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IV Concurso de Relatos Forummontefrio

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Parlamento:
Tras el éxito obtenido en ediciones anteriores, con más de 45.000 lecturas a sus espaldas, cerca de 1000 obras recibidas y relatos procedentes de los 5 continentes, tenemos el placer de anunciar, un año mas, la IV edición del Concurso de Relatos Fórum Montefrío.

El Concurso de Relatos Forummontefrio pretende facilitar- simplificar el proceso de participación, logrando promover la producción artística atendiendo a los nuevos medios de escritura, muy influidos por el uso de las nuevas tecnologías.

Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora. Proverbio Hindú.







Bases IV Concurso de Relatos Fórum Montefrío

Parlamento:
Comienza el proceso de difusión del certamen:

http://www.letralia.com/concursos/1208314.htm

http://www.escritores.org/index.php/recursos-para-escritores/concursos-literario/6395-iv-concurso-de-relatos-forum-montefrio

Relatos Forummontefrio:
Como amante de la literatura es par mi un honor aceptar la tarea que se me ha encomendado al cargo de esta sección. El procedimiento de inserción de relatos continuará siendo similar al de ediciones anteriores, por lo que no notareis cambio alguno. Comenzamos esta nueva andadura con un relato procedente de San Marco in Lamis, Italia.



EL HOMBRE QUE REGALABA SUEÑOS   

No, no podía quedarse allí sólamente observando. Su país se estaba muriendo. Lo pensaba desde hace unos meses don Elio, o  “Sólo-Elio”, como le resaltaba a su gente, cada vez más apática, gris y apagada, él un sacerdote en blue-jeans que rechazaba el “don”. “¡Sólo Él es el Don! Dejémosle a los jefes este ispanismo”, respondía seco a las ancianas que con insistencia continuaban llamándolo don.
   Al comienzo su ubicación en la parroquia de San José había creado cierto desconcierto entre las cuatro ancianas aficionadas al rosario de las tardes en la pequeña iglesia,
Y don Elio, perdón Sólo-Elio, había sido enviado allí, en este “Rio Bo”, por el obispo quien lo había recomendado:
-“Se necesita un poco de aire fresco en el pueblo que tú sabes... ¡Cuento contigo   
Había hecho su mayor esfuerzo para renovar el oratorio, volver a barnizar y colocar aceite al juego de futbolín y ping pong y algún desecho de billar romano.
Pero la cosa más desconcertante que asombraba a Sólo-Elio, era que hasta las parejas más jóvenes no tenían hijos. Parejas cincuentonas, cuarentonas e incluso trentonas vivían sin luz, sin proyectos, sin hijos, sin futuro, sin sueños.   
He aquí la palabra clave: sueño. En el pueblo no había más sueños, la gente había dejado de soñar

