Autor Tema: I Concurso de relatos Fórum Montefrío  (Leído 41538 veces)

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Re: I Concurso de relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #30 en: Junio 15, 2009, 16:39:52 pm »
Diario de un extraño permanente




“Lo primero que me recomendó el psiquiatra nada más darme el alta fue escribir regularmente mis pensamientos en un diario, ahora que lo tengo delante y paso las hojas, siento cierta complicidad con él. Todo en blanco, a estrenar; igual que mi vida, no recuerdo nada”
Primera anotación – Me agobia mucho que estén todo el día preguntándome si estoy bien, ¿Qué cómo me siento, si ya recuerdo algo?, yo simplemente niego con la cabeza. Ahora no me apetecen esas interminables sesiones con los álbumes de fotos y el dedo amarillento de “la que dice, es mi madre” señalando mis rizos dorados hondeando al sol o bien las vacaciones en Granada con la Alhambra de fondo. No quiero esforzarme en buscar donde no hay.

Segunda anotación – He quitado todos los retratos de mi cuarto, no quiero verme reflejado en espejos pasados, quiero retomar mi vida desde este punto, empezar de cero, no quiero saber si de pequeño era un trasto o si he viajado a exóticos países, lo que quiero ahora es volver a descubrirlos, “o descubrirlos” realmente, pues, por mucho que se empeñe mi padre, (que por cierto siempre que nos cruzamos se esfuerza en sonreírme, en un claro conato de aliviar de su mente la sensación de culpa), no puedo sentir en mis pies la textura particular de la arena en las playas de Hawai.

Ayer, en un vano conato, por parte de mi hermano pequeño, me encontré sobre mi cama un viejo oso de trapo, una tentativa de remover mis recuerdos más queridos, pero mi mente tiene ese recuerdo demasiado fresco, la semana pasada había visto una foto en la que estaba yo tumbado en una cama, abrazándolo, ahora, apenas mis labios se escoran hacía arriba mientras mi cara dibuja una fina sensación de desánimo.
Tercera anotación – El médico no ve ningún impedimento físico, para que pueda desarrollar actividades deportivas, los músculos deberían responder bien, apenas si me quedan secuelas del accidente que me mantuvo varios meses en rehabilitación, lo primero que recuerdo fue despertar en la cama del hospital; Rodeado por un sín fín de tubos que salían de mi cuerpo y llegaban a diversos aparatos. Al abrir los ojos no ví a nadie, estaba sólo y lo único que podía escuchar eran los pitidos de las máquinas.

Al poco llegó una enfermera que se me quedó mirando como si yo fuera un bicho raro, no me quitaba ojo inmóvil al pie de la cama, me examinaba minuciosamente, hasta que un médico, “mi médico”, le sacó de su ensimismamiento se la llevó al pasillo, cerró la puerta con vehemencia y la reprendió severamente. Apenas si pude distinguir unas frases “ya le habíamos advertido…debía comportarse con total normalidad”, aún sigo dándole vueltas a su significado, o quizás no lo tenga y simplemente la saqué de contexto, lo único es que no volví a ver a aquella enfermera.

Me hicieron numerosas pruebas, en los ojos, en los oídos, en los brazos en las piernas… hasta me hicieron sacar la lengua, no conocía el propósito de esas pruebas, el caso es que ese mismo día me pasaron a planta, me visitaron una serie de personas extrañas, unas reían otras lloraban y la mayoría no dejaba de tocarme y besarme con cara de asombro. Aún hoy siguen siendo extraños, aunque ellos se denominen “familia”. Son tan desconocidos para mí, como los jóvenes que veo en una orla que tenía escondida en los cajones de mi escritorio. Junto al pliegue de cartón había una foto pequeña de una joven rubia muy guapa.

Cuarta anotación – La sensación de libertad, los escenarios nuevos, el contacto con la naturaleza, hicieron que mi ánimo cambiase, me sentía bien, lejos del que se suponía debería ir siendo, José el hijo de, el hermano de, el nieto de, ahora era José el mini aventurero, un sendero nuevo, incluso el caerme y rasparme las rodillas me gustó. Me gustaba sentir cosas nuevas, experimentarlas por mí mismo; saber lo que me gustaba y lo que no, sin que nadie estuviera detrás mía apostillando que antes no me gustaba la lechuga o que adoraba quedarme embobado delante del televisor.

Un día ví a la joven de la foto, apenas si había cambiado, detrás de un árbol,  miraba furtivamente mis movimientos, cuando paré, ella se lanzó corriendo hacía mí, no paraba de tocarme y de exclamar “¡estás bien!, ¡estás bien!” entonces intentó besarme, no sabía como reaccionar, sentía sus ganas, su emoción, el calor de sus labios, pero yo no experimenté nada.

Extrañada dió un paso atrás y todo el candor de su mirada se perdió, un velo de terror cubrió su rostro, lanzando un dedo acusador contra mi gritó, “¡tú, no eres, tú!” empezó a llorar y se marchó corriendo, me quedé estupefacto sin saber reaccionar, hasta que decidí cual sería mi siguiente paso.

Me planté delante de mi madre y a bocajarro le pregunté, “¿Qué pasó realmente en el accidente?” – se le quedó la cara blanca, me pareció escuchar como su corazón dejaba de latir; no pudo responderme, hasta que llegó mi padre, pero no me dijeron nada que yo no supiera, dejando implícitamente oculta la verdad.
Molesto me marché a mi habitación y tomé la decisión más importante de mi exigua vida. Les abandoné. Tenía el firme propósito de averiguar quién sería yo, el primer mes hablé con mi madre que no dejaba de pedirme que volviera sin dejarme mantener una conversación medianamente entendible. Me fui ganando la vida como podía, entre tanto descubrí mi verdadera vocación, la pintura, por las tardes después del trabajo me gustaba sacar mi lienzo y quedarme hasta altas horas de la madrugada pintando, no quería quedarme en casa, prefería sentir que mi único techo era el cielo.

Pasaron un par de años más y ya solo me respondía la asistenta, decía que mis padres estaban siempre en el hospital. Después de muchos intentos, una voz muy familiar me respondió, no reconocí al interlocutor que dijo llamarse José, cuando de fondo escuché a mi madre decir “Tú no respondas hijo, cuelga”. Volví a llamar inmediatamente, pero ya no respondieron nunca más. Decidí no volverles a molestar, rehice mi vida pero no dejaba de pensar en la voz de aquel joven que tanto me era familiar, hasta que una tarde me paré en una tienda de electrodomésticos.

En las pantallas veía un joven rubio en las escaleras de un hospital saludando; al fijarme bien me llevé el susto de mi vida, el jovencito era yo con unos años menos. No podía creer lo que estaba viendo, sería alguna imagen de archivo, pues yo no recordaba aquello o sería de antes del accidente, estaba divagando intentando encontrar una respuesta coherente, cuando el titular de la noticia acabó definitivamente por derrumbarme.

 “Llevada a cabo con éxito la primera gestación y desarrollo completo de un clon, además de reproducir su cuerpo, los médicos han sido capaces de reincorporarle todos los recuerdos al sujeto, borrando aquellos que fueron ingratos…” y mi vida se apagó.


