolencia que estuvo a punto de vencerme. Noté mi pánico y me sentí estúpido. Tembloroso y asustado pude llamar a una ambulancia y contarles la tontería que acababa de hacer. Hasta que llegaron, estuve deambulando por toda la casa bebiendo Coca-Cola y haciendo gimnasia para no dormirme. Es evidente que finalmente me salvaron, si no, no estaría ahora escribiendo sobre ello. No me sobró mucho tiempo, pero me pudieron hacer un lavado de estómago antes de que fuera demasiado tarde. Además, no te puedes fiar de internet, la dosis que decían que era letal, lo era solo para adolescentes. La cuestión es que tuve suerte y no fallecí ni me quedaron secuelas de ningún tipo. Cuando me recuperé y estuve fuera del hospital pude dedicarme a la tarea que me asaltó frente al televisor en la antesala de la muerte: encontrar a Elena Marcaida. No fue difícil, entré en la página web del canal de Teletienda y encontré el teléfono del departamento de Marketing. Allí pregunté por Elena Marcaida, la chica del anuncio de la baba de caracol. Me facilitaron el contacto de la empresa publicista y pude dar con ella.
Cuando la llamé, mi primera sorpresa fue comprobar que se acordaba de mí. Luego estuvimos hablando animadamente durante un rato de temas no demasiado precisos: cómo afecta el paso del tiempo a nuestras prioridades en la vida, lo lejos que quedaban los años de colegio, el contacto perdido con la mayoría de los compañeros de clase,... Finalmente conseguí una cita con ella. Cuando nos encontramos y me contó su vida me quedó claro que la felicidad de Elena no era tan estupenda como mostraba la tele. Estaba divorciada, había perdido un buen trabajo como recepcionista y se había visto obligada a participar en spots publicitarios de segunda fila para mantener a su hija. No tenía demasiados amigos, ni demasiadas aficiones y muy pocos sueños cumplidos, pero no me pareció que fuera una persona insatisfecha. Se había volcado en la magna tarea de ofrecer a su hija un entorno feliz en el que crecer. Sabía apreciar el encanto de las cosas pequeñas como un paseo en un día de sol o la lectura de un buen libro. Consideraba el optimismo una postura necesaria ante las eventualidades diarias. Las babas de caracol no la incomodaban y seguía teniendo unos preciosos ojos de gata siamesa. No diré que descubrí en aquel mismo instante que seguía amándola porque mentiría, pero su felicidad imperfecta era, sin embargo, tan real que al lado de mi tormento resultaba abrumadoramente apetecible. Su entusiasmo por vivir me hizo sentir absurdo y abochornado. Nos vimos varias veces más, hasta que los rescoldos del amor que sentí un día se avivaron y las llamas de mi pasión volvieron a inflamarse.
El final de la historia no tiene misterios, ya lo adelanté al comienzo del relato, ahora acudo puntual a mi trabajo, voy al fútbol con mis hijos los domingos y una mujer adorable colma mis aspiraciones. Y sí, se llama Elena Marcaida. Como dice Sabina en su tema "Rebajas de Enero", emociones fuertes buscadlas en otra canción.

