Autor Tema: V Concurso de Relatos Fórum Montefrío  (Leído 133600 veces)

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Re:V Concurso de Relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #15 en: Mayo 19, 2013, 16:06:11 pm »
Tuareg

Las dunas quemaban como si la lengua de un dragón hubiese lamido la arena.

Cuando el sol castigaba a hombres y bestias, el joven tuareg caminaba bajo la sombra del animal usando su gigantesco cuerpo como pantalla. Khalil se alegraba de contar con su camello “Nosevende”, un ejemplar rojizo de grácil estampa. Las muchas ofertas que recibiera de los mercaderes de Tombuktú, le tallaron el singular nombre.
Cuando El Sahara se proyectaba como mil millones de ardientes dardos, los beduinos desaparecían entre en sus ropajes, los camellos echados entrecerraban sus ojos y asistían pasivos a la despiadada lluvia de arena. Khalil comprobaba si “Nosevende” estaba intacto. Lo apreciaba un poco descolorido, con una apariencia de piedra, victima de las quemantes incrustaciones del vendaval. El animal lentamente se ponía de rodillas y se incorporaba, sacudía su esbelta silueta mostrando su encendido y codiciado color. Descorría los párpados y de sus pestañas caía una cascada de arena dejando descubiertos dos globos inmensos que recogían cada resquicio de luz y cada perdido confín del medanal. Desde su imponente altura, parecía sonreírle delicadamente a su joven amo.
Con la tarde, el calor amainaba dando paso a una brisa fresca que presagiaba el invierno nocturno. El sol exhalaba su ultimo aliento y se enterraba en la arena por el poniente. Dibujaba sombras desproporcionadas con oscilantes jorobas y convertía en oro las dunas.
Las noches se antojaban eternas, con un frío despiadado e indescriptible. En aquella inmensidad, la fogata arrojaba una pequeña mancha de luz que iluminaba parcialmente el oasis durante la noche. La abundante cena rebosaba las panzas y los corazones, dando lugar a la música y los cantos. Era el momento para recrear la imaginación con antiguas creencias. Khalil seguía atento las hipnóticas voces de los mayores. Aseguraban antiguas leyendas que en el mismo lugar donde estuviera enclavado el mítico Paraíso Terrenal, se levantaba ahora una inexplicable extensión de calor llamado Sahara. Un querubín guardián velaba e impedía la entrada con su espada de fuego. El desierto no era otra cosa que una extraña puerta dimensional vedada a los malos y solo permitida a los justos. Paradójicamente muchas de las vidas que acabaron en el desierto despertaron pisando el mismo lugar pero con otra percepción y otro significado.
Despuntaba el nuevo día y a Khalil como buen beduino y tuareg, no le incomodaban las más inhumanas condiciones. No le importaba el calor, la fatiga, ni la irreverencia de las arenas, o el frío de las noches. Para él, su camello era un pedacito de su propia vida, el mejor ejemplar de Tombuktú. “Nosevende” era como un trago reconfortante de agua fresca o invaluables centímetros cuadrados de sombra. Una sutil bendición a la que Alá dotó con caprichosa forma, un hermano del camino y una solitaria alegría en el desierto de su corazón.

Para Khalil, no había querubín guardían, ni espada de fuego, ni puerta prohibida. Con tal de que “Nosevende” estuviera siempre a su lado, le parecía estar en el paraíso.

Argimiro Fuentes Sosa
« Última modificación: Mayo 19, 2013, 16:08:28 pm por Parlamento »
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Re:V Concurso de Relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #16 en: Mayo 21, 2013, 15:00:51 pm »
Desde mi ventana

Miedo. La niña se hizo un ovillo. Pequeña. Pequeña. Tan pequeña que si la hubieses pisado ni siquiera lo habrías notado. La niña era tan poca cosa, tan blanquita, con ese pelo tan negro, que apenas si se le veía. Qué pequeñita era, desde mi ventana.
Cada día pasaba delante del diminuto jardín de mi casa. Se paraba a oler las flores, a que las hojas bajas le acariciaran, y los tallos le hiciesen cosquillas en las delgadas piernas. Y yo la miraba, desde mi ventana. Qué pequeña era, y qué risueña. Hasta que le entraba miedo. Entonces se convertía en un nudito allí, en mi jardín, debajo de la parra de moradas uvas, casi cubierta por completo por un gran helecho de papel. Y yo, desde mi ventana, quería preguntarle qué le pasaba, de qué tenía miedo. Pero el cristal de mi ventana no se podía abrir, y no había puertas o pasadizos por los que salir. Y la niña venía día tras día. Tan pequeña, casi como una muñeca de porcelana, y se sentaba allí, y acariciaba los pétalos y sonreía a los insectos. No le daban miedo las arañas, ni asco los escarabajos. Al contrario, los cogía y los ponía en sus minúsculas manos, y nunca la picaban o huían. La niña reía mientras los mecía y les cantaba. Pero yo no la podía escuchar, desde mi ventana.
Qué bonita era aquella niña, tan sonriente, con esas mejillas tan blancas, y esos ojos tan azules. Qué bonita y qué pequeñita. Tan adorable como un gatito. Quería bajar a abrazarla, pero no podía. Quería hablarle, y consolarla, y pedirle ayuda y que ella me consolase a mí. Pero solo podía verla, y confiar en que algún día ella alzase la mirada de las corolas de las flores y me viese a mí. Me viese verla, desde mi ventana. Sola en mi pequeño torreón de silencio. Un torreón tan pequeño como ella.

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Re:V Concurso de Relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #17 en: Mayo 28, 2013, 16:05:10 pm »
Primavera sangrienta

Aquella tarde no paraba de llover. Llovían gritos que inundaban el silencio. Llovían consignas que se ahogaban en el Río Guaire, en su suciedad, en su color y en su olor. La gente llenaba las calles y avanzaba, avanzaba, siempre hacia delante. Ni un paso atrás, decía, y avanzaba. Fueron a encontrarse con las balas, a inmolarse, a sacrificarse por lo que consideraban la verdad y la libertad. Fueron, pero no vinieron. Salieron, mas no volvieron. Quedaron bajo el puente, frente el liceo, cerca de la esquina, en plena avenida, ante la mirada indiferente de los peatones. Sus cuerpos quedaron allí, cubiertos con una bandera tricolor, de siete u ocho estrellas, que no pudo ser escudo para protegerlos. Las balas traspasan el escudo aunque el caballo gire a la derecha o a la izquierda. La muerte no está a los lados, está delante de cada uno de nosotros, esperándonos cada vez que marchamos, cuando nos expresamos, si nos atrevemos a protestar. Ella nos espera para llenarnos de recuerdos, de lamentos por nuestros muertos, por los seres queridos que perdimos en aquella primavera sangrienta, en aquella tarde de muerte que nunca olvidaremos. Todavía conservo el recuerdo febril de aquel día de abril, cuando la mujer encinta, terriblemente sorprendida, con los ojos muy abiertos, se arrodilló, colocó sus dos manos sobre su vientre y gritó con todas sus fuerzas, mientras la sangre y la leche brotaban de su pecho. La sangre manaba a raudales y con ella se iba su vida y la de su hijo aún no nacido. Quedó en el suelo tirada esperando que alguien la ayudara. En la foto que publicaron en el diario pude ver la imagen que quedó grabada para siempre en su mirada: la imagen de Caracas y sus cerros pintados de rojo, la imagen de Caracas ensangrentada. Vi la sangre derramada en el asfalto, la sangre de los hombres y mujeres que, desgraciadamente, no pisaran sus calles nuevamente.

MELAINIS
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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Re:V Concurso de Relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #18 en: Mayo 28, 2013, 16:09:25 pm »
A TRAVÉS DE LOS CRISTALES
                        