José Cantarero
« Última modificación: Junio 16, 2009, 14:49:31 pm por Parlamento »
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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Re: I Concurso de relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #31 en: Junio 16, 2009, 14:57:18 pm »
El ajedrez tiene sus secretos


Soy un fanático del ajedrez. Una  palabra me atraía hasta lo indecible: “enroque”. Ese movimiento siempre me llevo al inicio del derrumbe, del colapso, del final imperceptible y casi mágico con que pretendía terminar todas mis partidas. La caída inevitable de mi contendiente. De eso se trataba, un juego de guerra que terminaba con el oponente vencido a tus pies.
Sin ser un experto jugador tenía todas sus sensaciones incorporadas.
Alguna vez llegue a decir este  secreto en voz alta. Supongo que los comensales de aquella mesa, donde el vino aflojó mi lengua más allá de lo prudente, lo tomaron como un comentario desatinado más de  quién viene de varios brindis consecutivos

Él me había desafiado delante de todos. Había dudado de mi habilidad en el  juego. Para  mi empeño personal que había remedado a los más grandes maestros (a los que había estudiado concienzudamente durante años) era casi como dudar de mi virilidad. La cual estaba detrás de mi capacidad de juego. Con mi mejor cara de póquer o de truco (dada la argentinidad de mi estirpe) le dije que no tendría ningún problema para enfrentarlo dónde quiera y cuándo quiera.
-Que te parece en el club el viernes que viene. El sábado debo viajar a San Pedro- me contestó socarronamente. Sabía que los viernes habría mayor cantidad de gente. Ya estaba pensando en humillarme con público.
-¿Dos de tres?- le dije como al pasar.
-¿Tenés miedo perder en el primero?- me contesto riendo.
-Al contrario. Quiero que tengas tu oportunidad- dije como última respuesta antes de pararme e ir al baño. Entré enfurecido. Me moje la cara y las manos para tranquilizarme.
“-Este turro no me va a ganar. Menos frente a mis amigos. Le voy a hacer comer sus palabras-” me consolé mientras descargaba mis fluidos.
A partir de ese día me obligue a practicar de dos a tres horas diarias.
Llegado el viernes, como un presagio del mal momento, la tarde se presentaba tormentosa.
Siempre me había dado buena suerte comenzar con las blancas. En el sorteo me tocaron las negras.
La primera partida me iba a servir para estudiar sus movimientos. De entrada sabía que la chance era perder. El se envalentonaría y ya vería yo como seguir la serie. Debería ganar dos seguidos.  Me tenía fe.
Él ganó el primero.
Al ganar el segundo me tranquilicé. Cuando comenzó la tercera partida descuide su torre y a las pocas jugadas hizo un enroque.
-“Mal presagio y van…-“pensé como una sentencia. Estaba preparado para lo peor por lo que me excusé para ir al baño.  Memoricé las posiciones. Fui hasta los fusibles y puse un petardo grande. Como en las mejores épocas de colegio le había hecho una mecha larga para atrasar la deflagración.
Al llegar nuevamente a la mesa de juego ocurrió un chispazo. Se corto la luz.
Yo sabía que el juez iba a sacarnos de la mesa para que nadie tocara las piezas y el juego continuaría cuando volviera la electricidad. Era cerca de la hora de cerrar, por eso demoraron en componer lo roto por la explosión. Lo suficiente para dejar la partida para el otro día.
-Pospongo mi viaje para terminar- afirmó -esto no se puede retrasar mas…-
Restándole importancia le conteste:
- Como quieras…- y salí tranquilamente por la puerta saludando a los espectadores.
Prestamente corrí hacia mi casa.  Jadeando aún puse las piezas sobre el tablero para estudiar los movimientos. Consulté las diferentes tácticas. Ni una defensa Siciliana me servía. Los movimientos de Capablanca, Alekhine, Karpov o Bobby Fisher combinados me servían de bien poco.
No tenía escapatoria. No podría ganarle de ninguna forma. Por más que intentaba siempre el final era a su favor. Rendido pensé:
“-La jugada que mejor me sale es el enroque-” me fui a dormir.
El sábado amaneció lluvioso. A mitad de mañana recibí una llamada inesperada. Era corredor de una firma.  Cada tanto me pedían algún viaje no acordado por anticipado.
- Tengo que pedirte un favor. Hay un cliente importante que necesito me lo visites esta tarde sin falta. Estate en San Pedro a las seis y quedate hasta el domingo. Te mando los datos por mail a tu correo. Gracias- dijo Gerardo. Sin mucho más cortó.
Él tenía que ir a San Pedro y se quedaba. Ahora iba a ir yo:
“-Enroque-” Pensé.
Llamé al club por teléfono cinco minutos antes de visitar al cliente, con la urgencia del caso, pedí disculpas y la postergación para el viernes próximo. Cuando terminé la reunión opte por ir a comer solo.
El viaje de ida y vuelta hasta Buenos Aires con la ruta despejada me insumió menos que lo esperado.
Sabía que estaba en el club. Sabía que un mensaje de su mujer lo haría ir hasta su casa. Tome la precaución de asegurarme que ella no andaba por ahí.
Cuando le clave el puñal, como un alfil traicionero, quedó atónito. Sin palabras Lo dejé tirado en la calle seguro que había ganado la última partida.
Por supuesto que el enroque fue esencial.

Silvia
« Última modificación: Julio 10, 2009, 21:34:42 pm por Parlamento »
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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Re: I Concurso de relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #32 en: Junio 16, 2009, 15:14:22 pm »
                                                                                          
    “Amigos son aquellos extraños
                                                                                       seres que nos preguntan como estamos
                                                                                       y se esperan a oír la contestación”.

                                                                                                             Ed Cunningham



                                        
 Simplemente ocurrió




               Aunque ha pasado mucho tiempo  aun recuerdo claramente el día que llegamos al pueblo. Mamá estaba destrozada por la muerte de mi padre y yo me sentía terriblemente sola. La verdad es que el lugar era encantador, con sus casas pintadas de blanco y las flores de colores dando vida y alegría. Nuestra casita era pequeña y acogedora, con un bonito jardín en el que vivía un hermoso magnolio.  El aire de la tarde traía hasta nosotras el fresco aroma del mar, pero  yo me sentía triste y melancólica pues todo aquello hacía que aun fuese más evidente  la ausencia de mi padre. Recuerdo nítidamente que era verano, le estación de las cerezas y del sol y yo tenía la esperanza de hacer amigos con quienes compartir las largas tardes mientras mi madre trabajaba.  
       Intenté reiteradamente acercarme a los niños del pueblo mientras ellos jugaban en las aceras o en el bonito parque con sus enredaderas y el olor a azahar, pero  ellos correteaban distraídos riéndose mientras el sol jugueteaba en su pelo y no parecían darse cuenta de que yo estaba allí. No miraban ni una sola vez en mi dirección, me sentía invisible y con una gran necesidad de hablar con alguien. En casa las cosas iban de mal en peor y mi madre no quería hablar conmigo, bueno, ni conmigo ni con nadie, se pasaba el día llorando o sentada bajo el magnolio con la mirada perdida. Yo había adquirido la costumbre de acercarme a pasear por la playa al atardecer. A esas horas la gente ya se había ido y el envolvente sonido del mar hacía que me olvidara momentáneamente de mis problemas, me transportaba a otros tiempos más felices. Era mi sitio secreto, mi remanso de paz y mi pequeño consuelo. Aquel día me había sentado cerca de la orilla y me entretenía con el ir y venir de las olas. Mi mente vagaba distraída por un mundo feliz, lleno de risas, un mundo donde yo tuviera cabida y donde me sintiera parte de él, donde yo fuera importante. Mientras mis pensamientos me absorbían por completo alguien se sentó a mi lado. Cuando volví la cabeza vi que era un niño que tendría más o menos mi edad. Pude ver que su rostro sereno reflejaba una honda pena, algo que solo los que habíamos vivido una gran tragedia podíamos captar.
         Permanecimos en silencio mucho tiempo hasta que por fin  me miró y me dijo que me había visto en el parque. Yo le dije que no le había visto, a lo cual él me contestó que eso se debía sin duda a que estaba concentrada observando a los niños del pueblo. Empezamos a charlar y me contó que él tampoco jugaba con esos muchachos, que entre ellos existía algún tipo de grupo en el que no teníamos cabida y decidimos que el día siguiente iríamos a jugar juntos. Esa noche yo no estuve tan triste a pesar de que escuché el llanto de mi madre durante horas.                                                                                        
      