***
- Excelencia, debo pedirle un favor...
- Dígame don Elio, perdón Sólo-Elio, - aquí una risita gustosa del anciano prelado, que conocía del apodo de la gente- ¿Alguna cosa grave
-_Sí, Excelencia, en el pueblo el escándalo existe: no hay futuro, no hay esperanza. El pueblo no tiene más sueños. Yo quiero partir. Mándeme a Brasil.
-¿Brasil? ¡Entiendo! La misma crisis del séptimo año. Escucha Elio ¿quieres una año sabático, que sé yo, en Mediugorje?Pero ¡cómo te vino a la mente Brasil!¿y crees que allí encontrarás los sueños?
- Sí, Excelencia, estoy seguro, me he documentado. Verán que regresaré pronto e traeré estos sueños.
- Muy bien, mi querido Elio. Así sea. ¡Entonces parte y tráenos estos sueños y un poco de sol, ese sol que llevas con tu nombre!
***
Rio de Janeiro, rascacielos y favelas, y el Cristo con los brazos abiertos sobre la bahía  de Pan de Azúcar.
Elio desde hace unos días llegó con la Ryan-Air  y vaga por un bazar de callejuelas malolientes,  entre chillidos, gritos con blasfemias, caras sospechosas y niñas prostitutas. Pero en medio de aquel infierno dantesco, Elio observa algo bellísimo: los niños. ¡Cuántos niños! Elio lo sabe, no podrá salvarlos a todos, pero algo hará por esos pequeños inocentes a quiénes Él trató con divina ternura y les prometio el Reino. Ésta es la razón por la cual Elio llevó consigo en el morral un balón su armónica y monedas que siembra detrás de él, como Pollicino, fingiendo que no se da cuenta. Y poco a poco, con furtivos cuchicheos en portugués, dos, tres y luego decenas de niños llenos de suciedad lo siguen, recogiendo las monedas que deja caer. Depués como un flautista mágico, extrae del bolsillo su armónica y comienza a sonar una samba criolla. Sabe a donde llevarlos: el prado herboso destrás de la última barraca. Aquí se detiene la samba y ¡sorpresa! Sale del morral un balón y Elio lanza la primera patada.
-¡Viva, olé!... ¿jugamos? –explota la incontenible alegría de los niños y las ganas de coordinar de nuestro cura: “¡Epa, te digo a ti, el de cabellos rojos, serás el portero!
Y comienza el partido inesperado, Elio es el árbitro y anima a los ronaldinis, los jairzinis, y los pequeños falcaos, quienes corren, chocan entre sí, se deslizan por sus jeans entre regateos y brincos. Luego vuelve la calma y mientras los niños devoran la merienda Elio dice:
- Tú, pelirrojo, ¿cómo te llamas? ¿Y tú, camisa rota? ¿Y tú? ¿Y tú?
Una niña, líder audaz, habla por todos:
- A mí me han puesto por nombre ”putica”, y camisa rota, para nosotros es “pipí corto”
Carcajada general. Elio se lo esperaba-Yo soy “calabaza podrida”- se ríe burlonamente un tercero. -Y yo “hedor a chinche”- grita un cuarto.
-Basta. Lo entendí todo. Ahora, escúchen atentamente...
Elio se muestra serio, como en el momento de la homilia de la misa matutina. -De todas formas veamos: todos ustedes son hijos de una gran madre, la Calle, la calle de la vida, por lo tanto son todos hermanos y tienen el mismo apellido, que será ¡SUEÑO! Ustedes son el sueño de nuestra calle, el sueño de nuestra vida.
-¿ y los nombres? ¿qué nombres tendremos? - gritan en coro -
- Cada uno elegirá una manera de decir, o un color, qué se yo, tú pelirrojo serás SUEÑO de fuego, tú, Putica, serás SUEÑO de estrellas.
-¡Yo SUEÑO de paz!
-¡Yo SUEÑO de libertad!
-¡Yo SUEÑO de amor!
Sobre el prado el sol no quiere partir. El tiempo se ha parado en ese espacio y la esperanza se asomó entre las favelas en desesperación. Elio se conmueve y hace la gran promesa:
- Vendrán todos conmigo. Tendrán un hogar, una madre les dará el beso de las buenas noches. Un padre les tomará en los brazos y les alzará al cielo frotando sus mejillas con sus bigotes.. Tendrán el pan perfumado de cada día...
Los niños se quedan callados. No creen a sus propios oídos. Depués, la enorme explosíon de un SÍÍÍ LLÉVANOS CONTIGO coro a capela.
-Pero primero nos tenemos que preparar. Partiremos dentro de un año. Mientras tanto aprenderán un nuevo idioma, mi idioma, y les enseñaré quién fue Jesús.
***
Hay una agitación en San José. Voces disonantes se esparcen por el pueblo:
-¡Don Elio ha regresado de Brazil, -
- Se dice que nos ha traído una sorpresa!-
Corren las voces por Rio Bo, pero extrañamente se llena la pequeña iglesia. Todos  están curiosos por la sorpresa que había prometido Sólo-Elio, quien esta vez se había vestido de punta en blanco, con todo casulla y capa, precedido por una fila de monaguillos, algunos blancos y otros de color chocolate,  que cantan, cantan como ningún coro había cantado antes con tanta alegría en la pequeña iglesia de Rio Bo.
   Cantan el Kyrie, el Gloria y el Aleluya, y se llega al evangelio de Mateo: “Quién reciba a unos de estos pequeños, me recibe a mí... porque de los tales es el Reino de los cielos”.
   Luego Sólo-Elio desde el ambón a sus querido fieles, con la sonrisa más luminosa desde su primera misa, se dirije a sus monaguillos de color:
- ¿Tú cómo te llamas? Y tú, y tú, y tú...
- Yo SUEÑO de fuego.
- Yo SUEÑO de estrellas.
- Yo SUEÑO de lana.
Luego, SUEÑO de rosa, SUEÑO de oro, SUEÑO de paz, SUEÑO de libertad, SUEÑO de esperanza...
La Iglesia es todo un estremecimiento de alegría a las respuestas de aquellos queridos niños.
Un aplauso y muchos ojos resplandecientes y Elio, con la túnica y los jeans por debajo, tratando de frenar algunas lágrimas y de finalmente abuchear la última lengua viperina:
_Aquí está la gran sorpresa, queridos fieles, he aquí el futuro, la vida, la esperanza, todo lo que faltaba en nuestro Rio Bo.
He regresado para regalaros los SUEÑOS...