      Una de las situaciones que mas me satisface es poder mirar a través de la ventanilla del autobús y hacerlo sin un objetivo en concreto, dejarme llevar y es que lo que mas me importa en esos situaciones, es la belleza del momento, del instante y mas cuando en el día a día lo que mas predomina en mi es la monotonía, en el lugar, en la situación y en la gente que me rodea, que conozco e incluso en algunas situaciones aprecio, a pesar de que desconozca sus nombres, sus historias o apellidos, personas que observo, a veces sorprendentes, espontáneas o planas, encuentros casuales que sirven para poco, tal vez para atenuar levemente la soledad, mi soledad, la de los que habitamos en ciudades sin que lleguen a nosotros con toda la intensidad necesaria la calidez de las primaveras o la melancolía de los otoños.
      -Buenos días, -le digo sonriendo al conductor que se limita a mirarme, casi siempre con expresión e enfado por la sencilla y única razón de que tiene que obedecer órdenes, con independencia de que las comprenda o no, pero que tiene que aceptar de una manera sumisa sin que se le note la indiferencia que las mismas le producen.
      Un autobús urbano, pocos e incómodos asientos, suficientes no obstante para que pueda ocupar uno de ellos teniendo en cuenta que embarco en el mismo en la primera de las paradas y mas estando desde hace largo tiempo en la cola con una oronda señora detrás de mí, con su aliento golpeándome el cuello, tratando de sujetarse al carro de la compra mientras el compañero jubilado, con esa tristeza que es imposible evitar cuando se está aburrido de la vida, carraspea incansable.
      -No te preocupes querida, -susurra entre uno y otro carraspeo- ya verás como alguien te cede el asiento, en clara alusión a mi, cuando me siento, solo que me hago el despistado clavando la mirada en los cristales, sin prestar atención a sus palabras.
      No miro las catedrales que se aprecian en la lejanía, ni las puertas de los bares y menos aún a los hombres que adivino dentro de los mismos, sesudos contertulianos hablando de aforismos y paradigmas, me fijo en el parque que está al lado de la parada y mas en concreto en el parquecito que dentro de él alberga a unos cuantos de críos que juegan a la pelota vigilados por unas mujeres sentadas en los bancos, hablando y fumando sin parar, no intercambiando frases, experiencias, solo hablando, gritando una de ellas mas que las otras, mostrando un enfado que apostilla el resto con movimientos de cabeza pero sin apartar la descarada mirada de un joven que juega con un niño pequeño, sabiendo no obstante que a los dos ancianos esa mirada les resultaría  mas provechosa, les haría sentirse mas útiles y tal vez de esa manera romperían el silencio, mas que nada porque tendrían algo que decirse.
      Siento deseos de levantarme y descender del autobús para abrazarles, a ellos dos y a la anciana vestida de negro que se encuentra sola en otro de los bancos, de llorar sobre su vestido negro como tantas veces en mi niñez he hecho con mi abuela y si no lo hago es porque el autobús está llenándose y no quiero darle el placer a la oronda señora y al carrasposo de su marido de ofrecerle mi asiento.
      -Le gente no tiene vergüenza- escucho a mi lado en clara alusión a la postura que he adoptado de no ceder el asiento, pero no presto atención, no van a humillarme sus palabras, ya el resto de la gente se encarga de hacerlo, el jefe que me explota, los demonios del pasado que resucitan constantemente haciéndome vivir todo aquello que no quiero, las soledades, los silencios, las situaciones y el dolor.
      Y la gente continua subiendo, se llena el vehículo y sube el hombre que intenta pagar con un billete superior al permitido por las normas y el conductor, enfadado mas que antes, nervioso mas que al comienzo, aburrido como siempre y huraño como es su condición, le obliga a descender del vehículo que arranca con un fuerte tirón.
      -¡Que barbaridad!.
      -Si es que no hay respeto.
      -Ni educación.
      -diga Usted que es cierto señora.
      -Antes no sucedía esto.
      O nos marchamos nosotros o lo hacen las cosas y en estos momentos es el autobús el que se mueve dando rienda suelta de esa manera a mi placer, el que me produce el movimiento y lo que se ve desde los cristales, a pesar de los frenazos y del bullicio.
       Y me encuentro con la gente, el administrativo que presuroso va camino de la oficina encerrado en su propio universo, haciendo caso omiso a los seres que caminan a su lado, al homosexual que lo hace dando bandazos, soñando con ser igual que las mujeres que pasan a su lado y a las que odia sin ningún tipo de remordimiento, sintiéndose viejo porque se ha detenido mas tiempo del necesario ante un espejo, a pesar de saber que la única forma de no ver el paso del tiempo es permanecer ausente del opaco cristal y mantener en la retina la imagen que se ha creado de él mismo, una imagen que permanece inalterable desde el día que se vio joven y hermoso.
         -Son unos explotadores….comenta el militar de baja graduación que está sujeto a la barra en alusión a los dueños de la compañía de autobuses y lo hace con expresión ausente, escuchando la radio que lleva sujeta a su oreja por medio de unos cascos.
         Dos sudamericanos caminan al lado del vehículo y miran hacia el interior del mismo odiando todo aquello que les rodea, aunque sus deseos sean el de acercarse y entregarse a los demás, pero con la sensación de inutilidad al no saber como hacerlo, o como dar el paso definitivo y en el momento justo, individuos frustrados y solitarios a quienes la existencia se les asemeja como la de una broma pesada.
         No me detengo en el barman que con un paño sucio limpia las mesas, ni tampoco lo hago en el chulo que fumando está apoyado en una esquina esperando que baje su protegida de la habitación  destartalada a la que ha subido con un cliente, clavo mi mirada en la mujer que camina por la calle con paso firme, sabiéndose observada por todos los seres que se cruzan con ella, pero solitaria, en busca de un amor para derramar en él la pasión que le abruma, aunque venga disfrazado de soledad y confunda con el concepto de amor que ella se ha creado.
      Y en el resto, mujeres solas, huérfanas con miedo a la soledad, alguna que son madres aunque ellas aún lo desconozcan, mujeres que en silencio se preguntan por la felicidad que continúan esperando.
      Se que en la próxima tengo que bajarme, que es la última, que los personas que han desfilado en mi retina acabaran desvaneciéndose en el tiempo y el espacio, pero a los que estaré agradecido, a sus rostros y a su olor, a los seres que en definitiva me empujan al milagro de vivir, a amar el camino que tengo ante mi y a olvidar las metas pasadas.

Mr - Fatiga
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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Re:V Concurso de Relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #19 en: Mayo 28, 2013, 16:13:35 pm »
EL TELÓN DE LA MUERTE


UNO
   Mi madre se pone un vestido negro delante de mí. Me gusta ver sus piernas desnudas y pálidas, como las de la única muñeca que tengo desde que era un bebé, y seguidamente contemplarlas oscurecerse con las medias. Parecen columnas extrañas de una iglesia en la que nunca he entrado. También me recuerdan a algunos acantos de hierro que hay en la ciudad ornamentando los candiles de las farolas y los bancos de los parques.
Mamá se ata un pañuelo a la cabeza que oculta su hermoso y largo cabello y que la transforma por completo, incluso da un poco de miedo. No se echa esa colonia tan dulce a la que huelen sus besos, no se maquilla, mete más de tres pañuelos, blancos y recién planchados, en el bolsillo de su falda, que parece el ala de un cuervo, y entonces, salimos raudas de la casa camino del cementerio. Antes, Rosita abre la puerta colindante a la nuestra pues, aunque no hacemos ningún ruido, ella siempre nos siente salir, es un misterio cómo lo averigua y, también, cómo lo sabe todo de todo el mundo si nunca abandona su casa y ni siquiera tiene radio.
   Hace frío. El cielo posee un color blanco que no me gusta, parece el silencio en lugar del espacio, lo prefiero azul y salpicado de nubes para imaginar. Mamá por primera vez ha olvidado mi bufanda. Está un poco extraña últimamente. Y delgada. He visto su barriga rosada y es mucho más lisa que hace unos días, ya no se pone la faja, quizá por ello está más esbelta, porque la prenda realizó bien su trabajo. La miro y sonrío, aunque mi nariz está muy roja y húmeda porque no me abriga la lana negra de mi bufanda. Mamá me devuelve la sonrisa y sus ojos brillan más de lo habitual, con un resplandor sincero, no como el de su trabajo. Mamá es plañidera.
   Hoy, afortunadamente, vamos al entierro de un hombre adinerado, otras cuatro dolientes se moverán entre las tumbas con nosotras. A mamá le van a pagar una buena suma por dirigir a las plañideras y llorar según lo requiera el momento, gemir según la tristeza circundante e incluso dar gritos suaves en los más álgidos instantes o echarse sobre el ataúd.
   Por el camino, que es bastante largo, mamá inexorablemente siempre habla de lo mismo.
-   Sabes lo que es el teatro ¿verdad, mi niña?  mamá te lo ha explicado muchas
veces. Mamá llora pero no está triste, es feliz porque tiene a su hijita, está actuando porque ésa es su tarea. Tú estás en la platea.
   Ella quizá cree que pierdo la memoria como cuando me pregunta cosas de mis primeros años y yo no sé responder, tal vez esté convencida de que tiene que hablarme de lo del teatro, de que actúa bajo las bambalinas, de que todo es mentira como en los cuentos, porque pasan los días y mamá piensa que yo borro sus palabras de mis pensamientos, pero no es así. Ya soy lo suficientemente mayor para entender qué es una plañidera, me deben quedar pocos dientes por caérseme,  y, además, acudí una vez al teatro con los compañeros de la escuela.
-   Estamos llegando, no te preocupes, mi niña, por toda aquella gente, no mires al
cura y no pienses en el cadáver, no nos interesa, tenemos que ser educadas.
   Caminamos con fingida calma tras atravesar las verjas del campo santo, mamá ya no habla y mira al suelo como hacen los viejos cuando salen a pasear con la única compañía de su sombra. Un olor a flores me revuelve el alma. En el cementerio existe un mundo sin sentido y repleto de contradicciones, hay flores arrancadas para personas que no las pueden disfrutar ni oler ni acariciar, hay estatuas de piedra que vigilan las tumbas con ojos desprovistos de iris y pupilas y hay cipreses que nunca quisieron crecer entre sepulcros y esto lo sé por la irrefutable razón de que ningún ser con vida desearía rodearse de muertos y, también, hay mujeres que lloran a un desconocido porque les dan dinero… como en el teatro… que es el segundo lugar más raro que conozco.

   DOS
   
   Estamos ya en casa. Rosita –cómo no- nos ha salido a saludar a la puerta y con una emoción hiperbólica me ha dicho –cómo no- que qué niña más guapa soy. Mamá parecía muy cansada y no quería hablar con Rosita. Otra vez un fulgor inusitado salía de sus ojos sin la magia de la mentira. Mamá ha cortado la conversación de nuestra vecina y quizá ésta se ha enfadado un poco pero es que la pobre Rosita, a veces, es un poco pesada.
   En mi habitación me quito las ropas negras, el abrigo, el vestido, la chaqueta, los leotardos y un lazo rosa que siempre mamá me pone en la cintura para que no se me olvide que soy una niña. Eso dice ella. Yo nuevamente pienso que mi madre firmemente cree que no tengo memoria. Aún así, la cinta rosa me encanta y la enrollo con mucho esmero, larga y cuidadosamente, para la próxima vez.  Pienso en que cuando sea una mujer como mamá  se la otorgaré a mi hija, tal que un tesoro, y seguramente le diré que el regalo significa que no debe olvidar que es una niña, aunque añadiré que sé sobradamente que tiene memoria, pero que, por si acaso, le entregaré el lazo en cuestión.
   Cenamos en la cocina. Rosita nos mira por la ventana del patio y agita su mano. Mamá corre los visillos. Yo imagino así las bambalinas del teatro y a la vecina siendo actriz famosa, rodeada de luz y joyas y de parafernalias; la dibujo en mi fantasía disfrazada de obelisca y me parto de risa. Se lo cuento a mamá. Ella sonríe solamente y de modo muy suave y yo creo que lo hace por complacerme. No importa, puede que mamá esté triste como algunas princesas de los cuentos.
Termino mi sopa en silencio. Mamá parece rezar pero es imposible pues ella nunca lo hace. Le doy un beso y me siento un rato en su regazo, que huele a caramelos o a leche. Luego, nos vamos a la cama y ella me canta una canción sentada a mi lado. Creo que esta vez se ha equivocado, el himno es muy alegre, no es una nana, y mamá canta muy bien y yo no quiero dormir. Sus ojos ahora son como diamantes puros.
Mamá, al terminar la canción, dice que cuando papá murió y yo estaba en su barriga –no sé cómo entraba allí, y menos ahora que está tan pequeñita y lisa, pero no interrumpo las palabras que siempre quiero oír, y ella continúa la historia sin que yo diga ni mu- ella fue al cementerio una tarde muy hermosa y cerca de la tumba silenciosa de papá, se armó de valor y cantó y cantó y nunca lloró.
Yo pienso que, a lo mejor por aquello, ahora tiene el trabajo de plañidera: para
poder llorar a papá. Imagino la escena, que me resulta agradable, y de nuevo me digo que el cementerio es un mundo del revés, sin pies ni cabeza.  La muerte y la vida también lo son. Y el cementerio es el teatro en el que actúan ambas.