Sabina

Relatos FM


El Monje y los Disfraces


En un remoto lugar de la India, entre la espesa selva, cerca de la orilla de un tímido riachuelo, a la vera de los nenúfares, cañas de bambú y flores de loto, vivió una vez un hombre llamado Brahmán.
Criado en la selva, huérfano desde hacía muchos años, como estaba solo en aquel lugar, si quería obtener alimentos tenía que trasladarse al pueblo del norte, donde habitaban los Hombres Mono, seres que andaban dando saltos, cubrían sus cuerpos con pieles y hablaban utilizando únicamente la letra U.
Los Hombres Mono atacaban a todos los que no eran como ellos, por lo que Brahmán, cada vez que quería entrar en este pueblo para comprar comida, tenía que disfrazarse como ellos y pasar desapercibido.
Habitaba el sur de la región el clan de los Hombres Pájaro, seres muy cultivados e inteligentes que curtían finos vestidos y lindas telas, pero que no compartían sus posesiones con quienes no formaban parte de su comunidad, por lo que Brahmán, cuando quería comprar ropa y calzado, debía disfrazarse de Hombre Pájaro y camuflarse entre ellos.
Al este de la región se asentaba la tribu de los Hombres Serpiente, quienes hablaban dando silbidos y pintaban su cuerpo de color verde.
Cuando Brahmán se encontraba enfermo, si quería comprar los remedios milagrosos que fabricaban estos hombres, debía disfrazarse como uno de ellos, pues este pueblo no aceptaba a nadie ajeno a su comunidad y eran agresivos y violentos con los extranjeros, y disimular para pasar desapercibido.
La Comunidad de las Mujeres Ardilla vivía al oeste de la región, tenían sus casas encima de los árboles y utilizaban antiguos ritos sagrados para hablar con la divinidad, pero no los compartían con quienes no pertenecieran a su entorno, por lo que Brahmán, cuando quería rezar y poner sus súplicas ante el altar del buen Dios, tenía que disfrazarse de Mujer Ardilla e introducirse en su campamento.
Cierto día, de regreso a casa, se encontró en la orilla del río con un extraño hombre sentado tranquilamente con las piernas cruzadas, inmóvil, con los ojos cerrados, respirando muy suavemente, ensimismado y en silencio.
Brahmán se sintió muy atraído por la silueta del monje y quiso hacerle compañía hasta que despertara, vigilando además que ninguna alimaña pudiera causarle daño.
Así, por casualidad, llegó a contemplar su cuerpo reflejado en el río junto al del monje y pudo percatarse de la gran paz y serenidad que emanaba de aquel extraño, contrariamente a su propia ansiedad e inquietud.
Angustiado, ávido y deseoso de obtener objetos por los que tenía que disfrazarse y arriesgar la vida diariamente en una penosa lucha que ya se había hecho parte inseparable de su propia alma, perdiéndose él mismo por el camino, el joven Brahmán hincó las rodillas en tierra mientras de sus ojos brotaban las lágrimas, dándose cuenta por primera vez de que, bajo tantos disfraces, realmente se había perdido a sí mismo. Había perdido su calma, su serenidad y su presencia, vendiéndose a cambio de artilugios colmados de vanidad y sin ninguna utilidad real.
Contemplando sus vestidos, su cuerpo y su cara, Brahmán no se reconoció en el reflejo del agua y quedó aterrado por el ser que ahora calzaba sus zapatos. Una sombra de él mismo, un fantasma que se había adueñando de su propia vida.
Llorando desconsoladamente, el joven se echó junto al monje añorando la serena calma que el santo desprendía y preguntándose el enigma de aquella dulce sonrisa que el extraño mostraba en su rostro.
Al cabo de un rato, el eremita abrió los ojos y descubrió a nuestro amigo sollozando a su lado amargamente. Brahmán, al ver que el monje había despertado, besando su mano, le imploró poder seguirle, poder imitarle, poder ser como él, poder aprender a cultivar en su interior aquella mágica presencia llena de bondad.
El erudito, que era un ser iluminado, acariciando la cabeza de Brahmán, le dijo tiernamente:
- Querido hermano ¿No estás harto ya de imitar a los seres que te rodean y de disfrazarte cada vez que deseas obtener alguna cosa? –
El joven, sin acertar a pronunciar siquiera una palabra a causa de la emoción, asintió con la cabeza.
- ¿No deseas poder descubrir realmente quién eres bajo toda esa apariencia, debajo de todos tus disfraces, sin volver a necesitar vestirte con ropas de otros para poder subsistir en esta tierra? - continuó el monje y nuestro amigó volvió a asentir
- Entonces ¿por qué vuelves ahora a caer en el mismo error y deseas imitarme a mí para obtener lo que yo tengo? La calma que buscas no está fuera de ti, ni en otra persona, ni en otro lugar. Lo que deseas está en tu interior, pero para poder alcanzarlo no debes disfrazarte, sino más bien quitarte todos esos disfraces que te has ido poniendo y que son los que no te permiten ver tu propia luz. –
- ¿Cómo puedo hacer tal cosa? - acertó a preguntar Brahmán
- ¡Ven! - dijo el monje - Siéntate en la orilla de este río y busca en tu interior todas esas máscaras que has ido poniéndote y cuando las hayas encontrado, déjalas caer. Si haces esto a diario, si te buscas a ti mismo tanto de pie como sentado en meditación, dejando pasar todo lo que no eres tú, llegará un día en que te reconozcas paseando en la lejanía. Cuando esto ocurra, llámate y no vuelvas a perderte de vista jamás, pues tú mismo te conducirás hacia tu propio reino y podrás conocer directamente el cielo, a los ángeles y a Dios –
- ¿Cómo me voy a buscar a mí mismo? ¿Cómo puedo saber que lo que encontraré no será otro disfraz más sutil? – volvió a preguntar el joven.
- Con un suspiro entramos en este mundo y con un suspiro salimos de él. ¡Es muy importante prestar atención a la respiración! El aliento es un tesoro escondido en la mina del cuerpo, busca ese tesoro y cuando lo hayas encontrado, síguelo, pues te conducirá hasta ti mismo. ¡Ese es el camino y ahí se encuentra el Secreto de los Secretos!-
Durante mucho tiempo, el joven Brahmán se sentó en meditación en la orilla del riachuelo justo en el mismo lugar donde se había encontrado con aquel monje errante y, poniendo la espalda recta, metiendo el mentón, con la lengua tocando el cielo de la boca y mostrando una media sonrisa, prestó atención al movimiento acompasado de su cuerpo al inspirar y al espirar para poder percatarse de que la entrada y salida del aire, cuando roza las fosas nasales, abre un nuevo mundo de percepciones antes ignoradas que son realmente la puerta de acceso hacia un lugar que no puede ser descrito.
Así, Brahmán ya nunca más tuvo que disfrazarse ni que ponerse antifaz alguno y todo lo que necesitó pudo encontrarlo abundantemente a su alrededor. Las Mujeres Ardilla, los Hombres Mono, los Hombres Pájaro y los que adoraban a las serpientes, al oír hablar de un venerable erudito que habitaba en la selva vistiendo con un simple taparrabos y comiendo miel silvestre, se interesaron mucho por él y fueron a visitarlo.
Brahmán les enseñó la disciplina de la meditación y, como por arte de magia, los cuatro pueblos se hermanaron y vivieron amistosamente unos con otros pues pudieron descubrir en su interior un antiguo tesoro escondido que tuvieron a bien llamar Bondad.
Cierto día, Brahmán se miró en las aguas del río y ¡oh sorpresa! pudo reconocer en su reflejo la figura de aquel monje que, años atrás, se sentó en aquel mismo lugar indicándole el camino hacia la paz duradera, desapareciendo después.
Como el monje, Brahmán un día simplemente se desvaneció, pero hay quien dice que a veces se le ha vuelto a ver paseando por la orilla de algún río, sentado en meditación en algún templo o cantando mantras bajo la luz de la luna.
Lo que sí sabemos de él es que encontró lo que había perdido, a Brahmán mismo.
Los grandes eruditos de todos los tiempos se han destacado por no seguir la corriente del río, sino por buscarse en medio de las mareas y de las corrientes de la vida, anhelando mejorar el mundo beneficiando además a los seres.
Bajo todos los vestidos que nos ponemos cada día, se esconde nuestro propio Brahmán esperando a ser descubierto y ésa, en verdad, es la mayor lucha de todas cuantas puede haber. Quien no la ha realizado todavía es porque ya se ha perdido a sí mismo en la lejanía de sus propios delirios. Quien no sabe luchar contra su mente indisciplinada, ha comulgado con ella.