 HORSEFRIEND

Relatos Forummontefrio:

Y ¿Por qué no?

      El lugar: el de siempre, la barra del Bar Quimera atendido por su propietario, mi compadre Gabriel. La hora: la de costumbre, la que transcurre entre la partida del último cliente y el asomo del primer rayo de sol. Los comensales: los habituales, de izquierda a derecha de la barra, Nano, Pipo y yo… Ah, y esta vez una vieja salida de no sé dónde... «¿Quién es ella?», le pregunto a mi compadre, y mi compadre me contesta que ni idea… «Llegó al bar y como si fuera socia abonada de primera línea se sentó en el reservado de la barra, pidió una botella de aguardiente que se zampó mientras tarareaba sabrá dios qué canción antediluviana y luego, peneque hasta decir ya basta, cerró los ojos y se echó a roncar sin darme tiempo de cantarle la tabla y extenderle la cuenta». Estará dormida y achispada y todo lo que usted quiera pero lo que es este pecho mío no entrará en confidencias mientras la inoportuna se mantenga mancillando nuestra intimidad. Y el pecho de Pipo tampoco, y el de Nano menos todavía… ¡Qué posma!, una barra, al menos la nuestra, es para eso, para las confidencias, aunque, al cabo de tanto torearlas, capotearlas y sanjuanearas ya no lo sean, para nosotros, quiero decir, pero sí para el resto de la humanidad y la vieja en este caso representa el resto de la humanidad… «A que no», chilla ella o parece chillar. Y Gabo dice que chilló y si él lo dice hay que creerle, que no hay mejor conocedor del hombre que un propietario de un bar. «¿Aunque en este caso no sea hombre?». «¡Aunque no lo sea!»… Sea lo que sea la vieja metiche, sin dársele un rábano nuestro derecho de pernada, de pataleo o de intimidad y curada de embriaguez como por ensalmo invade nuestro rancho… «Por mí no callen que conozco de pe a pa todo el abecedario de sus cancamurrias. Los cien mil patacones que le hacen falta a Pipo para echar a andar su proyecto de producción y venta de porno-pasteles, el valor que le hace falta a Nano para mandarse a poner las tetas que tanto anhela, y los cojones que le hacen falta a Mario para destapar la olla podrida que sazonan con tanto afán sus jefes del ministerio»… Olla podrida y gato encerrado, claro que los hay. Del lado de la vieja… «¿De dónde habrá salido? y ¿cómo diablos se habrá enterado de nuestros desaguisados?». «Yo qué voy a saber, esto nada tiene que ver con el arte de conocer el alma de los hombres». Dicho sea de paso, sea lo que sea la vieja sigue campaneando… «Toma, Pipo, los cien mil patacones». Y acto seguido, pone sobre la barra un montón de doblones relucientes. «Denuncia, Mario, que callando te apagarás. En cambio hablando, algún día serás magistrado la Corte Suprema». «Ponte las tetas, Nano, que un par de tetas tiran más que un par de carretas, no le hace que sean de silicona»… «¿Por qué mis cofrades habrían de hacerle caso a una vieja desconocida?», replica mi compadre y la vieja responde… «¿Por qué no?, el que no arriesga un huevo no saca un pollo»… Como el primer rayo de sol asoma por la ventana lo cual significa que es momento de clausurar coloquio y confidencias hasta el fin de semana que viene, Pipo, con los doblones a buen recaudo en su zurrón hace eco del cacareo de la vieja y remacha… «Eso, ¿por qué no?... Si te echan del ministerio te vienes a trabajar conmigo a la panadería… Acaso las tetas de silicona pesen y escuezan menos que esas tetas que ahora tienes pero que no se ven». «Así se habla, señor don pastelero», celebra alborozada la vieja y Gabo también celebra y ya no hay caso, sea lo que sea la inoportuna, emisaria de arriba o mandadera de abajo, ya es socia abonada de primera línea de la barra, una quimera más del Bar Quimera, la cuarta del combo si se cuenta de izquierda a derecha de la barra… En saliendo del bar, la vieja se despide con besos y promesas de nos veremos las caras el sábado entrante, pega carrera hacia la avenida central y se cuela de rondón por un hueco de alcantarilla… «Rara morada para una emisaria de arriba», afirmo yo con saña, «más parece que fuera criada del barbián de allá abajo». «¿Por qué no pensar que es un ángel?», gruñe Pipo, «un ángel algo escachalandrado y estrafalario, pero sincero, afable y bonachón». Y Nano avala sonriendo… «Eso, ¿por qué no?»… Al cabo, pensando como magistrado de la Corte Suprema, a falta de pruebas contundentes en su contra, me uno al veredicto del jurado y repito con solemnidad… «Eso, ¿por qué no?».