   TRES

   Cuando me despierto hay un alboroto terrible en el descansillo de casa, que se oye por un ventanuco desde mi habitación. Distingo la voz de Rosita y de otros vecinos, de dos niños y del cartero. Son como un enjambre y no discrimino las palabras. Me levanto aturdida.
   Mamá no está. Veo su cama deshecha y las ventanas sin abrir. El desayuno no está preparado. No huele la casa a las cremas de mamá. Me pongo a llorar. Rosita entra desde el descansillo y me dice, también entre lágrimas, que ella ha muerto. Yo sonrío. Sé que mi madre está actuando. Vuelvo a mi cuarto y me pregunto por qué no me hizo el desayuno. Está tan rara.
   Rosita entra de nuevo, esta vez con dos vecinas que huelen a vinagre, y me abraza. Quiere que vaya a su casa y después al entierro. Le digo que no, que tengo que hacer los deberes y tareas de los días que falto a la escuela en mi cuarto, porque allí tengo un esqueleto para estudiar los huesos que se llama Rafita. Que hoy no voy a ningún funeral ni sepelio y que no voy a mover el esqueleto de mi habitación porque es muy difícil volverlo a montar. Al poco tiempo, Rosita me trae chocolate caliente y galletas. Tomo agradecida el desayuno mientras leo el libro de texto de ciencias naturales.
   No puedo recrear en la ilusión mi calavera, no puedo imaginarme sin nariz, es decir, sin tabique nasal, como indica el libro del colegio. Dicen que los muertos quedan así de limpios si están en un ataúd –como Rafita-, si no, los huesos se vuelven marrones y se agujerean al igual que el queso o los armarios atacados por termitas.
   Mamá tarda mucho y me quedo dormida en el sofá, acariciada por la luz delgada como una gasa del sol invernal.

   CUATRO

   Estoy en el cementerio. Llevo el vestido negro, la chaqueta, los leotardos, el abrigo, la bufanda y la cinta rosa rodeando mi cintura. No tengo flores en mis manos.  El cielo está como hinchado, tal que fuese a explotar con cenizas, hierro y agua. Estoy en el teatro de la vida y de la muerte.
   Frente a mí hay una losa blanca y solitaria que me gusta en su ostracismo, que me aísla de los trinos de las aves desde los cipreses, que me mueve en un columpio invisible que hace a mis pies rozar las estrellas, que me grita que plañe, mamá no quiere que entone melodías aunque ella lo hiciese una vez.
   Me tiro de bruces en la piedra y lloro, gimo de mil maneras, suspiro y me encojo con arrebatos de tristeza ahora melancólica, ahora nerviosa. La losa es fría, el cielo, dramático y terrible. Mi alma se desnuda allí y se clava como una cruz en la lápida.
 Me dejo morir sobre la tumba de mi madre, sin haber tenido hijitas a las que poner lazos rosas y sin haber comprendido del todo el mundo del teatro aunque, de todos modos, el telón de la muerte siempre cae y esto, creo yo, no precisa comprensión, simplemente sucede.
Sopla el viento y ya no lo oigo, se estremecen las azucenas y los árboles, mis lágrimas se congelan poco a poco, muy despacio, como si de puntillas penetrasen en un sombrío mundo desde otro más claro.

Alicia Condemar
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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Re:V Concurso de Relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #20 en: Mayo 28, 2013, 16:17:19 pm »
YO ERA UN NIÑO QUE VIVÍA EN UN BOSQUE

Yo era un niño que vivía en un bosque.  Aquello sucedía en Alemania, muy cerca de Berlín. Nos encontrábamos en la época en que un político de puro en boca llamado Winston Churchill decía que Europa estaba enfrentada a una guerra fría y también que Europa estaba separaba por un Telón de Acero. Algunas yo no las comprendía porque era un simple niño. Sabía, por lo que oía a los mayores que el enemigo era Rusia, o más bien el comunismo de un tío feo con bigote llamado José Stalin que luego supimos que había mandado asesinar a millones de personas inocentes porque no cumplían a satisfacción los planes quinquenales que él mismo aprobada en el Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética. Uff. Yo era un niño y para empezar a comprender aquellas cosas mas bien parecía que era era un político socialdemócrata.
El del puro, seguramente habano aunque ya estaban los barbudos gobernando la zafra, nos hablaba por la radio continuamente de aquel Telón de Acero y convencía a Kennedy para que enviara soldados con el pelo cortado al cepillo, y comiendo chicle,  a los checkpoints de la Puerta de Brandemburgo, donde jóvenes bajitos saludaban a sus familiares del otro lado y les enviaban mensajes cifrados con la música de Joham Sebastián Bach, aunque los vopos disparaban a los llamados provocadores imperialistas que, realmente, eran primos o cuñados de los berlineses que se habían quedado al otro lado en el llamado paraíso comunista.
Yo era un niño que vivía en el bosque. Por el día iba al colegio donde había otros
 niños de Cuenca, de Orense y de Milán, Estambul, Damasco, o sea producto no de la globalización anticipada que inventaron los sociólogos cuarenta años después, sino
del hambre o de la extensa miseria de los países en que habíamos nacido. Mientras yo iba al colegio con los niños del mundo que había ganado la guerra pero que eran pobres,  mi padre que también era pobre trabajaba en una fábrica donde, curiosamente, se construían cañones, armas ligeras y lavadoras. Era una filial de la General Electric, regentada por la familia Thyssen, la misma que hacía las escaleras mecánicas y los
ascensores de Galerías Preciados en otra fábrica más pequeña. Esta familia era la misma que muchos años más tarde, siendo yo ya mayor, pondría un museo en el Paseo del Prado de Madrid. Al salir del colegio recorría mis dos kilómetros y trescientos cincuenta metros en una bici con manillar deportivo pero sin frenos ni bocina y, contento por haber comprendido muchas cosas,  volvía a mi casa. Allí mi madre ya tenía preparada la comida y mi habitación aireada y limpia. El resto del día lo pasaba prácticamente solo, es decir sin otros niños, aunque algunos vivían cerca pero al ser turcos o sirios o argelinos no solían ser amigos de quienes únicamente éramos españoles porque, decían, en España había un dictador muy malo al que sus papás comparaban con Hiro-Hito, Batista y Hitler y un dictador así daba mala muy mala fama a los españoles porque sabíamos, a veces un poco en secreto, que mandaba a la cárcel a los que según él eran malos. Ser malos consistía en querer tener elecciones, comer todos los días, tener un seiscientos y salir de vacaciones en el mes de agosto. O haber tenido en la familia algún individuo que se hubiera pasado la guerra civil defendiendo la República. Esto de la República y del dictador bajito lo veía algo confuso, y además no me atrevía a preguntar. Nosotros sí teníamos vacaciones, un mes al año, pero mi padre decía que eso era un verdadero derroche. Decía también que los marcos, que eran unos billetes muy raros,  no estaban para desperdiciarlos sino para enviarlos a la cartilla del banco en España donde, después, sí que podríamos tener un seiscientos, comer pan tumaca como los catalanes y votar en unas elecciones libres que yo, entonces,  no sabía para que podía servir todo aquello; me refiero a lo de las elecciones, cono al pan tumaca. Todo sucederá cuando muera el dictador, oía de continuo. Y a veces oía que mi padre se despedía de sus amigos o conocidos de Cangas de Onís diciendo: “El año que viene en la Puerta del Sol”.  Pero el dictador aquel no se moría nunca y, por tanto, no llegaban las elecciones libres y, para colmo,  yo seguía sin frenos en la bici.
Así que, como estaba solo después de salir del cole, mis amigos eran los bichos de por allí y los animales domésticos.  Los bichos eran muchos y muy raros, desde algunos lagartos que venían a tomar el sol al lado de una piedra gorda hasta hurones que andaban por allí en busca de gazapitos despistados. También venían cuervos, pero se iban enseguida cuando veían que no había nada que zampar, y topitos medio ciegos que se daban de golpes con los árboles y los pedruscos, y algún zorrito delgado. A veces me daban tanto pena unos y otros que les echaba mi bocadillo de mortadela, porque además de pena eran mis amigos y me decía a mi mismo que prefería seguir yo mismo delgadito para evitar que los bichos se fueran sin algo que llevarse a la boca. De todas formas lo que mas me gustaba era ver como los patos cruzaban delante de mi casa, de un laguito pequeño que había cerca hasta el río algo más lejano, y también algunos cormoranes de color azul y hasta garcillas blancas que parecían una espátula volando. Cigüeñas pasaban pocas, yo pensaba que deberían estar todas en París. Ahora que, eso es cierto, con quien mejor lo pasaba era con mis amigos más cercanos. Estos amigos eran un perrito también bastante, dos gatitas maulladoras que habían regalado a mi madre en el mercado, un pollito negro y dos tortugas verdes que a la mínima escondía la cabeza y se hacían las muertas, aunque yo sabía que no estaban muertas ni nada. Yo creía que a todos ellos les gustaban estar conmigo y para que no se fueran les contaba lo que aprendía en el colegio, donde estaba China, cuanto eran dos docenas de huevos o donde vivían mis primos, que eran rubios y no sabían ni siquiera alemán. Así, poco a poco, les fui contando muchas cosas que yo había empezado a conocer en el cole. Allí me enseñaban más de lo que me daba tiempo a aprender: dos en español y el resto en alemán. Luego estaba todo lo que me contaba mi madre, que eran cuentos, costumbres de Castilla, historias de cuando los moros habían invadido España y como un rey asturiano que se llamaba Don Pelayo se puso firme, se metió en una Cueva donde había una virgen y reclutó a muchos asturianos para que arremetieran contra los sarracenos. Esa fue la primera vez que alguien se atrevió a enfrentarse a los seguidores de Tarik y Muza, que habían cruzado el Estrecho de Gibraltar ayudados por un traidor llamado Don Julián o algo así. También comencé a saber que un tal Adenauer quería hacer una Europa rica porque decía si tenemos el carbón y el acero podemos construir un futuro importante para todos. Y así empezó todo hasta que llegó Javier Solana y eso.  En aquellos parajes, con un bosque precioso para mi solo, lleno de árboles, flores, fuentes, nubes y caminos de amapolas a partir del mes de mayo la vida era tan bonita que nunca pensé que lo tendría que abandonarlo todo algún día. Pero así fue. La abandoné con mis padres. Regresamos a España, me hice poeta, se murió el dictador bajito y hasta la gente pudo ir a votar en unas elecciones libres, Ahora pasado tanto tiempo me atrevo a contarlo. Aunque no es lo mismo contarlo que ser un niño que vivía en un bosque.