Losang Yiga

Relatos FM


Al margen de los senderos


Caminó rápido las cuadras que lo separaban de su casa, sentía los dos grados bajo cero dentro de la piel.
El peso de lo irremediable le fastidiaba en la espalda,  y entonces todo le derivó en esa sensación de vómito, pegajoso y blando, mientras la sospecha que le daba vueltas en la cabeza le prometía entre dientes que se iba a hacer certeza.
Se dio cuenta de que todo era en vano, todas esas envolturas de frio y viento, amores de humo opiáceo, planes de fuga a la nada, esperanzas de saltos al vacio... Estaba harto de querer creerse que tener que planear su vida iba a ser la solución de los problemas, especialmente esta, la enésima vez que todo le salía angustiosamente mal.
Volver el tiempo atrás, además de no ser una opción, se le ocurría como un absurdo que casi le daba risa. Sabía que era inexorable en él volver a hacer las mismas cosas, simplemente porque era persona, y ese tipo de seres suelen tropezar mil veces con la misma piedra. Bien le vendría aprender un poco del perro de Pavlov.
Prendió un cigarrillo para tratar de atenuar el frio que le venía de adentro, los nervios le hicieron fallar el encendedor. Con rabia lo tiró por la alcantarilla y siguió con el paso apretado.
El semáforo en rojo lo hizo detenerse en la esquina de la Avenida. Mientras esperaba pensó en que lo mejor sería que alguien lo pudiera relevar de sus recuerdos, de la tarea de tenerlos dando vueltas encima suyo todo el tiempo, de no espantarlos como moscas porque a la larga es lo único que se tiene, que los buenos eran los mejores, que los malos se olvidaban fácil... Pensó que era un idiota el que alguna vez le enseñó eso, porque eran sus buenos recuerdos los que no le dejaban vivir, eran hipócritas, sucios y despiadados porque se le aparecían hasta en forma de sueño, de canción y de mujer.
Se le ocurrió que más bien se debería poder vivir en un instante eterno, permanente de presente, en el que no haya antes ni después del que preocuparse. Así hubiese logrado escabullírsele a tantas noches de nostalgia (que palabra más fea por favor N-O-S-T.... el sonido de la conjunción de letras le había dado arcadas más de una vez... A-LG-I-A, ¿qué, están enfermos acaso?), a tanta pérdida de tiempo. ¿Para que necesitaba ese tiempo de todos modos?
Agotado y bastante más viejo volvió al frío de la avenida y comenzó a cruzar, perdido en los divagues de un tiempo que ya no tendría no se dio cuenta de que el semáforo seguía en rojo...

