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DOS LÍNEAS PARALELAS SE TOCAN LEJOS Las olas incesantes lo arrancaron de su inconsciencia. Entreabrió los ojos y descubrió que la noche envolvía sin clemencia a la costa, testigo furtivo de la tempestad silenciosa. Confundido y con gran esfuerzo, se puso en pie, sosteniéndose con dificultad sobre sus piernas que temblaban con arrítmica fuerza. Sentía la arena mojada asentada en su cara, y en la boca, el sabor amargo del agua salada. Quiso recordar, pero fue en vano: su pasado era borroso e inconciliable. Estaba desorientado y le fue difícil mantener el equilibrio al coordinar su cuerpo, pero se decidió a caminar por ese sendero de arena que se anunciaba incierto a orillas del mar. Era una noche sin cielo: las estrellas brillaban sin censura y la luna alumbraba con una intensidad imperturbable; a sus espaldas se proyectaba una sombra que copiaba con lealtad sus movimientos. Su desconcierto no le permitía advertir que su ropa húmeda le pesaba, ni que llevaba un puñal en la mano, y hurgaba vagamente en su memoria la sucesión de recuerdos que explicara su situación. Se sentía observado. A su derecha, bailaban imponentes las olas impecables de azul marino, que se elevaban hasta donde vuelan las aves, y descendían con furia y soberbia hacia la arena. A su izquierda, se encontraba la vegetación ignota, la selva verde, la flora expectante. Su ansiedad se intensificaba con los ruidos de la noche, provenientes del mar inquieto y del follaje clandestino. Gotas de sudor emanaban vacilantes de sus poros, su mirada nerviosa tropezaba con imágenes del pasado y de a ratos corría y se detenía para mirar atrás, pero sólo alcanzaba a ver la playa solitaria manchada de un camino de huellas y su sombra, enervante y simétrica a su posición. Se tranquilizaba pensando en que pronto amanecería y que entonces todo sería más claro, pero el tiempo transcurría, y la oscuridad se dejaba aglutinar por la luz de la luna que se arrellanaba en la noche eterna. Su cuerpo, efigie de la paranoia, resentía el cansancio que le implicaba desplazarse en esas condiciones, pero en su momento le pareció descabellado y absurdo descansar en medio de lo incierto; mejor hubiera sido renunciar. Nunca divisó indicio alguno de civilización en donde pudiera pedir auxilio, y si siguió avanzando, fue por puro instinto, pues el hambre y el delirio comenzaron a carcomerle la conciencia. Y se sintió débil e indefenso cuando al voltear hacia atrás, su sombra, con puñal en mano, levantaba hipnotizador el brazo oscuro y lo blandía con elegancia, nefasto e impío, ante el grito de horror ahogado en la arena, mojado de espuma y sangre.Jerónimo Cienfuegos
A finales de esta semana tendrá lugar el veredicto final del II certamen literario fórum montefrío. Agradecer desde aquí a los miembros del jurado su dedicación, hablamos de cerca de 400 relatos, a lo que hay que sumar las fechas en las que nos encontramos.. Por todo ello ¡GRACIAS! :clapping: :clapping: