La Pequeña Edad de Hielo en España
Quereda Sala y otros mencionan que el Ebro se heló siete veces entre 1505 y 1789. En 1788 y de nuevo en 1789 el río permaneció helado durante quince días. El libro también menciona la presencia de una extensa red de neveros, o pozos de nieve, ventisqueros y glaciares que se construyeron y mantuvieron entre los siglos XVI y XIX a lo largo del Mediterráneo oriental, algunos ubicados en áreas donde no nieva en la actualidad un solo día al año. El almacenamiento y distribución de hielo eran un negocio vivo que involucraba secciones enteras de la población rural.
Hay también una amplia evidencia de que durante ese período los glaciares se extendieron en los Pirineos, fundiéndose desde entonces. Es más, los remanentes del glaciar de Sierra Nevada que finalmente sucumbió al final del siglo XX, se originaron en este momento, y no eran, como a veces se dice, restos de la última verdadera Edad de Hielo. Los últimos verdaderos glaciares de Sierra Nevada y los Picos de Europa se fundieron a finales del siglo XIX. Se cree que las temperaturas en Europa durante el llamado Óptimo climático medieval entre los siglos IX al XIII debió haber sido entre 1º y 1,5 °C superior a la temperatura actual, suficiente para que estos glaciares, e incluso los de los Pirineos, se hubieran fundido. Los actuales glaciares de los Pirineos se formaron principalmente durante este periodo frío y han estado fundiéndose despacio desde entonces. El área de la superficie total de los glaciares en la vertiente española de los Pirineos ha descendido desde las 1.779 ha en 1894 a 290 ha en el año 2000.[cita requerida]
Martin y Olcina en Clima y tiempo señalan en España cuatro períodos de sucesos catastróficos (mitad del siglo XV, 1570–1610, 1769–1800 y 1820–1860) señalados por lluvias intensas, nevadas y tormentas en el mar. Éstos se mezclaron con los interludios de severas sequías.
Otro estudio de A. Sousa y P. García-Murillo en 2003[16] se fija en los cambios en el humedales de Andalucía (específicamente, Doñana) al final de la Pequeña Edad de Hielo. Los autores encontraron que la Pequeña Edad de Hielo se caracterizó por periodos más lluviosos alternando con otros de sequía. Otros autores creen que la PEH se caracterizó en el sur de la Península Ibérica por un aumento de la lluvia, mayor frecuencia de las inundaciones y de la sedimentación en la Europa mediterránea.