Margarita Jules

Relatos FM


El que viajaba por la orilla de los ríos


Ey viajero, sabría decirme donde estoy? 
Un día fui al río, adentrándome en ese mundo fantástico de corrientes, de insectos ,de plantas y orillas; al fin y al cabo es el único lugar que me da calma y sosiego. Sabe , yo nací en una gran ciudad, una de esas donde hay tantísimas alternativas que te pasas media vida intentando decidir.
Sí , una de esas ciudades donde nunca sabes si vas o vienes, en las que el silencio lo tienes que inventar en forma de música...pues sí yo nací en una gran ciudad, que también me dio la oportunidad de conocer personas de otros lugares con más silencio, en la que pude realizar mis estudios, ahí en las ciudades sigues un poco el flujo de las masas, igual que el río siempre tiene una desembocadura, y de la que yo vengo la corriente te lleva hasta la universidad...ah ah ah  que no sabes lo que es una universidad?? Bueno veras, es un lugar donde te dan muchos libros, mucha teoría, muchas palabras, en la que pasas como mínimo tres o cuatro años, pero también hay grandes fiestas y muchas veces que no vas a las aulas, que las pasas en el césped con tus amigos y aprendiendo otras cosas, pues en la mía fueron cinco largos años, y me convertí en un licenciado...pero eso es ya pasado, ese que vamos creando, porque usted también tiene uno, no?
Un día, cuando fui al río, estuve todo el tiempo echando la vista atrás, es lo que tiene estar cerca del agua, los pensamientos nunca sabes por donde van a ir, otra vez estuve con un dilema, toda una mañana...siempre junto al río...y gracias a su corriente dejé que tanto el dilema como el pasado se fueran con la corriente.
Pero, viajero...por qué no me dices que lugar es este tan misterioso? Donde solo hay un horizonte sin fin, donde no hay nada, pero como he llegado hasta aquí?. Es todo tan extraño, aquí estoy recordando esa sensación de calma que encuentro cuando voy al río, descubro que mi pasado acaba de venir en forma de humo pero no se donde esta el fuego.
Viajero, soy inofensivo, un alma más que vuela a veces, que se enfusca otras, soy un cuerpo que muestra toda una vida en cada arruga que descubro las veces que me acerco a la orilla y el reflejo me las muestra con toda su sinceridad.
Otra vez estuve en un manantial, regalándome vitalidad y frescura, acercándome al nacimiento, porque yo un día nací, fue un parto muy corto, debían de ser las ganas de estar aquí, no le opuse muchos problemas a mi madre, ni a la comadrona que era la prima de mi abuela, una mujer bien entrada en edad y en carnes, antes cuando nacías no se iba a los hospitales, un día decidías que venías y en tu propia casa lo lograbas, nacías y a vivir.
La fuerza con la que salía el agua de aquel arroyo era admirable, empujaba a todo lo que su masa podía, igual que la vida, mi querido viajero, te empuja a seguir por dónde la corriente te lleve.
Perdona por lo de querido, apenas nos conocemos, pero parece que llevo a tu lado el mismo tiempo que tu llevas a la espalda esa mochila.
Volvió a mirar su reflejo en el la orilla del rio, observó detenidamente su cara una vez más, esa cara curtida por el tiempo y las experiencias, por los días de sol, también en los días fríos de enero. Una cara que había experimentado cambios, que intentaba una y otra vez reconocerse en el reflejo que el río le regalaba una y otra vez, pero el río ya no era el mismo, tampoco lo era él.
Siguió por mucho tiempo, hasta que el atardecer le distrajo, poniendo su atención en el astro rey, como con su majestuosidad iba creando un cielo lleno de matices, lleno de rosas y naranjas, morados y algún gris azulado que pronto se convertiría en azul índigo, sus iris memorizaban cada trazada, que caprichosamente iba cambiando con el movimiento del viento, del sol y de él mismo.
Volvió a sentirlo una vez más, como las tantas veces junto al río...era él, sintió que se reconocía, que lo que se reflejaba en el río era tan sólo una pequeña parte de lo que él era. Pero que la inmensidad de la luminosidad de un atardecer le trajo a casa, pudiendo volver a rozar su alma con el mundo, o es que el mundo acarició su alma una vez más.
Y ahí siguió, con la calma, hasta se recostó en un tronco que parecía que lo habían colocado ahí para la ocasión...la brisa le acunaba, y él no dejaba que nada le perturbara, ni el pasado, ni los dilemas, ni el lugar misterioso, ni tan siquiera el viajero...se dejaba llevar por la corriente de ese río, se dejaba arrastrar por la efimeridad de un atardecer.
Sus cabellos canosos mostraban la superficie de su ser, pero esa suave sonrisa mostraba la grandeza de su alma.
Y anocheció.
En el geriátrico todos estaban conmocionados, a primera hora de la mañana la noticia volaba como la pólvora de sala en sala y de doctor a doctor, el famoso escritor había muerto. Y es que la grave pérdida de memoria que había sufrido paulatinamente, junto con la cantidad de fármacos que había tomado durante toda una vida le habían hecho enloquecer, y así, pasar los últimos años ingresado en ese geriátrico con suma discreción.
No se sabe muy bien como logró salir de las instalaciones, quizás algún cómplice enfermero le ayudo. Quizás no estaba tan loco como parecía...fuera como fuere, le encontraron a la orilla del río, parecía que estaba soñando, porque una tímida sonrisa afloraba en su cara. A un lado, una mochila, al otro, ese inseparable compañero, al que él llamaba "el viajero" un cuaderno roído, de cuero curtido y sin acabar.

Missmartin

Relatos FM

Pequeño Tratado Acerca de Fantasmas Improbables


Ella tiene nombre de mariposa y es como una sirenita, tan fresca y tan divertida. Tiene el pelo suave y levemente ondulado como las olitas del mar cuando van a morir a la orilla de la playa.
      Cada vez que la visito ella me cuenta que todas las noches cuando se duerme la visita un fantasmita que le acaricia los pies. Dice que las visitas de ese fantasmita le causan mucho miedo. Yo la abrazo y beso su frente a la vez que susurro en su oído que los fantasmas no existen. Es que yo no creo en fantasmas ni en seres sobrenaturales. Sencillamente esas cosas me parecen exageraciones de la imaginación.
      La cuestión es que casi todas las noches siempre aparezco en su casita de modo súbito, tan de repente: la sorprendo escondido detrás de un armario o una cortina; debajo de la mesa; o bien, deslizándome con sigilo desde la cocina al comedor donde ella siempre se encuentra leyendo o tomando mates. "¿Cómo haces?", se atreve a preguntar con cierto gesto de estupefacción. Entonces, respondo diciéndole que soy mago e ilusionista y que por tal razón no hay puertas ni ventanas cerradas que no pueda atravesar. Ella me mira, mueve la cabeza, y se ríe como si la sola contundencia de la respuesta la conformara.
         Después de cada una de mis inesperadas apariciones nos colgamos en los vaivenes y  tribulaciones de charlas que suelen ser de lo mas excéntricas y, una vez que agotamos todos y cada uno de los temas abordados (que van desde de la muerte por implosión de las estrellas  hasta cuestiones tan nimias y precisas como el tamaño estándar de las antenas que poseen los caracoles), nos tiramos un rato a descansar en su camita decorada con dibujitos de peces y animales exóticos que resplandecen por la sola intensidad de sus cálidos colores.
        Entonces, le susurro al oído canciones de cuna para que ingrese en la selva espesa de un reino de payasos saltimbanquis tan pleno de sueños tropicales.  Ella dice que no puede dormirse porque sino viene el fantasmita para acariciarle los pies. Dice que ella no es supersticiosa y que, por lo tanto, no cree en cuestiones sobrenaturales pero que de noche siempre se presenta un fantasmita que le acaricia los pies.
          Yo le digo que no tenga miedo porque los fantasmas no existen y muerdo su boca, acaricio sus pechos y sus largas piernas tan blancas como la nieve, beso sus ojos,  y me quedo largo rato observándola detenidamente.
         En sus ojos puedo vislumbrar las aguas de su alma que es como un océano de silencio bajo su piel y así, uno, de pronto, comienza a perderse en el fondo de un mar azul donde bucea entre peces de colores y flores marinas que florecen según las estaciones de la luna y descubre, también, ciudades submarinas habitadas por peces invisibles y excéntricos que adoran los restos de antiguos naufragios. Y, mientras la observo,  advierto que sus hermosos ojos adoptan la forma suave que tienen las almendras para cambiar de color según la dirección de la luz.
         A veces, apoya su cabeza en mi pecho para escuchar la música azul y alegre que emana de mi corazón de trapo y títere y me abraza y sus abrazos me estremecen. Y, una vez que ella se duerme, yo me levanto para inclinarme hasta el borde de la cama y así acariciar sus pequeños pies con mis dedos largos y juguetones.
       Después, sin dejar rastro alguno,  me voy volando por la ventana a seguir repartiendo sueños y caricias por las noches pensando que aunque los argumentos que ella esgrime son factibles, yo, todavía, sigo sin creer en la existencia de seres sobrenaturales como los fantasmitas y volando volando desaparezco en la oscuridad de la noche.