 Macadú

Relatos Forummontefrio:

Hasta ahora

Juan Lisandro de la Serna mira a la mujer muerta. Mientras el desprecio se diluye en su boca, sostiene en su mano el arma recién disparada. Desde el cuello un hilo de sangre ancho y caliente corre, se escurre morosamente entre los pechos. El hilo baja y sobre el sexo se acumula en una ciénaga, donde el vello se tiñe de rojo. Ella sigue sentada en la cama, con la mirada espesada por el asombro.

Juan Lisandro de la Serna mira a la mujer durante mucho tiempo, mucho tiempo después de que la sangre ha dejado de fluir, mucho tiempo después de que la mano pálida se deslizara, casi tiesa, desde la pierna hasta la sábana. Piensa en cómo, a pesar de que él se ha manchado los dedos, ella sólo está surcada por ese hilo. Un hilo que la parte en dos, que marca un territorio doble a compartir. Un hilo que marca una frontera, una división desde el cuello hasta el sexo. Sólo la cabeza está exenta de esa división, sigue siendo una.
 
Juan Lisandro de la Serna mira a la mujer y busca en esa imagen la explicación a su furia. Imagina que toda la vida de esa mujer, todo lo que en esa mujer era vida, está entre sus piernas, donde su sexo se ahoga con la sangre de la vida que a ella se le escapa. Y a medida que comprende en qué ha terminado su furia, se va deslizando por la pared, hasta caer.

Juan Lisandro de la Serna mira a la mujer sentado en el suelo, sin soltar el arma que acaba de estrenar. Recoge las piernas y apoya sobre las rodillas la cabeza, al mover las piernas cae del bolsillo del pantalón, una bala. La escucha rodar por el piso, levanta la cabeza y ve cómo se detiene junto a un zapato. Un zapato izquierdo, cuyo compañero está en el pié derecho de un hombre que agoniza en el patio. Un zapato marrón, que bien podría ser suyo, pero que no lo es.

Juan Lisandro de la Serna mira a la mujer y nota que desde el patio ya no llegan gritos. Que un silencio pastoso inunda la casa, un silencio que sólo puede ser el anuncio del fin de todos los silencios. Con la punta del arma hace rodar la bala que se había detenido junto al zapato marrón, estira la mano y la toma. La mira con detenimiento. Compró tres. Sólo ha usado dos. Hasta ahora.
 
Felipa Rolón

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