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V Concurso de Relatos Fórum Montefrío

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Parlamento:

Que mejor forma de celebrar el día del libro que anunciando una nueva edición de uno de los certámenes literarios con mayor proyección de la provincia, El concurso de relatos Fórum Montefrío

Con 5 años de trayectoria, más de 73.000 visitas a sus espaldas (21.000 en su edición anterior) y cientos de obras procedentes de los 5 continentes, presentamos la V Edición del Concurso de Relatos Fórum Montefrío.

Sin más, preparen sus plumas.



Relatos FM:
Comenzamos a ver publicada la V Edición del Concurso de Relatos de Montefrío en las principales web literarias de habla hispana.

http://www.escritores.org/index.php/recursos-para-escritores/concursos-literario/8445-v-concurso-de-relatos-forum-montefrio-espana

http://www.concursosliterarios.net/v-concurso-de-relatos-forum-montefrio

http://www.deconcursos.com/

Relatos FM:
http://www.tregolam.com/seccion/actualidad/16160/v-concurso-de-relatos-forum-montefrio

Relatos FM:
UN TRABAJO DIGNO
Las seis, José se levantaba intentando hacer el menor ruido posible, de hecho conocía cada centímetro de su colchón a la perfección y recorría, como cada mañana, el sendero marcado para tal fin, pero como era habitual, su mujer giraba la cabeza, lo miraba emocionada y le enviaba un sordo beso para que el bebé no se despertará.
Ya en la cocina, apenas daba tiempo para tomar al trago, un aguado café y mordisquear las dos galletas reblandecidas que anoche sus hijos no terminaron de comerse, todavía no había salido el sol, por lo que se ayudó de la luz del móvil, para bajar las escaleras sin tropezarse con algún juguete o monopatín furtivo y trastabillarse como ocurrió la semana anterior, suerte que fué en el penúltimo escalón.
Antes de agarrar el picaporte de la puerta, comprobaba que llevaba todo lo necesario en los bolsillos, las llaves del coche, el teléfono y la cartera; apenas si tenía veinte euros, pero ese era el presupuesto para el resto de la semana y estaba amaneciendo el miércoles. El frescor de la mañana terminó por despejarle totalmente.
En la calle comenzó a respirar más aliviado, había conseguido salir de casa sin que sus hijos se despertaran, lo que no sabía es que su primogénita, estaba asomada por el roto de la persiana de su cuarto y observaba como se alejaba con un sonrisa en la boca, pero le preocupaba que su padre saliese tan pronto cada mañana, que casi nunca coincidiesen al medio día para comer y que llegase tan tarde cada noche, que apenas si tenían un rato para jugar, pero ella se quedaba tranquila si lo veía sonreír y así lo hacía por tercer día consecutivo.
Llegó a la altura del coche, se paró en el parte trasera, miró hacía un lado y hacía el otro y le pegó un golpe a la cerradura con ambas manos, una por encima y la otra por debajo; acto seguido se abrió el maletero. No era un método muy ortodoxo pero a falta de pan… cogió una libreta pequeña, la abrió por la mitad y se puso a comprobar un cuadrante que había hecho a mano, miércoles 23, hoy toca reunión en la cede central con el inspector de seguridad. ¡*****! - Gritó enfadado.
Hoy será un día muy largo – se quejaba mientras ponía rumbo a su destino – pero no importa, ya estoy muy cerca, muy cerca – repetía mentalmente una y otra vez para animarse. Apenas si encontró algo de tráfico en su ruta, por lo que llegó hasta su aparcamiento a la hora prevista, desde allí podía ver con total tranquilidad como uno a uno iban llegando los distintos empleados a la empresa.