Phelps

Relatos FM


Gracias por ser así


Podrá pararme a pensar, e intentar recordar cuando comencé a confiar en ti. Rescatar los recuerdos de hace tiempo, cuando te conocí, pero no, hoy no voy a hacer eso.
Lo importante de los que ahora estoy orgullosa es de tenerte día tras día conmigo, sin dejarme solo ni el más mínimo e insignificante momento de bajón.
También podría comenzar a enumerar tus virtudes, los detalles de tu personalidad, las diferencias que la convierten en algo muy especial pero se que mucho que me explaye escribiendo, nadie podrá hacerse ni por asomo una idea de lo increíble que eres.
Pesan las desilusiones, las decepciones pero siempre hay un motivo por el cual seguir y apoyarte, eres una de las personas que haces que me levante con una sonrisa, que solo con  una frase dicha en el momento correcto me anima cuando nadie más sabe hacerlo.
En estos últimos años he aprendido a valorar lo que realmente importa y creo que gran parte de la culpa la tienes tú, sin saberlo me has enseñado que a lo largo de la vida chocas con mil obstáculos, opiniones diferentes que vienen de distintas personas pero de las que al final solo debes quedarte con aquellas dichas por la gente que te quiere de verdad.
Porque solo un verdadero amigo como tú se alegrará y preocupará de tu felicidad.

Cornelia

Relatos FM


Indefensión Incrédula


Sé que llevo un rato aquí. Pero no puedo recordar cuanto. Estoy encogida sobre mi misma bajo el chorro ardiente de la ducha. Mi piel ya está casi totalmente rosa. Irritada. Siento las gotas deslizarse por mi cuerpo hasta desaparecer por el desagüe, quemándome, distrayéndome. Sé que llevo un rato aquí, mis brazos están entumecidos por la posición forzada que han tenido que adoptar para taparme los oídos. Amo el sonido del agua cayendo cuando lo oigo a través de mis manos. Me aísla. Y aislamiento es lo que, definitivamente, necesito hoy. Esa es la razón por la que el agua me está quemando. Pero creo que comienza a no funcionar. Estoy pensando otra vez. Comienza a preocuparme el tiempo que llevo encerrada en el baño. Recuerdo golpes en la puerta, han intentado que salga. No recuerdo a qué hora pasó. Duele. Más que mis brazos, más que mí piel que parece suplicar que apague el grifo de una vez. Decido hacerle caso. No puedo pasarme ahí toda la vida. Aunque me tienta. El sonido extraño, el dolor, la ausencia de pensamiento. Un completo mundo alejado de ti  y del daño que me vienes causando, sin darte cuenta, me temo,  desde hace más de cinco años.
Apago el grifo. Pero parezco no tener fuerzas para nada más. Debería salir, abrir la puerta, tranquilizar a la gente. Pero esos deberes se sienten lejanos. Como si fueran un sueño y mi realidad se redujera a ese baño lleno de vapor, al súbito frío tras la lluvia de calor que eriza mis pezones y pone mi carne de gallina. A mi piel rosa e hipersensible. Creo que si salgo de aquí no podré lidiar con lo que me ha pasado. Con lo que me has hecho. No ahora, al menos. La neblina se está disipando. No puedo permitirlo. Vuelvo a abrir el grifo. El calor me estremece. Mi piel suplica por el alivio. Pero no hago caso. Vuelvo a tapar mis oídos. A perderme en el calor y el sonido, anestesiantes, fáciles.
He vuelto a perderme. No sé cuanto rato. Alguien ha apagado el agua. Por eso he vuelto. *****. Ahora tengo frío. Un frío horrible. El vapor se está yendo, no sé porqué. Pensar es difícil, mi piel está tirante, se queja por cualquier movimiento. Creo que llevo quemado hasta el cuero cabelludo. No importa. Mis pensamientos van lentos. Tengo que salir de la ducha. Tengo que saber porque el vapor no me calienta. Me levanto, mis piernas tiemblan, llevo demasiado tiempo sentada. Logro estabilizarme y andar. Salgo, desnuda, al pasillo. Alguien había abierto la puerta del baño. Parpadeo, sorprendida, es de día. Era de noche cuando me mentí en el baño, lo recuerdo.
Entonces, te veo. Quizás estoy soñando. Aunque no es probable. La piel me tira demasiado.  Noto que una risa histérica lucha por salir de mis labios. Consigo controlarla. Sé que debería decir algo, o vestirme, aunque solo sea para aplacar tu incomodidad. Pero hay algo que me lo impide.
Tus padres me han llamado, dices. Creyeron que preferirías ver a una cara amiga que a ellos, ya que no les has abierto la puerta en todo el día. Sonríes. Siempre me ha gustado tu sonrisa, disfruto observándola, por eso sé que no es real. Estás mal. No quieres estar aquí, no sabes que hacer. Una parte de mí te comprende, a mí me pasaría lo mismo. Quiero evitar tu incomodidad, quiero vestirme, decirte que solo ha sido una de mis excentricidades, que estoy bien, que se me pasará, que eres libre de irte con tu nuevo amor. Pero no puedo. La ironía de la situación me tiene paralizada. Mis padres pensaron que preferiría ver una cara amiga. Y te trajeron aquí. A ti, precisamente. Ninguna otra amistad. A ti. Sonrío. Sé que me veo algo tétrica. Sigo tratando de obligar a mi cuerpo a hacer lo correcto. Al menos, tratando de que mi boca diga las palabras. Puedes irte, estoy bien. Pero no estoy bien. Me duele, en el centro del pecho. Sé aguantar los golpes, pero solo si los espero. Fue (o ha sido, aún no sé cuánto tiempo ha pasado) un shock darme cuenta de que aún tenía esperanzas. Fue un shock descubrir el daño que me hizo saber, por fin,  que has conseguido al amor de tu vida. Que te declaraste y salió bien. Lo soporté con solo unas lágrimas con todas tus demás parejas. Supongo que aún esperaba que te dieras cuenta de que me querías. Pero... estaba equivocada. Lo supe, lo vi en tu cara, en tus ojos, porque lucías igual que cuando yo te miro, que cuando yo hablo de ti.
¿Qué te ha pasado? Tu voz sale, grave y baja y llega hasta mí. No contestó. Y continúas. Creen que te pasó algo. Y que por eso estás en estado de shock. Pero apenas pasaron diez minutos desde que me dijiste adiós. Y parecías estar bien cuando me dejaste.
Parecía. Es la palabra acertada. Así que estoy en shock. Bueno, estoy de acuerdo. Sigo sin verme capaz de hablar. Tengo la urgencia extraña y apremiante de volver bajo la ducha.
Te has quemado. Vuelves a hablar, tu voz tranquila, calmada. Me dan ganas de sonreír. Sí, me he quemado. Brillante observación. Me dan ganas de sonreír pero no lo hago. Me miro a mi misma. Mi piel ya no es rosa, ahora es roja, completamente. Una parte de mi cerebro registra lo mucho que me dolerá tumbarme o incluso sentarme. Otra se pregunta qué aspecto tendrá mi cara. Pero son partes poco importantes. El grueso de mi cerebro se centra en la persona frente a mí. No sé qué hacer ahora. Quiero volver bajo la ducha. No sé dónde está mi familia. Al fin y al cabo, estoy en su casa y no en la mía. Es domingo. O era domingo cuando entré en el baño. Ahora ya debe ser lunes. Recuerdo algo más. Estoy de vacaciones. He acabado el curso. Por eso estoy en casa de mis padres.
Al fin, consigo recuperar el control de mis cuerdas vocales. Creo que deberías irte, dicen. Estoy bien, continúan. Me siento orgullosa. He dicho las palabras. Pero creo que no he sido muy convincente. No te mueves. Vete, por favor. Sueno más sincera. No me iré hasta que no me digas que te pasa, respondes. A veces me sorprendo de tu ignorancia. Creo que todo el mundo sabe lo que me pasa menos tú y, al parecer, mis padres. No es nada, digo. Por el bien de tu felicidad, como siempre. No es nada. Lo superaré, siempre lo hago. Trato de convencerme a mí misma. No es para tanto. Vete, vuelvo a repetir. No, insistes. Amo tu forma de perseverar. Normalmente. Hoy, no. En serio, si no sabes ya que me pasa creo que... no te fijas lo suficiente. Si lo sabes y estás aquí es que quieres verme sufrir. En ambos casos, debes irte. Voy recuperándome. Ha sido un bonito discurso. Pero parece que no surte efecto. Porque te acercas. Y yo me asusto, de repente hiperconsciente de mi desnudez. Te acercas, me abrazas. Lo siento, susurras cerca de mi oído. No puedo evitar disfrutar del hecho de tenerte tan cerca.  Mi piel se queja. No le hago caso. Tampoco a ti. No es tu culpa, al menos no directamente y un lo siento no arregla nada. Vete, repito. Te vas. Y es la última confirmación de que no me quieres. No como yo a ti, al menos.
Caigo al suelo, derrotada. Esta frío. Respiro. Vuelvo a respirar. Al fin, me levanto. Abro la ventana y me meto en la cama. Cojo el teléfono, llamo a mis padres. Lo siento. Tuve un mal día. Ya estoy mejor. Gracias. Podéis venir cuando queráis. Pero ahora me voy a dormir. Miro la hora. Son las seis de la tarde. He estado unas doce horas en el baño. No me despertéis hasta mañana. Lo siento. Os quiero. Gracias. Me echo sobre la cama. Respiro. Lloro, al fin. Amargamente. Pasa un rato, paro. Mañana será otro día. Lo superaré, me prometo. Sé que lo haré. Siempre he logrado reponerme de tus golpes. Lo haré otra vez. Es el precio por seguir a tu lado. No me importa. O sí. Mañana debería ponerme crema. Mi piel continúa quejándose. Pero es bienvenida. La constante molestia me distrae del infinito dolor. Me duermo, finalmente. Y, en sueños, susurro, quedo, consciente de que es un secreto, te quiero.