Calzas
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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Re:V Concurso de Relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #21 en: Mayo 30, 2013, 15:29:05 pm »
LADRONES

 “Pelleja, pelona, roñosa, mala pécora. Eso es, levántate el camisón y enséñale los bajos a ese viejo verde, traidor, mal vecino. Así veremos cómo babea sin la dentadura. Marrana, pelandusca, chocha, ordinaria. Has atrapado al viejo con tu telaraña de canas y pestañas llenas de pegotes de rímel. Qué más quieres, ya tienes lo tuyo. Ladrona. Pero ay, sí, te vas a enterar”.
Los pensamientos corren desordenados por mis circunvoluciones cerebrales mientras veo a Tobías comer la sopa, con la servilleta metida por el cuello de la camisa. La sorbe de forma que parece que el líquido se le va a salir de un momento a otro por esas orejas que tiene con forma de parabólica. Ella está a su lado, le observa atentamente para limpiarle de inmediato  cuando la sopa cae, a veces, a causa de la gula. Tobías la mira con ojos arrobados. Prometido por primera vez. Y a los setenta y cinco años. Hay que joderse.
Sentados a la mesa del comedor de la residencia, miro a mi amigo y a su flamante partenaire, que se da un tétrico aire a Bette Davis en Qué fue de Baby Jane. Seguro que está igual de loca. A pesar de todo, ha conseguido engañar a todo el personal y los internos, que piensan que es la reina de Saba. Mi amigo estalla en orgullo: hace un mes que se hicieron novios y la semana que viene se van a casar. Pero, ay, a mí esa arpía no me engaña.
- Come, Esteban -, me dice Tobías, enfrascado en su sopa y en la liga que palpa bajo la mesa. – Si no comes se te va a poner más cara de amargado, que ya es decir.
Su novia lo mira arrobada, riéndole el chiste. - Es verdad, Esteban. – Comenta. – Así nunca vas a ligar con ninguna de mis amigas -. Me guiña un ojo, señalando con la cabeza otra mesa en la que una cuadrilla de cotorras monta barullo.- Y eso que a muchas les haces tilín.
Yo callo y como un poco, para que me dejen en paz. Esteban y yo somos amigos desde que hace cinco años nos aparcaron en la residencia. Él es lo único bueno que tengo aquí: mi confidente, mi pareja de mus y de tute, el que ve conmigo el concurso de las tardes y no da ni una. Es un buen tipo y por eso lo han cazado. Como nunca había tenido novia formal, ahora está en el limbo de los justos. Le ha pedido matrimonio a la elementa más salerosa de la residencia, y mira por dónde: ella ha accedido. Así que la semana que viene se casan y hala, a seguir en la residencia. Dándonos a los demás en las narices con su felicidad.
La ladrona se levanta con la excusa de empolvarse la nariz. Hay que ver. En la mesa quedamos Tobías, yo y Eusebio, un compañero que mide algo así como metro y medio y que se pasa el día persiguiendo faldas.
- Mira tú el Tobías, y parecía tonto. – Comenta Eusebio con los fideos escapándosele de los labios.- Y se ha ligado a la maciza de la residencia. Cuenta, Tobías, ¿te la has tirado?
Tobías se hace el ofendido, pero está claro que revienta de orgullo. – Cómo se te ocurre, Eusebio. Y además, ¿te piensas que te lo iba a contar?- Se limpia la barbilla y sonríe.
Yo ya no puedo más.- Pero si es una vieja, Tobías. No sé cómo te ha dado esta ventolera adolescente. Con lo bien que lo pasábamos tú y yo, y ahora te olvidas de mí, de tu amigo, para meterte en la cama de esa mujeruca, que la verdad, hacen falta ganas.
-  Pues yo ya me metía si pudiera, jejeje – comenta Eusebio, lúbrico. Se calla cuando ve la mirada de Tobías.
- No me lo tomo a mal porque eres mi amigo y sé que lo dices por despecho. Pero como vuelvas a meterte con mi prometida, nos veremos las caras. – Tobías se levanta y se marcha a buscar a su novia. Su aire digno y altanero queda algo deslucido por la servilleta que aún le cuelga del cuello.
“Cochina, maldita, bruja. Ahora te lo llevarás al jardín y le dejarás que te meta mano. Y él se pensará que ha encontrado la felicidad en medio de tus refajos. Desgraciada, sinsorga, insustancial.”
Mis pensamientos siguen dando vueltas en la cabeza. Ahora ya es de noche, estoy en la cama, en la habitación que Tobías y yo compartimos desde hace cinco años. ¿A qué viejo chocho me traerán cuando él se vaya al tálamo nupcial? …Sigo elucubrando, buscando nuevos insultos. Tobías descansa boca arriba en la cama de al lado. Yo sé que no duerme.
Mi propia voz, en un hilillo, suena de repente sin que me dé cuenta y me sorprende hasta a mí.
- Entonces, Tobías… ¿Ya no me vas a hacer cariños?
Oigo su respiración mientras aguanto la mía. Entonces, escucho su voz en la que brilla una sonrisa que puedo ver, a pesar de la oscuridad.
- Bueno, la verdad es que no me caso hasta la semana que viene. Y qué demonios, - dice-, Ella tampoco se va a enterar.
Percibo el frufrú de las sábanas que se retiran a un lado. El sonido de la felicidad. La voz de Tobías brilla, saltarina.
- Anda, ladrón. Ven aquí. ¿O es que ahora te vas a hacer de rogar?

Flavia Andrade
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Re:V Concurso de Relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #22 en: Mayo 30, 2013, 15:33:46 pm »
GATSBY S.A.

En primer lugar, señor Abril, felicitarle por su cuarenta cumpleaños. Ha llegado a una edad decisiva en la vida de un hombre. Si usted sigue como cuando tenía veinticinco años, nuestra empresa no tiene nada que ofrecerle; puede dejar de leer y tirar esta carta a la basura. Si por el contrario usted es de los que cree que la vida es como un DVD: la mitad se vive hacia delante y la otra mitad hacia atrás; si usted es de los que cree que remamos a favor de corriente cuando somos jóvenes, pero llega un momento en que el DVD salta, hace “clic”, y empezamos a remar contracorriente, hacia lo ya vivido, incesantemente arrastrados hacia el pasado, entonces usted es nuestro hombre y nosotros tenemos algo que ofrecerle.
            Somos Gatsby SA, una empresa dedicada a la construcción de sueños a medida. Al contrario que otras empresas de sueños a la carta que puede encontrar en el mercado, nosotros construimos sueños a partir de recuerdos. Eso es lo que nos define y diferencia del resto de empresas del sector. Usted pone sus recuerdos, reales o adulterados (¿existe algún recuerdo que no esté adulterado?), y nosotros los transformamos en sueños tan reales como la vida misma. Recientes investigaciones científicas en sueños artificiales demuestran que los sueños construidos a partir de recuerdos son los que permiten una mayor realidad; no olvide que nuestro cerebro crea los sueños a partir de experiencias reales. Además, estamos en condiciones de garantizarle que esos sueños ocuparán al menos un 70% del tiempo que esté dormido, unas cinco horas de cada siete que duerma.
¿No le gustaría volver a ser, durante unas horas, joven de nuevo? ¿No le gustaría reencontrarse con su antiguo cuerpo? ¿No se echa de menos? ¿No le gustaría volver a verla (piense que hay personas a las que sólo es posible ver en sueños)? Nosotros le ofrecemos sueños que le devolverán al momento de su pasado que usted elija: ese campeonato, ese verano, ese año de Erasmus, esos años de felicidad, esa única noche junto a ella, aquel primer amor…       
Pero también es posible ir más allá, pues siempre podemos hacer que el recuerdo mejore el pasado, que nos dé lo que no conseguimos en la vida. A eso nos dedicamos, señor Abril. Gatsby SA le ofrece la oportunidad de soñar su pasado, de revivirlo a su antojo, de la manera que usted quiera: sin acné, sin asma, sin responsabilidades, sin miedo, sin obstáculos, sin errores. ¿No le gustaría volver atrás para hacer las cosas de otra manera, para recorrer durante unas horas ese otro sendero, el que no eligió? ¿No cree que se merece una segunda oportunidad? ¿No le gustaría vivir lo que no pudo ser, hacer lo que entonces no se atrevió, tener lo que debió haber sido suyo? O, yendo un poco más allá, ¿no le gustaría hacer algo ilegal o amoral amparado en la impunidad que le ofrece el sueño?
           Hágase el mejor regalo, el más merecido: viajar a un pasado perfecto, haya existido o no. Piénselo. Podrá dedicar dos tercios del día a cumplir con su trabajo y su familia, y un tercio a soñar con un pasado a su gusto y a su medida. Podrá cuidar su salud a la vez que revivir todos los excesos de ayer en un cuerpo joven sin que eso repercuta en su estado actual. No importa que su vida sea triste y aburrida, que carezca de aventuras como las de antes, unas horas de sueño le compensarán con creces y usted podrá volver a vivir pasión, inocencia, juventud.
El procedimiento es sencillo: usted nos describe con palabras lo que quiere revivir, así como la manera en que desea hacerlo, tratando, esto es muy importante, de darnos la mayor cantidad posible de detalles. No ahorre matices, sobre todo los relativos a las personas. Cuantos más detalles nos dé (tacto, sabor, gestos, expresiones, sensaciones, tonos, olores…) más reales serán sus sueños. Gracias a nuestra tecnología de última generación, nosotros transformaremos sus palabras en impulsos eléctricos que transmitiremos al cerebro, donde esos impulsos eléctricos serán a su vez transformados en sueños tan bellos como la belleza que usted sea capaz de crear con palabras (nuestra experiencia en adaptaciones cinematográficas de relatos y novelas nos avala). Y todo ello a través de unas simples gafas (ver catálogo) y a un precio más que razonable (ver lista de precios).     
            Dígame, señor Abril, ¿podemos hacer algo por usted?
 
                         Atentamente, Jay Gatsby, Director General de Gatsby, SA

Pablo Abril
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Re:V Concurso de Relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #23 en: Junio 04, 2013, 14:54:39 pm »
Confesión

Disculpen ustedes mi torpeza. Soy consciente de la novedad que supone para la comunidad científica mi intervención en este estrado. Sintiéndome pionera en estos menesteres intentaré conducir mi intervención por los derroteros que a mi juicio resulten más eficientes para la comprensión de mi discurso y ello supone en primer lugar presentarme. Soy una anónima lágrima cuya efímera existencia nadie se ha detenido a glosar. Acabo de nacer y estoy abocada a una muerte segura si bien gozo de un amplio conocimiento de la emoción humana, concepto que aún nadie ha sido capaz de definir con solvencia. Constituida por la misma esencia de la vida, soy agua  que fluye y sal que queda tatuada en cada célula que se atreve a darme cobijo y abrazo. Mi lento caminar me concede el privilegio de dotar de matices al iris de infinitos e indefinibles tonos cromáticos, de limpiar la cristalina cornea dotándola de la pátina de dolor tumefacto y de flirtear con el cálido regocijo de la turgente conjuntiva como preludio al eterno viaje que me haga ver la luz y absorber los colores del arco iris, el cual trasformo en mi alma y proyecto sobre las mejillas que pronto recorreré. Tengo vértigo. Mi vida se acaba y aún me queda por sentir los cálidos rayos del sol. En breves segundos he aprendido el significado de la melancolía y el peso de las agujas de un reloj invisible. Siento la brisa de una piel benigna conmigo, tapiz que me prepara para las turbulencias de unos surcos corrugados que me permitan alcanzar la dulzura de unos labios generosos donde descansar en paz y convertirme en dicotomía de agua y sal, en cristal efímero o en el dulce candor que humedezca el suave lecho de algodón de un níveo pañuelo. He sido feliz, y con mi vida doy ejemplo de humildad. Me despido en resumido llanto, soy esencia de llanto… llanto de alegría…

Morgagni
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Re:V Concurso de Relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #24 en: Junio 04, 2013, 15:01:34 pm »
Laguna de los barros


Después de visitar varios clientes, Jorge volvió a la oficina visiblemente cansado. Bebió un café mientras leía la correspondencia acumulada durante el día. Un correo electrónico enviado por una corredora de propiedades llamó su atención. Fue atendido por una cálida voz femenina:

---- María Luisa habla. ¿En qué puedo ayudar? 
---- La casa ofrecida en la Laguna de los Barros. ¿Está disponible?
---- Está esperando por el señor --- bromeó la joven.
---- ¿Aceptan reservas por teléfono? 
----  Por supuesto que sí.