    A la mañana siguiente, bien temprano, acudí a mi encuentro con mi nuevo amigo. Cuando llegué ya me estaba esperando apoyado en un árbol. Durante unos minutos estuvimos decidiendo lo que íbamos a hacer, y tras largas deliberaciones acordamos ir al puerto. Nada más llegar me invadió el aroma característico de esos lugares, esa mezcla de olor a aceite, grasa y mar, una amalgama que  me hacía sentirme bien. Durante un buen rato estuvimos observando a los pescadores que salían a faenar, y luego nos pusimos a observar a Dimas, un viejo de la localidad que decían que había sobrevivido a tres naufragios y que pasaba sus últimos años pescando en el puerto y haciendo figuritas con madera y red que luego vendía a los turistas. La mañana pasó tan rápido como un suspiro y decidimos que por la tarde volveríamos. Cumplimos lo acordado y pasamos la tarde observando la vida del puerto. A última hora regresaron los barcos y era maravilloso ver a las gaviotas, todas seguían la estela dejada por las lanchas a la espera de alguna ración de pescado, volaban formando una interminable hilera de color blanco con pinceladas grises. Cuando los marineros descargaban su pesca y tiraban algún trozo inservible al agua se lanzaban en picado y volvían a emerger triunfantes. Sus chillidos llenaban el lugar y yo me sentía absolutamente feliz entre ese coro de sonidos y el maravilloso olor amalgamado que reinaba en el ambiente. A partir de ese día empezamos a hacer cosas divertidas. Un día íbamos a la playa, otro día buscábamos un rincón tranquilo en el parque y jugábamos a las adivinanzas o a inventar historias.
        
  De vez en cuando nos escapábamos hasta las ruinas romanas que había en la montaña y muchas tardes íbamos a ver como Dimas tallaba sus figuritas y como las gaviotas seguían a las lanchas. Poco a poco empecé a conocer mejor a mi amigo. Se llamaba Adrián  y vivía a solo dos casas de la mía. Su madre también trabajaba y él estaba siempre solo, como me ocurría a mí desde que nos habíamos mudado tras la muerte de papá. El verano había cambiado de color desde que había conocido a Adrián pero en mi corazón tenía guardado bastante rencor, no podía soportar que mi madre me ignorase así. Recuerdo un atardecer en la playa, estábamos sentados en el sitio donde nos habíamos conocido y Adrián me contaba que le pasaba igual que a mí. Su madre ya no hablaba con él y estaba todo el día fuera, aunque cuando estaba en casa era casi peor ya que estaba tan triste que ni le miraba ni hablaba. No sabíamos como afrontarlo pero la situación tenía que cambiar.                                                                
                                
            Entre el puerto, la playa y el parque pasó el verano. Una tarde estábamos sentados en la escalinata de entrada de una casa abandonada cuando vimos venir a mi madre caminando con Juan, su médico. Adrián me enseñó a una mujer que venía justo enfrente y me dijo que era su madre. Al llegar más o menos a nuestra altura se cruzaron y el doctor saludó a la madre de Adrián y le dijo que tenía que hablar con ella. Le explicó que tenía que conocer a su paciente (se refería a mi madre), porque estaban en la misma situación. Ella también había perdido a un familiar recientemente, a lo que mi madre contestó que en su caso no había sido un familiar, habían sido dos, y que nunca podría vivir feliz sabiendo que ese día su hija no tendría que haber ido en coche, si no hubiesen perdido el autobús su padre no habría necesitado acercarla al colegio y ambos estarían vivos, a lo que la madre de Adrián respondió que ella no podía perdonarse por permitirle ir al puerto, pues al caer al agua se había golpeado la cabeza contra un barco y se había ahogado ya que tardaron unos instantes en darse cuenta de lo que había sucedido y cuando lo sacaron ya era demasiado tarde. En ese mismo instante todo mi mundo empezó a girar y las palabras y los movimientos transcurrían como a cámara lenta. Ahora sé que a Adrián le sucedió lo mismo, recibir de golpe la realidad supone una sacudida que es muy difícil describir. Me negaba a entender, yo no podía estar muerta, el muerto era Papá, había fallecido en el accidente pero yo estaba allí con mi madre y con Adrián, y cada día hacíamos cosas distintas. Adrián echó a correr y no lo volví a ver hasta el día siguiente. Me contó que no recordaba su muerte, jamás notó nada excepto la falta de comunicación con su madre. No sabíamos que hacer así que decidimos seguir como lo habíamos hecho hasta entonces. Ahora ya no estamos tan solos pues Dimas está con nosotros cuando vamos al puerto y por las tardes, en el parque, vemos jugar bajo el azahar a los hijos de los niños que observábamos aquel verano. Mi madre sigue llorando de vez en cuando, pero sus ojos me dicen que es un poquito más feliz. He dejado de pensar el por qué de las cosas, por qué a mí. He llegado a la conclusión de que simplemente ocurrió.

Genma
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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Re: I Concurso de relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #33 en: Junio 17, 2009, 12:35:30 pm »
                                  
       Un hogar en las estrellas  



        
La   vista   desde   la  ventana    de   la  cocina  de    mi  nueva  casa   es   espléndida,  se  ven  

verdes   campos   salpicados  de  flores   de todos los  colores  que   llegan   hasta    la   base  de las

altas    montañas    que   rodean    este   precioso   y  fértil  valle.  Recuerdo    lo    impresionadas   que

quedamos  mis   hijas   y  yo    hace   un   par  de  días  al   bajar   del    pronunciado  puerto

que   hay    que  atravesar    para  poder   llegar    hasta  aquí,  y   contemplamos   el   paisaje    desde

un   mirador   que  hay    allí  arriba.   Casi   lo  localizo  desde   la   ventana    si    me   asomo,  desde

aquel   saliente  rocoso,   este  valle  parecía ser   una  inmensa   alfombra,    toda    salpicada   de   las

blancas casas   de  su abundante  caserío,  en    el   fondo   esmeralda    de     su  suelo,   nos   pareció

el   lugar  más  bello  de  la   tierra,   y  ahora  a mí,  personalmente,  no  me   importa   que  nuestro

nuevo    hogar   sea  ¡tal   vez! de    los más  humildes  del    lugar.  Yo   lo   único   que    quiero  

 y luchare    para   que  así sea,  es   que   mis    dos    hijas,  Eva  y   Lucia,  sean   felices  y    crezcan  Sanas.  

       Al   día siguiente, mientras  mis hijas  duermen   como  nunca antes   lo habían   hecho,  voy

ordenando   mi  ropa   tranquilamente   y    en    el momento   en   el   que   coloco   los   pañuelos

y    complementos    en    el   cajón   de  la  mesilla  de  noche, un  escalofrío  recorre   mi  espalda,

y   regresan   mis   adormecidos recuerdos,   el  desencadenante   de  todo  lo  ocurrido   seis   meses

atrás.  Todo   comenzó   aquella   tarde   del  verano  anterior,   Bruno,   el   padre   de  mis  hijas,  

me    esperaba     sentado   en    una   de    las   terrazas    de  verano   de   la ciudad   donde vivíamos.

