Esta carta en Ideal es sorprendente:
Sr. Director de IDEAL: Soy profesora de un colegio de Granada, una más del grupo de profesores que se ha visto afectado por la reclamación presentada en la delegación de Educación el pasado mes de junio por unos padres, cuya hija ha suspendido siete asignaturas, ante lo cual, sin haber esperado a la convocatoria de septiembre, la delegación dictamina aprobando a la alumna cinco asignaturas, incluida una en la que había dejado el examen en blanco. Intentando superar la indignación ante el dictamen de la delegación y el malestar que va creciendo entre el profesorado en general en los últimos años, me dirijo a ella públicamente para formularle las siguientes preguntas:
¿Qué hace la delegación para proteger a los profesores de los abusos de padres y alumnos?
¿En qué competencias se supone que tenemos que educar, cuando los encargados de apoyar el sistema, que ellos mismos crearon, desprecian el trabajo de aquellos a quienes encargaron el cometido de llevarlo a cabo?
¿Qué derecho moral les asistirá en lo sucesivo a los inspectores, para exigir al profesorado una enseñanza de calidad y el cumplimiento de un trabajo responsable?
¿Cómo se defiende el profesor de decisiones tan arbitrarias e injustas?
¿Estará la Comisión de Reclamaciones de turno en clase el próximo curso, cuando el alumno 'chulee' al profesor con aire victorioso y lo mire por encima del hombro, como el don Nadie sin prestigio ni autoridad, en que la delegación lo ha convertido?
¿Seguirán pagando los contribuyentes las bajas laborales por depresión o desesperación a las que está abocado este gremio, por decisiones como éstas?
¿Deberán seguir incluyendo los centros en su currículum charlas formativas contra el alcohol, la droga, el consumo responsable, el respeto y la tolerancia, mientras las instituciones, con sus políticas de tarifa plana, favorecen el derecho sin obligación, la ley sin justicia, la convivencia sin respeto, el éxito sin esfuerzo y la autonomía personal con cargo a la responsabilidad ajena?
Cabe pensar que detrás de este sistema tan irracional de educación, late una realidad cada vez más evidente: el alumno inculto de hoy será mañana un adulto manipulable para el gobierno de turno, previo pago de subsidio, eso sí, si la crisis económica, social y humana lo permiten.
Mientras tanto, ¿quién protege a los profesores?