Al final de la cena contó para su familia:

---- Hoy arrendé una hermosa casa a orillas de un lago. Es un lugar tranquilo y hermoso, donde podremos relajarnos y descansar. Serán vacaciones diferentes, lejos de los agudos pitos de los vendedores de helados y de las filas de los supermercados. ¡Vamos a descansar en una linda casa a orillas de la Laguna de los Barros!
---- ¿Laguna de los Barros? !Ese lugar tiene varias leyendas! --- comentó Patricia, esposa de Jorge.
---- La misma --- respondió el marido.
---- Dicen que en el centro hay un remolino que succiona todo lo que encuentra.
----Historias de pescadores, nada de eso es verdad. Actualmente practican windsurf, hacen paseos de botes y nadie desaparece. La única historia verdadera ocurrió en 1940: un sujeto mató a su esposa y lanzó el cuerpo a esas aguas.
---- ¿Pasaremos las vacaciones en una laguna embrujada? --- preguntó Nicolle, la hija adolescente.
---- Cuentos, solamente cuentos querida. Pasaremos días muy agradables en ese lugar. Tomaremos baño en la laguna, jugaremos paletas, viajaremos en bote y principalmente descansaremos.

A primera hora del lunes partieron al litoral. Durante el trayecto, Jorge llamó a la corredora para marcar el lugar de la reunión. Después de dos horas de viaje, María Luisa los recibió con una gran sonrisa en un puesto de gasolina.

Después de unos minutos encontraron una impresionante casa blanca con el número 1940, en el segundo piso sobresalía una enorme terraza. Una amplia sala con una hermosa chimenea de piedras, los recibió de forma acogedora. Cuando abrieron los grandes ventanales de la habitación, un aire tibio con aroma de flores silvestres, invadió el lugar, produciendo una agradable sensación de bienestar. Jorge firmó el contrato y pagó la cantidad previamente negociada, la corredora manifestó sonriendo:

---- Vuelvo en dos semanas. ¡Felices vacaciones!
---- ¡Adiós! --- respondieron a coro.

Después de cenar los cansados viajeros dormían profundamente. A las dos de la mañana, Patricia despertó preocupada, salió a la terraza para respirar aire fresco. En ese momento observó un deslumbrante espectáculo que se presentaba en el centro de la laguna: luces blancas intermitentes formaban una danza sincrónica, que avanzaban por el agua de forma armoniosa y constante. Después de algunos segundos fueron apagándose una a una, hasta quedar solamente los rayos de la luna iluminando las aguas. Fue algo increíble. Con esa visión circulando por su mente, volvió a la cama.

La mañana estaba fría. Un viento golpeaba el rostro de Jorge y su hijo,  cuando comenzaron la caminata por el borde de la laguna. Varios kilómetros fueron recorridos hasta encontrar un hombre sentado en una piedra, con una enorme caña de pescar. Jorge después de saludarlo le preguntó:

---- ¿Tiene pescados para la venta? 
---- Tengo en casa

Al llegar a la casa del pescador, una señora cortésmente preguntó para el niño:

---- ¿Te  gustaría conocer los nuevos habitantes de la casa?
---- ¡Claro que sí!

Tomando la mano del niño, lo llevó a la parte posterior del sitio, donde se encontraba un gallinero. En ese momento el pescador casi murmurando preguntó para Jorge:

---- ¿Conoce la leyenda de la diosa de las aguas? 
---- Hay varias mitologías
---- En esta laguna tenemos una de esas divinidades. Vive en la ciudad sumergida.
---- ¿Ciudad sumergida? 
---- Construida hace más de cinco mil años --- confirmó el pescador.
---- Amigo  voy a ser honesto con usted; no creo en esas historias.
---- De todas maneras, no lleve a su familia a la orilla de la laguna durante la luna llena. 
---- ¿Que puede ocurrir? --- inquirió curioso.
---- Pueden ser embrujados y llevados a la ciudad sumergida.
---- ¿Secuestrados? --- preguntó esforzándose para no soltar una carcajada.
---- No sería la primera vez --- confirmó el pescador

En ese momento volvió Jorgito con la señora trayendo en un canasto, varios huevos frescos. 

---- Gracias. ¿Cuánto le  debo? 

Ella sonriendo respondió:

---- ¡No debe nada!

 Jorge sorprendido insistió:

---- Estoy agradecido, pero me gustaría pagar por los pescados y los huevos.
---- La próxima vez, ahora no. 

Durante el almuerzo Jorgito contó las aventuras vividas esa mañana. Patricia permanecía preocupada, hasta que Jorge le preguntó:

---- ¿Sucedió alguna cosa con usted?

Patricia pretendía mantener en secreto la experiencia observada la noche anterior, pero decidió compartir con su familia esa experiencia.

---- Anoche observé desde el balcón, una serie de luces bailando en el centro de la laguna. 
---- ¿Que era exactamente? --- consultó Jorge.
---- No tengo respuesta para esa pregunta. 
---- Esta mañana, el pescador también me contó una historia de terror. Dijo que las personas son llevadas a una ciudad sumergida en el centro de la laguna.

Esa noche Patricia y los niños se quedaron viendo TV, mientras Jorge en el jardín, sentado en una silla de playa, observaba el paisaje. Se sentía atraído por la belleza del lugar. Quedaba encantado al ver la luna reflejada en el agua. Disfrutaba intensamente con el canto de los grillos, con el viento agitando suavemente los árboles y con el aroma de las flores silvestres. 

Durante el desayuno, Nicolle con aspecto preocupado dijo:

---- Quiero volver. Tengo una extraña sensación. Me siento insegura en este lugar.
---- ¿Cuál es tu opinión? --- preguntó Jorge a su esposa.
---- Si Nicolle se siente insegura, debemos volver.
---- ¡Yo no quiero! --- gritó Jorgito.
---- En lugar de dos semanas vamos a quedarnos solamente una. ¿Está bien así? 
---- Gracias papá --- dijo la niña en el momento que besaba la mejilla de Jorge.
---- Necesito comprar algunas cosas --- comunicó Patricia.
---- Cerca de aquí, hay un pequeño mercado --- informó Nicolle.
---- ¿Alguien me lleva? --- solicitó riendo la esposa.

A pocos kilómetros encontraron un rústico local protegido por la sombra de una centenaria higuera. En el momento de pedir la cuenta la vendedora preguntó:

---- ¿Cuánto tiempo van a quedarse?
---- Una semana --- informó Patricia. 
---- ¡Pensé que sería más tiempo! 
---- Los niños quieren volver.
---- ¡Que lamentable, este lugar es tan lindo en esta época!
---- Es cierto. El lugar es maravilloso --- concordó Jorge.
---- ¿Le gustó? 
---- ¡Me encantó! 
---- Si el jefe de la familia gusta, es razón suficiente para que el resto también se quede --- comentó sonriendo la mujer.
---- No entendí  --- dijo Jorge.

Patricia interrumpiendo preguntó:

---- ¿Cuánto debo? 
---- Nada señora, ustedes son bienvenidos a este lugar. ¡No debe nada!

Cuando la familia se encontraba en el auto, Jorge comentó:

---- Es la segunda vez que no me dejan pagar. ¡Estoy adorando este lugar! 
---- La esposa del pescador tampoco nos cobró --- complementó Jorgito
---- Son extrañas las personas del interior ---  comentó Patricia.
 
El borde de la laguna quedaba a trescientos metros de la entrada de la residencia. Después de tomar onces, decidieron caminar por la playa. Jorge y  Patricia tomados de la mano, seguían a los niños que corrían en la frente. Una suave brisa acariciaba sus rostros. Poco a poco fue desapareciendo el sol en el horizonte. Las luces de las ciudades vecinas iluminaron las pocas nubes que desfilaban en el cielo. Inesperadamente una luz brillante calló en el centro de la laguna. Luminosidades comenzaron a formarse, a veces crecían otras quedaban casi imperceptibles. Sorprendidos observaron el fenómeno durante varios segundos. Poco a poco la luz adquirió la figura de una mujer. A pesar que se encontraban a bastante distancia, notaron que avanzaba en su dirección.

Temerosos corrieron por la playa hasta la entrada de la residencia, Jadeantes  volvieron a  observar la laguna, pero la extraña luz había desaparecido. Sin respuesta para esa estaña experiencia, durmieron esa noche. 

Pasaba de la media noche, cuando Jorgito decidió salir del dormitorio, y embarcar en un bote que se encontraba en la playa. Comenzó a remar hacia el centro de la laguna. ¡Era el momento esperado para iniciar la gran aventura! ¡Todos los misterios de la Laguna de los Barros serian desvendados por el!

El sueño fue interrumpido por golpes provenientes de varias partes de la casa. Asustados se reunieron en la sala buscando una explicación. En medio de ese escándalo ensordecedor, Patricia preguntó:

---- ¿Donde está Jorgito?

Lo buscaron en el dormitorio, sin éxito. Cuando estaban en el jardín, Nicolle preguntó:

---- ¿Donde quedó el bote? 
---- En la orilla del lago.
---- ¡Dios mío! ¡Jorgito está en la laguna! --- gritó Patricia.

Corrieron hasta la playa cuando un enjambre de luces cubría la embarcación.
---- Voy a buscar un bote ¿Quieren acompañarme? 
---- Prefiero quedarme, caso Jorgito vuelva --- dijo Patricia.
---- ¡Yo voy contigo! --- gritó Nicolle.

El auto patinaba por el exceso de velocidad, a pesar de eso, Jorge continuaba acelerando al máximo. Minutos más tarde expresó bastante molesto:

---- ¡La casa del pescador estaba aquí!
---- ¡No puede desaparecer! --- comentó Nicolle.