Como no, el primero el Seat blanco de Marta la secretaría, casi siempre era la primera en llegar, a continuación los BMW de los tres directivos, primero Alejandro, segundo Antonio y por último Raúl. Ahora el turno de los administrativos. Luís con el Ford negro y Luisa con el… un momento, este coche es nuevo… haber donde aparca… sí es Luisa no hay duda, habrá cambiado el coche. Ya no debe faltar mucho para que llegue.
Ay está el Audi negro, se introduce lentamente en su cochera techada, abre la puerta, saca la pierna izquierda, deja las gafas de sol en un pequeño compartimiento del apoyabrazos delantero, coge el maletín, lo coloca en su asiento, sale del vehículo, estira las arrugas del pantalón, abre la puerta de atrás, coge la chaqueta del traje, se lo pone, primero la manga derecha, luego la izquierda, se abrocha los botones, se mesa el pelo, coge el maletín, cierra la puerta y se aleja pausadamente mientras práctica su sátira sonrisa…el mismo ritual de cada día.
Bueno ahora toca correr para ocupar mí lugar – pensaba mientras sacaba la bolsa de deporte del coche; por la parte trasera de las cocheras de la central, había una obra abandonada, era un edificio de oficinas que el promotor no tuvo tiempo de terminar antes de declarar la suspensión de pagos, pero que ha José le venía muy bien, pues desde allí podía ver muy de cerca el despacho del Director General.
Toda la obra estaba recubierta de polvo blancuzco, excepto el camino habitual que lentamente había despejado con sus botas con el paso habitual de los días; llegó hasta su “despacho”, depositó la bolsa en una mesita y sacó los prismáticos. Sabía perfectamente hacía donde debía mirar, la tercera ventana de la izquierda del último piso; cinco, cuatro, tres, dos, uno – contaba mentalmente – “y eh voila” – gritó mientras el director aparecía en el visor.
Bueno, ahora a esperar – se dijo mientras tomaba asiento, normalmente tenía un par de horas, hasta que comenzaba la ronda de visitas y aquella mañana no iba a ser diferente, la secretaría con los contables, la secretaría con los directivos, la secretaría llevándole el café, la secre.. y ahí su mente desconectó, se quedó de pie quieto sin mover un solo músculo, con los ojos muy abiertos y la mirada perdida hacía el suelo. 
Estaba pensando en su hija, que era muy buena y ayudaba mucho en casa y más ahora que desde la llegada del pequeño se habían convertido en familia numerosa, familia numerosa, su abuela si que tuvo una familia numerosa, con ocho hijos no ellos que solo habían tenido tres, pero que gracias a la reducción tenía la ayuda del gobierno, hasta que decidan no renovarla y entonces no se de que vamos a comer, y como podré llevar mis niños al colegio y – de pronto comenzó a enfadarse.
Pero ahora no puedo pensar en eso – se dijo mientras sacudía la cabeza – tengo que centrarme en mí trabajo. El jefazo estaba sentado en su sillón con los pies apoyados sobre el escritorio, mientras hablaba enérgicamente por el teléfono, entonces pasó algo muy extraño, colgó con mucha violencia, se levantó y se pudo a mirar por la ventana.
Entonces, por un acto reflejo, José se agachó, estaba mirando en su dirección y lo hacía muy atentamente, ¿Se habrían percatado de su presencia o quizás alguien le había visto merodear por el edificio colindante?, comenzó a ponerse muy nervioso, le sudaban las manos y la frente, el director había fijado la mirada hacía su posición. Pero al cabo de unos minutos se dio cuenta que en realidad no le estaba mirando a él, tenía una cara que no había visto antes en los últimos meses, parecía cariacontecido, entonces se fijó en que se rascaba el antebrazo derecho con mucha asiduidad. Estaba nervioso, algo le había alterado.
Salió corriendo en dirección a su cochera, tuvo una corazonada y quiso estar preparado, en poco más de cinco minutos vió como el coche negro salía del aparcamiento, tenía más prisa de lo habitual, pero José estaba dispuesto y no lo iba a perder, por el momento seguía por la ruta hacía casa, pero en una rotonda giró a su derecha y cambió el itinerario. 