Catherine

Relatos FM


La Ciudad Encerrada


UNO
La ciudad se rodeaba de altísimos muros que desafiaban abruptas pendientes y hondos agujeros y que trazaban su recorrido sobre la tierra como una serpiente de escamas de piedra. Tendían los muros sus sombras negras antes de que llegase la noche, cuando el sol comenzaba su caída en el ocaso -desconocidos sus colores por los moradores de la ciudad- y se cerraban en derredor de la urbe, en todas las esquinas, con espigadas y macizas torres las cuales blandían escudos y emblemas del pasado; sólo se quebraban aquellas paredes en los puntos en los que el río atravesaba la ciudad, de este a oeste, por dos estrechos huecos que brillaban de verde musgo. Los habitantes de la ciudad encerrada habían domado la corriente de este río con más de cien canales que proporcionaban peces y agua a todos los rincones de aquel lugar escondido.
   El muchacho y la muchacha hablaban en la ribera y el sonido murmurador del río enmudecía la conversación a oídos ajenos. Se hallaban próximos a uno de los huecos que a ras de suelo permitía la entrada de las aguas; de frente extendía su imponente sombra la Torre del Este, que se coronaba con una cúpula triangular y afilada de color gris. Cada torre de la ciudad era de una forma, tamaño y altura diferentes, y sólo una de ellas tenía una puerta al exterior, la Gran Torre del Mago.
-   Por el agua es casi imposible salir –decía seriamente el muchacho- la
corriente es fortísima y aún siguiendo sus ondas, las aguas son peligrosas y llenas de pozos espirales, el río es muy profundo y oscuro...
-   No debes salir –replicaba la muchacha espantada- afuera hay guerras y
muerte.
-   Eso es lo que nos han dicho en esta ciudad encerrada, generación tras
generación, pero...
   La muchacha contemplaba el cielo que se oscurecía muy lentamente y derramaba púrpuras y rosas tenues. Nunca habían observado la intensidad del sol que muere en rojos fuego, anaranjados chillones y amarillos dorado, pues los muros ocultaban el paisaje. La muchacha desvió la mirada a La Torre del Este, que era una de las mayores de la ciudad y que extendía su sombra  poderosa por las cosas, y su macizo y pétreo cuerpo le hizo sentir escalofríos; habló al muchacho, que parecía confuso por momentos.
-   El mago Ifo nos dirá cuando salir de esta fortaleza, el mago ve lo que
nosotros no vemos, es valiente penetrando en ese mundo exterior.
-   Yo también soy valiente. Quiero ver las montañas y dejar de respirar
humedad, no quiero que mis huesos se quiebren como los de los habitantes de este lugar, deseo conocer lo de ahí fuera, lo de más allá de estas murallas.
   La noche nacía sin luna. El muchacho tomó a tientas la mano de la muchacha y la apretó con fuerza.
-   Saldré por donde se sale de aquí, por la puerta.
La muchacha dio un grito suave de sorpresa al aire nocturno y escuchó ya
convencida y hechizada por las palabras del muchacho el plan que había esbozado; al fin y el cabo, todo pájaro enjaulado sueña con la libertad y ella se veía contagiada de aquel deseo por momentos.
Sólo el rumor del río acogía el secreto.
-   El mago Ifo sale invariablemente todas las tardes de la ciudad por la Gran
Torre, como todos sabemos. Yo le reclamaré en su deber de hechicero antes de que se disponga a abrir la puerta de la torre y él no podrá negarse a curar a un moribundo o a asistir a un parto de riesgo, o a intervenir en una disputa irreconciliable que podría terminar con arroyos de sangre. Yo, entonces, me pondré un manto negro con la capucha sobre el rostro, como el mago Ifo acostumbra a hacer, y saldré por la puerta como si yo fuese él y sin que los treinta y tres guerreros que la custodian sospechen nada. Yo he estudiado con detenimiento los movimientos del mago y tan fuerte aparece mi deseo en mi corazón que empequeñece al miedo que pudiera sentir por el poder del hechicero y  por las espadas de los guerreros. Saldré por la puerta – dijo nuevamente a la muchacha cuyos ojos se mojaron levemente de tristeza y temor ante la ingenuidad y el anhelo del muchacho, ante el futuro castigo de las leyes de la ciudad y de las del mago sobre el ser que le hablaba inundado de ilusión y al que amaba con todas sus fuerzas. Mas en un rincón ignoto de su alma la muchacha quería que él saliese. Besó al muchacho y se separaron en la oscuridad de la noche, y si la fortuna se mostraba bondadosa, se despidieron hasta la siguiente.
La muchacha caminó a tientas hacia la luz lejana del candil de una calle. Había estrellas inalcanzables en el firmamento inmenso. Y torres altivas que trataban de rozarlas con sus picos.