Pasaron diversas veces por el mismo lugar, sin encontrar la residencia del pescador. Desconcertado volvió a la casa, pero otra sorpresa desagradable los esperaba: Patricia había desaparecido.

---- ¡Vamos a avisar a la policía, ellos nos ayudaran!

Las luces de la laguna continuaban danzando de forma frenética. La embarcación había desaparecido. Nicolle reconoció la higuera centenaria, pero el local comercial no estaba.

---- ¡El negocio también desapareció!

Después de varios minutos de conducción llegaron a un edificio blanco. 

---- ¡Debe ser el Puesto de la Policía! --- informó Jorge.
---- ¡Es nuestra casa! --- exclamó incrédula a hija.
---- ¡Caminamos en círculo!

La niña con los ojos llenos de lágrimas, dijo a su padre:

---- Estábamos atrapados en este lugar. No vale la pena seguir luchando. ¡Nunca vamos a escapar!   

Las luces de la laguna comenzaron a moverse en su dirección. De vez en cuando giraban rápidamente en otras parecían tocar la superficie del agua y elevarse a varios metros de altura. Era una danza maravillosa y aterradora.

Nicolle se abrazó a su padre temblando de miedo. Jorge miró la linda casa blanca y un detalle llamó su atención. El número 1940, era el año  que fue asesinada la novia de la leyenda.

 ¡El nombre de esta mujer era María Luisa! Igual a la corredora de propiedades. ¡Curiosa casualidad!     

En el momento que era envuelto por las luces comprendió las palabras del pescador, cuando le advirtió del peligro que corría.  El también era rehén de la diosa de las aguas.  Recordó la frase de la mujer del mercado cuando dijo:

---- Si el jefe de la familia gusta, es razón suficiente para que el resto también se quede

Lamentablemente la comprensión de estos hechos llegó muy tarde. De ahora en adelante serán eternos huéspedes de la diosa de las aguas en la ciudad sumergida. La luminosidad los absorbió, sus miedos desaparecieron y sus cuerpos fueron enviados a otra dimensión. 

Una imagen vestida de blanco permanecía parada en la playa. Un llavero brillaba en una de sus manos. Maria Luisa, con su traje de novia, observaba la escena con ojos de tristeza. Detrás de ella, la casa desaparecía llevada por la bruma de la noche.

Ernest Hemingway
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Re:V Concurso de Relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #25 en: Junio 04, 2013, 15:05:20 pm »
Sibarita


Jiménez se proponía describir cierta fisonomía sin emplear las palabras macilento y enjuto. La misión se fue al traste en el primer párrafo, justo después de servirse en un vaso los dos últimos dedos de ginebra Hendrick’s que quedaban en el interior de una botella medio rota. El licor estaba caliente, pero daba igual, tampoco había nada más para desayunar.
Aunque acostumbraba a comer fuera de casa, esperaba encontrar algo en el interior del frigorífico, pero lo halló tan vacío como el día que lo desembalaron aquel par de tipos sudorosos que llevaban el nombre de unos grandes almacenes escrito en sus camisas; para colmo le rascaba la garganta, las sienes le martilleaban el cerebro y el sol del mediodía le había taladrado con impiedad la retina al asomarse a la ventana, de manera que al cerrar los ojos conseguía distinguir multitud de puntitos blancos que al abrirlos se oscurecían. Por si esto fuera poco, era la primera vez que se obligaba a escribir con resaca.
“Soy un fracasado”, le había confesado la noche anterior a Darío, “un fracasado de *****”.
“Tú lo que eres es un **** sibarita”, sostuvo su amigo mientras pronunciaba las palabras muy despacio, como hacen siempre los borrachos. Y lo dijo con un baile de ojos que circulaba de la botella de Hendrick’s a la mujer de interminables piernas, de nombre Cloe, que acababa de besar a Jiménez. Estaba claro que no lo había dicho únicamente por la marca de ginebra. Ese deseo, ese maldito deseo de mojar las piernas femeninas en alcohol, como si fuesen gigantescos bizcochos bañados en leche, le mataba de excitación a Darío. Así que se puso en pie, se reunió con el resto de amigos y deseó salir cuanto antes de aquel bar.
Los puntitos oculares tardaban en desaparecer y Jiménez empezó a mostrarse receptivo ante la divagación hipocondríaca que se sucedía en su cabeza, así, las manchas daban paso a un glaucoma irremediable por falta de drenaje del humor acuoso lo que derivaba en una ceguera progresiva. Comprendió entonces que el sentido del tacto es blanco y negro, y que si se quedaba ciego en la cárcel, lamentaría no poder volver a ver a Cloe.
El trago en ayunas le había revuelto el estómago. Hendrick’s era su marca, allá donde iba la pedía, para él era como esa cara conocida que a lo lejos se reconoce en una fiesta y a la que uno se acerca para no sentirse solo o más bien para disimular su soledad. Volvió a mirar un instante la botella rota por la mitad. Justamente la misma con la que había matado a Darío.
Después de que el resto se hubieran ido a casa, Jiménez le invitó a subir a la suya, y a pesar de que éste no había probado una sola gota de alcohol en toda la noche, consiguió hacerles creer a sus amigos que estaba igual de ebrio que él.
Se conocían desde hacía muchos años, desde antes incluso de haber empezado a estudiar los dos Ingeniería Industrial; sin embargo, las cosas no habían cambiado tanto desde entonces. Era indudable que Darío sentía una profunda admiración por Jiménez, admiración que nunca había tratado de ocultar. La empresa de servicios de ingeniería que su amigo había creado había obtenido aquel año más beneficios que nunca, tanto que ya se hablaba de una pronta expansión por Latinoamérica. Por si esto fuera poco Jiménez había logrado publicar un denso volumen de Gestión Empresarial con un considerable éxito de ventas, e incluso se planteaba escribir pronto un libro de relatos. En definitiva, tenía todo aquello que Darío podía desear. Empezando por Cloe.
El apartamento de Jiménez ocupaba el tercer piso de un bloque de viviendas próximo al paseo de la Castellana. El salón era casi tan amplio como todo el resto de la casa; en él destacaban, sobre todo, un televisor de más de cincuenta pulgadas y un gran sofá de diseño en tonos claros. Darío se instaló cómodamente mientras que Jiménez se ofreció a ir a la cocina a por un par de vasos y algo de alcohol.
Sin embargo, cuando regresó sólo parecía traer una botella de ginebra aún sin abrir. Detalle que a Darío no se le pasó por alto.
-¿Vamos a bebérnosla a morro? Los nuevos ricos sois así, mucha hostia con la casa y luego no tenéis ni un **** vaso…
Pero de pronto se detuvo en seco, a pesar de su evidente borrachera fue capaz de adivinar en los ojos de su amigo un extraño brillo que de inmediato le obligó a desconfiar.
-Oye, a ti te pasa algo…¿se puede saber qué…?
Fue incapaz de acabar la frase porque en ese instante sintió un fuerte golpe en la cabeza que le hizo perder el conocimiento.
Minutos más tarde, según iba recobrando poco a poco la conciencia, se dio cuenta de que estaba maniatado. Tenía la camisa empapada y notaba cómo un líquido tibio se desplazaba por su frente. Al bajar la cabeza y verse cubierto de sangre quiso gritar, pero era incapaz de emitir sonido alguno. Un dolor sordo próximo a la sien izquierda apenas le permitía pensar, además parecía como si toda la casa hubiera sido rociada con ginebra y el olor resultaba tan fuerte que Darío tuvo la sensación de que eran sus propios poros los que destilaban todo aquel alcohol. Ni siquiera los cristales rotos bajo sus pies, ni siquiera esos fragmentos le hicieron comprender, en medio de aquella nebulosa de sangre y borrachera, que habían asestado un golpe mortal con una botella.
-Olían a alcohol- oyó que le decían al oído-. Las piernas de Cloe olían a “Talisker 18″, el mejor whisky de malta del mundo con más de quince años de maduración. Lo sé porque esa botella te la regalé yo.
En medio de una carcajada terrible Darío torció la boca sin ocultar cierta ironía y así, con las últimas fuerzas que le quedaban respondió: “Siempre has sido un **** sibarita”.
Esa noche, mientras se emborrachaba, Jiménez contempló tranquilo el cuerpo inerte de su viejo amigo. Decidió que por la mañana se entregaría a la policía, pero antes de eso, nada más levantarse, escribiría su primer texto para su próximo libro de relatos.

Elisa
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Re:V Concurso de Relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #26 en: Junio 04, 2013, 15:09:36 pm »