Al    llegar   acompañada  de las   niñas,  Bruno   estaba    deleitándose    con    la   conversación  que  

mantenía   con   mi  amiga  del  alma   Leila.  Apenas  me  acerqué,   ellos  guardaron    silencio   y

de   repente    yo   intuí   que  algo   estaba    pasando,   pero   guarde  silencio   y   disimule.  Leila,  

como   siempre,   iba   vestida, maquillada  y  peinada    a    la  “ultima”.  Hacía   un   par de años  que

se    había   divorciado   con    una   “operación”  de  divorcio   absolutamente  favorable    para   ella

y   ahora  vivía  mejor  que   una   reina.  Tenía   un  hijo,  David,  de   la   misma  edad   que  Eva,  mi

hija   mayor,  nueve  años . Juntos  estuvimos  sentados   en   aquella  soleada  terraza.  Cuando   nos

fuimos   a  casa,   al   despedirnos,   yo  sabía   que  ellos  dos  se  estaban   despidiendo   a   su  modo

con   sus  silencios  y   complicidades,   y   a  mí,  de repente,  se  me    hundió   el   mundo,  y   pensé

que     aquel   par  de  dos,  a   mí   sinceramente,   no   me   la   iban  a   jugar. Al   día  siguiente,

tragué   mis   lagrimas,  no   llegué    a   verter  ninguna,   ni   tan  siquiera de  rabia,  ¡  hasta   ahí

podíamos  llegar!   Bruno,   mi   marido   era   el   que desde   siempre  había   tenido   las  tarjetas,  

sus números  clave   etc.,   yo  jamás   sacaba   dinero   sin   que   el  lo  hiciera,  nunca  me   llegué

a   preocupar  si   acaso   el  gastaba más  o  no, ¡confiaba   plenamente   en  el!   Yo,   sencillamente

subsistía   mes    a  mes   sin  replica,  suplica,   ni   petición,   solo  admitía  sometimiento,   silencio

y    paciencia,    aunque   yo  sabia   que   el,   Bruno   ganaba   un  buen   sueldo   y    no   teníamos

  que    vivir   en   precario   casi   como   la   inmensa  mayoría   de  las  veces   vivíamos.  Yo  a

lo  mío,   a   limpiar,  cocinar,   esperar  en   casa  y   a   lo  más,  esperarle   en  aquella   terraza  del

Café   Colon,  que  era  donde   solíamos   ir  a  diario   cada  tarde. Pero   aquella    tarde  del   día

siguiente,  esta  “menda”   ya   no   estaba  esperando   en   el  café  Colon   como    cada  tarde   a

que Bruno    me  pasara   a   recoger.  Lo   más   probable,   después  de   haberse citado   con  Leila,

yo   estaba    cerca,   sentada  en   uno  de   los numerosos   bancos   esparcidos   a  lo largo   del

paseo   Cárdenas   de aquel    parque  que  a  principios  del   siglo   veinte  había sido   un  bello  

“bulevar”  y   ahora  era  el   paseo    mas  afamado   de  la ciudad,   allí   medio  camuflada,  les

había   visto acercarse   sin   que los   dos  “pipiolos”   se   percatasen,   les  saque   fotografías  

y     disimulé.   Al   día siguiente  contraté   los servicios  de  un  detective   privado   y  me   fui

a    una  asociación  de mujeres.  De la   noche a   la   mañana    comencé   a   trazar   un   plan  de

“ataque   y  defensa”   mientras   a  la   vez,    traté   de   ahorrar   al  máximo,  con   mi  escaso  

dinero,   comprando   aquí   y   allá,   cocinando   todo   el  día desde   las  seis   de    la   mañana

para  así    intentar  ahorrar  en  lo  que  más se   gastaba, que  era  en   la  compra   diaria   de  la

comida,   y   quince  días más  tarde   tenia   ya   escondido   en   un   paquete    que  parecía estar  

sin  estrenar  de “tampax”,   ciento   cincuenta   euros , ¡toda     una   fortuna!.  Un   mes   más tarde

el  detective   me  citó    en    un   sitio   discreto.  Acudí   a   la  cita   nerviosa  y  triste,   porque  

no  hacía  falta    ir   a  ninguna   Universidad   para  saber  lo   que  iría   a decirme   aquel   buen

hombre,   que  algo   mayor    que   yo,   me   miraba   siempre  compasivo.

      - Lo   siento  mucho   María - me   llamaba   por mi nombre-   estas  fotos  son   de   los   dos.

    De    un   portal    sito   en    un  edificio   que  no   llegue  a  reconocer    el   lugar   de   su

Ubicación,     salía  Leila,    parecía  encaminarse  deprisa     a   algún   lugar  alejado   de   la

zona.  Cinco    minutos     más   tarde,  Bruno  salió   presuroso   metiéndose    en    un   taxi  

que   esperaba.  Según   algunos  testigos,   llevaban    al menos   un   año,  manteniendo   las

citas   en  aquel   piso    que  nadie sabía de quien   podía  ser,    aunque   lo   más   probable  

era   que   lo  alquilasen   a  medias   o   uno   de   ellos.   Tragué   bilis,   asco   y   todo   lo  que

se   pueda   imaginar,  pero  en  ningún   instante   llegue  a   perder   la  compostura,   sabía   que  

yo   lo  estaba  haciendo  bien,  solo   cabría esperar    un   poco   más   y actuar. Y actúe. Un   par  

de   días  mas   tarde,   aprovechando    que    Bruno   se   había  metido   en   la   ducha,   con   una

sangre fría   que   pasmaba,    lentamente     investigué  donde   guardaba    su  cartera,   la   encontré,

la   abrí   y   logre   cogerle   la   tarjeta.  El  número   como    yo me   había   imaginado  conociendo

al   que     convivía   conmigo   desde    hacia   mas   de  doce   años,    estaba   imperceptible-

 mente    anotado    en    una  esquina   de  una  de   sus  múltiples  agendas..  Cuando  le

volví   a   guardar   la cartera   en   su  chaqueta,  sentí   la   puerta   del   cuarto   de  baño   abrirse   y

de    un  ágil   salto,   corrí   hacia    la   ventana   de    la  cocina.  Allí   simulé  estar  atareada  como

cada  mañana    con   la   ingente   “tonelada”  de  ropa   seca,   húmeda,   para   planchar   etc.  Él

ni   se enteró. Lo   malo   era    la  llegada  del  mediodía,  cuando  Bruno   llegase   a   casa   y  muy

enfadado   contase   que   le   habían   robado   la   tarjeta,   pero    de   inmediato   me    tranquilicé,

porque  yo  sabía   a  ciencia   cierta  que  él,  Bruno,  jamás   comentaría    nada   de    la   pérdida

de   la   tarjeta.  Y    acerté,   como    últimamente    lo   venía   haciendo.  Esa   misma    mañana,  en

cuanto Bruno   se   marchó,   esperé   cinco minutos  atisbando   por  la   ventana,   escuchando   y  

mirando    por  si   oía   y   veía   que   llegaba  el  ascensor   a  nuestro  rellano,  y   a  continuación,

salí   a    la   calle,   eché   a  correr   deprisa   y   llegué   hasta    una   entidad   bancaria    vieja   y

que   no tenía   en  muy buen   estado   de  visión    las   cámaras   que  hay   situadas   en    la   zona

de    los  cajeros   automáticos.  Allí,   con    unas   manos   tan   temblorosas   que   parecía   que yo

padeciera   el   Parkison,  saqué    todo    el    saldo    que    contenía   la  tarjeta,  “tres  mil   euros” .

Mi    estado   de  nervios  era total,  podía delatarme   yo   sola,   pero  de  inmediato   pensando  en

mis  hijas,   en   tantas   privaciones,    en  aquellos escuetos  regalos de  cumpleaños,  Reyes   y  en

su   vida  cotidiana,   siempre  aprovechando   sus vestidos   al  máximo,   sus  zapatos    hasta   que    

ya   casi    resbalaban    apenas    pisaban   el   pavimento,  todo    por  mi   culpa, yo    creía    todo

aquello   que Bruno   me  decía,   y   ahorraba     con   ritmos   de  autentica  miseria    basándome  

en   que   estabamos   preparando    un   futuro  muy   próspero     y    tranquilo  mientras   los  otros,

el   resto   de  vecinos  conocidos   etc.,  dilapidaban    sus   dineros,  ¡sinvergüenza!.