Era la primera vez que se adentraba por aquel barrio de la periferia, pero lo hacía sin dilación y con mucha decisión, sabía por donde andaba, pues eran calles angostas, con constantes cambios de sentido y muchas calles peatonales y sin salida, pero que sorteaba sin dificultad.
Hasta que llegó a una casita blanca que parecía estar sola en mitad de aquel caos de pisos que la rodeaban, se bajó del coche, pulso el cierre y las luces parpadearon varias veces, había puesto la alarma, al trote, José descendió a toda velocidad de su auto, portando una cámara de fotos con un gran angular, no sabía por donde situarse hasta que por la parte de atrás de la casa localizó una ventana.
Con el corazón en un puño se acercó, le temblaban las piernas, pero ahora no podía perder la oportunidad, y con todo el pudor del mundo se asomó y efectivamente pudo ver al director general dentro de aquella casa, sin pensarlo comenzó a tomar fotos.
¿Ya estás aquí, no te esperaba tan pronto hoy? – le preguntó su mujer, el no dijo nada pero su cara de felicidad lo delataba - ¿Lo has…? – y le mostró la cámara igual que un cazador alardea de la pieza cazada. Los dos comenzaron a llorar, habían sido muchos meses de esfuerzo y penurias, pero al final, el trabajo bien hecho tendría su recompensa.
Se pasó toda la tarde con sus hijos, jugando, cantando, saltando pero sobre todo acariciándolos, abrazándolos y besándolos, los pequeños se hartaban de tantas carantoñas y salían llorisqueando en busca de su madre, pero la mayor no se separaba de él ni un instante, intuyendo que todo había cambiado.
Por la mañana no tenía que madrugar, pero los nervios le hicieron levantarse a la hora habitual, se duchó tranquilamente, no recordaba la última vez que lo podía hacer sin prisas, se afeitó y se puso su mejor ropa, unos pantalones de vestir muy usados, una camisa blanca que amarilleaba por las mangas y unos zapatos sin apenas suela. Se despidió de su familia y cogió un sobre donde metió las fotos que la noche anterior seleccionó.
Esta vez no tenía que aparcar a doscientos metros de la cede, sino que se introdujo en el Parking de visitantes, y se dirigió con parsimonia hacia el despacho del director general, en cuanto lo vió la secretaría le increpó que se presentase así, pero insistió en verlo, ante las constantes negativas, José le dijo que le entregara el sobre que era de vial importancia. Ella accedió y le pidió que esperase un momento.
Delante del jefe se burló de su atuendo y este, totalmente relajado compartió con ella las burlas, hasta que abrió el sobre, se le congeló la cara y le pidió a su secretaría que le hiciese entrar inmediatamente.
¿Cómo ha conseguido usted, estas fotos? – le preguntó profundamente molesto, no puedo desvelar mis fuentes - ¿No será usted periodista? Porque le puedo asegurar que – no se preocupe, esto no saldrá de aquí, mientras lleguemos a un pacto satisfactorio para ambas partes. - ¿No nos conocemos? – entonces le vino a la mente todas las veces que tuvo que disfrazarse para hacerse pasar por electricista, por fontanero, por informático para sacar fotos de la agenda y los papeles del maletín y así poder hacerle el seguimiento – No, no me consta.
Le puedo decir que no soy un hombre rico, tengo muchos gastos y… - no quiero dinero, lo que quiero es ésto –sacó un pequeño recorte de periódico de su bolsillo, lo desdobló y se lo entregó.
El Jefe se acercó temeroso, alzó mucho el cuello, se reclinó hacía delante y leyó: “Importante Empresa de ámbito nacional, precisa un vigilante de seguridad para sus instalaciones, Interesados enviar currículo a…”
Se quedó atónito, después de reflexionar brevemente le respondió – bueno si solo es eso délo por hecho.