La estrella del rasillo de cameros


Alguien sin saber muy bien cómo ni por qué llegó al Rasillo de Cameros, allí decidió dar una vuelta por los alrededores, no es que le apeteciera mucho semejante cosa pero es que no tenía nada mejor que hacer, en la vida estaba por estar, era un hombre entrado en años y sabía que lo mejor de sus días ya había pasado, se encontraba de vuelta de todo en plena decadencia, deambulaba por los lugares sin sentido alguno, simplemente para que transcurriera el tiempo, andar se le antojaba bastante fatigoso, pero es que si no lo hacía la abulia se le echaba encima y los días se hacían largos en demasía, tampoco conservaba muchos amigos, los pocos que tuvo en su momento con el devenir del tiempo los fue perdiendo, no era mala persona aunque jamás se caracterizó por su excesiva bondad con los demás, siempre se había movido a su antojo sin interesarse más que por su propio interés y eso pasa factura, los amigos al fin de al cabo actúan en función a como se han portado con ellos, afortunadamente era realista sabía que ya pocas cosas podía esperar de nadie y mucho menos de la vida en sí, la cual como un perro hambriento que requiere su alimento a diario iba reclamando los días que a él le faltaban, la melancolía se apoderaba de su ser por momentos, intentaba luchar contra ella lo más eficazmente posible, a pesar de estar en clara desventaja con esta pérfida enemiga quería jugar las pocas cartas que le quedaban,  una de éstas era la de ocupar el tiempo en el mayor número posible de cosas dentro de sus enormes limitaciones, así sólo pensaba en temas tribales olvidándose por completo de las cosas más importantes, con ese planteamiento comenzó a caminar por el lugar, le daba igual dirigirse al Este que al Oeste, tampoco tenía especial predilección por el Norte o por el Sur, inició el paseo en línea recta, quería fatigar el cuerpo, en esa disyuntiva la mente no pensaría más que en calmar tal necesidad quedando los recuerdos aparcados a un lado, no disfrutaría ni mucho menos pero al menos no sufriría más de la cuenta, según caminaba no reparaba en el paisaje que le rodeaba, le era indiferente que fuera bello u horripilante el caso es que estaba ahí y era algo inamovible, a decir verdad tampoco se había percatado de la hora a la que salió ni de memorizar el camino de vuelta, ya preguntaría a alguien si se veía en apuros, llevando dinero encima si no dormía en un sitio lo haría en otro, le daba igual que fuera caro o barato para el poco tiempo que le quedaba carecía de sentido ahorrar, tampoco le producía una especial satisfacción el dilapidar el dinero en unos últimos caprichos, no disfrutaba con nada, nada le hacía feliz solamente pensaba en sufrir lo menos posible, si él hubiera sido diferente igual habría llevado una vida diferente, pero ahora no había vuelta atrás, tenía que afrontar lo que le quedaba de la manera menos dolorosa posible. En su caminar se cruzó con algunas personas sin fijarse apenas en ellas, ¿Para qué? seguía su camino sin más, un camino que no le llevaba a ningún sitio en concreto, desde hacía unos meses trataba de no estar mucho tiempo en un mismo sitio, puesto que si hacía semejante cosa la rutina le recordaba quien era y lo poco que le quedaba, no pensar en nada era lo que anhelaba, se encontraba tan desilusionado que el pensar en algo siempre conllevaba matices negativos, se tornaba imposible luchar contra ello por lo que lo mejor era no hacerlo, si lo hacía se desgastaría más y la derrota sería aplastante. Después de mucho caminar sin rumbo definido se sentó a descansar, los píes empezaban a dolerle, aunque sabía que no podía estar mucho tiempo parado porque de lo contrario los pensamientos se adueñarían de él, hubo algo que por fin le alegró después de innumerables jornadas de pesares, el frío empezaba a entumecerle los músculos, eso era algo fascinante, mientras intentara combatir el frío todo su ser estaría entregado a ello lo demás pasaba a un segundo plano, lo único que existía para él era luchar contra la extrema necesidad de eliminar el frío, comenzó a pesar del dolor mencionado anteriormente en los píes a saltar a  la vez que hacía ejercicios, el calor enseguida llegaba a su cuerpo normalizándolo, pero saciado el cuerpo la mente se le encaminaba por otros derroteros que no deseaba, puesto que ésta lo que buscaba era hacerse dueña de la situación, todavía le quedaba un resquicio de pensamiento libre de pesares aunque sabía que era momentáneo, ¿Y si buscaba más frío? Aquello era un pensamiento perfecto, se volvió a sentir inspirado, sonrió, era un tipo listo, aún le quedaba una chispa de brillantez, junto a él tenía un embalse que mostraba un agua bastante limpia, cosa que le traía sin cuidado, no así la temperatura del agua, si fuera hacía frío el interior del pantano estaría mucho más helado, los esfuerzos por recuperarse serían el doble de exigentes y por consiguiente habría asestado un nuevo golpe a su mente, ¿Tal vez un golpe definitivo? Descartó la idea según le surgió, no tenía valor para suicidarse pero sí para pasar un mal rato, quiso que todo se produjera a una velocidad supersónica, pero su cuerpo no estaba para tal cosa, se tuvo que quitar las zapatillas muy lentamente, una vez que lo hubo conseguido se fue metiendo paulatinamente en el pantano, el frío le paralizaba las partes del cuerpo que entraban en contacto con el agua, caminó con parsimonia durante unos metros hasta sumergirse por completo, en su juventud fue un gran nadador incluso un buceador de tipo medio, quiso evocar aquellos felices días e inició la inmersión, al contrario de lo que le ocurría en tierra firme en el agua se sentía mucho más liviano, más dueño de la situación, vació el aire de sus pulmones de modo que pudiera hundirse y tocar el fondo, aquí si le dio importancia a la claridad del agua por el sencillo motivo de que podía ver lo que en ella había, fue tocando las piedras que se encontraban en el fondo hasta que topó con una que le llamó especialmente la atención, le quedaba poco tiempo antes de ahogarse, la cogió estirando la mano en un último esfuerzo, en el que ni el mismo sabía de dónde había sacado semejante energía, movió brazos y piernas con gran brío, sincronizando ambos miembros consiguió sacar la cabeza fuera del agua respirando a continuación con intensidad, nadó un poco más hasta que fue capaz de hacer píe, entonces salió del pantano, la piedra iba siempre junto él, la miró a la luz del día, ahora sí recabó en que el sol lo iluminaba todo con gran esplendor, era una piedra en forma de estrella, tocó uno de sus picos pensando que aquello le aliviaría del frío y así fue, estaba empapado y a pesar de ello no sentía frío alguno, toco otro extremo rogando que le diera fuerzas para correr con vitalidad, lo hizo a la velocidad de un purasangre ni en su mejor época lo habría hecho mejor, aquella piedra estrellada le daba cuanto pedía, estimó que no era cuestión de parar, solicitó acabar drásticamente con los malos pensamientos, como si éstos fueran un ser animado se los arrancó de la cabeza arrojando una sombra grotesca al suelo, después la pisoteó, se oyó un grito de estrépito y el galopar de una huída cobarde, su estrella parecía no tener límites, lo siguiente era quitarse veinte años de encima, fue pensarlo y cumplirse, quiso algo de alimento, ante sí se mostraron los mejores manjares que había visto jamás, ¡Que feliz era aquel hombre!

Eurofighter Tyfoon
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Re:V Concurso de Relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #27 en: Junio 06, 2013, 14:54:10 pm »
¡NO me mires más!


    Por favor no me mires más; no tengo que darte, mis recursos son limitados y además no tendría como cobijarte; ¡no me mires más! Sé que has sentido dolor, frio, hambre  y que muchas veces has llorado sin que nadie te consuele debajo de ese techo, y yo sé muy bien que eso te duele, caen gotas de frustración, angustia y desesperación, los días se convierten en meses, y ya no quieres que la noche llegue ¡no me mires más! En esos pequeños ojos se que se cobija la esperanza de que alguien te de refugio y amor en vez de engaño y dolor, eres muy pequeño para defenderte, para decidir por ti mismo lo que te conviene, sé que no tienes padres y que solo eres un niño de la calle. A la cruda realidad quiero evadir, no quiero comprometerme con algo que no me afecta a mí, aunque pareciera que mi mente se envuelve en la sensación de que yo soy la solución no quiero ya darle la razón…. Todos los días veía a ese mismo niño, un poco sucio, cabellos mal peinados, mirada de tristeza y lagrimas de desilusión, ropas rotas, alma herida. Un día tomando valor, y conteniendo lo que había en mi corazón, le dije:
-   Tal vez niño,  tu desearías devolver el tiempo, ese día en que te dejaron, y decir las mil y un razones para que nunca hubiesen tomado esa decisión, te preguntaras si aun ella existe, y que si tal vez tuvieras la oportunidad de encontrarla le perdonarías con la excusa de que cualquiera lo pudo haber hecho pero con el corazón esperanzado de que se puede comenzar de nuevo y el pasado en serio quedaría atrás- mientras  esa mirada me decía “tenme compasión puedo ser ese hijo que te trae alegría al corazón”
El me respondió:
 -A mí me han engañado y de mi inocencia se han burlado, ojala fuese fuerte como muchos de ustedes, siempre escapo a mi refugio en mi imaginación, y veo allí una hermosa ilusión en el que soy uno de los muchos niños con deseos… deseos de reír, jugar, comer y ver todo de colores, claro que mamá y papá estarían allí, las flores serian nuestra cama, un hermoso árbol frondoso nuestro techo, tendría siempre un banquete a mi alrededor, y nunca escaparía de allí, porque no habría ni frio ni calor.

Abrill Lo´Vas
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Re:V Concurso de Relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #28 en: Junio 06, 2013, 15:00:22 pm »
LANALHUE


Doblas a 80 Kms. en segunda fila. No me amilana el silencio de murta ni el follaje de los pinos tan próximos a la ruta, tampoco el borde de los cerros talados. El “lugar de almas perdidas” había embriagado el reencuentro. El camping de sauces abundantes daba una sensación de paz.
“When the night falls on you baby”, canta Pretenders en la radio.
-Sí, mejor vamos a Contulmo –dices, seguro, sobrepasando el volumen de la música, recordando el patio del Liceo Maipú, cuando el parque y mi novia fueron el pretexto para alejarnos la primera vez.
Me miras tomando mi mano con ternura. Cambias bruscamente la expresión, como si algo te molestara. Ahora atiendes la conducción, soltando mi mano.
-Por aquí debe quedar la entrada a la playa nudista…
-No te convences -me interrumpes- Hay algo final perteneciéndonos, es como si…, no sé cómo explicarlo. Pero ¿tú piensas lo mismo?
Te sonrío y vuelvo a concentrarme en las sombras.
Kilómetro 50 de la ruta P-60-R. El lago donde el OVNI me iluminó y cargué la cruz del sur después de fumar yerba con el hermano de Rocío. La Cordillera de Nahuelbuta me protegía la espalda cuando llegué al camping y, de pronto, cuando iba camino a contemplar el lago por primera vez, encontré tu mirada, tan asombrada como la mía.
-En el lugar menos pensado -dijiste con cautela; tus alumnos del liceo podían oír- Pucha. Salgamos a la noche a Contulmo a tomarnos algo ¿Quedamos?
Igual había ocurrido en mi casa un mes atrás cuando conversábamos luego del sexo. Hablabas alto, por tu sordera y luego, pensando en los vecinos, habías comenzado a susurrar, recordando la última vez que nos habíamos encontrado, hacía veinte años.
-Me rompiste el corazón –me dices ahora, de pronto, bajando el volumen de la radio- Te lloré por toda la maldita plaza. Hablé con tus amigos y nada: me olvidaste.
-Veinte años no es nada –te contesto distraído- Imagínate ahora, que el canto de los chincoles nos recibe en este paraíso, donde el pitrán  quedó inmortalizado en la rama de ese canelo ¡El momento exacto para la fotografía!
Saco la cámara desde la guantera y me percato de mi olvido de ponerme el cinturón. Voy a hacerlo cuando tomas mi mano nuevamente.
-¿Te fijaste en los avellanos y el canto de las aves al amanecer en este paraíso? – ¡No todo gira en tu mundo de poesía!– Dices y enmudeces.
El silencio me retrotrae al fragor del pueblo de Cañete, cuando cruzamos hacia los locales de la plaza principal, rodeada por carros de la policía. Tu miedo a los vigilantes hizo que giraras nervioso la tapa del frasco de mermelada  y la frambuesa cayó, manchando tus zapatillas blancas. Por eso decidiste comprarla de inmediato e ir al bar de Contulmo en tu automóvil. Así había comenzado este periplo que nos llevó como en huida por la carretera, adelantando a los camiones de los aserraderos.
-Éramos unos veinteañeros –te digo, subiendo la voz- No estabas en desventaja porque siempre te dije que no buscaba compromiso –concluí, mientras me dabas un puñetazo que provocó que la cámara volara como flotando, al igual que mi torso azotándose en el vidrio, mientras acelerabas en una curva de eucaliptos en doble pista y alzabas el seguro automático de la puerta.
No sé si llegaste a Contulmo, sólo sé acerca de aquellos que llegan a  esta ribera donde fui a dar ¿Hace cuánto tiempo? Lo olvidé. Sólo vago entre las carpas del camping, que se reconstruye en época de vacaciones. Canto al rasgueo de las guitarras en las fogatas; siempre las mismas canciones Y cuando la superficie del Lago Lanalhue, lugar de almas perdidas, se cubre de espesa neblina, alguien divisa mi rostro y lo asocia con la fotografía que hay en los postes.