    La   asociación    de   mujeres   me    otorgo   un    excelente   abogado  especialista    en  divorcios

que     me   ayudo   al máximo,   el   piso   para mí,   las   hijas   también,   claro  está. Bruno   nunca  

hubiera   querido   quedarse    con   sus   hijas,  lo  cual   él   ni   sabe   cuanto   se   lo   agradezco,  y

además   me  tiene    que   pagar    una   elevada  cantidad   al  mes    para    daños,   perjuicios   etc.,  

y   aunque    ha  dejado   el   trabajo   en   su  empresa   para  declararse   en   quiebra,   insolvente

para  no   pagarnos,   como  ha   heredado    y    además   el   piso  aquel  de las citas  clandestinas    

lo   habían   comprado   a   medias  entre    Leila   y   él,  mi   marido,   la  mitad     ha   sido   integra

para mí.   Ahora,    tras  dos   años   de   tristezas,   de     miedos,   he     llegado   de    incógnito   a

este maravilloso   lugar    al   otro  extremo   del   país,   para  volver   a  empezar.  Sé   que   lo   voy

a   conseguir.   Aclaro    la   cara    con   el   agua  fresca   de   la   fuente   del    jardín   y    entro   en  

la   casa  para despertar    a     mis   hijas,   ¡ya   son   horas!    A    la   una   de   un   hermoso   día,  

antes  de   entrar  en   mi   hogar,  escucho   a   lo   lejos    el   sonido   del   motor   de    un  coche

que   se  acerca.   En   este  silencio  cualquier  cosa se escucha   con   absoluta   nitidez.   Me   asomo

intranquila,   aún   me   mantengo   en   guardia,  no   lo   puedo  evitar. El   coche  se  acerca  y    me

siento  intranquila.  De repente  me  tranquilizo   de   inmediato.  Armando,  el  detective  que  ha  

llevado   mi  caso    se   baja   sonriente,   cálido,   lleva   unos  papeles  en   la mano.  

       - Hola   María,    traigo estos  documentos,    tienes   que     tenerlos  tú   por  si  acaso,  son   del

      divorcio   y   el  abogado   tiene   ya   copia  de todo   bajo   llave,  ¡que  casa  mas   bonita!, desde

      allí   arriba  brilla   como   una  estrella,   parece  que vivas  entre   una  de  ellas.  

   respiro  hondo.   Si,   brilla  todo  alrededor,   debe  de  ser   que comenzamos  por fin  a  ser   más

felices!,   Armando   pasa,   va  a  quedarse    a   comer,   luego   se marchara,   ha   prometido  venir

a   menudo   a   pesar  de   que  son   doce   horas  de  dura  carretera ¡tal   vez    un  día    de   estos

prefiera    quedarse   a vivir   junto   a   las  estrellas!

Esther
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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Re: I Concurso de relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #34 en: Junio 17, 2009, 13:12:34 pm »
Tu nombre en un susurro


Tu nombre en un susurro, un leve soplo de aire, brisa desde mi interior, suave viento abriéndose hacia ti. Viajando en una vela henchida de deseo, dirigida desde el pensamiento de una imagen evocada, compuesta con esos retazos que emanan de tu presencia y que recojo, reuniéndolos en una impronta fielmente grabada.

Tu nombre; sonido pleno de significado, de sentido en mi interior; secreto para los demás, también para ti, amiga mía, mientras no llegues a descubrir mi mirada, ni el oculto pensamiento que dirige mis ojos.

La vida nos separa, nos mantiene en caminos diferentes; pero también nos permite el contacto en un mundo virtual, donde podemos estar ... no juntos, pero sí cercanos, compartiendo algunas vivencias desde la distancia, mientras el tiempo fluye.

En ocasiones observo tu llegada, y algunas veces como te retiras. Mezclados en la inmensidad del grupo, mi mirada busca tu presencia entre las conversaciones, reconociendo tu forma de ser en tus palabras; ajena, creo, a mis  pensamientos que giran, una y otra vez, a tu alrededor, cuidando de no acercarse más allá de lo natural y permitido. No siempre descubro rápidamente tus palabras, pero hay muchas ocasiones en que, sin saber como, parece que me llaman en cuanto las escribes, y entonces acudo en su busca, raudo en la lectura, a veces con respuesta, otras en silencio.

Siento alegría por tus sonrisas, algunas imaginadas por el contenido de tus palabras, otras directamente a la vista; todas las recibo como un precioso regalo, con una satisfacción  muy personal, sin que importe donde apunte su destino. No hay momento perdido en tu compañía, te siento cerca, aunque no esté a tu lado.

No osaría dirigirte estas palabras de otra manera, pero no dejaré escapar esta oportunidad de expresar, de vivir interiormente un momento intenso; no ya una aventura, sino una vida alternativa. Querría decir como empezó, como noté que tu presencia me hacía sentir diferente, como mi interés se dirigía hacia ti día tras día; pero eso significaría demasiado riesgo. De descubrirte, de romper el encanto.

Tal vez me leas, o tal vez no; esa será una dulce incertidumbre que me mantendrá estos días pendiente de tus palabras, intentando descubrir una reacción o, sencillamente, un sutil comentario, indirecto, inofensivo. Ni por asomo pienso que me preguntes directamente y, mientras tanto , yo seguiré manteniendo el anonimato.

Pero quien sabe. No será así si la votación me descubre, aunque entonces el susurro aún será más tenue y no lo oirá nadie ajeno. Reverberará gozoso por mi interior, como tantas otras veces, sin apenas asomarse al exterior para nada, llegando a ti tan suave como una pluma, un soplo de viento con tu nombre, que sentirás en el fondo de tu alma y del que sólo serás consciente… si es ese tu deseo.

Tu nombre en un susurro, casi impronunciado, apenas oído, ofrecido al viento, un deseo expresado al paso de una estrella fugaz. Para que no te sientas aludida y, aunque me hayas leído, sigas siendo mi amiga.


Selin
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Re: I Concurso de relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #35 en: Junio 19, 2009, 09:55:13 am »
                                      
Tu última carta



         Con cuidado saqué de mi cartera la amarillenta y manoseada hoja de periódico, y mientras volvía a leer aquel viejo recorte sentí  el salado sabor de las lágrimas, lágrimas como puños que venían a recordarme que  no había hecho nada por impedirlo, no había estado a la altura y lo sabía.                                                                                                                          
      Apenas podía recordar su cara, pero evocaba claramente los recuerdos de aquellos días, los tenía grabados a fuego en su memoria y allí estarían hasta el día no muy lejano en que tuviera que abandonar este mundo. En aquellos días los amaneceres eran algo mágico que podía embriagar  hasta el más duro de  los corazones.                                                                            
       Todo había empezado de la manera más inocente, como empiezan siempre estas cosas que luego nos desgarran por dentro y  nos llevan a esos abismos de los que ya nunca podremos salir. Primero  le dijeron lo guapa que era y le ofrecieron un dinero por acudir con ellos a unas fiestas, luego  por pasar la noche con ellos y acabó en los peores antros esperando que su príncipe azul acudiera a rescatarla.                                                                                              
       Pero mi herido orgullo me impidió hacerlo, no pude  rescatar a aquella que me había cambiado por un puñado de monedas. No quise escuchar a mi magullado corazón, no quise aún cuando me suplicaba un perdón que en realidad hacía mucho que yo ya había concedido.                                              
     Cuando lo leí no quise creer que podía ser ella. Había más chicas en esa situación, y con las mismas  iniciales, así que cerré los ojos a una realidad que cayó como una losa cuando me llamaron para darme su testamento. En esa última carta me pedía perdón y me dejaba ese dinero que la había llevado a la perdición.  
          El día que pude cobrar la herencia lo saqué todo del banco, no dejé ni un miserable céntimo en la cuenta, y con la ira guiando mis pasos me dirigí hasta esos escarpados lugares donde nos gustaba ver los amaneceres y  las puestas de sol, tanto tiempo atrás.      
         Mirando el anaranjado horizonte recordé su cantarina risa mientras yo le decía que algún día seríamos importantes, que nos comeríamos el mundo y seríamos muy felices. Lo que yo no veía es que felices, en realidad, lo éramos en aquellos momentos.
        Volviendo a la realidad pude notar su gran ausencia. El paisaje estaba vacío y silencioso, su risa había dejado un hueco imposible de llenar.                                                                                                                                                  
      Con los ojos cegados por las lágrimas tiré todo su sucio dinero al barranco, y con el tiré mi alma.