KIKIOCHO

Relatos FM:
EL CAYUCO
Joy tiritaba de frío con el terror inscrito en los ojos cada vez que veía acercarse una ola amenazando con un sordo sonido con hundir la nave al estrellarse contra su casco. Con la mirada perdida en la inmensidad azul del Atlántico, se aferraba con todas sus fuerzas al cadáver de su madre mientras se debatía por liberarse de aquel simple par de endebles pañuelos que lo ataban a su cuerpo convirtiéndose en una prisión  en aquella trampa mortal  a la deriva.

A su lado Abdi, un antiguo niño soldado que había desertado a los diecisiete años  poniendo pies por tierra a través de media Africa, se deshacía en arcadas por el vaivén de la embarcación.

Joy pugnaba por sobrevivir en medio de un océano de orines, vómitos, botellas vacías de agua y un sembrado de cadáveres.  Algunos se habían precipitado desde el bote al agua para desaparecer.

En mitad de ningún lado era incapaz de comprender  por qué su madre había llegado incluso a prostituirse para juntar el dinero del pasaje de punta Cires a punta de Oliveros, donde aguardaba si no el Paraíso al menos la promesa de una mejor vida.

Abdi miraba al pequeño con inusitada ternura. Desde que había subido al cayuco no había podido dejar de sentir un inexplicable lazo que lo unía a él. El desertor valoraba que seguramente se debía a las adversas circunstancias en que lo había conocido, o que en algún resquicio de su alma comenzaba a aflorar algún sentimiento humano por tanto tiempo arrebatado por sus antiguos captores.

Tal vez era simplemente respeto humano o por lo humano, que durante tanto tiempo había permanecido enterrado en el fondo de sus entrañas para no ser pasto de sus superiores por mostrar la más mínima debilidad.

O quizá que en aquella terrible travesía por primera vez en mucho tiempo veía en Joy a un simple niño y no a un soldado del que tener que defenderse.

Por un momento estuvo a punto de acariciar su cabeza cuando se detuvo a recordar cuando él tenía aproximadamente la misma edad.

Abdi aún permanecía absorto en sus recuerdos cuando una ola de metro y medio golpeó la patera obligándole a sujetarse con firmeza para que el mar no lo tragara. Oteo hacia el horizonte intentando advertir la costa de Tarifa sin que por más que se esforzara fuera en ese instante capaz de ver en la lontananza tierra firme.

El océano era sin duda un enemigo desigual. Nada parecido a ningún soldado contra el que en un pasado hubo de guerrear.

Joy se entregaba al esfuerzo imposible de mantenerse con vida al punto de la extenuación, inmovilizado por la baja temperatura, con el pensamiento insomne en dirección a España, donde según su madre ya no pasaría privaciones ni hambre. Volviendo la vista atrás el pequeño revivió por un momento un interminable éxodo desde el África negra montado a lomos de su madre en todoterrenos, camiones y trechos a pie en mitad de la sed, del hambre y de la nada.  Luego vendría la frontera entre Argel y Marruecos, aquella tierra de nadie que sus padres habían calificado de infierno.

A su padre lo había acuchillado un marroquí que extorsionaba a sus padres por su estancia ilegal en el Sagel, mientras su madre reunía dinero suficiente para cruzar el estrecho saltando de cama en cama.

Joy veía cómo se le escapaba la vida en medio de aquella solitaria nausea, resistiéndose como podía a morir, aferrándose al deseo de su madre  de alcanzar la orilla opuesta.

El fino oído de Abdi detectó el sonido d un motor en mitad de la marea. A punto estaba de pedir socorro cuando se percató de que eran hombres verdes uniformados. Miró a su alrededor buscando un arma con la que defenderse. Cualquier cosa valdría par el combate cuerpo a cuerpo.

Un golpe de mar lanzó a Joy fuera de la patera. Abdi se tiró instintivamente  para salvarlo. Luchando contra el oleaje tiró del niño sobre la superficie del agua a punto ya de ahogarse, y en una desigual contienda contra las olas por mantenerse a flote lo lanzó hacia el bordillo del cayuco dejándolo  salvo, mientras él se hundía desapareciendo: había sido el único acto heroico de antiguo niño soldado que había realizado en toda su vida.  El Atlántico se encargo de acoger sus restos para siempre en sus profundidades.

Una sirena sonora y monótona aumentaba cada vez más el sonido por su proximidad en medio de un destello de luces azules y rojas.

—¡Atención, no se muevan! —gritaba un agente por megafonía— Vamos a proceder a abordarlos.

Joy aguardaba expectante a aquellos hombres vestidos de verde que navegaban bajo una bandera de tres tiras horizontales amarilla y gualda, temiendo sus últimos momentos , ya fuera porque se sentía  incapaz de continuar agarrándose al cayuco o porque aquellos piratas lo ahogarían, cuando ya medio inconsciente notó cómo lo arriaban a la patrullera y lo abrigaban con una manta.

—Mi Capitán, es un niño de unos siete años. El único superviviente —se lamentó el Guardia Civil dirigiéndose a su superior, y observando la costa africana sentenció—  El mar como siempre se ha cobrado su tributo, sin diferenciar a españoles de magrebíes, a cristianos de musulmanes.

—Todos tenemos derecho a perseguir nuestros sueños —contestó el oficial— aunque sea al precio de la vida.

Mientras se dirigían a puerto para desembarcar a Joy y darle atención sanitaria, por momentos dio la sensación de que el mar entonaba una triste canción por todos los que perecieron en el intento...

Maria Cazalla

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