Perdido
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Re:V Concurso de Relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #29 en: Junio 09, 2013, 11:00:51 am »
Por la noche
                                                           

     Se despertó de golpe, alterada y sudorosa pese al frío que reinaba en su habitación, con la terrible y angustiosa sensación de no estar sola. Escrutó la oscuridad con temor y afinó su oído, prestando atención a cualquier ruido inusual o amenazante. Nada, el silencio era total y la luz en penumbra de su alcoba le permitió ver que todo estaba tranquilo y en orden. Sin embargo, las alarmas de su mente no dejaban de sonar y además, ¿a qué se debía ese frío atroz pese a estar a mediados de septiembre? La temperatura era desmesurada y podía entrever el vaho que producía su aliento. Tapada hasta el cuello con su ropa de cama, alzó la cabeza y volvió a sondear su habitación con el mismo resultado que antes. Aun así, la sensación de que había algo allí con ella la atenazaba, a pesar de no observar ni escuchar nada extraño.
   Con gran esfuerzo y reuniendo el valor necesario para ello, sacó una de sus manos de debajo de las mantas y la acercó lentamente a la mesilla de noche, con la intención de encender la lamparilla. El terror a que algo la tocara era tan inmenso y pertinaz que casi lo esperaba y la hizo temblar, ¿o era el frío aquel? Rozó la cadena de la lamparilla y ésta se le escapó de los dedos, fallando su primer intento de encenderla. Maldiciendo por lo bajo se incorporó un poco más y esta vez la luz rompió las sombras, revelando una estancia vacía y en orden. Allí, sobre una silla, estaba su ropa pulcramente doblada y la bata que se quitó antes de acostarse. El armario cerrado y con la llave puesta, al igual que la puerta de su cuarto y la  ventana, con la persiana bajada y los postigos entrecerrados. Todo en orden.
   Bajó su mirada acobardada al suelo, aún invadida por esa sensación de estar acompañada y vio sus zapatillas  de fieltro en el mismo lugar en que quedaron cuando se las quitó. Tendría que levantarse de la cama para mirar debajo de ella. Se sintió aterrorizada, pero al mismo tiempo, una vergüenza infantil se apoderó de ella, ¿de qué tengo miedo? Hacía tiempo que dejó de ser una niña, pero llegaron a su cabeza de repente todas las historias que le contaba su abuela en noches de tormenta sobre visitantes nocturnos, en aquella misma casa. Dominada por un pavor infantil y armándose de coraje y sintiéndose al mismo tiempo ridícula, saltó de su lecho y se puso las zapatillas. Se agachó y tímidamente levantó la ropa de cama para echar un vistazo bajo ella. Nada, espacio vacío y limpio. No recordaba haber tenido ninguna pesadilla ni sueño intranquilo, entonces ¿por qué aquella acuciante sensación de estar siendo observada?
   Se puso la bata y salió de la helada habitación dispuesta a hacer un barrido por toda la casa. Encendiendo todas las luces fue revisando cada habitación y estancia. La casa estaba vacía, nada había entrado y las puertas y ventanas estaban firmemente cerradas. Por un momento jugó con la posibilidad de llamar a su novio y contarle lo que le pasaba pero rápidamente lo desechó. No quería que se riese de ella durante la próxima semana. Algo más calmada se dirigió a la cocina con intención de prepararse un chocolate caliente que la reconfortara para poder conciliar de nuevo el sueño y le quitara ese intenso frío que sentía entrando en cada poro de su piel.
   Sacó la leche de la nevera y cogió un vaso de la alacena, que llenó tres cuartos de su capacidad antes de meterlo en el microondas. Luego lo rellenaría con más leche y dos o tres cucharadas de cacao soluble pues era muy golosa. Miró de soslayo el reloj de la cocina. Las doce y cuarto, aun le quedaban casi siete horas antes de tener que irse a trabajar. Se puso a mirar por la ventana mientras esperaba que la leche estuviera a punto. El ambiente en el exterior era frío y empañaba los cristales, lo que dificultaba su visión. Quiso escribir algo en el cristal y no pudo. Observando más atentamente, se percató de que el vaho empañaba los cristales por fuera, lo que indicaba que hacía más frío en la casa que en el exterior. Se arropó mejor la bata pensando que aquello era raro, pero no le dio mayor importancia.
   Los pensamientos fueron fluyendo por su mente, acordándose de su adorada abuela. Una mujer de mundo acostumbrada por las circunstancias al trabajo duro. Volvieron de nuevo esas historias de miedo e intentó acordarse de ellas un poco más. Visitantes nocturnos que acudían a nuestros sueños para decirnos algo, extraña creencia. Aún así, su abuela lo creía a pies juntillas. Ella sin embargo lo consideraba absurdo y fuera de sus convicciones, su estricta educación académica se lo impedía. Esas leyendas no eran más que historias nocturnas de viejas junto al fuego para asustar a los niños. Sin embargo, no encontraba justificación para la extraña y atemorizante sensación que la había levantado de la cama.
   El timbre de aviso del microondas la sacó de su absorción, haciéndola brincar por el susto. Se giró hacia el aparato y en ese momento, algo rozó su cabello. Un escalofrío surcó su cuerpo y se giró hacia el lado donde había notado ese tacto. Allí no había nadie, estaba sola en el centro de la cocina. Un roce con la bata, eso ha sido, no puede haber sido otra cosa, pensó para sí. Se rió entre dientes, más que nada para sentirse bien, pues notaba que el miedo volvía a apoderarse de ella. Empezó a tatarear y abrió la portezuela del micro. Cogió el caliente vaso, deleitándose en la sensación de calidez que inundaba sus manos con el cristal del recipiente. Preparó el chocolate y se sentó en la mesa de la cocina de cara a la puerta. Se seguía sintiendo ridículamente infantil, pero pese a todo…
   La sensación fue remitiendo conforme consumía su bebida y un agradable sopor se fue instalando en su cuerpo. Se levantó con la intención de terminar el chocolate en su habitación. Una rápida mirada para cerciorarse de que todo estaba ordenado y salió de la cocina apagando la luz. Y entonces lo vio. Fue solo un instante, pero lo había visto, de eso estaba segura. Una sombra incierta y negra atravesó el pasillo arrastrándose vil de una habitación a otra. El terror la poseyó de tal manera que el vaso cayó al suelo sin romperse, pero desparramando el cálido líquido por las losas del pasillo, mojando sus zapatillas de fieltro azul. Se quedó petrificada solo sintiendo como el vello de su nuca luchaba por salir del cuero cabelludo. Se percató de nuevo del frío y se forzó a moverse.
    Se encaminó despacio hacia la habitación en donde se suponía había entrado aquella cosa y se encaró a sus temores asomando el rostro por la puerta. Allí no había nadie ni nada. No había lugar donde pudiera haberse escondido algo del tamaño de la sombra que había vislumbrado. La imaginación y el cansancio le estaban jugando malas pasadas, seguro. No aguantó más y corriendo se encerró en su cuarto, cerrando la puerta de un violento portazo y  sin apagar ninguna de las luces de su vivienda. Se metió en la cama con bata y todo y se tapó hasta los ojos. Más que nunca, ahora parecía esa niña tan lejana en el recuerdo, amedrentada por miedos que no podían ser reales. Sin embargo…
   Se quedó mirando fijamente la cerrada puerta de su cuarto, pensando que en cualquier momento una terrible criatura la iba a abrir y pasaría al interior con la intención de devorarla. Una risilla nerviosa brotó de su garganta, mejor eso que gritar como una energúmena. Volvió a pensar en llamar a Gerardo pero ya era tarde y estaría dormido, además fijo que no era nada o así lo quiso considerar ella. Aunque estaba segura de lo que había visto y se encontraba lo suficientemente despierta para saber que no lo había soñado. Igual que notó el calor de su chocolate caliente, había notado y visto aquella sombra. De eso estaba segura, pero… ¿qué había visto?
   Se removió inquieta en la cama para dirigir su mirada a la ventana que continuaba cerrada y con los postigos entreabiertos y la sensación de aquel gélido frío la inundó de nuevo. Pese a la ropa de cama, su pijama y la bata, estaba temblando y ahora sí veía claramente como el vaho surgía de entre sus labios. Todo seguía en orden pese al helor inusual, entonces ¿por qué sentía ese terror tan profundo y visceral? Era incapaz de ver ni oír nada que pudiera convertirse en una amenaza, sin embargo el pánico la tenía consumida, como a la niña que un día fue. Apartó la vista de la ventana y la fijó de nuevo en la puerta; en ese momento la luz de su lamparilla de noche parpadeó un par de veces, lo que le hizo estremecerse de miedo. Comenzó a pedir inconscientemente que no se apagara, casi como una oración o un mantra y cerró los ojos, entonces notó claramente como alguien o algo se sentaba a los pies de su cama. Sintió el peso en la ropa de cama y cómo le aplastaban suavemente los pies. Un incipiente grito comenzó a nacer en su garganta pero lo ahogó, más por vergüenza que por raciocinio. Abrió los ojos, despavorida para ver que allí seguía sin haber nadie. Un siseo proveniente de algún sitio incierto la aterrorizó aun más. Se incorporó rauda en la cama y se apoyó en el cabecero de madera para poder ver mejor y entonces algo empezó a tirar de su ropa de cama hacia abajo. Despacio, pero inexorablemente.
   El grito que antes había reprimido salió de su garganta histéricamente y aumentó su potencia cuando vio como una negra sombra, salida de la nada se irguió sobre la pared de enfrente, mientras sus mantas seguían un rumbo descendente. La sombra enorme de algo inhumano produjo un susurro feroz y entonces ya no se oyó nada más. La noche continuaba su rumbo para poder morir al amanecer como ha ocurrido siempre durante milenios.
   A las nueve de la  mañana siguiente el timbre del teléfono sonó por tercera vez sin que nadie acudiera a responderlo. Todas las luces de la casa estaban encendidas y un gran charco helado de leche chocolateada manchaba el piso del pasillo. Había paz y silencio en toda la vivienda solo roto por el insufrible ring-ring telefónico. Cuando quien quiera que hubiera llamado colgó aburrido, una risa sardónica y despiadada se oyó en la habitación. Después, nada.

Jarch
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