Genma

« Última modificación: Junio 19, 2009, 10:42:16 am por Parlamento »
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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Re: I Concurso de relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #36 en: Junio 21, 2009, 21:17:10 pm »
                                   
El detalle               
       

   
         

      Por supuesto, no lo encontrarían. Estaba seguro. Entre tanta gente, pasaría desapercibido. Ese hotel, le serviría de refugio.
El Inspector Coselli lo buscaba. Ya sabía que él había matado a Shala, la bailarina egipcia. En su habitación, Kadir sorbió el último trago de whisky. Se aproximó discretamente al balcón. Los cristales del gran ventanal estaban abiertos. Miró por entre las blancas cortinas, que flameaban mecidas por  la brisa. La noche se presentaba agradable. El Cairo, como de costumbre, pululaba de turistas. Oteó para todas partes. Nadie que conociera. Bien. A salvo. Se volvió hacia el gran lecho. Se recostó. Quería pensar. Esa noche, tomaría el tren hasta Bahtim y buscaría a su primo Amar. Este, lo ayudaría a salir de Egipto. Iría a Italia.
Sus parientes  piamonteses lo esconderían en las montañas. Suspiró. Miró la hora en su reloj de pulsera. Las nueve y cinco. El tren partía a la medianoche. No era bueno viajar antes. Era mejor cuando toda la ciudad estaba callada. O al menos, parecía más tranquila. Poca gente viajaba en ese tren. Coselli ya estaría buscándolo con sus patrullas, por cada cueva de la cuidad. Se sonrió. Jamás pensaría, que él pudiera estar oculto en ese hotel de cinco estrellas, que era un hervidero cosmopolita.
-Está bien –se dijo- Dormiré un poco. -se acomodó mejor. El sueño llegó pronto. Cuando despertó, no podía creer lo que veía. Coselli y un grupo de agentes, rodeaban su cama, apuntándole con sus revólveres.
-Pero… ¿Cómo? –alcanzó a balbucear.
-¿Te creías tan inteligente Kadir? –el vozarrón del Inspector resonó en la habitación -¿No pensaste siquiera que algún detalle delataría tu escondite? ¿Un pequeñísimo detalle? -Kadir estaba confuso. ¿Un detalle?
-¿Qué detalle? –preguntó intrigado.
-Tus ojos, Kadir. Tus ojos -respondió con algo de sorna Coselli.
-¿Mis ojos? –no entendía nada.
-Sí. Vamos. Levántate. Aprésenlo –ahora estaba muy serio.
Le pareció que mil manos caían sobre él. Antes de salir del cuarto, entre cuatro policías, Kadir se dio vuelta y preguntó:
-Coselli… ¿Por qué mis ojos?  -Este, lanzó una carcajada.
-¿Y tú piensas que en este hotel, pueden haber tantos egipcios de ojos azules?   


Marta     
                                                     
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Re: I Concurso de relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #37 en: Junio 21, 2009, 21:20:41 pm »
               
El lago de los cisnes


 
Aquella fría  tarde de  noviembre,  el   precioso  parque situado   a   las  afueras  de  mi   

ciudad,  estaba  casi  vacío,   apenas había  gente   paseando  bajo  los   arcos  desnudos

de    las  rosaledas,   los   numerosos  bancos esparcidos   por   todos   sus    hermosos 

rincones    estaban   libres   y   la  calma   total   reinaba    en   el    entorno.  Solamente  se

alteraba    el    insólito  silencio,   por   el  continuo   piar,   graznidos   y   chillidos   de   la

numerosa   colonia  de  aves   migratorias  y   permanentes   que  atestaban  los centenarios 

árboles  y   se amontonaban    en   las  verdes  aguas   de   la  laguna    situada  en   el centro

 del  parque.  Todas  las  tardes   salgo   a   pasear   con   mis    dos queridos nietos  Eva  y  Luis, de

 siete   y   ocho  años de edad  respectivamente.   Venimos muy a menudo   a  este   parque    porque

 los niños   suelen   traer   sus  bicicletas   o  el   balón   y   si  no   ha   llovido   mucho,  juegan   muy

 tranquilos,   respiran   aire  limpio   y   puro   debido   a   la  importante   “mancha”  forestal  que   se

extiende   a  lo   largo   de   sus   treinta   mil   metros   cuadrados,  y  estamos    felices    los   tres.

Una  felicidad    ganada  bien  a   pulso,  creo  yo,  porque   su   triste   historia   quedó escrita

 un   aciago   día   a   las   pocas    horas  de  nacer Luis,   cuando   su   padre  les   abandonó

 a    su   suerte.  Mi   hija   no   trabajaba,   sencillamente   porque   en  dos  años  había  tenido    dos

hijos  y   ¡ni  se   lo   planteaba!. Una   terrible  depresión   a   raíz del   parto   y   lo   que  tuvo    que

sufrir   tras    éste,   hizo   que se muriera  irremediablemente.  Me  vi  de  la   noche a   la   mañana,

sin   mí   adorada   hija  y   con   sus   pequeños hijitos   a  mi  cargo.  Anduve   con  vista y  tramité

de   inmediato,   cuando   el  dolor  por  la   terrible pérdida   anegaba  mi  alma   y  mi    corazón  del

dolor  mas   profundo,   cuando   yo   si   que  me  quería morir,  su    adopción.   No   quería  más  líos

de  aquel   hombre,  los niños   tenían  que crecer   felices,  seguros  y   con   una   vida  digna,  y   yo

creo   sinceramente   que  se   la    ofrezco   cada  nuevo   amanecer.  Ahora  les  contemplo  mientras

se  apoyan   en   la  barandilla de  hierro  que   protege  varias zonas  del   lago,  para   poder   ver  con

seguridad   a  las  numerosas aves,   y   me   siento   tranquila,  puedo  decir que  hasta  soy   feliz,  me

hacen  sentirme  útil   como   persona   cada   nuevo   día  en   el  que   podemos  despertar   juntos y 

yo   les  puedo   ir  enfocando   con mi  modesta   ayuda.  Apoyada   en   la  sólida  barandilla,  tiro  al

agua    del   lago,  los   pequeños  trozos   de   pan   que  nos suele   sobrar   para   que  lo  coman

los    simpáticos   patos, sacudo   en   el    agua   la  bolsa   de   plástico   con    los restos   de   las   

migas  y  la  veo.  ¡Me acabo   de  quedar   helada!. Disimuladamente    miro   al    agua   de   la 

orilla    y   a   pesar  de  lo  turbia  que está  el  agua  y  de  las  tenues   olas    que   en  la  orilla se

aprecian   más,  se ve a  las claras  que   lo   que  vi   y   está   a   punto  de salir a  flote, es  una   mano, 

ennegrecida  y  con   manchas  oscuras  que deben de ser  de sangre.  Trago  saliva,  respiro    hondo  y

les  cuento   una  “milonga” a  mis   pequeños   para  salir  de allí   cuanto   antes,  un  escalofrío  me

recorre   la  espalda,  a   la vez  que  siento   que   un  sudor  pegajoso   se filtra   en  mi  frente,  tiro 

de   la   mano   de   mis nietos  mientras  ellos  miran   hacia  atrás  con  desconfianza.

       -  ¡Niños,  tenemos  que irnos,   creo   que está   a  punto   de descargar  una    tormenta  y   ya

        sabéis   que  a  mi no   me  gustan   las  tormentas  cuando  estamos  bajo   arboles!. 