   
DOS
   La noche era muy húmeda y la respiración se hacía dificultosa. El muchacho había regresado de su aventura y se hallaba en la ribera con la muchacha. Su sueño se había cumplido.
-   ¿Viste las montañas? –dijo la muchacha emocionada.
-   No vi montañas.
La Torre del Este parecía un negro y gigantesco árbol sin ramas ni frutos que
aquella mágica noche no impresionaba con su solidez y grandeza a la muchacha que ansiaba ver el otro mundo a través de otros ojos.
-   ¿No?  Y... ¿qué hay fuera?... ¿qué?... dime...
La luna ya estaba muy alta y misteriosa en la negrura del cielo, el río rompía su
níveo reflejo con las miles de ondas que murmuraban con el viento.
-   Hay torres y magos –dijo el muchacho.
-   ¿Torres y magos?
-   Sí. Hay una llanura con cientos de torres y murallas con sus ciudades
encerradas y sombrías como la nuestra. Los magos se pasean por la llanura y parecen cuervos en un desierto – la muchacha se hallaba decepcionada por las palabras del muchacho pero continuaba escuchando con mucha atención- Hay silencio y no hay montañas, se ve la curva de la tierra en el horizonte... el horizonte es hermoso... muy lejano – la muchacha sonrió recuperando el cosquilleo eléctrico de lo fabuloso- ... me alegro de mi aventura sólo por la visión del horizonte, que no es una línea, es un círculo.
   La muchacha tomó la mano del muchacho en un acto involuntario y le habló soñadora.
-   Cuéntame más cosas, quiero saber todo.
El muchacho soltó los dedos de la muchacha y habló con más grave voz que
antes y en un susurro casi imperceptible, como si de repente hubiese recordado algo terrible y trágico.
-   Los magos no eran magos – dijo- todos los mantos negros que deambulaban
silenciosos y temerosos por allí fuera escondían hombres como yo, hombres que habían salido de sus ciudades encerradas para saber del mundo externo como yo y que también habían utilizado el mismo truco que yo, la misma y única puerta.  Sólo uno de ellos era un mago verdadero.
   Un temor inesperado languideció el rostro de la muchacha que bajo la luna se mostraba casi transparente. Percibía inexorablemente el peligro en el discurso del muchacho.
-   El mago verdadero descubrió el engaño de inmediato. A mí todo me
provocaba una sensación de irrealidad, como la de después de tener un sueño.
-   ¿Qué sucedió, entonces? –dijo la muchacha con voz nerviosa.
-   Comenzó la lucha entre magos que no eran magos aunque todos afirmaban
serlo. Surgieron espadas y puñales de los mantos negros. Vi rabia, crueldad, sangre, incluso muerte.
   La muchacha se levantó de la ribera y estalló en llantos, el muchacho la apretó contra su pecho, ella despedía palabras por su boca como si fuesen veneno, desde su alma al aire húmedo de la noche, palabras de dolor, de reproche, de amor, palabras que caían en el río y palabras que volaban a la luna; palabras que el muchacho trataba de albergar y que se esfumaban en el tiempo y que provocaban aquel sentimiento  de irrealidad que había despertado con él en su hazaña y que, nuevamente, inundaba su ser y le abocaba a ver el mundo como si perteneciese a un ensueño borroso; la muchacha había dejado de ser de carne y hueso para transformarse en un personaje de una obra teatral, los muros negros no hablaban de confinamiento como antes y el canto del río se alejaba sin hacerlo realmente.
-   Cuánto tiempo duró la batalla no lo sé...
La muchacha se había sentado de nuevo, muy aferrada al cuerpo del muchacho
que le proporcionaba un calor húmedo como el de la atmósfera.
-   El mago Ifo me rescató – ambos vivenciaron un temblor al escuchar el eco
de esa oración en las murallas, mas el muchacho prosiguió  su relato.   
-   Puso su mano sobre mi hombro y desde ese momento esotérico y
revelador, sólo recuerdo brillantes colores flotando en el aire como diminutas estrellas, agua burbujeando en el cielo y dibujando ondas como si hubiesen nacido repentinamente manantiales y ríos por doquier, y esto es lo que sé que es verdad, lo que existe, la única realidad.
-   Tus palabras son muy extrañas, la magia de Ifo te ha trastornado.
            El muchacho fijó con compasión sus ojos en los de ella, que le seguía pareciendo un ser de mentira sin saber por qué, una conciencia que no poseía antes le hablaba otro lenguaje que, otrora latente, se había hecho un hueco en su conocimiento.
-   Estoy tan seguro de que estas motitas que refulgían y aquel líquido que
ocupaba el firmamento suponen la Verdad -con mayúsculas- como lo está un mártir de su dios o un amante de su amada. Tras aquello aparecí aquí, en nuestra ciudad encerrada.
Los muchachos se abrazaron con más fuerza, sus pieles estaban muy mojadas
allí junto a la ribera del río, se besaron apasionada y largamente a los pies de la oscura torre.

   
TRES
   El niño se encontraba ensimismado en su habitación. Contemplaba absorto, con los ojos brillantes de una emoción pueril,  la bola de cristal. Dentro había castillos y figuras con mantos y capuchas negras. Aquel juguete, la bola de cristal, era el más valioso que el niño tuviese y él  ideaba cuentos dentro de la esfera. Tomó la bola en sus manos y la agitó sin que sus ojos dejasen de centellear de ilusión. Miles de motitas de purpurina azul, verde, rosa, morada y plateada se alborotaron en el agua de la bola que el niño imaginaba como el cielo estrellado de aquel paraje de ciudades encerradas.

Sonia Abadía