      -  ¡ Pero   si  tú  nunca  tienes   miedo   Abuela!.

   Dice enfadado  Luis   pero  de   inmediato  se calla,  tienen  un   instinto  especial   para   sobrevivir

y   ambos   se agarran   fuertemente   a   mis   manos   y   tiran  hasta    que  casi  corriendo, llegamos   

a    las   calles   cercanas   a  nuestra  casa.   Esa noche   apenas  pude  conciliar  el   sueño, sentía  una 

incertidumbre  que    me   hacia  difícil  descansar,  no  era  capaz  de  dejar  de ver   aquella   escena

de  la   mano   sumergida   en   el   agua  empantanada  del   lago,¿a   quién   pertenecía?.

 Amanece  y   yo    comencé   con   los   preparativos    propios  de   un  nuevo   día,  enseguida   

tenía   que   despertar   a   los  niños   para    llevarlos al  colegio,  tendría  que    tratar   de   olvidar

el   asunto   sin   más.   Al   regresar   a casa  tras dejar  a  los niños  en   sus   clases   y   realizar   la 

compra diaria,  no   pude resistir    pararme  ante   un   kiosco   donde   sé   exhibían    los 

periódicos   locales  y    echar   una    mirada   al  sumario, y   de  igual  modo,  apenas  puse   cobre

la    mesa  de  la  cocina  de  la compra,  conecté   el   televisor  y  la  radio   a   la  vez, por si   las

noticias   comentaban   algo   al   respecto. Poco   a   poco   me  fui  olvidando del   tema,  aunque  no

volvimos  a  ir  al   parque,   yo   era  incapaz  de   estar   al  lado  de   aquella  visión   que   después

del   tiempo   transcurrido,  llegue   a   pensar   si   toda  la escena   no   habría   formado   parte   de

un  error  de   percepción,  ¡vamos,   si   yo no   habría   visto   lo  que no  era!.  Diciembre    había

  comenzado   con un  prematuro   aire   a  “Navidad”,   el  “puente de  la  constitución”   estaba   a

un   par de días  y mis niños querían  ir  al   parque   porque querían  hacer un   trabajo   con  hojas,

y   allí   había   cientos.  Aprovechando    los días  de descanso   del  mencionado   “puente”  fuimos

a   media  mañana    de   uno   de   aquellos  días  de   descanso.  El   parque   hacia   la   una  de  la

tarde,  estaba   como   siempre,  espléndido,  es   uno  de esos   lugares   llenos  de  plástica  y   paz 

que   siempre   se   muestra   bello   a   los   ojos  de quien   lo  contempla.  Eva   y  Luis  recogían 

hojas   distintas,  yo  se   las   iba  clasificando   “sobre   la  marcha”   para  facilitarles  algo  la   tarea

y  de vez  en  cuando,   recogía   algunas  del   suelo.   Al   llegar   bajo   unos   inmensos   Castaños 

de  Indias,   me   dispuse  a  coger   unas  cuantas  que estaban   encima   del  gran   montón   que   sé

Arremolinaba   alrededor  de   su   tronco,  me   agache   y  tuve  que   contener   un  grito.  Allí,  a  no

más   de  medio  metro,  asomaba   lo  que  parecía   ser  una   mano. Tratando  de   contenerme,  cogí   

un    palo   y  escarvé  tímidamente    unos   centímetros,  quería  cerciorarme   de   que no  fuera    por

ejemplo,  un  guante,  pero no,  aquella era  una mano,  ennegrecida  y ensangrentada. Me   levanté  y

cuando   me  dirigía  a   llamar   a  los niños,  un  resplandor  procedente   de  la   isleta  que    hay  en

el  centro  del   lago,   llamó  mi  atención,  me   fijé   y   vi  que  a   través  de   la  espesura  de   los

matorrales   que  formaban   una  maraña    sobre la   base  de  la  pequeña   isla,  alguien   se  movía,   

- ¡pero   si   nunca   hay  nadie en   la  isla,  es   un  lugar   especialmente   protegido!.  De repente  yo 

creí   comprender  repentinamente   lo   que  podría  estar   sucediendo, ¿y   si   el  asesino   nos  había

visto?,  o   también, ¿y   si   estaba   allí  oculto   Abel,   mi   exyerno?,  y  todo  había  sido  una idea

tramada   para  tratar  de quitarme   a   los niños mediante secuestro.  Un  miedo    visceral  comenzó 
   
a   invadirme.    De  nuevo   llamé   a   los niños  de manera   apresurada,  ellos vinieron a   mi   lado 

y  silenciosos  y   a   lo suyo.  Salimos del   recinto,  yo   intentaba  calmarme,  pero no  podía,   las

palpitaciones  de mi  corazón   eran    incontroladas,  y   me  temblaban   la   piernas,   a   los   niños

les  dije,  ¡así  como  quien   no   quiere   la  cosa!,   que  me  estaba  comenzando   a  encontrar   mal.

Notaba   que   no tenía   más  que gana  de estornudar,   les dije  que  debía  de tener  un “rebrote”

de   una  alergia  de   las  mías   relativa    a   la   humedad   y   allí  hay exceso   de   humedad,  y  sin

más, ni   me    miraron,  actuaron   como   siempre   con  su   habitual  madurez.  Una  semana   más

tarde,  concretamente  el   domingo   siguiente,  a   mitad   de  Diciembre,   mientras  mis  nietos 

dormían  plácidamente,   recogí   el   periódico   de   la  puerta  de  mi  casa  donde   me   lo  servían

cada   domingo   y   me senté   a echar   un  vistazo.  Quería saber si  esa misma   tarde  inaugurarían 

la   iluminación  Navideña,   para   ir a   verla  por  la   tarde,  y   de  repente,  me   quedé   helada.

     En    la  primera  pagina    se podía  leer:

      APARECEN    RESTOS  HUMANOS   EN   EL  FONDO   DEL  LAGO   DEL   PARQUE

     CENTRAL.

       Durante   las  ultimas labores  de  limpieza  y    dragado   tras  muchos   años  sin    haber   

realizado   dichas   labores,   acometiéndose   éstas   debido   a   las  recientes   obras  hechas   en

la   zona  debido   a   la  reparación  del  saneamiento,  salieron   a flote,   dos  troncos,   una  pierna

una   cabeza   y   un   pie.  Según   los análisis    forenses,    los  restos  llevan   en   el  agua  unos

dos  meses aproximadamente,   nada  se  sabe de  a   quien   pertenecen,  se recompensara   bien  toda

pista  fiable   que  se   diga  a las  autoridades,  manteniendo   el  anonimato.  No   tuve  que  pensarlo

mucho   tiempo,   media  hora más tarde,   telefoneaba    a  la  comisaria de  policía,  y  ese  mediodía

fui  a   las  citadas dependencias  donde    en   presencia  de mis nietos,   con  sutil   naturalidad,  dije

lo   que  me  había   parecido   creer ver,  argumente  que   no  me  había atrevido  a  decir  algo  que

yo   misma   dudaba   de  su  veracidad,   porque durante días,  llegué   a  pensar   en  serio,  que  era

mi   imaginación.  No   tardaron  en  descubrir  tras  mi  declaración  y   la de un  señor que   había

ido   a   decir que   él  había   visto   varias     veces,  ir  a  la   isla  central   del   lago,  a   una   pareja,

un  hombre   y   una   mujer   extraños,  a  bordo   de   una  minúscula   barca   de  madera que estaba

anclada  a   la  orilla de  la   isla , camuflada   entre   la  maleza   del  lugar.  Allí    llevaban   a   varios

mendigos  tras  detenerles,  querían  “limpiar”  el mundo  de   “parásitos” decían,   eran  los  “lideres

de   una  especie   de  nueva   secta  llamada   “pura    castidad”  cuyas “doctrinas”    eran   que  nadie

que   hubiese  hecho mal   y no   lo  hubiese  castigado   la  justicia,  a todo  aquel  que   no   quería 

trabajar   o a  quienes    sencillamente,  carecían  de moralidad   y  solo   les   iba  el  absoluto  uso 

de     una    anarquía   sin   ninguna    organización,  como  por  ejemplo, altibajos  de   pareja,  no

estar  nunca   con  ninguna   fija,   los   hijos   nacían   con   padres  diferentes   y   nada  importa, 

solo  imperaba ser feliz  porque   la  vida    es corta.   Esta  nueva     secta  quería   “ordenar” a   la

humanidad,  trabajar    horas  y   horas,   orden  absoluto   en  todo   y   una   sola   pareja   e  hijos.

Solo   con   dicha  relación   y   nada  más,  comenzaban  secuestrando   vagabundos   a  los que

nadie     reclamaría   y   pretendían   ir   a   más  secuestrando    gente  que viviera  en   camping

o   albergues  de  una   manera  más   o   menos   Hippie.  Pero   aún   había   más,   uno   de   los

cadáveres    que   habían   reconocido   era   el   de  Abel,  mi   ex-yerno.  Llevaba  en  paradero 

desconocido   desde hacia   años,  y   yo  no  vivía  tranquila.   Ahora   mientras regresábamos  a

nuestro   plácido  hogar  en   un   coche   de   la  policía camuflado,  pensaba   que  comenzaba 

a   ser  todo   tan   lleno   de   paz ¡al  fin!  Como   si  estuviésemos  en  el  lago  de    los cisnes

en   primavera,   cuando   estos  bellos animales   crían   a sus    polluelos.


Maria
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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Re: I Concurso de relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #38 en: Junio 21, 2009, 21:22:38 pm »

                                                   
Yo sabía morir muy bien


      Aún recuerdo aquellas  tardes en el cine del Natahoyo. Mis padres me daban un duro para pagar la entrada y comprarme lo que quisiera, y yo, que por aquel entonces tenía la cabeza rebosante de aventuras me gastaba mis dinerillos en tebeos. Una semana los cogía del Capitán Trueno o del Jabato, y la semana siguiente  me inclinaba por Roberto Alcázar y Pedrín. Mi madre me preparaba un bocadillo de chorizo del bueno o de chocolate, que por algo era domingo. Las películas que por aquella época se estilaban no tenían nada que ver con las de ahora. Carecían de efectos especiales y contaban historias que para nosotros tenían sentido.                                                                           
       Cuando acababa la película, mi amigo Manu, Sebastián, mi hermano Juanjo y yo  nos íbamos al descampado a jugar a lo que habíamos visto en la película. Mi tema favorito era el de “Indios y vaqueros”, porque mi tío Pepe me había hecho una diadema con plumas que había recogido del gallinero y parecía de verdad. Como el padre de Manu era taxista y ganaba más dinero que nuestros padres, él tenía una pistola que parecía auténtica y con la que nos mataba a todos. Los demás se hacían sus armas con palos que encontraban, y lo más gracioso es que a mí siempre me tocaba morir, porque decían que lo hacía muy bien. Si la peli era de romanos también jugábamos. Mi prima trabajaba con una modista y siempre nos conseguía retales que nosotros usábamos para hacer túnicas. En este juego también me tocaba morir, generalmente apuñalado o envenenado, pero a mí me gustaba ser el protagonista.                                                   
       Cuando volvíamos a casa, cada domingo era lo mismo. Nuestras madres ponían el grito en el cielo al ver nuestra ropa buena llena de barro y jirones. Al día siguiente les esperaba un duro trabajo en el lavadero.                                                                                 
       Han pasado más de cuarenta años y no he vuelto a disfrutar tanto de una película como entonces. Ahora tienen mejor calidad visual y sonora, pero yo echo en falta nuestros juegos y el aroma a bocadillos que junto al rumor del papel de envolver percibías en mitad de la película, y los gritos de mi madre al ver mi ropa.  Por muchas pelis que hagan, para mí, Nerón siempre será Peter Ustinov, y en todo caso, si ocurría después de las siete, en un descampado, podía serlo yo, que sabía morir muy bien.


G. Maria Ortiz
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

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Re: I Concurso de relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #39 en: Junio 21, 2009, 21:23:43 pm »
El plazo de recepción de trabajos a finalizado. En unas semanas tendremos los resultados. Mucha suerte a todos.


Un saludo
« Última modificación: Junio 21, 2009, 23:09:58 pm por Parlamento »
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Re: I Concurso de relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #40 en: Julio 10, 2009, 21:55:24 pm »



Despues de un largo periodo de deliberación ya tenemos los resultados.

Primer premio: Tu Nombre en un Susurro (SELIN)

Segundo premio: Héroes (J.E.ÁLAMO)

Tercer premio: Diario de un extraño permanente (José Cantarero)


Proximamente fijaremos la fecha para la entrega de premios.

A su vez estamos preparando un pequeño "librito" con los trabajos vencedores.

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Re: I Concurso de relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #41 en: Julio 10, 2009, 21:57:05 pm »

Gracias a todos por participar. Buscábamos crear un rinconcito donde todos los amantes de la literatura pudieran pasar un rato entretenido leyendo y presentando sus obras, sin miedo a ningún tipo de prejuicio. Creo que lo hemos conseguido.

A los participantes de fuera, os dejo las palabras que el cantaor Juan Pinilla nos dejó en el foro:

Montefrío, verdaderamente, está en todos nuestros sentidos... Montefrío es, probablemente, el pueblo más bello de esta mitad de Andalucía donde nacen todos los soles que cubren nuestra tierra... Montefrío es belleza, es armonía, es sobriedad, es arte, es inspiración... Un lugar donde nacer y donde morir ebrio de hermosura. No nos extraña que esta tierra milenaria donde cuentan que hubo dioses mitológicos, haya dado tantos personajes ilustres para el mundo de la cultura universal... Porque criarse en medio de estos parajes colma nuestro conocimiento de estética y buen gusto... Montefrío... tu nombre se me enreda en los labios...

Juan Pinilla


Creo que estas palabras son suficiente reclamo para que nos visitéis.

Un Cordial Saludo


Si deseas ser un escritor, ¡escribe!
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J.E.

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Re: I Concurso de relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #42 en: Julio 10, 2009, 22:25:36 pm »
¡Hola! Soy uno de los que participó en el certamen literario y me acabo de enterar que mi relato "Héroes" ha quedado en segundo lugar.  b66 Sólo quería dar las gracias a todos los que hacen posible este certamen que además, me han dado una alegría. Aguardo ansioso esas camisetas y el diploma.  :rofl: Un abrazo para todos. Os dejo mi blog por si queréis daros una vuelta. Pienso meter este foro en mi índice de sitios de interés.
J.E. Álamo :dirol:
http://letrasparasonyar.blogspot.com/

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Re: I Concurso de relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #43 en: Julio 11, 2009, 09:45:23 am »
En cuanto tengamos las camisetas y diplomas preparados los enviaremos a las direcciones facilitadas.

Gracias por incluirnos en su bloq personal, considere Montefrío su casa.


Un Cordial Saludo


« Última modificación: Julio 11, 2009, 09:46:54 am por Parlamento »
Con la sonrisa en los labios, como si hiciese la cosa más natural del mundo, el estúpido aparecerá de improviso para echar a perder tus planes, destruir tu paz, complicarte la vida, hacerte perder tiempo,buen humor,apetito, y todo esto sin malicia,sin remordimientos y sin razón. Estupidamente

J.E.

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Re: I Concurso de relatos Fórum Montefrío
« Respuesta #44 en: Julio 11, 2009, 10:49:53 am »
Gracias a vosotros.  Hoy brindaré por vostros y Montefrío :drinks: